Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

XII Edición

                 octubre 2000


CORAZONES QUE ARDEN DE AMOR 

San Maximiliano Kolbe:
Caballero de la consagración Total a la Inmaculada

La vida de San Maximiliano fue un continuo ofrecimiento de sí mismo por amor a Dios y por la salvación de las almas, consagrándose totalmente, para este fin, a María Inmaculada. El ideal de su vida apostólica era la salvación y santificación de las almas. Para asegurar esa santificación, buscaba llevar a las almas a una incondicional y absoluta consagración a la Inmaculada. En sus escritos, el gran santo de la Virgen nos exhorta vehementemente a considerar el gran privilegio que hay en pertenecer a la Inmaculada. Nos dice:

"Con corazón sincero y abierto, podemos afirmar que el ideal más grande del ser humano se encuentra en la Inmaculada. Ningún ser humano puede ser exaltado sobre ella, pues posee en sí misma el grado de perfección más alto de todas las criaturas. Jamás criatura alguna podrá alcanzar la participación en la gracia divina que posee ella. Sin embargo, quien se consagra sin reservas a la Inmaculada, obtendrá, en poco tiempo, un grado de santidad muy alto y dará la maxima gloria a Dios. Todo se dará a través de la Inmaculada, en ella y por ella. Toda conversión, cada paso que damos en el camino a la santidad, es fruto de la gracia. Aun nuestra cooperación con la gracia es, en sí, una gracia. Sin la gracia de Dios, nada es posible. La Medianera de todas las Gracias es la Inmaculada. Cuanto más nos acerquemos a ella, más gracias recibiremos.

Cuando nos consagramos a la Virgen Inmaculada, le rogamos que, así como nos ofrecemos completamente a ella como sus hijos, esclavos, servidores e instrumentos, que nos reciba como posesión suya, sin ninguna excepción. Es una consagración de nosotros mismos como propiedad y posesión suya para ser usados por ella, según su beneplácito hasta el extremo de la aniquilación total de nosotros mismos.

De esta forma, le consagramos a ella, todo nuestro ser, todos los poderes de nuestra alma: nuestro intelecto, memoria y voluntad; todos los poderes de nuestro cuerpo: nuestros sentidos, fortaleza física, salud y enfermedad; todas nuestras experiencias de vida, las buenas, difíciles y las indiferentes. Le consagramos nuestra muerte, dónde y cómo se dará; como también nuestra eternidad, sabiendo que solamente ahí, le perteneceremos a ella perfectamente.

Hijo, a través de la consagración, llegarás a ser instrumento en sus manos. Por tanto, haz sólo lo que ella desee; recibe todo como venido de sus manos. Confíale todo a ella. Y nunca te olvides de ocuparte de ella, de procurar su honra, su causa, sus deseos, dejando toda preocupación de ti mismo y de tus asuntos en sus manos. Recuerda que todos los frutos de tus esfuerzos siempre dependerán de tu unión con ella."

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