San
Justino
Fiesta: 1 de Junio
c. 100-165
Padre de la Iglesia,
mártir.
"El más importante entre los Padres apologistas del siglo
segundo" -Benedicto XVI.
Ver sus obras:
apología en defensa de los cristianos
El Bautismo del nuevo nacimiento
San
Justino fue un gran filósofo. Nacido en Nablus, Palestina, de padres paganos,
se convirtió al cristianismo leyendo las Sagradas Escrituras y siendo
testigo del heroísmo de los mártires. Tenía unos 30 años.
Sus dos libros: Apología
por la Religión Cristiana y Diálogo con el Judío Tripo, se consideran
entre los mas importantes del siglo II.
Fue decapitado en Roma con
otros cristianos. Se conservan los archivos de su juicio.
Benedicto
XVI presenta a san Justino, filósofo y mártir
20 marzo 2007, audiencia
general del miércoles. ZENIT.org
Queridos hermanos y hermanas:
En estas catequesis estamos reflexionando sobre las grandes figuras
de la Iglesia naciente. Hoy hablamos de san Justino, filósofo y
mártir, el más importante de los padres apologistas del siglo II. La
palabra «apologista» hace referencia a esos antiguos escritores
cristianos que se proponían defender la nueva religión de las graves
acusaciones de los paganos y de los judíos, y difundir la doctrina
cristiana de una manera adaptada a la cultura de su tiempo. De este
modo, entre los apologistas se da una doble inquietud: la
propiamente apologética, defender el cristianismo naciente («apologhía»
en griego significa precisamente «defensa»); y la de proposición,
«misionera», que busca exponer los contenidos de la fe en un
lenguaje y con categorías de pensamiento comprensibles a los
contemporáneos.
Justino había nacido en torno al año 100, en la antigua Siquem, en
Samaría, en Tierra Santa; buscó durante mucho tiempo la verdad,
peregrinando por las diferentes escuelas de la tradición filosófica
griega. Por último, como él mismo cuenta en los primeros capítulos
de su «Diálogo con Trifón», misterio personaje, un anciano con el
que se había encontrado en la playa del mar, primero entró en
crisis, al demostrarle la incapacidad del hombre para satisfacer
únicamente con sus fuerzas la aspiración a lo divino. Después, le
indicó en los antiguos profetas las personas a las que tenía que
dirigirse para encontrar el camino de Dios y la «verdadera
filosofía». Al despedirse, el anciano le exhortó a la oración para
que se le abrieran las puertas de la luz.
La narración simboliza el episodio crucial de la vida de Justino: al
final de un largo camino filosófico de búsqueda de la verdad, llegó
a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde iniciaba
gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como
la verdadera filosofía. En ella, de hecho, había encontrado la
verdad y por tanto el arte de vivir de manera recta. Por este motivo
fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino
de Marco Aurelio, el emperador filósofo a quien Justino había
dirigido su «Apología».
Las dos «Apologías» y el «Diálogo con el judío Trifón» son las
únicas obras que nos quedan de él. En ellas, Justino pretende
ilustrar ante todo el proyecto divino de la creación y de la
salvación que se realiza en Jesucristo, el «Logos», es decir, el
Verbo eterno, la Razón eterna, la Razón creadora. Cada hombre, como
criatura racional, participa del «Logos», lleva en sí una «semilla»
y puede vislumbrar la verdad. De esta manera, el mismo «Logos», que
se reveló como figura profética a los judíos en la Ley antigua,
también se manifestó parcialmente, como con «semillas de verdad», en
la filosofía griega. Ahora, concluye Justino, dado que el
cristianismo es la manifestación histórica y personal del «Logos» en
su totalidad, «todo lo bello que ha sido expresado por cualquier
persona, nos pertenece a nosotros, los cristianos» (Segunda Apología
13,4). De este modo, Justino, si bien reprochaba a la filosofía
griega sus contradicciones, orienta con decisión hacia el «Logos»
cualquier verdad filosófica, motivando desde el punto de vista
racional la singular «pretensión» de vedad y de universalidad de la
religión cristiana.
Si el Antiguo Testamento tiende hacia Cristo al igual que una figura
se orienta hacia la realidad que significa, la filosofía griega
tiende a su vez a Cristo y al Evangelio, como la parte tiende a
unirse con el todo. Y dice que estas dos realidades, el Antiguo
Testamento y la filosofía griega son como dos caminos que guían a
Cristo, al «Logos». Por este motivo la filosofía griega no puede
oponerse a la verdad evangélica, y los cristianos pueden recurrir a
ella con confianza, como si se tratara de un propio bien. Por este
motivo, mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, definió a
Justino como «un pionero del encuentro positivo con el pensamiento
filosófico, aunque bajo el signo de un cauto discernimiento»: pues
Justino, «conservando después de la conversión una gran estima por
la filosofía griega, afirmaba con fuerza y claridad que en el
cristianismo había encontrado “la única filosofía segura y
provechosa” («Diálogo con Trifón» 8,1)» («Fides et ratio», 38).
En su conjunto, la figura y la obra de Justino marcan la decidida
opción de la Iglesia antigua por la filosofía, por la razón, en
lugar de la religión de los paganos. Con la religión pagana, de
hecho, los primeros cristianos rechazaron acérrimamente todo
compromiso. La consideraban como una idolatría, hasta el punto de
correr el riesgo de ser acusados de «impiedad» y de «ateísmo». En
particular, Justino, especialmente en su «Primera Apología», hizo
una crítica implacable de la religión pagana y de sus mitos, por
considerarlos como «desorientaciones» diabólicas en el camino de la
verdad.
La filosofía representó, sin embargo, el área privilegiada del
encuentro entre paganismo, judaísmo y cristianismo, precisamente a
nivel de la crítica a la religión pagana y a sus falsos mitos.
«Nuestra filosofía…»: con estas palabras explícitas llegó a definir
la nueva religión otro apologista contemporáneo a Justino, el obispo
Melitón de Sardes («Historia Eclesiástica», 4, 26, 7).
De hecho, la religión pagana no seguía los caminos del «Logos», sino
que se empeñaba en seguir los del mito, a pesar de que éste era
reconocido por la filosofía griega como carente de consistencia en
la verdad. Por este motivo, el ocaso de la religión pagana era
inevitable: era la lógica consecuencia del alejamiento de la
religión de la verdad del ser, reducida a un conjunto artificial de
ceremonias, convenciones y costumbres.
Justino, y con él otros apologistas, firmaron la toma de posición
clara de la fe cristiana por el Dios de los filósofos contra los
falsos dioses de la religión pagana. Era la opción por la verdad del
ser contra el mito de la costumbre. Algunas décadas después de
Justino, Tertuliano definió la misma opción de los cristianos con
una sentencia lapidaria que siempre es válida: «Dominus noster
Christus veritatem se, non consuetudinem, cognominavit – Cristo
afirmó que era la verdad, no la costumbre» («De virgin. vel». 1,1).
En este sentido, hay que tener en cuenta que el término «consuetudo»,
que utiliza Tertuliano para hacer referencia a la religión pagana,
puede ser traducido en los idiomas modernos con las expresiones
«moda cultural», «moda del momento».
En una edad como la nuestra, caracterizada por el relativismo en el
debate sobre los valores y sobre la religión --así como en el
diálogo interreligioso--, esta es una lección que no hay que
olvidar. Con este objetivo, y así concluyo, os vuelvo a presentar
las últimas palabras del misterioso anciano, que se encontró con el
filósofo Justino a orilla del mar: «Tú reza ante todo para que se te
abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si
Dios y su Cristo no le conceden la comprensión» («Diálogo con Trifón»
7,3).
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de
la audiencia el Papa saludó a los peregrinos en diferentes idiomas.
En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
San Justino, filósofo y mártir, es el más importante entre los
Padres apologistas del siglo segundo. Nació entorno al año 100.
Fundó una escuela en Roma, donde gratuitamente iniciaba a los
alumnos en la nueva religión. Denunciado por este motivo, fue
decapitado bajo el reinado de Marco Aurelio.
La palabra «apologista» designa a los antiguos escritores cristianos
que se proponían defender el cristianismo naciente de las graves
acusaciones de los paganos y de los judíos, y difundir la doctrina
cristiana exponiendo los contenidos de la fe en un lenguaje
comprensible.
En las obras que conservamos, las dos «Apologías» y el «Diálogo con
Trifón», ilustra ante todo el proyecto divino de la creación y de la
salvación que se cumple en Jesucristo, el Logos, el Verbo de Dios,
del que participa todo hombre, como creatura racional. Su primera
Apología es una crítica implacable a la religión pagana y a los
mitos de entonces.