Sta. Brígida de Suecia
(1302-1373)
Madre, viuda, fundadora de la Orden del Santísimo
Salvador
Mística, Patrona de Suecia
Proclamada por Juan Pablo II:
Patrona de Europa
Fiesta: 23 de Julio
Elevación de la mente a Cristo salvador
Jesús le dice:
“Brígida, te hablo no solamente
a ti sino también a todos los cristianos. Tú serás mi esposa... y por
medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu permanecerá en ti hasta tu
muerte”
Sta. Brígida:
"La
verdadera sabiduría, entonces consiste en obras, no en grandes
talentos que el mundo admira;
pues los sabios en la estima del mundo . .
. son necedad que hacen
nada de la voluntad de Dios, y no saben
como controlar sus pasiones"
AMOR MEUS CRUCIFIXUS EST Lema oficial de la
Orden del Santísimo Salvador. Encierra lo que Dios quiere de
nosotros: Crucificados con el amado, amándolo. Inspirado por Santa
Brígida, quien conformó a sus hijos espirituales como hijos de la
pasión del Señor.
|
SANTA
BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal
provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del
gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó
varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años
aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas.
A los tres años, hablaba con perfecta claridad,
como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan
precoces como su lenguaje. Sin embargo, la
santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo
y la presunción.
La Pasión: centro de su vida
A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos.
A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la
impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y
oyó estas palabras: "Mira en qué estado estoy, hija mía." "¿Quién os
ha hecho eso, Señor?", preguntó la niña. Y Cristo respondió: "Los que
me desprecian y se burlan de mi amor." Esa
visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la
Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.
Matrimonio
Antes de cumplir catorce años, la
joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson,
quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho
años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas,
una de las cuales es venerada con el nombre de
Santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida
de la época, como una señora feudal,
en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia
de que cultivaba la amistad de los hombres
sabios y virtuosos.
En la Corte
Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno
II para ser la principal dama de
honor de la reina Blanca de Namur. Pronto
comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se
limitaban al estricto cumplimiento de su
oficio. Magno era un hombre débil que se dejaba fácilmente arrastrar
al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante
del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las cualidades de la
reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero,
aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no
consiguió mejorar su conducta, pues no la
tomaban en serio.
Las Visiones
La santa
empezó tener por entonces las visiones que
habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas
materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del
tratado de paz entre Francia e
Inglaterra. "Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no
tendrá éxito en ninguna de sus empresas y
acabará por salir del reino y dejar a sus hijos
en la tribulación y la angustia." Pero tales visiones no impresionaban
a los cortesanos suecos, quienes solían
preguntar con ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida anoche?"
Problemas familiares y
peregrinaciones
Por otra
parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija
mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida
llamaba "el Bandolero" y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor.
Por esa pérdida la santa hizo una peregrinación al santuario de San
Olaf de Noruega, en Trondhjem. A su regreso,
fortalecida por las oraciones, intentó con más
ahinco que nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo
lograse, les pidió permiso de ausentarse de la corte e hizo una
peregrinación a
Compostela con su esposo. A la vuelta del viaje,
Ulf cayó gravemente enfermo en Arras y recibió los últimos sacramentos
ya que la muerte parecía inminente. Pero Santa Brígida, que oraba
fervorosamente por el restablecimiento de su
esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio le
reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf,
ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en
la vida religiosa.
Viuda, vida religiosa,
aumentan las visiones
Según
parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio
cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito.
Santa Brígida se quedó en Alvastra cuatro años
apartada del mundo y dedicada a la penitencia.
Desde entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo
usaba lino para el velo
y vestía una burda túnica ceñida con una
cuerda anudada. Las visiones y revelaciones se
hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó,
temiendo ser víctima de ilusiones del demonio o
de su propia imaginación. Pero en una visión que se
repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la
dirección del maestre Matías,
un canónigo muy sabio y experimentado de
Linkoping, quien le declaró que sus visiones procedían de Dios.
Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus
visiones al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por
escrito en latín. Ese período culminó con una visión en la que el
Señor ordenó a la santa que fuese a la corte
para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida,
sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles.
Magno se enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio
que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.
En Vadstena había sesenta religiosas. En un
edificio contiguo habitaban trece sacerdotes (en honor de los doce
apóstoles y de San Pablo), cuatro diáconos (que
representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos legos.
En conjunto había ochenta y cinco personas. Santa Brígida
redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el
Salvador en una visión.
Pero ni Bonifacio IX con
la bula de canonización, ni Martín V, que
ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la
canonización, mencionan ese hecho y sólo hablan
de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a
ninguna revelación privada.
En la
fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault,
los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo
espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La
razón de ello es que la orden había sido fundada principalmente
para las mujeres y los hombres sólo eran
admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales. Los
conventos de hombres y mujeres estaban separados por
una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a
los oficios en la misma iglesia, pero las
religiosas se hallaban en una galería superior,
de suerte que ni siquiera podían verse unos a
otros.
El
monasterio de Vadstena fue el principal centro
literario de Suecia en el siglo XV.
A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy
enérgica a Clemente VI,
urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y
establecer la paz entre Eduardo III de
Inglaterra y Felipe IV de Francia. El Papa se
negó a partir de Aviñón pero,
en cambio envió a Hemming,
obispo de Abo, a la corte del rey
Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto,
el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos
de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir
en una cruzada contra los
paganos letones y estonios.
Pero en realidad se trataba de una expedición
de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató
de disuadir al monarca. Con ello perdió el
favor de la corte, pero no le faltó el amor del
pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba
sinceramente durante sus múltiples viajes por
Suecia.
En Roma e Italia
Había todavía en el país muchos paganos, y
Sarta Brígida ilustraba con milagros la predicación
de sus capellanes. En 1349,
a pesar de que la "muerte
negra" hacía estragos en toda
Europa, Brígida decidió ir a
Roma con motivo del
jubileo de 1350. Acompañada de su confesor,
Pedro de Skeninge y otros,
se embarcó en Stralsund, en medio de
las lágrimas del pueblo, que no había de volver
a verla. En efecto, la santa se estableció en
Roma, donde se ocupó de
los pobres de la ciudad, en la
espera de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna.
Asistía diariamente a misa a las cinco de la
mañana, se confesaba todos
los días y comulgaba varias veces por semana
(según era permitido en aquella época). El brillo de su virtud
contrastaba con la corrupción de costumbres
que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían
estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y
lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores. La
austeridad de la santa, su devoción a los
santuarios, su severidad consigo
misma, su bondad con el prójimo, su entrega
total al cuidado de los pobres y los enfermos,
le ganaron el cariño de muchos. Santa
Brígida atendía con particular esmero a sus
compatriotas y cada día
daba de comer a los peregrinos suecos en su
casa que estaba situada en las cercanías de San
Lorenzo in Damaso.
Pero su
ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras
ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En
cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa
para reprender al abad, "un hombre mundano que
no se preocupaba absolutamente por las almas". Hay que decir que,
probablemente, la reprensión de la santa no produjo efecto.
Más éxito tuvo su celo por la reforma de
otro convento de Bolonia. Allí se hallaba
Brígida cuando fue a reunirse con ella su hija,
Santa Catalina, quien se quedó a su lado y, fue su fiel colaboradora
hasta el fin de su vida. Dos de las iglesias
romanas más relacionadas con nuestra
santa son la de San Pablo
extramuros y la de San Francisco de Ripa. En la primera se
conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el
que Brígida acostumbraba orar y que le
respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le
apareció San Francisco y le dijo: "Ven a beber
conmigo en mi celda". La santa
interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís.
Visitó la ciudad y de allí
partió en peregrinación por los
principales santuarios de Italia, durante dos
años.
Profecías y revelaciones
Las profecías y revelaciones Santa Brígida
se referían a las
cuestiones mas candentes de su época.
Predijo, por ejemplo, que el Papa y el emperador
se reunirían amistosamente en Roma. Al
poco tiempo así lo hicieron (El Papa Beato
Urbano V y Carlos IV, en
1368). La
profecía de que los partidos en
que estaba dividida la Ciudad Eterna recibirían el
castigo que merecían por sus crímenes,
disminuyeron un tanto la popularidad de la
santa y aun le atrajeron persecuciones. Brígida fue
arrojada
de su casa y tuvo que ir con su hija a pedir limosna
al convento de las Clarisas.Por otra parte,
ni siquiera el Papa escapaba a
sus severas admoniciones proféticas.
El gozo que experimentó la santa con la llegada de
Urbano a Roma fue de corta duración, pues el Pontífice se
retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone
y aun se rumoró que se disponía a volver
a Aviñón.
Al regresar de una
peregrinación,
a Amalfi,
Brígida tuvo una visión en la que
Nuestro Señor la envió a avisar al Papa que se
acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la
regla del convento de Vadstena. Brígida había ya
sometido la regla a la
aprobación de Urbano V, en Roma, pero el
Pontífice no había dado respuesta alguna. Así
pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca.
Urbano aprobó, en general, la fundación y la
regla de Santa Brígida, que completó con la
regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde,
murió el Pontífice. Santa
Brígida escribió tres veces a su sucesor,
Gregorio XI, que estaba en
Aviñón, conminándole a
trasladase a Roma. Así lo hizo el
Pontífice cuatro años después de la muerte de
la santa.
En 1371, a raíz de otra
visión, Santa Brígida emprendió una
peregrinación a los Santos Lugares, acompañada
de su hija Catalina, de
sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de
Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último
de sus viajes. La expedición comenzó mal, ya
que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I,
cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de
Carlos vivía aún en Suecia y el marido de Juana estaba en
España; ésta quería contraer matrimonio con él
y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre,
horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones.
Dios resolvió la dificultad del modo más
inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de
una fiebre maligna y murió dos semanas después
en brazos de su madre. Santa Brígida prosiguió
su viaje a Palestina embargada por la más
profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer ahogada durante
un naufragio Sin embargo durante, la accidentada peregrinación la
santa disfrutó de grandes consolaciones
espirituales y de visiones sobre la vida del
Señor.
A su
vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372,
se detuvo en Chipre, donde clamó contra la
corrupción de la familia real y de los habitantes de
Famagusta quienes se habían burlado de
ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el
clero de la ciudad leyó desde el púlpito las
profecías de Santa Brígida, aunque no
produjeron mayor efecto entre el pueblo.
La comitiva llegó a Roma
en marzo de 1373. Brígida,
que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse
rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir
los últimos sacramentos de manos de su fiel amigo, el
Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años. Su
cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de
San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y
Pedro de Alvastra condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena,
pasando por Dalmacia, Austria, Polonia
y el puerto de Danzig.
Santa
Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella
fundada, fue canonizada en 1391 y es la patrona de Suecia.
Visiones y escritos
Uno
de los aspectos más conocidos en la
vida de Santa Brígida, es el de las múltiples
visiones con que la favoreció el Señor,
especialmente las que se refieren a los sufrimientos de
la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del
Concilio de Basilea, el
Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro
de las revelaciones de la santa y declaró que
podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal
aprobación encontró muchos opositores. Por lo
demás; la declaración de Torquemada significa únicamente que la
doctrina del libro es ortodoxa y que las revelaciones no carecen de
probabilidad histórica. El Papa Bcnedicto XIV, entre otros, se refirió
a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes términos:
"Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas,
no se les debe el asentimiento de fe divina; el
crédito que merecen es puramente humano, sujeto
al juicio de la prudencia, que es la que debe
dictarnos el grado de probabilidad de que
gozan para que crearnos píamente en ellas."
Santa
Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió
siempre sus revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de
gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como
una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad.
Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a
su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.
El libro de sus
revelaciones fue publicado por primera vez en 1492.
Las brigidinas tienen unas
lecciones de maitines tomadas de sus revelaciones sobre las glorias de
María, conocidas con el nombre de "Sermo Angelicus", en recuerdo de
las palabras del Señor a la santa: "Mi ángel te comunicará las
lecciones que las religiosas de tus monasterios deben leer en
maitines, y tú las escribirás tal como él te las dicte".
ORACIONES
Aprobadas por El Papa Pío IX
En la Basílica de San
Pablo Extramuros en Roma todavía
se puede contemplar, en la
capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo
Milagroso ante el cual estuvo
arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones
de Nuestro Señor. Allí hay
una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis.
Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta
Deum. Anno Jubilei MCCCL”
Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor en
Su Pasión. Cierto día se le apareció
Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos
ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis honrarlos en verdad,
con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15
veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año
completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis
Llagas”. (Nuestro Señor mismo le dictó las
oraciones a la santa.)
Primera Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesucristo ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la
alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de
todos los pecadores. Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de
permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el
punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos,
por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis
soportado desde el instante de Vuestra Concepción y especialmente
durante Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado
desde toda la eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos
les habéis Lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Sacratísimo
Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con
dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra
Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo
”Mi Alma está triste
hasta la muerte.”
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis
soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la
crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor
sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo. Judas;
apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y
enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente
juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió
en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y
revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara
infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en
Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna,
desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes
de Vuestra Pasión en la Cruz concededme antes de morir, una contrición
verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y
la remisión de todos mis pecados. Amén.
Segunda Oración.
Padrenuestro - Ave Maria
¡Oh Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias!
Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando
Vuestros enemigos como leones furiosos, os rodearon con miles de
injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros
suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a
estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico. ¡Oh mi
Salvador, y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e
invisibles y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la
perfección de la salvación eterna. Amén.
Tercera Oración.
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede
contener ni limitar! Vos abarcáis todo; y todo es sostenido bajo
Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis
cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe
clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un
estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron
Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible
crueldad. Extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y
estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con
tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y
amaros. Amén.
Cuarta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
O Jesús, Médico Celestial! elevado en la Cruz para curar nuestras
llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los
desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que
fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al
Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies,
ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin
embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir
por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “ Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os
hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga
Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos
nuestros pecados. Amén.
Quinta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús!, ¡Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza
aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas que
habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis
vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante
los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis
contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serian
condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos
desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad y principalmente por la bondad
que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás
conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a
la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.
Sexta Oración.
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús. Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que
habéis sufrido, cuando, desnudo y como un crimina! común y corriente,
fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También! fuisteis abandonado de
todos Vuestros parientes y amigos con la excepción de Vuestra muy
amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos;
luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a
Maria: “mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “ He aquí a tu Madre!
Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces
traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de
mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como
espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y
especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Séptima Oración.
Padrenuestro - Ave Maria
¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En
profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “Tengo sed” Era
sed por la salvación del género humano. Oh mi Salvador os ruego que
inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la
perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la
concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.
Octava Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el
vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a
nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir
dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante
nuestra vida, y también a la hora de la muerte para servir de remedio
y consuelo a nuestras almas. Amén.
Novena Oración
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús, Virtud real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis
sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte,
insultado y ultrajado por los judíos. Clamasteis en alta voz que
habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Por esta angustia, Os
suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y
dolores de mi muerte. Amén.
Décima Oración
Padrenuestro -Ave Maria.
¡Oh Jesús. Principio y Fin de todas las cosas. Sois la Vida y la
Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un
abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la
cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas,
enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos;
cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos
que Os aman, Amén.
Undécima Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las
llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas,
para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador,
profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del
pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí.
Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta que Vuestra cólera y
justìsíma indignación hayan cesado. Amén.
Duodécima Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús! Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad. y Vínculo de la
Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido,
desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y
enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable
Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a
nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de
hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis
cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra
Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado
en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor aumente cada día hasta
que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos
sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido
concederme en el Cielo. Amén.
Décima-Tercera Oración
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del
inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras
fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y
dijisteis: “Todo está consumado”. Por esta angustia y dolor, os
suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte
cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en
angustia. Amén.
Décima-Cuarta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Unico Hijo del Padre Celestial! esplendor y semejanza de su
Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis
de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre en Tus
Manos encomiendo Mi Espíritu!” Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado
Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia para
redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al
demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma
peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
Décima-Quinta Oración.
Padrenuestro-Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión
de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado
Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva
bajo el lagar.
De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado
Sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna.
Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz., la
muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la Substancia de
Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros
Huesos. Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa
Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando
yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.
Conclusión.
¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y
penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh
mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua.
Y que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea
de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro
Paraíso; y alabaros para siempre en el Cielo con todos Vuestros
santos. Amén.