Consagraciones a
los Dos Corazones- Sacerdocio |
CONSAGRACIÓN DEL
SACERDOTE A LOS
CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA
Madre Adela
Galindo, Fundadora SCTJM
Ver
también:
Sacerdocio
"Es muy apropiado en
estos tiempos, buscar una mayor profundización y conciencia de la
íntima relación que existe entre los Dos Corazones y el valor que
tiene para nuestros días, una auténtica devoción y consagración a
los Corazones de Jesús y María."
(SS Juan Pablo II, 23 de noviembre de 1987)
Oh
Sagrado Corazón de Jesús,
has amado a los hombres hasta el extremo de dejarte traspasar y así
convertirte en la fuente abierta de donde manan,
abundantemente, las
gracias de salvación y de conversión. Jesús, tu Corazón traspasado
es la fuente abierta de donde fluyen , con fuerza y poder, la Sangre y
el Agua que purifica, transforma, vivifica y libera mi corazón. Tu
Corazón, ofrecido en la Cruz, es el sello sacrificial de la nueva
alianza de amor entre Dios y los hombres. Tu Corazón puro y sacerdotal
es la víctima perfecta ofrecida al Padre por la salvación de los
hombres. Tu eres el sacrificio vivo, tu eres la ofrenda sin mancha, tu
eres el Cordero degollado por amor. Tu Corazón traspasado es la prenda
preciosa, la herencia eterna y la esperanza cierta de todos aquellos que
participamos por una gracia inmerecida, de tu sacerdocio y de tu
victimazgo.
A tu
Corazón sacerdotal quiero consagrar hoy mi vida y mi sacerdocio. Que el
fruto de esta consagración sea alcanzar una plena comunión de amor con
tu Corazón. Que tu Corazón sea el objeto primario de mis afectos; que
los latidos de tu Corazón sean los que dirijan mis actos; que los
sentimientos de tu Corazón rijan mis sentimientos, discernimientos y
anhelos. Que tus virtudes y tu santidad sean la máxima regla de mi
vida. Que conocer tus misterios sea la meta principal de mis esfuerzos.
Que tu caridad sea la que mueva toda mi misión apostólica y mi
servicio a las almas. Que tu pureza inspire siempre mi conducta. Que tu
Corazón vivo en la Eucaristía, sea Jesús, mi tesoro, mi refugio, mi
descanso y mi paz. En virtud de esta consagración te pido, que mi
sacerdocio sea vivido según los designios de tu Corazón. Que viva cada
Eucaristía con todo mi corazón, con profundo amor y reverencia. Que mi
vida siempre se dirija a la contemplación del Corazón Eucarístico y
que aprenda a escuchar sus latidos y sus deseos. Que como San Juan, en
todo momento y en particular en los más oscuros, yo sepa recostar mi
cabeza en tu Corazón Eucarístico y mantenerme, con tu gracia, fiel al
pie de la Cruz, para así participar mas de cerca de las gracias de tu
Corazón traspasado. Que mi sacerdocio consagrado totalmente a tu
Corazón sacerdotal, Eucarístico y traspasado, sea instrumento de amor,
gracia, santidad, verdad, perdón y misericordia para un mundo tan
necesitado del amor y del fuego misericordioso de tu Corazón. Que con
mi vida, mi sacerdocio, mi sacrificio y mi entrega incondicional a los
designios de tu Corazón, pueda edificar la civilización del amor y la
vida.
Oh
Corazón Inmaculado de María,
por tu perfecta comunión de amor con el Corazón de Jesús, eres la
escuela viviente de total consagración y dedicación a Su Corazón. En
tu Corazón, Oh Madre, quiero vivir para aprender a amar sin divisiones
al Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud; servirle
con generosidad y a cooperar activa y responsablemente en los designios
de Su Corazón. Quiero vivir mi sacerdocio dentro de tu Corazón
Inmaculado y así permitirte formarme, moldearme y transformarme en
imagen viviente del Corazón sacerdotal de tu Hijo.
Deseo
consagrarme totalmente a tu Corazón Inmaculado y traspasado que es el
camino perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón,
es refugio seguro de gracia y santidad, donde me iré liberando y
sanando de todas las oscuridades y miserias de mi corazón. Tu Corazón,
oh Madre, perfectamente unido en el amor y en el sacrificio redentor, es
el que mejor me puede enseñar a vivir la dimensión victimal de mi
sacerdocio. A tu Corazón, Oh Madre, Jesús entrega el corazón
sacerdotal del discípulo amado al pie de la Cruz. Yo quiero ser como
San Juan acogerte con todo mi corazón, a través de esta consagración,
para que toda mi vida interior, mi vocación, mi vida como sacerdote y
victima, sea protegida, cuidada, guiada y formada por tu poderosa
mediación maternal. Deseo pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen
Santísima, sin reservas y en total disponibilidad de amor a todos los
designios del Corazón de tu Hijo que se manifestarán en mi corazón a
través del tuyo. Que en virtud de esta consagración sea protegido en
tu Corazón materno de todo peligro espiritual y físico.
Qué mi
corazón sacerdotal arda con el fuego del Espíritu como arde tu
Corazón. Qué unido a ti, que eres la portadora por excelencia de
Cristo para el mundo, y ungido por el poder del Espíritu Santo, sea
instrumento para dar a conocer y hacer amar, en todos los corazones, el
Corazón Eucarístico de Jesús y tu Inmaculado Corazón.
¡Oh
Corazones de Jesús y de María,
esperanza de la humanidad! Esperanza porque en su perfecta comunión de
amor por Dios y los hombres, se han entregado a la obra de la salvación
del mundo. A través de esta consagración deseo participar con mi vida
sacerdotal y desde mi pequeñez, en los designios de misericordia que
los Dos Corazones están manifestando en la humanidad. Deseo ofrecer mi
vida y mi sacerdocio como ofrenda de reparación y consolación a sus
Corazones. Deseo con todo mi ser, mis oraciones, mis sacrificios, mi
fidelidad, mi pureza y entrega fiel a la Iglesia y al Vicario de Cristo,
promover y establecer en todos los corazones, el Reinado de amor de los
Corazones de Jesús y María. ¡Amén!
Escrita el 31 de octubre
del 2000
58 Aniversario de la Consagración del Mundo al Inmaculado Corazón hecha por SS Pío XI
Año Jubilar