El Camino del Amor: la Vida Moral-Los Diez
Mandamientos |
Catecismo de la Iglesia Católica #2514 - 2533
Artículo
9
El Noveno Mandamiento
No codiciarás la casa
de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de
tu prójimo (Ex 20, 17).
El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con
ella en su corazón (Mt 5, 28).
2514 San Juan distingue tres especies de codicia o
concupiscencia: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia
de los ojos y la soberbia de la vida (cf 1 Jn 2, 16). Siguiendo
la tradición catequética católica, el noveno mandamiento prohíbe
la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia del
bien ajeno.
2515 En sentido etimológico, la ‘concupiscencia’ puede
designar toda forma vehemente de deseo humano. La teología
cristiana le ha dado el sentido particular de un movimiento del
apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El
apóstol san Pablo la identifica con la lucha que la ‘carne’
sostiene contra el ‘espíritu’ (cf Gal 5, 16.17.24; Ef 2, 3).
Procede de la desobediencia del primer pecado (Gn 3, 11).
Desordena las facultades morales del hombre y, sin ser una falta
en sí misma, le inclina a cometer pecados (cf Cc Trento: DS
1515).
2516 En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu
y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de
tendencias entre el ‘espíritu’ y la ‘carne’. Pero, en realidad,
esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una
consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia.
Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual:
Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo,
que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y
su subjetividad personal, sino que trata de las obras -mejor
dicho, de las disposiciones estables -, virtudes y vicios,
moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el
primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la
acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe:
‘si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu’
(Ga 5, 25) (Juan Pablo II, DeV 55).
I La purificación del corazón
2517 El corazón es la sede de la personalidad moral: ‘de
dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos,
adulterios, fornicaciones’ (Mt 15, 19). La lucha contra la
concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón:
Mantente en la simplicidad, la inocencia y serás como los niños
pequeños que ignoran el mal destructor de la vida de los hombres
(Hermas, mand. 2, 1).
2518 La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados
los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los
"corazones limpios" designan a los que han ajustado su
inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de
Dios, principalmente en tres dominios: la caridad (cf 1 Tm 4,
3-9; 2 Tm 2 ,22), la castidad o rectitud sexual (cf 1 Ts 4, 7;
Col 3, 5; Ef 4, 19), el amor de la verdad y la ortodoxia de la
fe (cf Tt 1, 15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26). Existe un vínculo
entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe:
Los fieles deben creer los artículos del Símbolo ‘para que,
creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo
bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón,
comprendan lo que creen’ (S. Agustín, fid. et symb. 10, 25).
2519 A los ‘limpios de corazón’ se les promete que verán
a Dios cara a cara y que serán semejantes a El (cf 1 Co 13, 12,
1 Jn 3, 2). La pureza de corazón es el preámbulo de la visión.
Ya desde ahora esta pureza nos concede ver según Dios, recibir
al otro como un ‘prójimo’; nos permite considerar el cuerpo
humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu
Santo, una manifestación de la belleza divina.
II El combate por la pureza
2520 El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de
la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe
seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los
apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue
– mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad
permite amar con un corazón recto e indiviso;
– mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin
verdadero del hombre: con una mirada limpia el bautizado se
afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf
Rm 12, 2; Col 1, 10);
– mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante
la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el
rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que
inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: ‘la
vista despierta la pasión de los insensatos’ (Sb 15, 5);
– mediante la oración:
Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las
cuales no sentía en mí; siendo tan necio que no entendía lo que
estaba escrito: que nadie puede ser continente, si tú no se lo
das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior gemido
llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado
(S. Agustín, conf. 6, 11, 20).
2521 La pureza exige el pudor. Este es parte integrante
de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona.
Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está
ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las
miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las
personas y con la relación que existe entre ellas.
2522 El pudor protege el misterio de las personas y de su
amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación
amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del
compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El
pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta.
Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una
curiosidad malsana; se convierte en discreción.
2523 Existe un pudor de los sentimientos como también un
pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los
exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o
las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer
pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de
vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a
la presión de las ideologías dominantes.
2524 Las formas que reviste el pudor varían de una
cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la
intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con
el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a
niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la
persona humana.
2525 La pureza cristiana exige una purificación del clima
social. Obliga a los medios de comunicación social a una
información cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza
de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los
espectáculos que favorecen el exhibicionismo y los sueños
indecorosos.
2526 Lo que se llama permisividad de las costumbres se
basa en una concepción errónea de la libertad humana; para
llegar a su madurez, ésta necesita dejarse educar previamente
por la ley moral. Conviene pedir a los responsables de la
educación que impartan a la juventud una enseñanza respetuosa de
la verdad, de las cualidades del corazón y de la dignidad moral
y espiritual del hombre.
2527 ‘La buena nueva de Cristo renueva continuamente la
vida y la cultura del hombre caído; combate y elimina los
errores y males que brotan de la seducción, siempre amenazadora,
del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los
pueblos. Con las riquezas de lo alto fecunda, consolida,
completa y restaura en Cristo, como desde dentro, las bellezas y
cualidades espirituales de cada pueblo o edad’ (GS 58, 4).
RESUMEN
2528 ‘Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón’ (Mt 5, 28).
2529 El noveno mandamiento pone en guardia contra el
desorden o concupiscencia de la carne.
2530 La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa
por la purificación del corazón y por la práctica de la
templanza
2531 La pureza del corazón nos alcanzará el ver a Dios:
nos da desde ahora la capacidad de ver según Dios todas las
cosas.
2532 La purificación del corazón es imposible sin la
oración, la práctica de la castidad y la pureza de intención y
de mirada.
2533 La pureza del corazón requiere el pudor, que es
paciencia, modestia y discreción. El pudor preserva la intimidad
de la persona.
Continuación al
Décimo Mandamiento>>>
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Traspasados de Jesús y María
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