Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María 

VIII Edición

marzo 2000


eN EL CORAZÓN DE MARÍA 

En esta Cuaresma, nos unimos a nuestra Madre para alcanzar las gracias de conversión y misericordia que el Señor desea otorgarnos de manera especial en este Año Jubilar.

En este Santo tiempo de Cuaresma, en el cual la Iglesia nos invita a adentrarnos en un espíritu auténtico de conversión y arrepentimiento por nuestros pecados, debemos recurrir a la Virgen, la “Inmaculada”, sin mancha de pecado alguno, para implorarle que nos alcance la gracia de poder reconocer lo que hay dentro de nuestro corazón que ofende a Su Hijo. Que a través su Corazón, podamos experimentar verdadera contrición según el espíritu del profeta Joel: “Más ahora, todavía – oráculo de Yahveh– volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, lento a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia.“ ¡Cuán profundo el llamado al arrepentimiento que Dios le inspira al profeta y que se manifiesta hasta con lagrimas! ¡Estas lágrimas son bienaventuradas!

La Virgen María sufrió mucho y derramó muchas lágrimas durante su vida en la tierra. Ciertamente no eran lágrimas por sus propios pecados, pues no tenía mancha alguna en su alma bienaventurada. Pero sí lloraba por nuestros pecados, los cuales inundaban de dolor el Corazón de Su Hijo. Con sus lágrimas, hoy nos enseña lo que debe ser verdadera causa de aflicción para nosotros. Los que lloran las propias caídas o los pecados del mundo; los que aceptan las penas como medio de purificación de sus pecados; los que se imponen penitencias para formar su alma en el dolor; los que sufren persecución y dolores por causa del Reino de Dios y de su extensión; los que pasan sequedades y tribulaciones, los que gimen por el amor de Dios y por el cielo; todos estos son los que derraman lágrimas que, en sentido evangélico, pueden llamarse bienaventuradas y por tanto, recibirán divina consolación.

Una gran mística y doctora de nuestra Iglesia, Sta. Catalina de Siena, en su obra El Dialogo, describe las diferentes clases de lágrimas y sólo las que provienen del amor pueden considerarse bienaventuradas.

1. Lágrimas malas, que engendran muerte. Son las que proceden del pecado y llevan al pecado: lágrimas de odio, de envidia o desesperación, proceden de un corazón desordenado y apartado de Dios.

2. Lágrimas de temor por los propios pecados. Son las de los que se levantan del pecado por temor al castigo: el temor les hace llorar. Su motivación no es perfecta, pues no hay necesariamente arrepentimiento.

3. Lágrimas de los que, lejos del pecado, empiezan a querer servir a Dios. Estos, sin embargo, sintiéndose privados de los consuelos visibles, lloran por verse con tanta incapacidad y tribulaciones.

4. Lágrimas de los que aman con perfección a Dios y al prójimo. Estos lloran, doliéndose de las ofensas que se le hacen a Dios y compadeciéndose del daño del prójimo, en completo abandono de sí mismos.

5. Lágrimas de dulzura, derramadas con gran suavidad por la unión íntima del alma con Dios. Son lágrimas de puro amor que derraman los santos en las mas altas cumbres de perfección Cristiana.

siervas_logo_color.jpg (14049 bytes)
Regreso a página principal
www.corazones.org


Copyright © 1997 SCTJM