Del oficio de lectura, 23 de Marzo,
Santo
Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, Perú
Disponibles para toda obra buena
Del Decreto Christus Dóminus,
sobre el deber pastoral de los obispos en la
Iglesia,
del Concilio Vaticano II, (Nums. 12-13. 16).
Los obispos, en el ejercicio de su deber de enseñar, anuncien a los
hombres el Evangelio de Cristo, deber que destaca entre los principales
de los obispos. Por la fortaleza del Espíritu, llamen a los hombres a la
fe o confírmelos en la fe viva; propongan a los hombres el misterio
íntegro de Cristo, es decir, todas aquellas verdades cuya ignorancia
equivale a ignorar a Cristo, e igualmente muéstrenles el camino revelado
por Dios para darle gloria y que, por eso mismo, conduce a alcanzar la
eterna bienaventuranza.
Muestren, además, que las mismas cosas terrenas y las instituciones
humanas, de acuerdo con el plan salvífico de Dios creador, se ordenan
también a la salvación de los hombres y que por este motivo pueden
contribuir en gran medida a la edificación del cuerpo de Cristo.
En consecuencia, enseñen hasta qué punto, de acuerdo con la doctrina de
la Iglesia, debe ser estimada la persona humana con su libertad, y la
vida misma del cuerpo; la familia, su unidad y estabilidad, la
procreación y educación de la prole; la sociedad civil con sus leyes y
profesiones; el trabajo y el descanso; las artes e inventos técnicos; la
pobreza y la abundancia. Expongan los criterios de acuerdo con los
cuales se puedan resolver los graves problemas que afectan a la
posesión, incremento y recta distribución de los bienes materiales, a la
guerra y a la paz, y a la fraterna convivencia de todos los pueblos.
Expongan la doctrina cristiana de manera acomodada a las necesidades de
los tiempos, es decir, que den respuesta a las dificultades e
interrogantes que preocupan y angustian especialmente a los hombres. Al
mismo tiempo valen por la doctrina, enseñando a los mismos fieles a
defenderla y propagarla. Al enseñarla, manifiesten la maternal solicitud
de la Iglesia hacia todos los hombres, tanto fieles como no fieles, y
tengan especial solicitud de los pobres y de los jóvenes, a quienes el
Señor les ha enviado a evangelizar.
Al ejercer su oficio de padre y pastor, sean los obispos en medio de los
suyos como servidores; sean buenos pastores que conocen a sus ovejas y
que son a su vez conocidos por ellas; sean verdaderos pastores que se
distinguen por el espíritu de amor y de solicitud hacia todos, y a cuya
autoridad, conferida, desde luego, por Dios, todos se sometan de buen
ánimo. Congreguen y formen de tal forma a toda su familia que todos,
conscientes de sus deberes, vivan y actúen en comunión de caridad.
Para que puedan realizar esto eficazmente, los obispos, disponibles para
toda obra buena y aguantándolo todo por los elegidos, deben adaptar su
vida de tal forma que corresponda a las necesidades de los tiempos.
Oración
Señor, tú que has querido acrecentar la Iglesia mediante los trabajos
apostólicos y el celo por la verdad de tu obispo santo Toribio, concede
al pueblo a ti consagrado crecer constantemente en fe y en santidad. Por
nuestro Señor Jesucristo.