Del oficio de lectura,
21 de Julio,
San Lorenzo de Brindis
La predicación es
una función apostólica
De los
sermones de san Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la
Iglesia.
Sermón cuaresmal 2: Opera Omnia 5,1,
nums. 48. 50. 52
Para llevar una vida espiritual, que nos es común
con los ángeles y los espíritus celestes y divinos, ya que ellos y
nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, es
necesario el pan de la gracia del Espíritu Santo y de la caridad de
Dios. Pero la gracia y la caridad son imposibles sin la fe, ya que
sin la fe es imposible a agradar a Dios. Y esta fe se origina
necesariamente de la predicación de la palabra de Dios: La fe
nace del mensaje y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Por
tanto, la predicación de la palabra de Dios es necesaria para la
vida espiritual, como la siembra es necesaria para la vida del
cuerpo.
Por esto, dice Cristo: Salió el sembrador a
sembrar su semilla. Salió el sembrador a pregonar la justicia,
y este pregonero, según leemos, fue algunas veces el mismo Dios,
como cuando en el desierto dio a todo el pueblo, de viva voz bajada
del cielo, la ley de justicia; fue otras veces un ángel del Señor,
como cuando en el llamado «lugar de los que lloran» echó en cara al
pueblo sus transgresiones de la ley divina, y todos los hijos de
Israel, al oír sus palabras, se arrepintieron y lloraron todos a
voces; también Moisés predicó a todo el pueblo la ley del Señor, en
las campiñas de Moab, como sabemos por el Deuteronomio. Finalmente,
vino Cristo, Dios y hombre, a predicar la palabra del Señor, y para
ello envió también a los apóstoles, como antes había enviado a los
profetas.
Por consiguiente, la predicación es una función
apostólica, angélica, cristiana, divina. Así comprendemos la
múltiple riqueza que encierra la palabra de Dios, ya que es como el
tesoro en que se hallan todos los bienes. De ella proceden la fe, la
esperanza, la caridad, todas las virtudes, todos los dones del
Espíritu Santo, todas las bienaventuranzas evangélicas, todas las
buenas obras, todos los actos meritorios, toda la gloria del
paraíso: Aceptad dócilmente la palabra que
ha sido plantada y es capaz de salvaros.
La palabra de Dios es luz para el entendimiento,
fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a
Dios; y para el hombre interior, el que vive por la gracia del
Espíritu Santo, es pan y agua, pero un pan más dulce que la miel y
el panal, un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un
tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y a la
piedra preciosa; es como un martillo que doblega la dureza del
corazón obstinado en el vicio, y como una espada que da muerte a
todo pecado, en nuestra lucha contra la carne, el mundo y el
demonio.
Oración
Oh Dios, que para gloria de tu nombre y salvación
de las almas otorgaste a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo
y fortaleza, concédenos llegar a conocer, con ese mismo espíritu,
las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la
práctica después de conocerlas. Por nuestro Señor Jesucristo.