La persecución de
la Iglesia bajo los Nazis
Los Nazis
soñaban con establecer una religión nacionalista y pagana. Percibían a
la Iglesia Católica como un obstáculo. Miles de católicos se mantuvieron
firmes a la fe y tuvieron el valor de expresarlo, sufriendo por ello
persecución, encarcelamiento y martirio. Como siempre ocurre, muchos
otros no tuvieron ese valor. Pero sería una grotesca distorsión de la
historia ignorar la persecución de la Iglesia bajo el nazismo y el valor
de los que resistieron. Aquí solo presentamos unos ejemplos que nos
sirvan de inspiración ante nuestros retos actuales.
En esta página:
El odio nazi contra judíos y católicos
-Documentado en un nuevo libro
«La Culpa», documentada obra de Konrad Löw
El padre Rupert Mayer SJ,
internado en un campo de concentración Nazi.
En otras páginas nuestras:
Pío XII y el
holocausto
Maximiliano Kolbe, Santo
Edith
Stein, Santa
El odio nazi contra judíos y católicos,
documentado en un nuevo libro
«La Culpa», documentada obra de Konrad Löw
ROMA, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- El odio nazi por la Iglesia
católica ha quedado documentado en el libro «Die Schuld» («La Culpa»)
que con el subtítulo: «Judíos y cristianos en la opinión de los nazis y
en los tiempos presentes» acaba de publicar en Alemania Konrad Löw.
En la portada del libro, editado por «Resch Verlag» se puede leer: «Una
respuesta a "Amén" y a "El Vicario"», en referencia las obras
cinematográfica y teatral en las que se acusa al Papa Pío XII de haber
sido demasiado condescendiente con el nazismo.
La aportación del volumen consiste en la documentación que presenta a lo
largo de sus 355 páginas, 1.063 notas y una bibliografía de 331 libros.
El libro se convierte, al mismo tiempo, en una respuesta histórica a la
obra de Daniel J. Goldhagen que acusa a la Iglesia de implicación en el
nazismo.
Löw afronta con documentos históricos en su detalle aspectos poco
conocidos hasta ahora de la política nazi, y en particular de la
persecución continua y sistemática de los católicos.
El autor bávaro demuestra con aparato crítico cómo el «Zentrum», el
partido católico, era apoyado y votado precisamente por los judíos. Un
fenómeno que se explica por el hecho de que la Iglesia católica condenó
el naciente racismo y nacionalismo con toda claridad. Por el contrario,
constata, los evangélicos quedaron en gran parte fascinados por las
teorías raciales.
El nombramiento de Hitler como canciller fue aplaudido por los
evangélicos, recuerda Löw, mientras que los obispos católicos condenaron
las teorías nazis. Por este motivo, subraya el autor, los nazis
persiguieron en primer lugar a los comunistas y los judíos, pero también
a los católicos.
Según la teoría nazi, dado que el cristianismo tenía sus raíces en el
Antiguo Testamento, quien estaba contra los judíos debía estar por
consiguiente contra la Iglesia católica.
La amplia documentación recogida por Löw documenta la ayuda a los judíos
realizada por los católicos, que provocó la ira de los nazis.
El autor narra cómo los nazis invocaban «la indispensable arma del
espíritu de la sangre y de la tierra contra la peste hebrea y el
cristianismo».
En la parte central del libro, Löw reproduce detalladamente lo que
dijeron y escribieron sobre los judíos y los católicos Adolf Hitler,
Alfred Rosenberg, Joseph Goebbels, Heinrich Himmler y Martin Bormann.
En particular, Hitler quería pisotear a la Iglesia católica «como se
hace con un sapo».
En el libro, se reproducen artículos y viñetas sobre católicos
publicados por los periódicos «Das Schwarze Korps», órgano oficial de
las SS, y «Der Stürmer», órgano racista.
En una viñeta publicada por los nazis en 1938, un judío, un sacerdote
católico y un empresario capitalista tratan de detener la esvástica nazi
que gira como las agujas del reloj de la historia.
En otra viñeta, publica por «Der Stürmer» en 1934, un judío, ante la
imagen de Cristo en la Cruz, dice: «...le hemos matado, le hemos
ridiculizado, pero somos defendidos todavía por su Iglesia...». En otra
viñeta del mismo periódico, publicada en 1939, un sacerdote católico es
presentado mientras estrecha dos grandes manos: una con la cruz judía, y
la otra con la hoz y el martillo.
Para dar una idea de lo que los nazis pensaban de los católicos, Löw
presenta un informe de las SS en el que se escribe: «Es indiscutible que
la Iglesia católica en Alemania se opone decididamente a la política
gubernamental de oposición al poder hebreo. Por consiguiente, realiza un
trabajo de apoyo a los judíos, les ayuda a huir, utiliza todos los
medios para apoyarlos en la vida cotidiana, y facilita su estancia
ilegítima en el imperio del Reich. Las personas encargadas de esta tarea
disfrutan de pleno apoyo del episcopado y no dudan en quitar a los
alemanes, e incluso a los niños alemanes, la escasa comida para dársela
a los judíos».
ZS02121902
La Santa Sede
condenó duramente al nazismo
lo prueban los documentos
Zenit descubre un documento olvidado por muchos historiadores
ROMA, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- A diferencia de lo que han escrito
algunos historiadores, la Santa Sede condenó públicamente y con tremenda
dureza el nazismo y en particular su ideología, según lo demuestran
documentos históricos.
Una de las pruebas más evidentes es la inclusión en el famoso «Índice»
de libros prohibidos del Vaticano de la obra más importante de Alfred
Rosenberg, el ideólogo del Partido nazi, «El mito del siglo XX».
Pero lo más significativo es que el Papa Pío XI aprobó la resolución el
9 de febrero de 1934, es decir, exactamente dos semanas después de que
Hitler nombrara a Rosenberg jefe ideológico del Partido nazi. El
cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, era entonces secretario de
Estado del Vaticano, es decir, brazo derecho del pontífice.
Zenit ha encontrado el documento original en latín en el que el Santo
Oficio aclaraba los motivos por los que incluía al libro de Rosenberg en
el «Índice».
«Este libro desprecia y rechaza completamente todos los dogmas de la
Iglesia católica, e incluso los mismos fundamentos de la religión
cristiana --explica el documento--. Defiende la necesidad de fundar una
nueva religión y una nueva Iglesia alemana. Enuncia el principio, según
el cual, hoy es necesario que haya una nueva fe mítica de la sangre, una
fe en la que se cree que la naturaleza divina del hombre puede ser
defendida a través de la sangre, una fe apoyada por una ciencia que
establece que la sangre nórdica representa ese misterio que supera y que
se sustituye a los antiguos sacramentos».
ZS02121903
LA IGLESIA ALEMANA ANTE EL NAZISMO
Peter Gumpel, prestigioso historiador, entrevista de Zenit
«Antes de la llegada de Hitler al poder -explica el padre Gumpel, que
vivió en persona aquellos años- el Episcopado alemán condenó, categórica
y repetidamente, el movimiento nacionalsocialista; prohibió a los
católicos asociarse al mismo y votar a favor de él. La inmensa mayoría
de los fieles siguió estas instrucciones. De las estadísticas relativas
a las votaciones políticas que tuvieron lugar el 30 de enero de 1933 y
también de las del 5 de marzo del mismo año, se desprende de modo
evidente que la casi totalidad de los católicos había permanecido fiel
al partido cristiano, el «Zentrum», notoriamente opuesto al partido
hitleriano. Esta vehemente oposición del Episcopado alemán y de los
fieles católicos estaba basada esencialmente en el hecho de que en su
libro, «Mein kampf», y en sus discursos, Hitler llevó al extremo la
supremacía del Estado, hasta el punto de suprimir la libertad de los
individuos. Además su ideología era totalmente pagana y racista, en
conflicto con la abierta y firme condena del antisemitismo proclamada
por el Santo Oficio por orden de Pío XI ya en 1928. En fin, Hitler era
un puro oportunista, que pública y conscientemente mentía, y era por lo
tanto alguien que no despertaba la menor confianza».
-Zenit: ¿Qué tiene que ver en todo esto el cardenal Eugenio Pacelli,
futuro Pío XII, a quien se le acusará de no haber denunciado
suficientemente el nazismo, o incluso de ser «El Papa de Hitler»...
(Ver mas sobre Pio XII vs los nazis)
-Gumpel: La toma de posición del Episcopado alemán coincidía
perfectamente y era además sostenida por Eugenio Pacelli, nuncio
apostólico en Alemania, quien a principios de 1930 fue nombrado
Secretario de Estado por Pío XI.
Durante su estancia en Alemania, Pacelli pronunció 44 discursos públicos
y en 40 de ellos atacó las tesis fundamentales del comunismo y del
nacionalsocialismo.
Como explicaba su colaboradora cercana, sor Pascalina y confirmaron
otros testigos, Pacelli, futuro Pío XII, decía de Hitler: «Este hombre
está completamente exaltado; todo lo que dice y escribe lleva la marca
de su egocentrismo; este hombre es capaz de pisotear cadáveres y
eliminar todo lo que le sea un obstáculo. No llego a comprender cómo hay
tantas personas en Alemania que no lo entienden y no saben sacar
conclusiones de lo que dice o escribe. ¿Quién de éstos al menos se ha
leído su espeluznante "Mein kampf"?».
-Zenit: Algunos autores sostienen que la relación entre Iglesia y
nazismo cambió después del Concordato entre la Santa Sede y Alemania de
1933.
-Gumpel: Como la propia autoridad vaticana y los católicos más
perspicaces habían previsto, Hitler no tuvo nunca intención de respetar
el Concordato, antes bien, a excepción de las funciones estrictamente
litúrgicas o paralitúrgicas, el resto de las actividades de la Iglesia
fueron sistemáticamente obstaculizadas y después gradualmente
suprimidas. Los periódicos, las revistas y los libros publicados por
parte católica fueron enseguida severamente censurados y después
eliminados. Los colegios confesionales fueron obstaculizados con métodos
fraudulentos en su actividad y después cerrados. Las numerosas
asociaciones católicas fueron obligadas a agregarse a las asociaciones
nazis, o bien directamente prohibidas y disueltas. Los funcionarios
estatales de cualquier nivel eran despedidos si existía la simple duda
de que no aprobaban la ideología nazi. Con todo tipo de pretextos, los
conventos y las casas religiosas fueron confiscadas. Sacerdotes y
religiosos fueron sistemáticamente espiados incluso en las mismas
iglesias, y denunciados a la Gestapo si habían expuesto la doctrina
católica de un modo que no fuera del gusto de los nazis. Cerca de un
tercio del clero diocesano y regular sufrió persecuciones por parte de
la policía política y un buen número de ellos terminó en las prisiones o
en los campos de concentración, donde varios murieron. La misma suerte
corrió un número elevado de laicos aborrecibles para los nazis porque,
contraviniendo a las prohibiciones, continuaron desempeñando aquellas
actividades que el mismo Concordato garantizaba. Chicos y chicas que no
formaban parte de la «Juventud hitleriana» no fueron admitidos a los
exámenes de graduación y menos aún a la universidad, ni pudieron
encontrar trabajo en las fábricas, en los comercios o en la artesanía.
En los periódicos y en las revistas, así como en las transmisiones
radiofónicas, se condujo una campaña sistemática contra la Iglesia
católica, el Papa, los sacerdotes, los religiosos y los creyentes en
general que fueron marcados como enemigos del Reich y acusados a menudo
de manera obscena de toda suerte de crímenes contra la moral. La opinión
pública se vio constantemente influenciada por las grabaciones en las
que se mostraban representaciones y cantos anti-católicos. Los obispos y
la Santa Sede protestaron pero el gobierno alemán no respondía.
Por este motivo en 1937, cuando el vaso ya había desbordado, la Santa
sede
publicó la Encíclica «Mit Brennender Sorge» («Con ardiente
preocupación») cuyos resultados fueron, sin embargo, dramáticos, porque
desencadenó una violenta reacción por parte de los nazis, aumentando de
manera tremenda la persecución de la Iglesia en Alemania.
-Zenit: ¿Podría hacer un balance del comportamiento de la Iglesia
católica en el afrontamiento de Hitler y del nacionalsocialismo?
-Gumpel: Desde el principio Hitler y sus más íntimos partidarios estaban
animados por un odio patológico hacia la Iglesia católica, a quien
justamente consideraban como el más peligroso opositor de aquello que
pretendían realizar en Alemania. De esto dan fe, entre otros, los
discursos (ya publicados) que Hitler tuvo en el ámbito de sus más
cercanos (los llamados «Tischgesprache»), el diario de Joseph Goebbels,
las ordenanzas de Martin Bormann, las delirantes diatribas de Alfred
Rosenberg, las órdenes dadas por Heinrich Himmler a las SS y a la
Gestapo.
Entre los nazis y la Iglesia católica existía una radical divergencia, y
no podía ser de otra manera. Hitler y sus más estrechos colaboradores no
actuaron ateniéndose a las más elementales normas morales, sino a fuerza
de criterios de absoluto relativismo, dialéctico y oportunista, que no
tenía en cuenta ni la verdad ni los derechos más fundamentales del
individuo y de las instituciones. Todos los que no adherían
incondicionalmente a su modo de pensar y de proceder fueron considerados
y tratados como enemigos que debían ser aniquilados. Esta actitud debía,
por fuerza, determinarle a dirigir una lucha enfurecida contra el
cristianismo, y de modo particular, contra la Iglesia católica, que por
su misma índole y naturaleza no podía consentir ni mostrarse cómplice
con un sistema radicalmente criminal.
Frente a un Estado totalitario los católicos fieles a Cristo y a la
Iglesia disponían sustancialmente sólo de las armas del espíritu, la fe,
la esperanza y la caridad. En última instancia, sólo podían sufrir la
persecución, permanecer firmes para no ceder y, si fuera el caso, estar
dispuestos a sufrir el martirio. Como de hecho sucedió en muchos casos.
Israel declaró
(3 Nov,2003) al Cardenal alemán
Joseph Höffner «JUSTO ENTRE LAS NACIONES» Por salvar la vida de
judíos durante la segunda guerra mundial.
El Padre Rupert Mayer SJ
Internado en un campo
de concentración Nazi.
En su primera audiencia pública, concedida a cinco mil compatriotas
alemanes, 25 de Abril, 2005, el Papa Benedicto XVI presentó como ejemplo
de vida al Beato Rupert Mayer (1876-1945), sacerdote que con su vida
desafío al nazismo y fue internado en un campo de concentración.
Nacido en Stuttgart, el 23 de enero 1876, entró en la Compañía de Jesús
en 1890. Fue capellán de inmigrantes y ayudó espiritualmente a los
soldados en la primera guerra mundial, donde quedó herido. Por este
motivo, se le amputó la pierna izquierda. Reanudó su ministerio
dedicándose a los pobres y a la dirección de la Congregación Mariana de
Múnich.
El padre Mayer fue uno de los primeros que comprendieron la naturaleza
del movimiento hitleriano y desde 1923 afirmó que un católico no podía
adherir al nacionalsocialismo.
Cuando en 1933 Hitler llegó al poder, siguió manteniendo públicamente
sus ideas, motivo por el cual fue encarcelado en 1939 y encerrado en el
campo de concentración de Sachsenhausen.
Dado que su salud empeoró gravemente, los nazis, por miedo a que su
muerte en el campo de concentración hiciera de él un mártir, le
internaron en la abadía de Ettal. Murió en 1945, en Múnich, a causa de
un derrame cerebral mientras predicaba.
Juan Pablo
II le beatificó en esa ciudad el 3 de mayo de 1987. Su tumba que se
encuentra en Múnich es hoy un lugar de oración.
Fuente: Zenit, ZS05042604