La
Iglesia, El Papa Pío XII,
Los judios y los Nazis
Ver
también en corazones.org:
Encíclica de
Pio XI delata a los Nazis
"Nosotros
Recordamos", documento de la Santa Sede sobre la Iglesia
y el Holocausto.
Rabino
propone a Pío XII como "justo entre las naciones"
De
nuestro correo
Relación Nazi vs Iglesia
Pío XII a un
joven: "Debes sentirte orgulloso de ser judío"
Amplia documentación
en inglés
In defense
of Pius XII
Jewish
Praise for Pope Pius XII
Pius XII and the jews
-video youtube
Pius XII: "Be proud to be a Jew" See original article in
Palestine Post. Search for April, 28, 1944, page 6
Los enemigos de la Iglesia han creado una leyenda negra
acusando al Papa Pío XII, primero de no hacer nada durante el
holocausto Nazi contra los
judíos y más recientemente, de haber
sido cómplice de los Nazis. Le han llegado a llamar
"el Papa de Hitler" y "El hombre de Iglesia más
peligroso en la historia moderna". Estas horrendas difamaciones
contradicen radicalmente la verdad. No hay excusa porque hay abundantes pruebas
sobre los hechos.
Ejemplo: El rabino Marvin Hier de Los Angeles, California, en un
discurso el 13 de mayo del ´98, llamó a Pío XII el "Papa
del Holocausto". Curioso que ese día era el aniversario de
las apariciones de Fátima y de la ordenación episcopal de Pío
XII. Hier dijo que Pío XII hacía novenas por la victoria de los Nazis.
Cita como "prueba" a la Hna.
Pasqualina. Sin embargo, peritos en el Vaticano han buscado
minuciosamente todo lo escrito o grabado por dicha hermana sin
encontrar un solo rastro sobre el Papa y las novenas por los
Nazis. Hier apoyó todas sus acusaciones en
citas falsas. Al mismo tiempo hizo caso omiso a la amplia
documentación histórica.
La gran calumnia contra Pío XII está de moda
porque representa el odio del mundo contra la Iglesia Católica,
y ha sido tantas veces repetida que es ya aceptada por muchos
como una verdad irrefutable. Con estas mentiras, los
enemigos de la Iglesia quieren desprestigiar a Pío XII y de este
modo desprestigiar el papado. Esperan poder así apagar la
voz de la Iglesia y crear una Iglesia sin autoridad que puedan
manipular con encuestas y los valores del mundo. La
Iglesia, ellos saben bien, es el baluarte contra la cultura de la
muerte. Es asombroso ver la complicidad en esta patraña entre casi todos
los medios, en las universidades, entre los profesionales... LOS HECHOS están ampliamente documentados y al alcance de quien quiera
conocerlos.
Sobre los archivos del Vaticano
Se ha dicho también que el Vaticano se niega a abrir sus
archivos. Esto también es totalmente falso. Pablo VI
mandó abrir los archivos en 1963, año en que surgió la
polémica sobre Pío XII. Los archivos han estado
disponibles a los historiadores. Se han publicado 11
volúmenes con el material de los archivos referentes a la era
del Holocausto. El vocero del Papa, Joaquín Navarro-Valls dijo
en diciembre del ´98: No hay "nada -repito
nada" en los archivos que no se haya hecho ya disponible a
los expertos.
Resumen de algunos hechos.
Las acusaciones contra Pío XII comenzaron en grande desde el
1963. Antes de esta fecha sus esfuerzos a favor de los
judíos eran ampliamente reconocidos. Si usted tiene dudas sobre la veracidad de
estos datos. Le exhortamos a que investigue las fuentes ya que todos se pueden
verificar. En muchos casos se trata de acontecimientos que fueron publicados en
los periódicos de la época. Es una grave injusticia el permitir que las
calumnias continúen.
- Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, contribuyó a preparar
la encíclica «Mit brennender Sorge»
(1937), en la que Pío XI condenó el nazismo. La
encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el
país de modo clandestino y leída a los fieles en las
iglesias católicas.
- En su presentación de la encíclica, el futuro Pío
XII comparó a Hitler con el diablo y advirtió
proféticamente su temor de que los Nazis lanzaran una
"guerra de exterminación"
- El New York Times en su editorial de
Navidad de 1941, elogió al Papa Pío XII por
"ponerse plenamente contra el hitlerismo" y por
"no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son
irreconciliables con su propio concepto de la paz
Cristiana".
- Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten,
de B'nai B'rith (organización judía
dedicada a denunciar el antisemitismo y mantener viva la
memoria del genocidio nazi), han documentado los
esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos
perseguidos. Según el mismo Lichten, en septiembre
de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como
rescate de judíos apresados por los nazis. También
recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la
Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y
alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y
en Castelgandolfo, así como en templos y conventos.
Lichten, escribiendo en el boletín del Jewish
Antidefamation League (Liga judía contra la
difamación) dijo en 1958 que "la oposición (de
Pío XII) al nazismo y sus esfuerzos para ayudar a los
judíos en Europa eran bien conocidos al mundo que
sufre"
- Después de la guerra, organizaciones y personalidades
judías reconocieron varias veces oficialmente la
sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
- El Congreso Judío Mundial agradeció en
1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo
al Vaticano.
- En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén,
Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición
especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías
durante la ocupación nazi de Italia».
- Israel Zolli, gran rabino de Roma,
quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos
del Papa por los judíos, al terminar la guerra se hizo
católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del
Papa, Eugenio, en señal de gratitud. El escribió
un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos
testimonios sobre la actuación de Pío XII.
- El jueves 7 de septiembre de 1945 Giuseppe Nathan,
comisario de la Unión de Comunidades Judías
Italianas, declaró: «Ante todo, dirigimos un
reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los
religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices
del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y
con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda,
inteligente y concreta, sin preocuparse por los
gravísimos peligros a los que se exponían»
(L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2).
- El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en
audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki,
secretario general del Congreso judío internacional, que
acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión
de las Comunidades Judías, su más viva
gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en
favor de la población judía en toda Europa durante la
guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945,
p. 1).
- El jueves 29 de noviembre de 1945, el Papa
recibió a cerca de ochenta delegados de prófugos
judíos, procedentes de varios campos de concentración
en Alemania, que acudieron a manifestarle «el sumo honor
de poder agradecer personalmente al Santo Padre la
generosidad demostrada hacia los perseguidos durante el
terrible período del nazi-fascismo»
(L'Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, p. 1).
- En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir
(Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) envió un
elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad
(...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre
nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus
víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con
una voz que habló claramente sobre las grandes verdades
morales por encima del tumulto del conflicto diario.
Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz». Nota
de pie # 16 del documento «Nosotros
recordamos: una reflexión sobre la "Shoah"».
- El presidente de USA, Eisenhower, al
morir el Papa: «El mundo - ahora es más pobre después
de la muerte del Papa Pío XII»
- El bien de los judíos requería que el Papa se
abstuviera de hacer declaraciones contra los Nazis
durante la ocupación alemana. La ayuda se tenía
que efectuar por otros medios. También la Cruz
Roja Internacional y el Consejo
Ecuménico de las Iglesias coincidieron con la
Santa Sede en que era mejor guardar silencio para no
poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos.
Pero nadie ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante
el Holocausto.
- El diplomático Israelí Pinchas Lapide
calculó que Pío XII fue personalmente responsable por
salvar al menos 700,000 judíos.
- El historiador judío Richard Breitman, ha escrito un contundente
libro sobre el holocausto. Como consultor del Grupo de trabajo para la
restitución de los bienes a los judíos (grupo que ha obtenido la
desclasificación de los dossieres del OSS). En una entrevista al
«Corriere della Sera», del 29 de junio del 2000, Breitman que es hasta
ahora el único autorizado a ver los documentos del OSS (el espionaje
estadounidense en la segunda guerra mundial), ha explicado que lo que más
le ha impresionado ha sido la hostilidad alemana hacia el Papa y el plan
de germanización del país de septiembre de 1943. Breitman ha encontrado
también «sorprendente el silencio aliado sobre el holocausto» ¿Ha
escuchado usted algo sobre entre las publicaciones populares?. Mas
sobre Breitman>>>
No es nuestra intención negar que muchos católicos callaron
ante el holocausto mientras otros participaron en el. La
verdad es que en cualquier momento de la historia, como
también en la actualidad, son relativamente pocos de cualquier
religión los que están dispuestos a sufrir por ser fieles a las
exigencias de su fe. Pero es justo aclarar que entre esos pocos valientes está
el Papa Pío XII. También es justo recordar a los católicos que
heróicamente defendieron a los judíos. Por otro lado hay que decir que los
católicos que se dejaron
llevar por el mal no lo hicieron por ser católicos sino,
precisamente, por no serlo plenamente.
Referencias
Hay varios estudios históricos sobre Pío XII y el
holocausto:
- El minucioso estudio recogido en el libro «Los
judíos, Pío XII y la leyenda negra», del
periodista Antonio Gaspari (colección Planeta +
Testimonio, 1998), revela que el Papa Pío XII está
entre los que defendieron heróicamente a los judíos con
los mejores medios a su alcance.
- Entre los autores de importancia sobre el tema están:
Padre Pierre Blet, Padre Robert Graham, Hermana Margarita
Marchione, Charles Pichon , Oscar Halecki y el judío Richard Brietman.
Lamentablemente los libros serios y objetivos
recogen polvo en las bibliotecas (en las pocas que tienen estos libros). Lo que abunda es el sensacionalismo de la
difamación sin fundamentos.
SE HA CREADO UNA AUTENTICA «LEYENDA NEGRA» CONTRA
PIO XII
Revista cercana al Vaticano desenmascara interpretaciones
taimadas del «silencio» del Papa
CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar 98 (ZENIT).- Medios de
comunicación y exponentes de la comunidad judía, si bien
consideran que el documento de la Santa Sede sobre el Holocausto
judío (cf. ZE980316-1) constituye un decisivo paso adelante en
las relaciones entre hebreos y católicos, recriminan al Vaticano
la defensa del papel que desempeñó el Papa Pío XII durante la
barbarie nazi.
En respuesta a estas acusaciones, la «Civiltà Cattolica»,
revista dirigida por la Compañía de Jesús y cuyos borradores
son revisados por la misma Secretaría de Estado del Vaticano,
publica en su último número un artículo de Pierre Blet, el
único jesuita superviviente del equipo que recogió en doce
volúmenes las «Actas y Documentos de la Santa Sede relativos a
la segunda guerra mundial». Se trata de una imponente obra
documental en la que se publican todos los documentos de la Santa
Sede en ese candente período, a excepción de aquellos que
afectan a cuestiones íntimas de personas en vida.
El padre Blet hace una interesante constatación. Hasta antes
de 1963 todos los protagonistas de aquel período, en especial,
los exponentes de la comunidad judía, reconocieron la labor
realizada por Pío XII en favor del pueblo judío. Declaraban que
el «silencio» del Papa se debía a su conocimiento del nazismo
(había sido nuncio en Alemania y recibía constantes informes de
las nunciaturas de los países europeos): hablar contra las
purgas de Hitler hubiera supuesto provocar la ira del Führer y
condenar instantáneamente a muerte a todo aquel que tuviera
sangre hebrea. Blet cita en su artículo algunos testimonios
representativos de la labor realizada por Eugenio Pacelli. «El
mundo --declaró el presidente Eisenhower-- ahora es más pobre
después de la muerte del Papa Pío XII». Y Golda Meir, ministro
de Asuntos Exteriores del Estado de Israel: «La vida de nuestro
tiempo ha sido enriquecida por una voz que expresaba las grandes
verdades morales por encima del tumulto de los conflictos
cotidianos. Nosotros lloramos a un gran servidor de la paz».
Sin embargo, a partir de 1963 comenzó una «leyenda negra»
contra Pío XII. Estas acusaciones, afirma la «Civiltà
Cattolica», consideran que «durante la guerra, por cálculo
político o pusilanimidad, el Papa se habría quedado impasible y
silencioso ante los crímenes contra la humanidad, que hubieran
podido detener una intervención suya».El resto del artículo,
constituye una defensa científica del trabajo de documentación
que contienen las «Actas y Documentos de la Santa Sede relativos
a la segunda guerra mundial». En ellas se recoge la
extraordinaria labor del Papa a favor del pueblo judío. Cuando
las SS exigieron a las comunidades judías de Roma que les
entregaran 50 kilos de oro, el gran rabino de Roma se dirigió al
Papa para pedirle su colaboración con 15 kilos. «Pío XII dio
inmediatamente orden a sus oficinas para que hicieran lo
necesario para conseguir esa cantidad», asegura Blet.
Gestos como éste llenan los doce volúmenes de esta obra. Y
dado que la Santa Sede no se podía permitir el lujo de ocultar
documentos que en muchas ocasiones ya se encontraban en el
«Foreign Office» de Londres o en el «Département d'Etat» de
París, esta colección es históricamente completa. El jesuita
asegura que cuando llegue el momento establecido de abrir
totalmente los archivos del Vaticano de esa época, muchos
quedarán decepcionados, pues toda la información importante de
aquel período ya ha sido publicada.
El padre Blet concluye asegurando que las críticas contra
Pío XII no son de carácter histórico o científico, sino que
constituyen una auténtica «leyenda, construida con elementos
disparatados y con gran trabajo de imaginación». Aunque no lo
menciona explícitamente, se refiere a la obra teatro que en 1963
hizo estallar el «caso» Pío XII. Se trata de «El Vicario»,
escrita por el alemán Rolf Hochhuth, en la que se acusó por
primera vez al Papa de haber callado durante el Holocausto. La
obra causó gran polémica en toda Europa. Hasta entonces
nadie había lanzado acusaciones semejantes contra su pontificado
que abarcó desde 1939 a 1958. Es más, la prensa había
publicado siempre numerosos testimonios de hebreos a favor
de Eugenio Pacelli. Entre ellos, se encuentra un sentido
artículo de agradecimiento firmado por Albert Einstein y
publicado por la revista «Time».
Ante el ruido provocado por «El Vicario», Pablo VI
respondió abriendo los archivos secretos del Vaticano y pidiendo
a cuatro jesuitas, entre ellos el padre Blet, que hicieran
pública toda la documentación publicable.
ZE980319-1
Responde el historiador jesuita Pierre
Blet a las acusaciones contra Pío XII
Exclusiva Zenit
CIUDAD DEL VATICANO, 26 mar 98 (ZENIT).- A pesar del éxito de la
XVI sesión del Comité Internacional Católico-Hebreo de
Diálogo (International Catholic Liason Committee), clausurada el
26 de marzo en el Vaticano, no se aplacan las polémicas sobre la
actitud de Pío XII durante la segunda guerra mundial.
En este sentido, el rabino David Rosen, presidente de la sección
israelí de la Liga contra la Difamación, declaró a una agencia
italiana que Pío XII conocía la existencia de los campos de
exterminio pues, según él, Gerhart Reigner, el actual
vicepresidente del Congreso Judío Mundial, envió una carta a un
nuncio en 1942 describiendo lo que sucedía en los campos de
concentración. Sin embargo, en los doce volúmenes publicados
por la Santa Sede sobre la documentación referente a este
período histórico, tan sólo aparece una breve nota en la que
Reigner acusa recibo de la respuesta del Vaticano que prometía
evaluar lo que él había escrito.
Para comprender lo que pasó realmente, hemos pedido el parecer
del padre Pierre Blet, el historiador que junto a Angelo Martini,
Burkhart Schneider y Robert A. Graham preparó la edición de
estas «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la
Segunda Guerra Mundial», la obra que recoge los documentos del
archivo vaticano de aquel polémico período.
«Circulaban muchos rumores sobre los campos de extermino en
aquel momento --explica el padre Blet--. El mismo embajador
polaco refugiado en el Vaticano afirmaba que los nazis estaban
masacrando a los hebreos. Pero era muy difícil verificar la
realidad de los hechos. En este sentido, Francis Godolfin
DArcy Osborne, embajador británico ante la Santa Sede,
aconsejaba evaluar bien todas las informaciones. De todos modos,
Pío XII en su mensaje de Navidad de 1942 habló expresamente
contra aquellos que "por la única razón de la nacionalidad
o raza persiguen y condenan a muerte o a la esclavitud
progresiva" y repitió esta denuncia en un duro discurso el
2 de junio de 1943. En aquel período, nadie denunció los
crímenes alemanes contra los hebreos. Tan sólo en 1943 se
pronunció una declaración conjunta de los aliados en la que se
denunciaban los abusos alemanes, pero todavía no se hablaba ni
de hebreos ni de campos de concentración».
El padre jesuita añade: «Por lo que se refiere a la carta,
Rosen debería indicar el nombre del nuncio a quien fue enviada,
pues de esa manera sería más fácil encontrarla. Ahora bien,
como se puede ver, hemos publicado el acuse de recibo, de modo
que no teníamos ningún interés en ocultar nada. Si no está
publicada, significa que no la hemos encontrado, quizá se
encuentra entre la correspondencia del aquel nuncio».
--El rabino Leo Klenicki, de la Liga contra la Difamación ha
pedido de nuevo la apertura de los archivos vaticanos.
--Blet: La actitud de desconfianza por el trabajo realizado me
parece exagerada e injusta. Si no cree en la honestidad de
nuestra publicación, podría dudar también del encargado del
archivo, que podría haber podido destruir cualquier documento.
Entiendo que es muy sugerente contar quién sabe qué historias
sobre la figura de Pío XII, pero la realidad es muy distinta.
Para escribir estos doce volúmenes hemos trabajado intensamente,
siguiendo los mismos criterios utilizados para la publicación de
los volúmenes relativos a los años cuarenta del «Foreign
Relations of the United States». Es decir, no podíamos publicar
documentos que afectan a personas que todavía viven o que, una
vez revelados, podrían obstaculizar negociaciones en vigor.
Además, es necesario considerar que, tratándose de un archivo
que todavía no está abierto al público, no existían índices
sistemáticos orientados a la investigación. Los documentos no
estaban clasificados, ni por orden cronológico ni geográfico.
Los expedientes de carácter político, relativos a la guerra, se
encontraban junto con informes de carácter religioso canónico o
personal, encerrados en cajas bastante fáciles de manejar pero
con frecuencia de contenido sumamente dispar.
Quisiera además precisar que se habla de archivo secreto
vaticano, pero hoy día debería hablarse más bien de archivo
«privado». Por razones de conciencia la Santa Sede tiene
interés en que los investigadores puedan consultar estos
archivos para tratar de establecer la verdad histórica. Pero de
todos modos no creo que puedan emerger elementos que puedan
contradecir lo que ya se ha mostrado ampliamente en los
documentos publicados.
--Circulan hipótesis sugerentes, como la de que el Papa Pacelli
envió un telegrama a Hitler.
--Blet: Conozco la fuente de esta noticia. El 3 de diciembre
pasado, el diario parisino «Le Monde» mencionó que en nuestra
publicación no se encontraba presente la correspondencia entre
Pío XII y Hitler. Si no publicamos esta correspondencia fue
sencillamente porque es pura fantasía del periodista de «Le
Monde». Esta persona afirma que existieron contactos entre
Eugenio Pacelli (futuro Pío XII) cuando era nuncio en Alemania y
Hitler, pero no tiene en cuenta las fechas. Cuando Hitler llegó
al poder, en 1933, monseñor Pacelli ya había regresado a Roma
cuatro años antes, en 1929. Pío XI lo creó cardenal el 16 de
diciembre y secretario de Estado el 16 de enero de 1930. Además,
si hubiera existido esa correspondencia, las cartas del Papa se
conservarían en los archivos alemanes y quedaría huella en los
archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich. Se
mencionaría las cartas de Hitler llegadas al Vaticano en las
instrucciones dadas a los embajadores de Alemania encargados de
entregarlas. Dado que no existe huella de nada de todo esto, hay
que concluir que la seriedad de nuestra publicación ha sido
puesta en duda sin la más mínima prueba.
--David Rosen afirma que las declaraciones del episcopado
francés sobre la responsabilidad de la Iglesia son más
explícitas que el documento vaticano sobre el Holocausto.
--Blet: En el documento de los obispos franceses, se acusa a la
jerarquía de aquel entonces de haber aprobado el régimen de
Vichy. Ahora bien, no se puede comparar la responsabilidad del
Holocausto con el no haber denunciado al régimen
colaboracionista.
Es necesario prestar atención para no confundir el error con la
culpa. El error tiene que ser deplorado, la culpa en el mundo de
hoy asume inmediatamente el valor de una condena.
Hay que añadir además que en Francia se dieron innumerables
casos de auténtica caridad y heroísmo por parte del clero y de
las comunidades católicas para esconder y salvar a miles de
judíos. Por este motivo el Estado de Israel ha honrado a tantos
sacerdotes, religiosos y militantes católicos con el título de
«Justos entre las naciones».
--¿Cuál es su opinión sobre el documento vaticano en torno a
la «Shoah»?
--Aunque no soy nadie para exponer un juicio, considero que es un
documento muy claro en el que se distingue apropiadamente la
diferencia que existe entre el antijudaísmo, que tiene
diferentes raíces en el universo cristiano, y el antisemitismo,
condenado desde un inicio por la Iglesia. Pocos saben que existe
una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe
(Santo Oficio) de marzo de 1928 en la que se condena el
antisemitismo. Existe además el documento de los obispos
alemanes contra el racismo. Los prelados habían decidido no dar
los sacramentos a quien adhiriera al partido nazi.
Muchos cristianos formaron parte del partido nazi y abrazaron las
tesis antisemitas, pero en ese caso traicionaron su fe, tal y
como sucedió con algunos hebreos que colaboraron con el
exterminio de sus propios hermanos, traicionando a su fe y a su
pueblo.
La Iglesia no puede sentirse responsable de la traición de un
católico al bautismo, aunque lo deplora.
ZE980326-2
PIO XII AYUDO A SALVAR A LOS JUDIOS DURANTE LA GUERRA
ROMA, 27 mar 98 (ZENIT).- La acusación era tremenda. El
rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Liga
contra la Difamación, declaró el 25 de marzo a la agencia
italiana «Adn-Kronos»: «Pío XII estaba al corriente de la
existencia de los campos de concentración ya en 1942. Gerhart
Reigner, actual vicepresidente del Congreso Mundial Judío envió
en aquel año a un nuncio una carta en la que indicaba con
detalle lo que sucedía en los campos de exterminio. Pero en los
doce volúmenes redactados sobre las vicisitudes de la segunda
guerra mundial no existe huella de esta misiva. Tan sólo aparece
una breve nota con la que Reigner acusa recibo de la respuesta
vaticana, en la que se promete evaluar lo que él escribió».
Nada más leer la declaración de Rosen, el único
superviviente de los que colaboraron en la realización de las
estas «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la
Segunda Guerra Mundial», el padre Pierre Blet se fue a averiguar
directamente en los archivos secretos vaticanos para ver si
encontraba la famosa carta al nuncio desconocido.
El máximo experto viviente en la historia diplomática de la
Santa Sede durante aquel polémico período histórico, al final
de su investigación, ha revelado a «ZENIT» que «Gerhart
Reigner envió al Nuncio en Suiza, el cardenal Bernardini un
memorándum en el que se habla sobre la situación de los hebreos
en Europa central y en la del Este, refiriéndose particularmente
a los israelíes eslovacos. En el mismo documento, se pedía la
intervención del Santo Padre. Este memorándum fue transmitido
al cardenal Maglione el 19 de marzo de 1942. Al recibir el texto,
como ya había sucedido en otras ocasiones, el Santo Padre
encargó al nuncio en Bratislava que interviniera a favor de los
judíos eslovacos. Todo esto está claramente escrito en el
volumen VIII en la página 466 de las "Actas y documentos de
la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial"
--explica el padre Blet--. Por tanto, es evidente que en nuestra
obra de recopilación documental no hemos escondido nada».
Mientras tanto, se siguen revelando nuevos detalles sobre el
trabajo que realizó Pío XII a favor del pueblo judío. Un
artículo de George Johnston, en «The Wall Street Journal» puso
de relieve que Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, cuando aún no
era Papa, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender
Sorge» (1937), en que su predecesor Pío XI condenó el nazismo.
La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país
de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias
católicas.´Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de
B'nai B'rith (organización judía dedicada a denunciar las
manifestaciones de antisemitismo y mantener viva la memoria del
genocidio nazi), han documentado los esfuerzos del Vaticano en
favor de los hebreos perseguidos.
Lichten señala, por ejemplo, que en septiembre de 1943, Pío
XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos
apresados por los nazis. También recuerda que, durante la
ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones
del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad
del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y
conventos.
En gran parte por eso, los judíos tuvieron en Italia una tasa
de supervivencia mucho más alta que en otros países ocupados
por los nazis: se calcula que el Vaticano salvó a algunos
cientos de miles. Esta fue una de las razones que movieron a
Israel Zolli, gran rabino de Roma, a hacerse católico cuando
terminó la guerra, y a tomar en el bautismo el nombre de pila
del Papa, Eugenio, en señal de gratitud.
También el Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la
intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En
el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió
a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para
salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia». A la
muerte de Pío XII (1958), la ministra israelí de Asuntos
Exteriores, Golda Meir, pronunció un sentido elogio del Papa
ante la ONU.
El Vaticano no fue el único que no hizo denuncias públicas.
También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de
las Iglesias coincidieron con la Santa Sede en que era mejor
guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor
de los judíos. Pero nadie ataca a la Cruz Roja por su
«silencio» ante el Holocausto.
No hizo lo mismo la jerarquía católica de Amsterdam, que en
1942 denunció vigorosamente la persecución de los judíos. Los
nazis respondieron redoblando las redadas y deportaciones; al
final de la guerra, habían muerto el 90% de los judíos de la
capital.
Las organizaciones humanitarias judías estaban completamente
de acuerdo con el Vaticano: una denuncia pública del Vaticano no
tendría la menor influencia en los planes de Hitler, y en cambio
pondría en peligro a los judíos que la Iglesia tenía
escondidos.
El propio Hochhuth, autor de la pieza de teatro «El
Vicario», texto escrito a inicios de los años sesenta que
sirvió para crear la leyenda negra contra Pío XII reconoció,
en un post scriptum a su obra, que el Vaticano ayudó a los
judíos durante el Holocausto.
ZE980327-3
LA AYUDA DE PÍO XII A
LOS JUDÍOS DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL FUE TAN GRANDE QUE SUSCITÓ PROTESTAS
Los archivos secretos analizados por el historiador Peter Gumpel
ROMA, 4 de julio de 2004 (ZENIT.org).-
La apertura de los Archivos Vaticanos ha mostrado que la ayuda de Pío XII y la
Santa Sede a los judíos durante la segunda guerra mundial fue tan grande que
suscitó protestas en ambientes católicos. Así lo confirman cartas publicadas
junto a los registros de la Oficina de informaciones vaticana para los
prisioneros de guerra instituido por el Papa Eugenio Pacelli (1939-1947)
editados con el título «Inter Arma caritas» (Cf. Zenit, 8 de julio de 2004).
Agencias de prensa han publicado una de las cartas ahí reproducidas (página
950-951 del volumen II), enviada al secretario de Estado Vaticano, el cardenal
Luigi Maglione, el 21 de julio de 1943, por monseñor Andrea Cassulo, nuncio
apostólico en Romanía, en la que refería «algunas protestas». Monseñor Agostino
Pacha, obispo de Timisoara, escribe que en su comunidad se dan protestas, «pues
la mayor parte de los mensajes transmitidos a esta nunciatura son destinados a
personas de raza judía», hasta el punto de que hablaba de «preferencia» de la
Santa Sede por los judíos. Monseñor Cassulo presenta copia de una carta en
latín, escrita por monseñor Tacha, en la que constataba la protesta de sus
fieles (de los cuales el 78% era de origen alemán) que acusaban «abiertamente y
en público» a la Iglesia de apoyar y tener buenas relaciones con los judíos,
«enemigos del pueblo germánico». En la carta, el nuncio apostólico explicaba que
envió una circular a los obispos rumanos en la que aclaraba los motivos la
acción de ayuda de la Santa Sede, «prescindiendo de cualquier consideración
política, de nacionalidad, o de raza». En la misiva el nuncio pide consejos al
secretario de Estado para saber qué tenía que hacer. Para comprender mejor estos
nuevos descubrimientos de los Archivos Vaticanos, Zenit ha entrevistado al padre
Peter Gumpel, SI, historiador y experto en la materia. --¿Qué dicen los archivos
del Vaticano recién publicados sobre la relación de la Santa Sede con los judíos
y sobre las protestas de algunos ambientes católicos? --Padre Gumpel: Ante todo,
hay que reconocer que la Iglesia católica desempeñó un trabajo enorme de
asistencia a los judíos. El rabino de Rumanía, A. Safran, expresó en varias
ocasiones su gratitud al nuncio apostólico, monseñor Andrea Cassulo. El 7 de
abril de 1944 le escribió este mensaje: «En estos tiempos duros, nuestros
pensamientos se dirigen más que nunca a lo que ha hecho el Sumo Pontífice a
favor de los judíos en general y a Su Excelencia a favor de Rumanía y de
Transilvania. No se olvidarán nunca estos hechos» («Civiltà Cattolica», 1961,
vol. III, p. 462). Además en las «Actas y documentos de la Santa Sede relativos
a la segunda guerra mundial», en el volumen 10, páginas 428-429, en un mensaje
enviado por monseñor Cassulu a monseñor Domenico Tardini [futuro secretario de
Estado], se publica íntegramente el artículo publicado por el diario rumano «Mantuirea»,
en el que el rabino Safran narra cómo gracias a las intervenciones del nuncio y
«con la ayuda de Dios, logró que no tuvieran lugar más deportaciones». --¿Qué
puede decir de las protestas de católicos por la ayuda de la Santa Sede a los
judíos? --Padre Gumpel: La obra de asistencia a las víctimas de la guerra y a
los judíos, ordenada en particular por Pío XII, fue tan amplia e intensa que
suscitó sorpresa incluso entre algunos eclesiásticos. El mismo Angelo Giuseppe
Roncalli [futuro Juan XXIII], quien tanto hizo por los judíos, cuando era
delegado apostólico en Turquía, tras la enésima recomendación por parte de la
Santa Sede de ayudar y favorecer la emigración judía a Palestina, escribió estas
palabras a Maglione el 4 de septiembre de 1943: «confieso que esta envío por
parte de la Santa Sede de judíos a Palestina, que parece una reconstrucción del
Reino judío, comenzando por hacerles salir de Italia, me provoca algo de
incertidumbre en el espíritu» (ADSS 9/469). --¿Aportan una novedad los
testimonios contenidos en «Inter Arma caritas»? --Padre Gumpel: Estas nuevas
tendencias históricas desmienten definitivamente muchos artículos sobre los
presuntos silencios e insensibilidad del Papa Pío XII con respecto a los judíos.
Como se puede ver, hay gente que criticaba al pontífice porque hacia demasiado
por los judíos. También quedan desmentidas tesis, como la de Susan Zuccotti,
según la cual, la obra de asistencia a los judíos fue fruto de acciones
individuales, de las que Pío XII no sabía nada. De toda la correspondencia de
los nuncios resulta evidente que la obra de asistencia era decidida, dirigida, y
organizada directamente por el Papa Pío XII.
ZS04070401
Hablan las religiosas que salvaron a los
judíos
por orden del Papa Pío XII
CIUDAD DEL VATICANO, 18 mar (ZENIT).- «Fue Pío XII quien nos
ordenó abrir las puertas a todos los perseguidos. Sin la orden
del Papa, habría sido imposible salvar a tanta gente». Estas
palabras pertenecen a la hermana María Corsetti, que recibió
ayer de la embajada israelí en Roma la medalla de los «Justos
de las naciones», la más alta condecoración judía, por haber
contribuido a la salvación de numerosos judíos durante la
ocupación nazi de Roma.
Ya el 17 de enero de 1944, todavía en plena ocupación nazi,
el Secretario de Estado, cardenal Luigi Maglione, envió a la
Madre Superiora una carta del Santo Padre, quien se complacía en
agradecer a las estimadas Hermanas de San José de Chambéry la
obra de misericordia que ejercitaban con tanta comprensión
cristiana.
Sor María relata cómo todo empezó en septiembre de 1943,
cuando entre tantas dificultades, llegaron a la portería
hombres, mujeres y niños judíos que buscaban refugio en el
instituto religioso. Entre las mujeres judías recuerda con
afecto a Lia Levi (hoy una figura representativa de la comunidad
judía de Roma), la señora Ravenna, esposa de un rabino, la
señora Calderoni y tantas otras. Con ingenio y discreción se
acomodaba a todos del mejor modo posible. De hecho, para evitar
sospechas, los niños recibían los documentos necesarios para
pasar como alumnos que recibían sus clases normales.
Las monjas se encontraban en peligro constante, ya que la
Villa Coen, hoy sede del Colegio Mexicano, era la sede del
comando de las SS. El convento se encontraba en el número 260 de
la calle del Casaletto, y la Villa Coen, en el número 314 de la
misma calle. Además, los alemanes a menudo acudían al convento
para pedir usar la cocina, una sala con piano para sus fiestas, o
pedían vajilla y vasos para sus reuniones. Un capitán, de
nombre Segismundo, iba muchas veces a la iglesia para tocar el
armonio. Una vez tomó en brazos a Rosannina, una niña judía,
por la que temíamos ya que todavía no estaba en edad escolar.
«Para evitar que descubriesen la identidad de nuestros
huéspedes --explica sor María-- cada vez que se acercaban los
alemanes, la hermana Anastasia Palombi, la eficaz portera,
avisaba a todos con los consabidos gestos. Luego se escuchaba un
temeroso "rápido, rápido". Las mujeres se
transformaban en hermanas enfermas en cama o en empleadas de la
cocina. Muchas se ponían un delantal y una pañoleta haciendo
como que trabajaban en el huerto. Estas escenas de terror
colectivo se repetían también cuando la hermana Ana María nos
advertía de las patrullas que andaban buscando a judíos y
desertores. Ella nos comunicaba por teléfono "los hermanos
de sor Guillermina (alemana) se encuentran cerca"».
Una vez acabada la guerra, algunos de nuestros huéspedes
judíos han seguido viniendo para visitarnos. El 15 de noviembre
de 1996, Roberto Calderoni, uno de los niños refugiados de
entonces, se presentó con dos representantes de la comunidad
judía de Roma, quienes nos entregaron un hermosísimo testimonio
en recuerdo de la hospitalidad de aquellos días lejanos. En este
certificado está escrito: «Quien salva una vida es como si
hubiese salvado el mundo entero», firmado por «la Comisión
Judía de Roma a las Hermanas de San José del Casaletto,
recordando a quienes con riesgo de la propia vida se prodigaron
en salvar a los judíos de las atrocidades nazifascistas».
ROMA, 20 diciembre 2002 (www.ZENIT.org).-ZE980318-2
Hasta este jueves, pocos conocían la heroica
historia de la madre Maria Xavier Marteau,
religiosa de la Orden de las Ursulinas, que estuvo en Roma en los años de la
ocupación nazi (1943-1944) en la Casa generalicia de su congregación.
La hermana Lignone Colette, Superiora general de las Ursulinas de la Unión
Romana, recibió el jueves el reconocimiento «Justo entre las Naciones» asignado
a la memoria de Maria Xavier Marteau (1870-1962).
Se trata del mayor reconocimiento otorgado por el Estado de Israel a ciudadanos
no judíos. Se entrega a quienes, arriesgando la propia vida y sin recibir nada a
cambio, salvaron a uno o a más judíos de la persecución.
El Instituto «Yad Vashem», después de haber realizado las debidas
investigaciones históricas y recogido testimonios, ha sacado a la luz que
durante los años de la Segunda Guerra Mundial, la hermana Maria Marteau,
entonces secretaria general de la Congregación, abrió las puertas del convento
de Via Nomentana dando refugio a 103 judíos.
En octubre de 1943 la comunidad religiosa recibió un certificado firmado por el
secretario de estado de Pío XII, el cardenal Maglione, según el cual la casa
dependía directamente de la Santa Sede y, por consiguiente, no podía ser
registrada. Ello impidió que los alemanes descubrieran a los refugiados en el
convento.
Los actos de heroísmo de la religiosa fueron relatados por dos judías, Maria
Luisa della Seta –señora de Fornari— y su hermana Marcella Della Seta –señora de
Deutch--, quienes en aquel período fueron escondidas, protegidas y salvadas
precisamente en el convento de las Ursulinas.
Escribió Maria Luisa della Seta al «Yad Vashem»: «La madre Maria Xavier fue
nuestra protectora. El convento donde vivía se encuentra en Via Nomentana. Se
ocupó de mi hermana y de mí sin reparar en gastos, sin tener en cuenta las
circunstancias históricas, ayudándonos a cualquier hora del día o de la noche».
«Cuando desesperábamos por dar con un lugar donde escondernos –continúa--,
llamamos a la puerta del convento y la madre Maria Xavier nos acogió
ofreciéndonos un refugio y haciendo todo lo posible para encontrar un escondite
seguro también para nuestros familiares, quienes de hecho fueron escondidos en
una clínica».
«Maria Xaviera se las ingenió asimismo para encontrar más lugares donde ocultar
a otros judíos y para facilitar nuevas tarjetas de identidad. Nos dio el valor
de luchar por nuestra supervivencia y nos animó con el hecho de que estábamos
entre amigos», recuerda.
La tarea de las religiosas ursulinas había comenzado mucho antes de la ocupación
nazi de Roma. A partir del 22 de agosto de 1940, día en que la Gestapo inició la
persecución de los refugiados polacos dondequiera que se encontraran, las
ursulinas de Via Nomentana acogieron a los perseguidos.
De la documentación se desprende que la madre Maria Stanislas Polotynska
distribuía ayudas a los refugiados con el dinero que había recibido del Santo
Padre. El número de polacos relacionado con la comunidad en aquella época era
significativo.
Por estas actividades, desde finales de 1941 la casa generalicia de las
Ursulinas se puso bajo estricta vigilancia por las autoridades fascistas. A
pesar de ello, la acogida en el convento se intensificó desde septiembre de
1943, cuando la amenaza de exterminio de los judíos se hizo explícita.
En el libro de registro de entradas y salidas de la comunidad se lee que Maria
Siele se escondió en el convento en abril de 1943. Lucia y Gisella Endelli (Hendel)
en septiembre del mismo año.
La hermana Maria Magdalena Bellasis relata así la llegada de éstas: «Una joven
muchacha judía, cuyos padres habían sido deportados a Alemania, vino y nos pidió
que la acogiéramos junto a su hermana de ocho años. Habían huido de Croacia y
llegaron a Italia como pudieron. La niña iba vestida de chaval y la llevaba una
señora que tenía el nombre del hijo pequeño registrado en el pasaporte».
Maria Luisa y Marcella Della Seta fueron acogidas por las ursulinas el 29 de
septiembre de 1943; el 15 de diciembre, se hizo lo mismo con otros quince
miembros de la familia. El 3 de diciembre de 1943 llega la familia Frassoni-Andreani,
la madre, Francesca, Marcello y Andrea. Los padres del señor Frassoni llegaron
el 6 de diciembre.
La familia Naldi (Anticoli), formada por Paola y su madre, llegaron el 22 de
enero de 1944. Raja Garosci es recibida por las ursulinas el 2 de febrero.
Franca Pontecorvo, su hija mayor y su niño de tres meses, Giuseppe, se
escondieron allí el 3 de marzo de ese año. Al final, más de un centenar de
judíos consiguieron refugio en las ursulinas de Via Nomentana.
Era tan conocida la obra de asistencia a los perseguidos que en diciembre de
1943 el Santo Padre hizo llegar a Maria Xavier –a través de monseñor Riberi,
encargado de ayudas a las víctimas civiles de la guerra— la suma de 10.000
liras.
Para recordar cómo el árbol de la vida continuó viviendo en medio de tanta
barbarie, el Fondo Nacional Hebraico plantará un olivo en el jardín de la casa
generalicia de las ursulinas en Via Nomentana.
Bajo el olivo, se pondrá una piedra con la inscripción del salmo de David (85,
11): «Amor y Verdad se encuentran. Justicia y Paz se besan».
ZS02122004
LIDER JUDIO ITALIANO APOYA EL "SILENCIO" DE PIO XII
«Mis padres se salvaron al encontrar refugio en un convento»
ROMA, 24 mar 98 (ZENIT).- «Creo que Pío XII sólo podía
actuar de la manera en que lo hizo. Sabía que si hubiera tomado
una posición oficial contra Hitler las persecuciones se
dirigirían también contra los católicos». Estas han sido las
declaraciones de Massimo Caviglia, director de la revista
«Shalom», el mensual más difundido y autorizado de la
comunidad hebrea italiana.
Según Caviglia, quien es también un famoso caricaturista
satírico, el auténtico espíritu del Papa Pacelli (Pío XII)
está comprobado por el hecho de que, «en privado, ayudó a los
hebreos, dándoles asilo en las estructuras eclesiásticas. Mis
padres se salvaron al encontrar refugio en un convento».El
representante hebreo da una opinión favorable del documento
vaticano el Holocausto judío: «Supone un paso adelante».
La comunidad judía de Roma es la más antigua del mundo. Los
territorios pontificios siempre acogieron a los judíos y, aunque
en algunos momentos no faltaron incomprensiones que dieron origen
al «gueto judío», en todo momento pudieron ejercer sus
actividades religiosas, sociales y comerciales.
ZE980324-3
HEROES OLVIDADOS DE LA SALVACION DE JUDIOS DEL HOLOCAUSTO
El libro «La banalidad del bien» recoge el increíble
testimonio de Giorgio Pierlasca
MADRID, 29 mar 98 (ZENIT).- Gracias a Steven Spielberg, la
labor de un empresario alemán católico que salvó a cientos de
judíos en la Alemania nazi ha resucitado la memoria de una
época que muchos quisieran olvidar. Pero si Oskar Schindler ha
pasado a los anales de la historia, justamente debería ofrecer
un merecido homenaje a otros muchos olvidados, que arriesgaron su
vida en la misma empresa, con un arrojo y una valentía dignos de
convertirse en leyenda.
La historia del llamado «Holocausto» está llena de sombras,
pero también de grandes luces. Junto a Schindler, resplandecen
otros nombres con luz propia: los de un grupo de diplomáticos
voluntarios que, en la lejana Budapest, lucharon denodadamente
por salvar a miles de judíos de la deportación y de la muerte.
Se trata del primer secretario de la embajada sueca, Raúl
Wallemberg (que desapareció misteriosamente con la llegada de
los rusos, y sobre el que los soviéticos nunca dieron
explicaciones); del nuncio apostólico Angelo Rotta; del
vicecónsul de Suiza Karl Lutz, del encargado de negocios
español Ángel Sanz-Briz; del encargado de negocios portugués
conde de Pongrac; del delgado de la Cruz Roja sueca Valdemar
Langlet; y un audaz impostor italiano, Giorgio Perlasca, tratante
de ganado y fingido diplomático español, que durante los 45
angustiosos días que duró la rendición de Hungría protegió a
miles de personas en las casas de la Legación
Española.Precisamente, este quijotesco personaje, que arriesgó
su propia vida sin atender más que a su conciencia, es el centro
de la historia que narra en el libro «La banalidad del bien»
(Editorial Herder). «La ocasión hace del hombre un ladrón...,
de mí hizo otra cosa», afirmó siempre Perlasca, sin gloriarse
jamás personalmente de su acción, con esa típica sabiduría,
mezclada con la mesura y sentido del humor propios de los
grandes.
El título del libro se inspira en una obra de Hannah Arendt,
«La banalidad del mal», escrito con motivo del juicio, en
Jerusalén, del ex nazi Eichmann, el ejecutor de la trágica
«Solución final de la cuestión judía». El autor, basándose
en conversaciones personales con Perlasca y en su diario de
aquellos días, en numerosa documentación, que los historiadores
judíos han ido reuniendo sobre el Holocausto, y en los
testimonios de los supervivientes, reconstruye lo que constituyó
la acción heroica de los diplomáticos de las potencias
neutrales para salvar a gran parte de la comunidad hebrea de
Budapest.
Asimismo, testifica la labor que el gobierno de España
realizó a favor de los judíos, en Hungría y en otros lugares,
mediante la concesión de salvoconductos españoles a judíos,
con la excusa de la ley, dictada en 1924 por Miguel Primo de
Rivera, por la que se concedía a los judíos sefardíes el
derecho de ciudadanía española. No había más que unos 200
sefardíes en Hungría... pero la Legación Española salvó a
más de 5 mil, amén de colocar banderas españolas en otras
casas y hospitales para protegerlos. Otros datos que se ofrecen
en el libro son altamente reveladores: unos 28 mil judíos
cruzaron los Pirineos durante la guerra, acogidos por las
autoridades españolas. Según los historiadores, España salvó
en total entre 30 mil y 60 mil víctimas del Holocausto.
Es éste un libro interesantísimo sobre la oportunidad del
bien y el valor del hombre corriente. Da ocasión, además, para
acercarnos sin prejuicios, como lo hace el autor, a una etapa de
la historia que muchos prefieren olvidar... u ocultar.
ZE980329-4