La Iglesia, El Papa Pío XII,
Los judios y los Nazis

Ver también en corazones.org: 
Encíclica de Pio XI delata a los Nazis

"Nosotros Recordamos", documento de la Santa Sede sobre la Iglesia y el Holocausto.
Rabino propone a Pío XII como "justo entre las naciones"
De nuestro correo
Relación Nazi vs Iglesia  
Pío XII a un joven: "Debes sentirte orgulloso de ser judío"

Amplia documentación en inglés
In defense of Pius XII
Jewish Praise for Pope Pius XII
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Pius XII: "Be proud to be a Jew" See original article in Palestine Post. Search for April, 28, 1944, page 6


Los enemigos de la Iglesia han creado una leyenda negra acusando al Papa Pío XII, primero de no hacer nada durante el holocausto Nazi contra los judíos y más recientemente, de haber sido cómplice de los Nazis.  Le han llegado a llamar "el Papa de Hitler" y "El hombre de Iglesia más peligroso en la historia moderna". Estas horrendas difamaciones contradicen radicalmente la verdad. No hay excusa porque hay abundantes pruebas sobre los hechos.

Ejemplo: El rabino Marvin Hier de Los Angeles, California, en un discurso el 13 de mayo del ´98, llamó a Pío XII el "Papa del Holocausto".  Curioso que ese día era el aniversario de las apariciones de Fátima y de la ordenación episcopal de Pío XII. Hier dijo que Pío XII hacía novenas por la victoria de los Nazis.  Cita como "prueba" a la  Hna. Pasqualina.  Sin embargo, peritos en el Vaticano han buscado minuciosamente todo lo escrito o grabado por dicha hermana sin encontrar un solo rastro sobre el Papa y las novenas por los Nazis. Hier apoyó todas sus acusaciones en citas falsas. Al mismo tiempo hizo caso omiso a la amplia documentación histórica.

La gran calumnia contra Pío XII está de moda porque representa el odio del mundo contra la Iglesia Católica, y ha sido tantas veces repetida que es ya aceptada por muchos como una verdad irrefutable.  Con estas mentiras, los enemigos de la Iglesia quieren desprestigiar a Pío XII y de este modo desprestigiar el papado. Esperan poder así apagar la voz de la Iglesia y crear una Iglesia sin autoridad que puedan manipular con encuestas y los valores del mundo.  La Iglesia, ellos saben bien, es el baluarte contra la cultura de la muerte.  Es asombroso ver la complicidad en esta patraña entre casi todos los medios, en las universidades, entre los profesionales...  LOS HECHOS están ampliamente documentados y al alcance de quien quiera conocerlos. 

Sobre los archivos del Vaticano
Se ha dicho también que el Vaticano se niega a abrir sus archivos.  Esto también es totalmente falso.  Pablo VI mandó abrir los archivos en 1963, año en que surgió la polémica sobre Pío XII.  Los archivos han estado disponibles a los historiadores.   Se han publicado 11 volúmenes con el material de los archivos referentes a la era del Holocausto. El vocero del Papa, Joaquín Navarro-Valls dijo en diciembre del ´98:   No hay "nada -repito  nada" en los archivos que no se haya hecho ya disponible a los expertos.

Resumen de algunos hechos.

Las acusaciones contra Pío XII comenzaron en grande desde el 1963.  Antes de esta fecha sus esfuerzos a favor de los judíos eran ampliamente reconocidos. Si usted tiene dudas sobre la veracidad de estos datos. Le exhortamos a que investigue las fuentes ya que todos se pueden verificar. En muchos casos se trata de acontecimientos que fueron publicados en los periódicos de la época. Es una grave injusticia el permitir que las calumnias continúen.  

  • Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en la que Pío XI condenó el nazismo. La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias católicas.
  • En su presentación de la encíclica, el futuro Pío XII comparó a Hitler con el diablo y advirtió proféticamente su temor de que los Nazis lanzaran una "guerra de exterminación"
  • El New York Times en su editorial de Navidad de 1941, elogió al Papa Pío XII por "ponerse plenamente contra el hitlerismo" y por "no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz Cristiana"
  • Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de B'nai B'rith (organización judía dedicada a denunciar el antisemitismo y mantener viva la memoria del genocidio nazi), han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos perseguidos.  Según el mismo Lichten, en septiembre de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos. Lichten, escribiendo en el boletín del Jewish Antidefamation League (Liga judía contra la difamación) dijo en 1958 que "la oposición (de Pío XII) al nazismo y sus esfuerzos para ayudar a los judíos en Europa eran bien conocidos al mundo que sufre"
  • Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías reconocieron varias veces oficialmente la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
  • El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano.
  • En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia».
  • Israel Zolli, gran rabino de Roma, quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos del Papa por los judíos, al terminar la guerra se hizo católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud.  El escribió un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII.
  • El jueves 7 de septiembre de 1945 Giuseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas, declaró: «Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían» (L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2).
  • El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso judío internacional, que acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión de las Comunidades Judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945, p. 1).
  • El jueves 29 de noviembre de 1945, el Papa recibió a cerca de ochenta delegados de prófugos judíos, procedentes de varios campos de concentración en Alemania, que acudieron a manifestarle «el sumo honor de poder agradecer personalmente al Santo Padre la generosidad demostrada hacia los perseguidos durante el terrible período del nazi-fascismo» (L'Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, p. 1).
  • En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) envió un elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz». Nota de pie # 16 del documento  «Nosotros recordamos: una reflexión sobre la "Shoah"».
  • El presidente de USA, Eisenhower, al morir el Papa: «El mundo - ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII»
  • El bien de los judíos requería que el Papa se abstuviera de hacer declaraciones contra los Nazis durante la ocupación alemana.  La ayuda se tenía que efectuar por otros medios. También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de las Iglesias coincidieron con la Santa Sede en que era mejor guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos. Pero nadie ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante el Holocausto.
  • El diplomático Israelí Pinchas Lapide calculó que Pío XII fue personalmente responsable por salvar al menos 700,000 judíos.
  • El historiador judío Richard Breitman, ha escrito un contundente libro sobre el holocausto. Como consultor del Grupo de trabajo para la restitución de los bienes a los judíos (grupo que ha obtenido la desclasificación de los dossieres del OSS). En una entrevista al «Corriere della Sera», del 29 de junio del 2000, Breitman que es hasta ahora el único autorizado a ver los documentos del OSS (el espionaje estadounidense en la segunda guerra mundial), ha explicado que lo que más le ha impresionado ha sido la hostilidad alemana hacia el Papa y el plan de germanización del país de septiembre de 1943. Breitman ha encontrado también «sorprendente el silencio aliado sobre el holocausto» ¿Ha escuchado usted algo sobre entre las publicaciones populares?. Mas sobre Breitman>>>

No es nuestra intención negar que muchos católicos callaron ante el holocausto mientras otros participaron en el. La verdad es que en cualquier momento de la historia,  como también en la actualidad, son relativamente pocos de cualquier religión los que están dispuestos a sufrir por ser fieles a las exigencias de su fe. Pero es justo aclarar que entre esos pocos valientes está el Papa Pío XII. También es justo recordar a los católicos que heróicamente defendieron a los judíos. Por otro lado hay que decir que los católicos que se dejaron llevar por el mal no lo hicieron por ser católicos sino, precisamente, por no serlo plenamente.

Referencias
Hay varios estudios históricos sobre Pío XII y el holocausto:

  • El minucioso estudio recogido en el libro  «Los judíos, Pío XII y la leyenda negra», del periodista Antonio Gaspari (colección Planeta + Testimonio, 1998), revela que el Papa Pío XII está entre los que defendieron heróicamente a los judíos con los mejores medios a su alcance. 
  • Entre los autores de importancia sobre el tema están: Padre Pierre Blet, Padre Robert Graham, Hermana Margarita Marchione, Charles Pichon , Oscar Halecki y el judío Richard Brietman. 

Lamentablemente los libros serios y objetivos recogen polvo en las bibliotecas (en las pocas que tienen estos libros). Lo que abunda es el sensacionalismo de la difamación sin fundamentos.


SE HA CREADO UNA AUTENTICA «LEYENDA NEGRA» CONTRA PIO XII
Revista cercana al Vaticano desenmascara interpretaciones taimadas del «silencio» del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar 98 (ZENIT).- Medios de comunicación y exponentes de la comunidad judía, si bien consideran que el documento de la Santa Sede sobre el Holocausto judío (cf. ZE980316-1) constituye un decisivo paso adelante en las relaciones entre hebreos y católicos, recriminan al Vaticano la defensa del papel que desempeñó el Papa Pío XII durante la barbarie nazi.

En respuesta a estas acusaciones, la «Civiltà Cattolica», revista dirigida por la Compañía de Jesús y cuyos borradores son revisados por la misma Secretaría de Estado del Vaticano, publica en su último número un artículo de Pierre Blet, el único jesuita superviviente del equipo que recogió en doce volúmenes las «Actas y Documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial». Se trata de una imponente obra documental en la que se publican todos los documentos de la Santa Sede en ese candente período, a excepción de aquellos que afectan a cuestiones íntimas de personas en vida.

El padre Blet hace una interesante constatación. Hasta antes de 1963 todos los protagonistas de aquel período, en especial, los exponentes de la comunidad judía, reconocieron la labor realizada por Pío XII en favor del pueblo judío. Declaraban que el «silencio» del Papa se debía a su conocimiento del nazismo (había sido nuncio en Alemania y recibía constantes informes de las nunciaturas de los países europeos): hablar contra las purgas de Hitler hubiera supuesto provocar la ira del Führer y condenar instantáneamente a muerte a todo aquel que tuviera sangre hebrea. Blet cita en su artículo algunos testimonios representativos de la labor realizada por Eugenio Pacelli. «El mundo --declaró el presidente Eisenhower-- ahora es más pobre después de la muerte del Papa Pío XII». Y Golda Meir, ministro de Asuntos Exteriores del Estado de Israel: «La vida de nuestro tiempo ha sido enriquecida por una voz que expresaba las grandes verdades morales por encima del tumulto de los conflictos cotidianos. Nosotros lloramos a un gran servidor de la paz».

Sin embargo, a partir de 1963 comenzó una «leyenda negra» contra Pío XII. Estas acusaciones, afirma la «Civiltà Cattolica», consideran que «durante la guerra, por cálculo político o pusilanimidad, el Papa se habría quedado impasible y silencioso ante los crímenes contra la humanidad, que hubieran podido detener una intervención suya».El resto del artículo, constituye una defensa científica del trabajo de documentación que contienen las «Actas y Documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial». En ellas se recoge la extraordinaria labor del Papa a favor del pueblo judío. Cuando las SS exigieron a las comunidades judías de Roma que les entregaran 50 kilos de oro, el gran rabino de Roma se dirigió al Papa para pedirle su colaboración con 15 kilos. «Pío XII dio inmediatamente orden a sus oficinas para que hicieran lo necesario para conseguir esa cantidad», asegura Blet.

Gestos como éste llenan los doce volúmenes de esta obra. Y dado que la Santa Sede no se podía permitir el lujo de ocultar documentos que en muchas ocasiones ya se encontraban en el «Foreign Office» de Londres o en el «Département d'Etat» de París, esta colección es históricamente completa. El jesuita asegura que cuando llegue el momento establecido de abrir totalmente los archivos del Vaticano de esa época, muchos quedarán decepcionados, pues toda la información importante de aquel período ya ha sido publicada.

El padre Blet concluye asegurando que las críticas contra Pío XII no son de carácter histórico o científico, sino que constituyen una auténtica «leyenda, construida con elementos disparatados y con gran trabajo de imaginación». Aunque no lo menciona explícitamente, se refiere a la obra teatro que en 1963 hizo estallar el «caso» Pío XII. Se trata de «El Vicario», escrita por el alemán Rolf Hochhuth, en la que se acusó por primera vez al Papa de haber callado durante el Holocausto. La obra causó gran polémica en toda  Europa. Hasta entonces nadie había lanzado acusaciones semejantes contra su pontificado que abarcó desde 1939 a 1958. Es más, la prensa había publicado  siempre numerosos testimonios de hebreos a favor de Eugenio Pacelli. Entre ellos, se encuentra un sentido artículo de agradecimiento firmado por Albert Einstein y publicado por la revista «Time».

Ante el ruido provocado por «El Vicario», Pablo VI respondió abriendo los archivos secretos del Vaticano y pidiendo a cuatro jesuitas, entre ellos el padre Blet, que hicieran pública toda la documentación publicable.

ZE980319-1


Responde el historiador jesuita Pierre Blet a las acusaciones contra Pío XII
Exclusiva Zenit

CIUDAD DEL VATICANO, 26 mar 98 (ZENIT).- A pesar del éxito de la XVI sesión del Comité Internacional Católico-Hebreo de Diálogo (International Catholic Liason Committee), clausurada el 26 de marzo en el Vaticano, no se aplacan las polémicas sobre la actitud de Pío XII durante la segunda guerra mundial.

En este sentido, el rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Liga contra la Difamación, declaró a una agencia italiana que Pío XII conocía la existencia de los campos de exterminio pues, según él, Gerhart Reigner, el actual vicepresidente del Congreso Judío Mundial, envió una carta a un nuncio en 1942 describiendo lo que sucedía en los campos de concentración. Sin embargo, en los doce volúmenes publicados por la Santa Sede sobre la documentación referente a este período histórico, tan sólo aparece una breve nota en la que Reigner acusa recibo de la respuesta del Vaticano que prometía evaluar lo que él había escrito.

Para comprender lo que pasó realmente, hemos pedido el parecer del padre Pierre Blet, el historiador que junto a Angelo Martini, Burkhart Schneider y Robert A. Graham preparó la edición de estas «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial», la obra que recoge los documentos del archivo vaticano de aquel polémico período.

«Circulaban muchos rumores sobre los campos de extermino en aquel momento --explica el padre Blet--. El mismo embajador polaco refugiado en el Vaticano afirmaba que los nazis estaban masacrando a los hebreos. Pero era muy difícil verificar la realidad de los hechos. En este sentido, Francis Godolfin D’Arcy Osborne, embajador británico ante la Santa Sede, aconsejaba evaluar bien todas las informaciones. De todos modos, Pío XII en su mensaje de Navidad de 1942 habló expresamente contra aquellos que "por la única razón de la nacionalidad o raza persiguen y condenan a muerte o a la esclavitud progresiva" y repitió esta denuncia en un duro discurso el 2 de junio de 1943. En aquel período, nadie denunció los crímenes alemanes contra los hebreos. Tan sólo en 1943 se pronunció una declaración conjunta de los aliados en la que se denunciaban los abusos alemanes, pero todavía no se hablaba ni de hebreos ni de campos de concentración».

El padre jesuita añade: «Por lo que se refiere a la carta, Rosen debería indicar el nombre del nuncio a quien fue enviada, pues de esa manera sería más fácil encontrarla. Ahora bien, como se puede ver, hemos publicado el acuse de recibo, de modo que no teníamos ningún interés en ocultar nada. Si no está publicada, significa que no la hemos encontrado, quizá se encuentra entre la correspondencia del aquel nuncio».

--El rabino Leo Klenicki, de la Liga contra la Difamación ha pedido de nuevo la apertura de los archivos vaticanos.

--Blet: La actitud de desconfianza por el trabajo realizado me parece exagerada e injusta. Si no cree en la honestidad de nuestra publicación, podría dudar también del encargado del archivo, que podría haber podido destruir cualquier documento.

Entiendo que es muy sugerente contar quién sabe qué historias sobre la figura de Pío XII, pero la realidad es muy distinta. Para escribir estos doce volúmenes hemos trabajado intensamente, siguiendo los mismos criterios utilizados para la publicación de los volúmenes relativos a los años cuarenta del «Foreign Relations of the United States». Es decir, no podíamos publicar documentos que afectan a personas que todavía viven o que, una vez revelados, podrían obstaculizar negociaciones en vigor.

Además, es necesario considerar que, tratándose de un archivo que todavía no está abierto al público, no existían índices sistemáticos orientados a la investigación. Los documentos no estaban clasificados, ni por orden cronológico ni geográfico. Los expedientes de carácter político, relativos a la guerra, se encontraban junto con informes de carácter religioso canónico o personal, encerrados en cajas bastante fáciles de manejar pero con frecuencia de contenido sumamente dispar.

Quisiera además precisar que se habla de archivo secreto vaticano, pero hoy día debería hablarse más bien de archivo «privado». Por razones de conciencia la Santa Sede tiene interés en que los investigadores puedan consultar estos archivos para tratar de establecer la verdad histórica. Pero de todos modos no creo que puedan emerger elementos que puedan contradecir lo que ya se ha mostrado ampliamente en los documentos publicados.

--Circulan hipótesis sugerentes, como la de que el Papa Pacelli envió un telegrama a Hitler.

--Blet: Conozco la fuente de esta noticia. El 3 de diciembre pasado, el diario parisino «Le Monde» mencionó que en nuestra publicación no se encontraba presente la correspondencia entre Pío XII y Hitler. Si no publicamos esta correspondencia fue sencillamente porque es pura fantasía del periodista de «Le Monde». Esta persona afirma que existieron contactos entre Eugenio Pacelli (futuro Pío XII) cuando era nuncio en Alemania y Hitler, pero no tiene en cuenta las fechas. Cuando Hitler llegó al poder, en 1933, monseñor Pacelli ya había regresado a Roma cuatro años antes, en 1929. Pío XI lo creó cardenal el 16 de diciembre y secretario de Estado el 16 de enero de 1930. Además, si hubiera existido esa correspondencia, las cartas del Papa se conservarían en los archivos alemanes y quedaría huella en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich. Se mencionaría las cartas de Hitler llegadas al Vaticano en las instrucciones dadas a los embajadores de Alemania encargados de entregarlas. Dado que no existe huella de nada de todo esto, hay que concluir que la seriedad de nuestra publicación ha sido puesta en duda sin la más mínima prueba.

--David Rosen afirma que las declaraciones del episcopado francés sobre la responsabilidad de la Iglesia son más explícitas que el documento vaticano sobre el Holocausto.

--Blet: En el documento de los obispos franceses, se acusa a la jerarquía de aquel entonces de haber aprobado el régimen de Vichy. Ahora bien, no se puede comparar la responsabilidad del Holocausto con el no haber denunciado al régimen colaboracionista.

Es necesario prestar atención para no confundir el error con la culpa. El error tiene que ser deplorado, la culpa en el mundo de hoy asume inmediatamente el valor de una condena.

Hay que añadir además que en Francia se dieron innumerables casos de auténtica caridad y heroísmo por parte del clero y de las comunidades católicas para esconder y salvar a miles de judíos. Por este motivo el Estado de Israel ha honrado a tantos sacerdotes, religiosos y militantes católicos con el título de «Justos entre las naciones».

--¿Cuál es su opinión sobre el documento vaticano en torno a la «Shoah»?

--Aunque no soy nadie para exponer un juicio, considero que es un documento muy claro en el que se distingue apropiadamente la diferencia que existe entre el antijudaísmo, que tiene diferentes raíces en el universo cristiano, y el antisemitismo, condenado desde un inicio por la Iglesia. Pocos saben que existe una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Santo Oficio) de marzo de 1928 en la que se condena el antisemitismo. Existe además el documento de los obispos alemanes contra el racismo. Los prelados habían decidido no dar los sacramentos a quien adhiriera al partido nazi.

Muchos cristianos formaron parte del partido nazi y abrazaron las tesis antisemitas, pero en ese caso traicionaron su fe, tal y como sucedió con algunos hebreos que colaboraron con el exterminio de sus propios hermanos, traicionando a su fe y a su pueblo.

La Iglesia no puede sentirse responsable de la traición de un católico al bautismo, aunque lo deplora.

ZE980326-2


PIO XII AYUDO A SALVAR A LOS JUDIOS DURANTE LA GUERRA

ROMA, 27 mar 98 (ZENIT).- La acusación era tremenda. El rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Liga contra la Difamación, declaró el 25 de marzo a la agencia italiana «Adn-Kronos»: «Pío XII estaba al corriente de la existencia de los campos de concentración ya en 1942. Gerhart Reigner, actual vicepresidente del Congreso Mundial Judío envió en aquel año a un nuncio una carta en la que indicaba con detalle lo que sucedía en los campos de exterminio. Pero en los doce volúmenes redactados sobre las vicisitudes de la segunda guerra mundial no existe huella de esta misiva. Tan sólo aparece una breve nota con la que Reigner acusa recibo de la respuesta vaticana, en la que se promete evaluar lo que él escribió».

Nada más leer la declaración de Rosen, el único superviviente de los que colaboraron en la realización de las estas «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial», el padre Pierre Blet se fue a averiguar directamente en los archivos secretos vaticanos para ver si encontraba la famosa carta al nuncio desconocido.

El máximo experto viviente en la historia diplomática de la Santa Sede durante aquel polémico período histórico, al final de su investigación, ha revelado a «ZENIT» que «Gerhart Reigner envió al Nuncio en Suiza, el cardenal Bernardini un memorándum en el que se habla sobre la situación de los hebreos en Europa central y en la del Este, refiriéndose particularmente a los israelíes eslovacos. En el mismo documento, se pedía la intervención del Santo Padre. Este memorándum fue transmitido al cardenal Maglione el 19 de marzo de 1942. Al recibir el texto, como ya había sucedido en otras ocasiones, el Santo Padre encargó al nuncio en Bratislava que interviniera a favor de los judíos eslovacos. Todo esto está claramente escrito en el volumen VIII en la página 466 de las "Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial" --explica el padre Blet--. Por tanto, es evidente que en nuestra obra de recopilación documental no hemos escondido nada».

Mientras tanto, se siguen revelando nuevos detalles sobre el trabajo que realizó Pío XII a favor del pueblo judío. Un artículo de George Johnston, en «The Wall Street Journal» puso de relieve que Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, cuando aún no era Papa, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en que su predecesor Pío XI condenó el nazismo. La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias católicas.´Varios historiadores judíos, como Joseph Lichten, de B'nai B'rith (organización judía dedicada a denunciar las manifestaciones de antisemitismo y mantener viva la memoria del genocidio nazi), han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos perseguidos.

Lichten señala, por ejemplo, que en septiembre de 1943, Pío XII ofreció bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. También recuerda que, durante la ocupación alemana de Italia, la Iglesia, siguiendo instrucciones del Papa, escondió y alimentó a miles de judíos en la Ciudad del Vaticano y en Castelgandolfo, así como en templos y conventos.

En gran parte por eso, los judíos tuvieron en Italia una tasa de supervivencia mucho más alta que en otros países ocupados por los nazis: se calcula que el Vaticano salvó a algunos cientos de miles. Esta fue una de las razones que movieron a Israel Zolli, gran rabino de Roma, a hacerse católico cuando terminó la guerra, y a tomar en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud.

También el Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia». A la muerte de Pío XII (1958), la ministra israelí de Asuntos Exteriores, Golda Meir, pronunció un sentido elogio del Papa ante la ONU.

El Vaticano no fue el único que no hizo denuncias públicas. También la Cruz Roja Internacional y el Consejo Ecuménico de las Iglesias coincidieron con la Santa Sede en que era mejor guardar silencio para no poner en peligro los esfuerzos en favor de los judíos. Pero nadie ataca a la Cruz Roja por su «silencio» ante el Holocausto.

No hizo lo mismo la jerarquía católica de Amsterdam, que en 1942 denunció vigorosamente la persecución de los judíos. Los nazis respondieron redoblando las redadas y deportaciones; al final de la guerra, habían muerto el 90% de los judíos de la capital.

Las organizaciones humanitarias judías estaban completamente de acuerdo con el Vaticano: una denuncia pública del Vaticano no tendría la menor influencia en los planes de Hitler, y en cambio pondría en peligro a los judíos que la Iglesia tenía escondidos.

El propio Hochhuth, autor de la pieza de teatro «El Vicario», texto escrito a inicios de los años sesenta que sirvió para crear la leyenda negra contra Pío XII reconoció, en un post scriptum a su obra, que el Vaticano ayudó a los judíos durante el Holocausto.

ZE980327-3


LA AYUDA DE PÍO XII A LOS JUDÍOS DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL FUE TAN GRANDE QUE SUSCITÓ PROTESTAS
Los archivos secretos analizados por el historiador Peter Gumpel

ROMA, 4 de julio de 2004 (ZENIT.org).-
La apertura de los Archivos Vaticanos ha mostrado que la ayuda de Pío XII y la Santa Sede a los judíos durante la segunda guerra mundial fue tan grande que suscitó protestas en ambientes católicos. Así lo confirman cartas publicadas junto a los registros de la Oficina de informaciones vaticana para los prisioneros de guerra instituido por el Papa Eugenio Pacelli (1939-1947) editados con el título «Inter Arma caritas» (Cf. Zenit, 8 de julio de 2004). Agencias de prensa han publicado una de las cartas ahí reproducidas (página 950-951 del volumen II), enviada al secretario de Estado Vaticano, el cardenal Luigi Maglione, el 21 de julio de 1943, por monseñor Andrea Cassulo, nuncio apostólico en Romanía, en la que refería «algunas protestas». Monseñor Agostino Pacha, obispo de Timisoara, escribe que en su comunidad se dan protestas, «pues la mayor parte de los mensajes transmitidos a esta nunciatura son destinados a personas de raza judía», hasta el punto de que hablaba de «preferencia» de la Santa Sede por los judíos. Monseñor Cassulo presenta copia de una carta en latín, escrita por monseñor Tacha, en la que constataba la protesta de sus fieles (de los cuales el 78% era de origen alemán) que acusaban «abiertamente y en público» a la Iglesia de apoyar y tener buenas relaciones con los judíos, «enemigos del pueblo germánico». En la carta, el nuncio apostólico explicaba que envió una circular a los obispos rumanos en la que aclaraba los motivos la acción de ayuda de la Santa Sede, «prescindiendo de cualquier consideración política, de nacionalidad, o de raza». En la misiva el nuncio pide consejos al secretario de Estado para saber qué tenía que hacer. Para comprender mejor estos nuevos descubrimientos de los Archivos Vaticanos, Zenit ha entrevistado al padre Peter Gumpel, SI, historiador y experto en la materia. --¿Qué dicen los archivos del Vaticano recién publicados sobre la relación de la Santa Sede con los judíos y sobre las protestas de algunos ambientes católicos? --Padre Gumpel: Ante todo, hay que reconocer que la Iglesia católica desempeñó un trabajo enorme de asistencia a los judíos. El rabino de Rumanía, A. Safran, expresó en varias ocasiones su gratitud al nuncio apostólico, monseñor Andrea Cassulo. El 7 de abril de 1944 le escribió este mensaje: «En estos tiempos duros, nuestros pensamientos se dirigen más que nunca a lo que ha hecho el Sumo Pontífice a favor de los judíos en general y a Su Excelencia a favor de Rumanía y de Transilvania. No se olvidarán nunca estos hechos» («Civiltà Cattolica», 1961, vol. III, p. 462). Además en las «Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial», en el volumen 10, páginas 428-429, en un mensaje enviado por monseñor Cassulu a monseñor Domenico Tardini [futuro secretario de Estado], se publica íntegramente el artículo publicado por el diario rumano «Mantuirea», en el que el rabino Safran narra cómo gracias a las intervenciones del nuncio y «con la ayuda de Dios, logró que no tuvieran lugar más deportaciones». --¿Qué puede decir de las protestas de católicos por la ayuda de la Santa Sede a los judíos? --Padre Gumpel: La obra de asistencia a las víctimas de la guerra y a los judíos, ordenada en particular por Pío XII, fue tan amplia e intensa que suscitó sorpresa incluso entre algunos eclesiásticos. El mismo Angelo Giuseppe Roncalli [futuro Juan XXIII], quien tanto hizo por los judíos, cuando era delegado apostólico en Turquía, tras la enésima recomendación por parte de la Santa Sede de ayudar y favorecer la emigración judía a Palestina, escribió estas palabras a Maglione el 4 de septiembre de 1943: «confieso que esta envío por parte de la Santa Sede de judíos a Palestina, que parece una reconstrucción del Reino judío, comenzando por hacerles salir de Italia, me provoca algo de incertidumbre en el espíritu» (ADSS 9/469). --¿Aportan una novedad los testimonios contenidos en «Inter Arma caritas»? --Padre Gumpel: Estas nuevas tendencias históricas desmienten definitivamente muchos artículos sobre los presuntos silencios e insensibilidad del Papa Pío XII con respecto a los judíos. Como se puede ver, hay gente que criticaba al pontífice porque hacia demasiado por los judíos. También quedan desmentidas tesis, como la de Susan Zuccotti, según la cual, la obra de asistencia a los judíos fue fruto de acciones individuales, de las que Pío XII no sabía nada. De toda la correspondencia de los nuncios resulta evidente que la obra de asistencia era decidida, dirigida, y organizada directamente por el Papa Pío XII.
ZS04070401


Hablan las religiosas que salvaron a los judíos
por orden del Papa Pío XII

CIUDAD DEL VATICANO, 18 mar (ZENIT).- «Fue Pío XII quien nos ordenó abrir las puertas a todos los perseguidos. Sin la orden del Papa, habría sido imposible salvar a tanta gente». Estas palabras pertenecen a la hermana María Corsetti, que recibió ayer de la embajada israelí en Roma la medalla de los «Justos de las naciones», la más alta condecoración judía, por haber contribuido a la salvación de numerosos judíos durante la ocupación nazi de Roma.

Ya el 17 de enero de 1944, todavía en plena ocupación nazi, el Secretario de Estado, cardenal Luigi Maglione, envió a la Madre Superiora una carta del Santo Padre, quien se complacía en agradecer a las estimadas Hermanas de San José de Chambéry la obra de misericordia que ejercitaban con tanta comprensión cristiana.

Sor María relata cómo todo empezó en septiembre de 1943, cuando entre tantas dificultades, llegaron a la portería hombres, mujeres y niños judíos que buscaban refugio en el instituto religioso. Entre las mujeres judías recuerda con afecto a Lia Levi (hoy una figura representativa de la comunidad judía de Roma), la señora Ravenna, esposa de un rabino, la señora Calderoni y tantas otras. Con ingenio y discreción se acomodaba a todos del mejor modo posible. De hecho, para evitar sospechas, los niños recibían los documentos necesarios para pasar como alumnos que recibían sus clases normales.

Las monjas se encontraban en peligro constante, ya que la Villa Coen, hoy sede del Colegio Mexicano, era la sede del comando de las SS. El convento se encontraba en el número 260 de la calle del Casaletto, y la Villa Coen, en el número 314 de la misma calle. Además, los alemanes a menudo acudían al convento para pedir usar la cocina, una sala con piano para sus fiestas, o pedían vajilla y vasos para sus reuniones. Un capitán, de nombre Segismundo, iba muchas veces a la iglesia para tocar el armonio. Una vez tomó en brazos a Rosannina, una niña judía, por la que temíamos ya que todavía no estaba en edad escolar.

«Para evitar que descubriesen la identidad de nuestros huéspedes --explica sor María-- cada vez que se acercaban los alemanes, la hermana Anastasia Palombi, la eficaz portera, avisaba a todos con los consabidos gestos. Luego se escuchaba un temeroso "rápido, rápido". Las mujeres se transformaban en hermanas enfermas en cama o en empleadas de la cocina. Muchas se ponían un delantal y una pañoleta haciendo como que trabajaban en el huerto. Estas escenas de terror colectivo se repetían también cuando la hermana Ana María nos advertía de las patrullas que andaban buscando a judíos y desertores. Ella nos comunicaba por teléfono "los hermanos de sor Guillermina (alemana) se encuentran cerca"».

Una vez acabada la guerra, algunos de nuestros huéspedes judíos han seguido viniendo para visitarnos. El 15 de noviembre de 1996, Roberto Calderoni, uno de los niños refugiados de entonces, se presentó con dos representantes de la comunidad judía de Roma, quienes nos entregaron un hermosísimo testimonio en recuerdo de la hospitalidad de aquellos días lejanos. En este certificado está escrito: «Quien salva una vida es como si hubiese salvado el mundo entero», firmado por «la Comisión Judía de Roma a las Hermanas de San José del Casaletto, recordando a quienes con riesgo de la propia vida se prodigaron en salvar a los judíos de las atrocidades nazifascistas».


ROMA, 20 diciembre 2002 (www.ZENIT.org).-ZE980318-2

Hasta este jueves, pocos conocían la heroica historia de la madre Maria Xavier Marteau, religiosa de la Orden de las Ursulinas, que estuvo en Roma en los años de la ocupación nazi (1943-1944) en la Casa generalicia de su congregación.

La hermana Lignone Colette, Superiora general de las Ursulinas de la Unión Romana, recibió el jueves el reconocimiento «Justo entre las Naciones» asignado a la memoria de Maria Xavier Marteau (1870-1962).

Se trata del mayor reconocimiento otorgado por el Estado de Israel a ciudadanos no judíos. Se entrega a quienes, arriesgando la propia vida y sin recibir nada a cambio, salvaron a uno o a más judíos de la persecución.

El Instituto «Yad Vashem», después de haber realizado las debidas investigaciones históricas y recogido testimonios, ha sacado a la luz que durante los años de la Segunda Guerra Mundial, la hermana Maria Marteau, entonces secretaria general de la Congregación, abrió las puertas del convento de Via Nomentana dando refugio a 103 judíos.

En octubre de 1943 la comunidad religiosa recibió un certificado firmado por el secretario de estado de Pío XII, el cardenal Maglione, según el cual la casa dependía directamente de la Santa Sede y, por consiguiente, no podía ser registrada. Ello impidió que los alemanes descubrieran a los refugiados en el convento.

Los actos de heroísmo de la religiosa fueron relatados por dos judías, Maria Luisa della Seta –señora de Fornari— y su hermana Marcella Della Seta –señora de Deutch--, quienes en aquel período fueron escondidas, protegidas y salvadas precisamente en el convento de las Ursulinas.

Escribió Maria Luisa della Seta al «Yad Vashem»: «La madre Maria Xavier fue nuestra protectora. El convento donde vivía se encuentra en Via Nomentana. Se ocupó de mi hermana y de mí sin reparar en gastos, sin tener en cuenta las circunstancias históricas, ayudándonos a cualquier hora del día o de la noche».

«Cuando desesperábamos por dar con un lugar donde escondernos –continúa--, llamamos a la puerta del convento y la madre Maria Xavier nos acogió ofreciéndonos un refugio y haciendo todo lo posible para encontrar un escondite seguro también para nuestros familiares, quienes de hecho fueron escondidos en una clínica».

«Maria Xaviera se las ingenió asimismo para encontrar más lugares donde ocultar a otros judíos y para facilitar nuevas tarjetas de identidad. Nos dio el valor de luchar por nuestra supervivencia y nos animó con el hecho de que estábamos entre amigos», recuerda.

La tarea de las religiosas ursulinas había comenzado mucho antes de la ocupación nazi de Roma. A partir del 22 de agosto de 1940, día en que la Gestapo inició la persecución de los refugiados polacos dondequiera que se encontraran, las ursulinas de Via Nomentana acogieron a los perseguidos.

De la documentación se desprende que la madre Maria Stanislas Polotynska distribuía ayudas a los refugiados con el dinero que había recibido del Santo Padre. El número de polacos relacionado con la comunidad en aquella época era significativo.

Por estas actividades, desde finales de 1941 la casa generalicia de las Ursulinas se puso bajo estricta vigilancia por las autoridades fascistas. A pesar de ello, la acogida en el convento se intensificó desde septiembre de 1943, cuando la amenaza de exterminio de los judíos se hizo explícita.

En el libro de registro de entradas y salidas de la comunidad se lee que Maria Siele se escondió en el convento en abril de 1943. Lucia y Gisella Endelli (Hendel) en septiembre del mismo año.

La hermana Maria Magdalena Bellasis relata así la llegada de éstas: «Una joven muchacha judía, cuyos padres habían sido deportados a Alemania, vino y nos pidió que la acogiéramos junto a su hermana de ocho años. Habían huido de Croacia y llegaron a Italia como pudieron. La niña iba vestida de chaval y la llevaba una señora que tenía el nombre del hijo pequeño registrado en el pasaporte».

Maria Luisa y Marcella Della Seta fueron acogidas por las ursulinas el 29 de septiembre de 1943; el 15 de diciembre, se hizo lo mismo con otros quince miembros de la familia. El 3 de diciembre de 1943 llega la familia Frassoni-Andreani, la madre, Francesca, Marcello y Andrea. Los padres del señor Frassoni llegaron el 6 de diciembre.

La familia Naldi (Anticoli), formada por Paola y su madre, llegaron el 22 de enero de 1944. Raja Garosci es recibida por las ursulinas el 2 de febrero. Franca Pontecorvo, su hija mayor y su niño de tres meses, Giuseppe, se escondieron allí el 3 de marzo de ese año. Al final, más de un centenar de judíos consiguieron refugio en las ursulinas de Via Nomentana.

Era tan conocida la obra de asistencia a los perseguidos que en diciembre de 1943 el Santo Padre hizo llegar a Maria Xavier –a través de monseñor Riberi, encargado de ayudas a las víctimas civiles de la guerra— la suma de 10.000 liras.

Para recordar cómo el árbol de la vida continuó viviendo en medio de tanta barbarie, el Fondo Nacional Hebraico plantará un olivo en el jardín de la casa generalicia de las ursulinas en Via Nomentana.

Bajo el olivo, se pondrá una piedra con la inscripción del salmo de David (85, 11): «Amor y Verdad se encuentran. Justicia y Paz se besan».
ZS02122004
 


LIDER JUDIO ITALIANO APOYA EL "SILENCIO" DE PIO XII

«Mis padres se salvaron al encontrar refugio en un convento»

ROMA, 24 mar 98 (ZENIT).- «Creo que Pío XII sólo podía actuar de la manera en que lo hizo. Sabía que si hubiera tomado una posición oficial contra Hitler las persecuciones se dirigirían también contra los católicos». Estas han sido las declaraciones de Massimo Caviglia, director de la revista «Shalom», el mensual más difundido y autorizado de la comunidad hebrea italiana.

Según Caviglia, quien es también un famoso caricaturista satírico, el auténtico espíritu del Papa Pacelli (Pío XII) está comprobado por el hecho de que, «en privado, ayudó a los hebreos, dándoles asilo en las estructuras eclesiásticas. Mis padres se salvaron al encontrar refugio en un convento».El representante hebreo da una opinión favorable del documento vaticano el Holocausto judío: «Supone un paso adelante».

La comunidad judía de Roma es la más antigua del mundo. Los territorios pontificios siempre acogieron a los judíos y, aunque en algunos momentos no faltaron incomprensiones que dieron origen al «gueto judío», en todo momento pudieron ejercer sus actividades religiosas, sociales y comerciales.

ZE980324-3


HEROES OLVIDADOS DE LA SALVACION DE JUDIOS DEL HOLOCAUSTO
El libro «La banalidad del bien» recoge el increíble testimonio de Giorgio Pierlasca

MADRID, 29 mar 98 (ZENIT).- Gracias a Steven Spielberg, la labor de un empresario alemán católico que salvó a cientos de judíos en la Alemania nazi ha resucitado la memoria de una época que muchos quisieran olvidar. Pero si Oskar Schindler ha pasado a los anales de la historia, justamente debería ofrecer un merecido homenaje a otros muchos olvidados, que arriesgaron su vida en la misma empresa, con un arrojo y una valentía dignos de convertirse en leyenda.

La historia del llamado «Holocausto» está llena de sombras, pero también de grandes luces. Junto a Schindler, resplandecen otros nombres con luz propia: los de un grupo de diplomáticos voluntarios que, en la lejana Budapest, lucharon denodadamente por salvar a miles de judíos de la deportación y de la muerte.

Se trata del primer secretario de la embajada sueca, Raúl Wallemberg (que desapareció misteriosamente con la llegada de los rusos, y sobre el que los soviéticos nunca dieron explicaciones); del nuncio apostólico Angelo Rotta; del vicecónsul de Suiza Karl Lutz, del encargado de negocios español Ángel Sanz-Briz; del encargado de negocios portugués conde de Pongrac; del delgado de la Cruz Roja sueca Valdemar Langlet; y un audaz impostor italiano, Giorgio Perlasca, tratante de ganado y fingido diplomático español, que durante los 45 angustiosos días que duró la rendición de Hungría protegió a miles de personas en las casas de la Legación Española.Precisamente, este quijotesco personaje, que arriesgó su propia vida sin atender más que a su conciencia, es el centro de la historia que narra en el libro «La banalidad del bien» (Editorial Herder). «La ocasión hace del hombre un ladrón..., de mí hizo otra cosa», afirmó siempre Perlasca, sin gloriarse jamás personalmente de su acción, con esa típica sabiduría, mezclada con la mesura y sentido del humor propios de los grandes.

El título del libro se inspira en una obra de Hannah Arendt, «La banalidad del mal», escrito con motivo del juicio, en Jerusalén, del ex nazi Eichmann, el ejecutor de la trágica «Solución final de la cuestión judía». El autor, basándose en conversaciones personales con Perlasca y en su diario de aquellos días, en numerosa documentación, que los historiadores judíos han ido reuniendo sobre el Holocausto, y en los testimonios de los supervivientes, reconstruye lo que constituyó la acción heroica de los diplomáticos de las potencias neutrales para salvar a gran parte de la comunidad hebrea de Budapest.

Asimismo, testifica la labor que el gobierno de España realizó a favor de los judíos, en Hungría y en otros lugares, mediante la concesión de salvoconductos españoles a judíos, con la excusa de la ley, dictada en 1924 por Miguel Primo de Rivera, por la que se concedía a los judíos sefardíes el derecho de ciudadanía española. No había más que unos 200 sefardíes en Hungría... pero la Legación Española salvó a más de 5 mil, amén de colocar banderas españolas en otras casas y hospitales para protegerlos. Otros datos que se ofrecen en el libro son altamente reveladores: unos 28 mil judíos cruzaron los Pirineos durante la guerra, acogidos por las autoridades españolas. Según los historiadores, España salvó en total entre 30 mil y 60 mil víctimas del Holocausto.

Es éste un libro interesantísimo sobre la oportunidad del bien y el valor del hombre corriente. Da ocasión, además, para acercarnos sin prejuicios, como lo hace el autor, a una etapa de la historia que muchos prefieren olvidar... u ocultar.

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RECONSTRUIDA LA HISTORIA
DE LA RED DE ASISTENCIA VATICANA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 julio 2004 (ZENIT.org).-

Los dos volúmenes publicados por el Archivo Secreto Vaticano con el título «Inter Arma Caritas» han permitido descubrir cómo estaba organizada la red de asistencia a las víctimas de la segunda guerra mundial creada por la Santa Sede Francesca di Giovanni y Giuseppina Roselli, historiadoras y oficiales del Archivo Secreto Vaticano, explican en la introducción de esta obra editorial la historia de la Oficina de Informaciones Vaticana (1939-1947), organismo creado por el Papa Pío XII para responder a las numerosas peticiones de personas que no sabían nada de sus seres queridos. Con la ayuda de este documento, y de la reciente publicación de sus registros en los dos volúmenes, Zenit reconstruye la historia de esta red asistencial. La sede de la Oficina se encontraba en un primer momento dentro de la Secretaría de Estado, en la Sección de Asuntos Ordinarios, en el Patio de San Dámaso. Era dirigida por el obispo ruso monseñor Alexander Evreinoff, asistido por un secretario, el sacerdote Emilio Rossi. Al inicio contaba con dos empleados y las peticiones de noticias sobre personas desaparecidas no superaban las sesenta al día. Los principales interlocutores, en contacto continuo con la Oficina, eran los representantes pontificios en los diferentes países --nuncios, delegados apostólicos, vicarios-- que en sus sedes habían organizado oficinas de información, siguiendo el modelo a la creada en el Vaticano. Estas oficinas recibían los módulos enviados por la Santa Sede y enviaban diariamente, a través de un mensajero, las respuestas y peticiones en formularios impresos con el escudo de la representación pontificia. Además, durante las periódicas visitas pastorales a campos de concentración, hospitales, etc., los mismos representantes del Papa, a demás de responder a las necesidades espirituales y de ofrecer consuelo, distribuían entre los prisioneros correo y ayudas --libros, medicinas, alimentos, vestidos, tabaco, instrumentos musicales, etc--.

La actividad de la Oficina de Informaciones Vaticana experimentó un cambio importante con el avance alemán en los Países Bajos, Bélgica y Francia, a partir de la primavera de 1940, y con la entrada de Italia en la guerra, el 10 de junio. El número de peticiones de información se elevó a centenares al día, de modo que la oficina tuvo que aumentar el personal, pasando de dos a dieciséis personas. Dadas las dificultades para comunicar con las poblaciones de los países ocupados, surgió la idea de utilizar la colaboración de «Radio Vaticano». Los llamamientos radiofónicos para pedir u ofrecer informaciones o respuestas de refugiados o personas desaparecidas comenzaron el 20 de junio de 1940. En 1944, «Radio Vaticano» llegó a transmitir 63 programas semanales dedicados exclusivamente a ofrecer este tipo de informaciones, lanzando 27.000 mensajes al mes.

La radio pontificia transmitía, en días y horarios establecidos, listas con los nombres de los prisioneros --civiles o militares-- y de los desaparecidos o refugiados, con noticias y mensajes captados por las nunciaturas, las delegaciones pontificias, y las curias diocesanas, que trataban después de transmitir a las familias. Para agilizar y aumentar los mensajes se pronunciaban números convencionales en sustitución de frases. Por ejemplo, el número 3 significaba «estoy bien», el número 11 quería decir «espero vuestras noticias», el número 13 «mi dirección es la siguiente».

A inicios de 1941, al extenderse la guerra, aumentaron las peticiones dirigidas a la Oficina de Informaciones Vaticana (unas dos mil al día). Los empleados aumentaron hasta cien, ogligando a cambiar de lugar a las oficinas. El 1 de abril de 1941 la Oficina se transfirió al Palacio de San Carlos dentro del territorio vaticano. La nueva sede se dividió en dos partes. Una se destinó al trabajo interno y la otra a la acogida de centenares de personas que acudían a estos locales para pedir informaciones de sus seres queridos y rellenar los formularios. Eran, sin embargo, mucho más numerosas las peticiones que llegaban por correo. Por cada carta, se rellenaba una ficha a la que se le daba un número de protocolo. La oficina acogía estas peticiones sin distinción de raza, religión, nacionalidad, o estado social. Los registros creados por las diferentes secciones de la Oficina de Informaciones, divididos por miles, se depositaban al final del día en cajas de madera. Este fichero de la Oficina se actualizaba cotidianamente. Para poder realizar este inmenso trabajo se pidió ayuda a voluntarios de la Acción Católica y a numerosas religiosas presentes en Roma pertenecientes a decenas de congregaciones religiosas. Transmitidas estas peticiones a las diferentes representaciones pontificias en el mundo, los formularios respondidos eran recogidos por la sección de respuestas, encargada de la actualización de cada una de las fichas y de la transmisión de las noticias a las familias.

Cada semana, el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Giovanni Battista Montini --futuro Pablo VI-- convocaba una reunión en la que participaban el obispo Evreinoff, el padre Rossi, monseñor Angelo Baragel en representación de «Radio Vaticano», junto a otros obispos y monseñores de la Curia romana. Los verbales de estas reuniones eran después presentados al Papa Pío XII para su aprobación.

La sección alemana de la Oficina tenía entre sus funciones atender a los ciudadanos judíos residentes en los territorios ocupados y controlados por Alemania. La correspondencia dirigida a alemanes y eslavos de religión judía era con frecuencia bloqueada o rechazada por la censura alemana. De los judíos de Eslovaquia a Croacia se ocupaba la Obra de San Rafael, dirigida por el padre Anton Weber en la iglesia de los Padres Pallottinos en Roma. En la segunda mitad de 1942, para promover la divulgación de estas noticias, la Oficina de Informaciones creó la revista mensual «Ecclesia», cuyo creador y director fue monseñor Montini. Se convirtió en el órgano informativo impreso de la Oficina vaticana de septiembre de 1942 hasta diciembre de 1945. En 1943, la Oficina alcanzó el momento de su máxima actividad, con decenas de miles de peticiones cotidianas. En ese período, llegaron a trabajar seiscientas personas. La Oficina de Informaciones Vaticana cerró sus actividades el 31 de octubre de 1947.

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Ayuda de Pío XII a los judíos en Eslovaquia
Entrevista con autor del libro que los documenta, monseñor Walter Brandmuller
7 septiembre 2004 (ZENIT.org)

La intervención de la Santa Sede para impedir la persecución de los judíos en Eslovaquia durante la segunda guerra mundial es una de las constataciones que ofrece un volumen de monseñor Walter Brandmuller, presidente del Consejo Pontificio de Ciencias Históricas, según explica a Zenit su autor.

Bajo el título «L'olocausto nella Slovacchia e la Chiesa Cattolica» («El holocausto en Eslovaquia y la Iglesia católica»), el pasado julio la Librería Editorial Vaticana publicó la traducción italiana del libro de monseñor Brandmuller.

En él se analiza, a través de una minuciosa investigación histórica y de la aportación de documentos inéditos --tanto en su idioma original como en su traducción al italiano--, la postura de la Iglesia católica y de la Santa Sede frente a la persecución llevada a cabo contra los judíos en Eslovaquia durante la segunda guerra mundial.

--En su libro se narra la historia de Eslovaquia en un período histórico que va de 1939 a 1945, analizando cómo la Iglesia intervino para salvar a los judíos perseguidos por los nazis. ¿Puede explicarnos la conclusión a la que ha llegado su investigación?

--Monseñor Brandmuller: En mi libro intento, sobre todo, con la necesaria brevedad, describir la situación política, social y religiosa de Eslovaquia entre 1939 y 1945, y tratar a la vez también acerca de las famosas medidas de persecución de los judíos. Al hablar después de la reacción de la Iglesia católica, hago una distinción entre la de la Iglesia en Eslovaquia y el Papa, esto es, la Santa Sede.

Por lo que respecta a la reacción de los obispos, del clero y de los fieles eslovacos, es interesante observar que estuviera por un lado presente un encendido malhumor hacia la influencia --percibida como excesiva-- de la parte judía de la población sobre la vida económica de Eslovaquia; y cómo, por otro lado, se dio la vuelta a esta atmósfera a favor de los judíos en cuanto fueron introducidas las medidas persecutorias.

Claramente aquí se debe hacer una distinción también entre la amplia población católica y el ámbito numéricamente reducido de los nacionalistas-nacionalsocialistas. Los últimos estaban de parte de los nacionalsocialistas alemanes.

--¿Cuáles son las novedades en el terreno histórico contenidas en el libro?

--Monseñor Brandmuller: Nuevamente en este libro está el hecho, por ejemplo, de que por primera vez se presentan, bajo forma de traducción y de documentos originales, los textos de los comunicados de los obispos eslovacos. Además ha sido posible analizar las recopilaciones de documentos del Archivo de la Congregación para las cuestiones eclesiales extraordinarias aún no disponibles para la publicación. También las «Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale», ya publicadas en 1970-1981, han sido empleadas por primera vez.

De estas fuentes surge, entre otros puntos, una valoración muy diferenciada del papel que el presidente de la República eslovaca, Josef Tiso, un sacerdote católico, desempeñó en este contexto.

--¿Cuál fue la política que el Pontífice Pío XII y la Santa Sede adoptaron frente a los perseguidos y en qué modo intervinieron para salvar a los judíos?

--Monseñor Brandmuller: La política de la Santa Sede --o bien del Papa Pío XII-- consistió en influir en el gobierno eslovaco, a través de las vías diplomáticas, a fin de impedir la persecución de los judíos, y en particular para impedir las deportaciones a los campos de exterminio polacos. En esto la diplomacia vaticana desempeñó, bajo el cardenal secretario de Estado Maglio y después de su muerte --ocurrida en 1944-- bajo monseñor Tadini, un papel excelente.

--¿Cuáles son los objetivos que estima lograr con la publicación y difusión de este libro?

--Monseñor Brandmuller: Una atenta e imparcial lectura del libro ha podido hacer entender cómo la interpretación adecuada de las fuentes deja aparecer en una justa luz la contribución de Pío XII y de la diplomacia vaticana en el salvamento de los judíos, contra todas las acusaciones y sospechas que ha habido.

La gratitud y el reconocimiento por la ayuda brindada a los judíos, que fueron tributados a Pío XII por parte judía tanto cuando estaba vivo como después de haber fallecido, estaban por lo tanto bien motivados. Sólo el «Vicario» de Rolf Hochhuth ha volcado en su contra la que hasta entonces había sido la opinión positiva de la gente. Habría que preguntar: ¿por qué?

ZS04090704


Entrevista al profesor Alessandro Duce, autor de libro italiano «La Santa Sede y la cuestión judía (1933-1945)»
edit. Studium

El profesor Duce, profesor extraordinario de Historia de las Relaciones Internacionales en las Facultades de Ciencias Políticas y de Jurisprudencia de la Universidad de Parma.

Su libro es una reconstrucción detallada de la obra diplomática y humanitaria desarrollada por la Santa Sede frente a las persecuciones sufridas por las poblaciones judías a partir de la subida al poder en Alemania de Adolf Hitler hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

El profesor Duce fue entrevistado por Zenit
-16 noviembre 2006

El libro del profesor Duce se distingue por la amplitud de las fuentes diplomáticas vaticanas e internacionales usadas y consultadas. Gracias a los archivos vaticanos relativos a la actividad de la Santa Sede en los años treinta, y a las poco conocidas fuentes diplomáticas italianas, el autor ha sido capaz de reconstruir momentos cruciales de las relaciones alemano-vaticanas, desvelando inéditas situaciones de fondo.

Se conocen, por ejemplo, las innumerables iniciativas relativas a la cuestión judía, emprendidas por la diplomacia vaticana y por los pontífices en los diversos países europeos. En particular, han salido a la luz los esfuerzos vaticanos para facilitar la emigración de los judíos europeos al continente americano y la acción de la Santa Sede para oponerse a la emanación de legislaciones antijudías en Europa centroriental.

--Ha necesitado cinco años de investigación en los Archivos para escribir este libro. ¿Cuáles son las razones que le han impulsado a profundizar en las relaciones entre la Santa Sede y la cuestión judía?

--Duce: De un examen de los numerosos escritos existentes y de los Archivos disponibles, llegue a una convicción: no había una trabajo sistemático e integral que examinara la actuación de la Santa Sede y de sus estructuras diplomáticas en todo el arco temporal (1933-1945) y geográfico en el que se manifestó la violencia nazi y antijudía. He tratado de colmar este vacío; no me corresponde a mí decir si lo he logrado.

--¿Cuáles son las conclusiones de su investigación? ¿Cómo fueron las relaciones con los judíos de los papas Pío XI y Pío XII? ¿Cómo se comportaron frente a las leyes raciales y las persecuciones del pueblo judío?

--Duce: Durante los años de la persecución las relaciones entre los vértices de las comunidades judías y el Vaticano se hacen cada vez más frecuentes e intensas. Los dos pontífices del periodo no pueden ser acusados de indiferencia, de instigación, de complicidad con los perseguidores.

--En un artículo publicado el 26 de octubre por «Corriere de la Sera» se afirma que su libro sostiene la tesis de un Papa Pío XII «dubitativo, aislado» incluso inmóvil, «incapaz de tutelar ni a los creyentes ni a los religiosos de la persecución y del martirio». ¿Es este el resultado de sus investigaciones?

--Duce: La observación del periodista es precisa y pertinente en sustancia; pero necesita interpretación, es decir una lectura específica, situada en el contexto de los acontecimientos. La imposibilidad de Pío XII de tutelar de la violencia nacionalsocialista a los mismos creyentes y al clero debe hacer reflexionar: ¿Se puede pretender de quien no tiene la fuerza de tutelar «el propio rebaño» que salve el de los «vecinos»? El contexto del periodo es el de una doble persecución: anticatólica (en general antirreligiosa) y antijudía. Creo que es inútil precisar que la segunda es mucho más violenta y cruel que la primera.

--Con motivo de la presentación de su libro en Roma, se han elevado algunas voces para detener el proceso de beatificación de Pío XII. ¿Cuál es su opinión al respecto?

--Duce: Mi investigación no tenía el objetivo de influir sobre el proceso de beatificación de Pío XII. Debo confesar que yo mismo no conozco los términos precisos de este procedimiento, ni en qué punto está hoy. He puesto de relieve centenares de documentos (muchos hasta ahora ignorados); no excluyo que algunos de ellos puedan resultar útiles al trabajo de la Comisión encargada de la beatificación. Para mí es ya muy laborioso el trabajo «histórico»; no tengo ninguna intención de hacerme cargo también del de la Comisión.

--Al final de su libro hay un capítulo titulado «La cruzada de la caridad». ¿Puede explicarnos de qué se trata?

--Duce: La «cruzada de la caridad» es una expresión eficaz y feliz usada en varias ocasiones por autorizados representantes vaticanos. Quiere poner de relieve la actividad desarrollada por la Santa Sede durante el conflicto a favor de todos los que sufrían (búsqueda de desaparecidos, informaciones, ayuda a los detenidos, apoyo a las emigraciones, asistencia económica a las familias, prisioneros, deportados, etc.). Es evidente un esfuerzo enorme y duradero sostenido por las estructuras vaticanas y las nunciaturas que sin embargo no estaban constituidas con estos objetivos. La Iglesia de Roma quiso proporcionar asistencia en todas las direcciones sin distinción de religión, nacionalidad o estirpe. En aquella multitud de dolientes están también los judíos.
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