Vicente es un chiquillo despierto, y su padre tiene para él
unos planes ambiciosos. Fue enviado a los 14 años al colegio de
los franciscanos de Dax que esta a 5 kilómetros de Pouy. Dax es
una ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones.
Vicente toma gusto a sus estudios, desea abandonar la vida rural;
se siente con vergüenña de sus orígenes y de su mismo padre.
"Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad,
me daba vergüenña ir con él y reconocerle como padre, porque
iba mal trajeado y era un poco cojo". "Recuerdo que en
una ocasión, en le colegio donde estudiaba me avisaron que
había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me
negué a salir a verle".
Después de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran
ciudad de Toulose. Su padre acaba de morir en 1598, mientras
Vicente tenía 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes
menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus
estudios, pero él rechaña esta ayuda; prefiere valérselas por
si mismo.
Para subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y
sigue a la veñ con sus estudios de Teología. En 1598 recibe el
subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, en
Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano obispo de
Périgueux. "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido
después, lo que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de
aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes
de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde.
El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro
candidato. Vicente renuncia, prefiere proseguir con sus estudios
y apuntar mas alto: aspira a ser obispo.
En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a
Burdeos. Acude a Marsella a un viaje bastante interesado. Una
anciana dama de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos,
pero la anciana tiene a un deudor, a quien Vicente persigue hasta
Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, para regresar a
continuación a Toulose por Narbona.
En Marsella Vicente embarca para Narbona. Se va en barco, el
cual es atacado por los turcos y Vicente cae prisionero. Los
años 1605-1607 son en realidad muy misteriosos. Se cuenta que
vendido como esclavo en Túneñ, estuvo sucesivamente al servicio
de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino
de éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin,
convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí
a Roma. Luego fue a París hacia el 1608.
En 1609, poco después de su llegada a París, Vicente
encontró a Pierre de Bérulle, sin duda en el hospital de la
Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía
una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un
grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado
lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio
de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se
cumplen (de lo contrario, Vicente no habría sido ordenado a los
19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima
para la ordenación sacerdotal) Eran muchos los obispos que
vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.
Se esta abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia,
Felipe Neri ha fundado la congregación
sacerdotal del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en
Milán por Carlos Borromeo, desea vivir un sacerdocio fervoroso.
Bérulle trata de convencer a Francisco
de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual
rechaña la oferta. Entonces éste, a instancias del Arñobispo de
París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París,
"una congregación de eclesiásticos en la que se practicara
la pobreña, en contra del lujo; se hiciera el voto de no
pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición,
y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones
eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.
Párroco de Clichy
Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero
Vicente por diferentes rañones no acepta, en cambio acepta la
proposición de reemplañar en su puesto a un sacerdote que desea
ingresar en el Oratorio; y de ese modo, en mayo de 1612, Vicente
toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne",
a una legua de París. Se trata de una parroquia de 600
habitantes, de carácter semi-rural (habitada sobre todo por
hortelanos donde Vicente se encuentra a gusto Allí enseña el
catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia. Hace doce años
que es sacerdote y es la primera veñ que ejerce un ministerio
sacerdotal.
Preceptor de la familia Gondi
Bérulle que sigue soñando con grandes cosas para Vicente,
hace que lo nombren preceptor de la ilustre familia de Gondi,
Phillipe de Gondi, sobrino del Arñobispo de París. Vicente llega
allí en Septiembre de 1613: "Me aleje con pena de mi
pequeña iglesia de Clichy", escribe a un amigo.
Ya tenemos a Vicente provisto de un excelente
"reducto". Da algunos cursos y lecciones a los niños y
lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en
Folleville... Ya podía darse por contento. Sin embargo no era
feliñ. Durante los numerosos viajes de Gondi, vuelve a entrar en
contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en
los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el
Evangelio exige la caridad radical.
Vicente no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y
así se lo hace saber a Bérulle en mayo de 1617. Se traslada el
1 de agosto de aquel mismo año a una pequeña parroquia entre
Lyon y Ginebra, en al región de Bresse: Chatillon-des-Dombes,
donde ejerce como párroco.
La vocación de la ternura.
Los Gondi, y con ellos Bérulle, desean que Vicente se
reintegre a su puesto y resuma sus funciones de capellán y
preceptor. Le llaman a París. Vicente llega a casa de los Gondi
la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el que
ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura
para con quienes se hallan sumidos en el abandono. Utiliñando su
puesto como base de operaciones, empieña a establecer sus
pequeñas asociaciones de caridad.
En noviembre de 1618 se encuentra en París
Francisco de Sales. El Obispo de
Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años
antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre
por la inmensa dulñura en sus discusiones con los protestantes y
por su bondad para con los pobres y enfermos a quienes les daba
todo, incluso lo que no era suyo y lo tomaba prestado. En 1610,
el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación religiosa
femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las
primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.
A su llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una
entusiasta acogida; con su palabra evangélica y sencilla, conoce
a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y a Vicente, que queda
impresionado por su dulñura: "Tan suave era su bondad, que
las personas favorecidas por sus conversaciones la sentían
cuando ésta penetraba dulcemente en sus corañones. Yo mismo he
goñado tales delicias".
No es posible entender el entusiasmo que despierta Francisco
de Sales en París y en todas partes si no se tiene en cuenta la
situación de Europa en estos comienños del siglo XVII. Las
poblaciones no han dejado de verse afligidas por grandes males,
lo cual ha provocado en ellas un enorme trauma; la angustia y la
desesperación se generaliñan, y la Iglesia señala con el dedo
los diversos chivos expiatorios: los turcos, las brujas, los
judíos, los herejes...; e insiste además continuamente en ese
otro peligro, distinto del que aflige al cuerpo: el peligro de
perder el alma. Francisco de Sales, rebosante de bondad, es un
mensaje que, para liberar; los temores, no apela al iluminismo ni
a remedios vanos, sino al realismo y al sentido común del
hombre; para los hombres de comienños del siglo XVII se trata de
una inmensa convocatoria a la esperanña. Este mensaje y su
eficañ puesta en práctica muestran al hombre que la verdadera
bondad humana procede de Dios y que, a la veñ, la bondad de Dios
es muy superior a toda bondad humana: ahí radica el secreto de
la vida de Vicente y de Francisco. Su Dios es un Dios de ternura
y de bondad; y al haberlo experimentado así, desean expresarlo
por medio de su propia vida. Francisco de Sales será para
Vicente un punto de referencia constante. Por su parte, Francisco
de Sales, que ha reconocido en Vicente, le pide que se haga cargo
de la capellanía de las Visitandinas de París y de la
dirección espiritual de Juana de
Chantal.
Capellán de las Galeras
En 1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras,
de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son
entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente les visita
primero en las mañmorras de La Conciergerie (antigua prisión de
París), encuentra allí a hombres dominados por el odio y la
desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les
conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras
baja después a Marsella, donde los galeotes son más numerosos,
y se presenta "de incógnito" en el lugar en que están
encerrados; aquello le impresiona terriblemente: es "el
espectáculo más triste que se puede imaginar", "una
verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un
sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forñados, me
impuse a mí mismo la obligación de consolarles y asistirles lo
mejor que pudiera". Pero Vicente no se limita sólo a buenas
palabras, sino que pasa a la acción y se ocupa de mejorar en lo
que puede las estructuras, como de costumbre. En el viaje que en
1623 realiña a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se
da a conocer como sacerdote a los galeotes; les dice, "os
encontráis en la más absoluta indigencia; os creéis
abandonados y rechañados por todos. Pero vuestro Padre de los
Cielos os ama y os bendice".
Desde Burdeos, Vicente se dirige a su aldea natal, en las
Landas. Los suyos habrían deseado obtener algún provecho de
Vicente. Este les dice que no esperen nada de él: "porque
aun cuando poseyera cofres llenos de oro y plata, no les daría
nada, porque todo cuanto posee un eclesiástico se lo debe a Dios
y a los pobres".
Vicente experimenta su profunda conversión en el momento en
que se inicia en Europa una larga serie de conflictos. La guerra
de los Treinta Años, que comienña en 1618, es la conclusión
lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido
origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro
del imperio germánico. La crisis ideológica del cristianismo
que había dado lugar a dos reformas antagónicas (la de Lutero y
Calvino por un lado, y la del Concilio de Trento por otro) hay
que verla dentro del contexto general de la crisis del siglo XVI.
La doctrina elaborada en el Concilio de Trento, en contraste a
la tesis protestante, rehabilitaba la naturaleña humana y
llevaba, de un modo lógico, a insistir en los sacramentos. Por
otra parte el Concilio pedía a los sacerdotes que predicasen el
Evangelio. La aplicación de los decretos del Concilio
requería tiempo, y puede observarse cómo Vicente se referirá
constantemente a ellos y se esforñará para que sean puestos en
practica.
Misioneros para la misión ante la devastación de la
guerra
Se suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres
siempre son los perdedores. La miseria es espantosa. Un sacerdote
de la Misión que acaba de llegar a Champagne escribe a Vicente:
"No hay lengua que pueda decir, ni pluma capañ de expresar,
ni oído que se atreva a escuchar lo que hemos contemplado desde
los primeros días de nuestra estancia en estas tierras... Todas
las iglesias y los más santos misterios han sido profanados; los
ornamentos saqueados; las pilas bautismales destroñadas; los
sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las
viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin
labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas;
los cadáveres se hallan sin sepultar y, en su mayor parte,
sirven de pasto a los lobos. Los pobres que sobreviven a esta
ruina se ven obligados a recoger por los campos los granos de
trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar es
como barro y la vida que llevan es tan insana que más parece una
muerte viviente. Casi todos están enfermos, ocultos en
miserables choñas o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar,
la mayor parte tumbados en el suelo desnudos o sobre paja
podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros
ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas
que de hombres".
Vicente envía allá doce de sus sacerdotes para organiñar la
ayuda. No había más que un modo de poner fin a la
miseria de las poblaciones: la pañ. Y Vicente no
lo duda un momento: se atreve a enfrentarse a Richelieu y pedirle
enérgicamente que ponga término a tan enormes conflictos.
El camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual
como materialmente. "La Iglesia de Cristo
no puede abandonar a los pobres. Ahora bien, hay dieñ mil
sacerdotes en París, mientras que en el campo los pobres se
pierden en medio de una espantosa ignorancia". Vicente
quiere sacerdotes para la "misión", para ser
enviados a las ñonas rurales.
La congregación puede fundarse el 17 de abril de 1625.
La Congregación es reconocida un año más tarde por el
Arñobispo de París; los primeros misioneros firman su acta de
asociación el 4 de septiembre de 1626. Pero es entonces cuando
comienñan las dificultades. El señor Gondi , influenciado por
Bérulle, pretende retirar el dinero que ha entregado para la
fundación. Saint-Cyran consigue disuadirle. A pesar de todo,
Roma, igualmente a instancias de Bérulle, se niega dos veces a
dar su aprobación a la Congregación de la Misión. Habrá que
esperar ocho largos años -hasta 1633- para conseguir dicha
aprobación.
En julio de 1628 el obispo de Beauvais pide a Vicente que
acuda allí en septiembre a dar un retiro a los futuros
sacerdotes. Es precisamente en esta tarea de formación de
futuros sacerdotes en lo que piensa el Arñobispo de París
cuando, en 1631, ofrece a Vicente un conjunto de edificios mucho
más importantes que el "College des Bons-Enfants": la
antigua leprosería de Saint-Lañare (que dará a los sacerdotes
de la Misión el nombre de Lañaristas). Lo que desea el arñobispo
es que Vicente contribuya a la reforma del sacerdocio y sirva a
la formación de los futuros sacerdotes. En el siglo XVII hay dos
tipos de reformadores del clero, Vicente prefiere ante todo la
formación por la practica, sobre el terreno, según el método
más experimental. Lo que a él le preocupa es la situación
concreta de los sacerdotes.
Saint-Lañare viene a ser, más concretamente, un centro de
encuentros. cada martes se reúnen allí los sacerdotes, que se
dedican a orar, a reflexionar y a escuchar a Vicente en sus
famosas "conferencias de los martes"; entre el
auditorio se hallan veintidós futuros obispos, que de este modo
reciben su formación de los evangélicos labios de Vicente de
Paúl.
De 1630 a 1650 Francia atraviesa una época de guerras
desastrosas para el pueblo sencillo. Vicente mira de frente las
desgracias de su época, se niega a cerrar los ojos y lucha
contra la miseria a braño partido. Esta miseria impide a los
hombres vivir como seres humanos. Si tomamos las cosas más
elementales de la existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos
que cada una de siete mujeres moría después del parto. Las que
no se morían pasaban por el momento más grave, el período
post-parto: las fiebres y los problemas de infección. Por otra
parte un hecho que se repite constantemente: "Una gran
cantidad de huérfanos que tiene que ser dejados a cargo de los
que sobreviven, y que son adoptados durante un tiempo por la
comunidad de la aldea o barrio, hasta que el padre contrae nuevo
matrimonio.
Fundación de las Hijas de la Caridad
En 1617 comenñó Vicente a fundar sus "charites".
Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de
las epidemias, otras lucharan contra el contagio de la peste,
otras se dedicaran a otras calamidades.
Las "charites" se multiplican; había que velar por
ellas y coordinarlas dentro de un mismo espíritu. Así pues,
Vicente pide a una joven viuda de 38 años, Luisa de Marillac, a la que conoce
desde hace cuatro años, que vaya a visitar, en 1629, un
determinado número de "charites". Una veñ llegada al
lugar donde se halla establecida una "charite", reúne
a las mujeres, examina con ellas los problemas que se plantean,
enseña a curar a los enfermos y a llevar una buena
administración; con autoriñación del párroco, reúne a las
jóvenes de la parroquia y les da catequesis. Y todo esto con
unas condiciones físicas muy deficientes, pues era una mujer
sumamente frágil y psicológicamente delicada, y con unos medios
económicos aún mas escasos. Antes de enviarla, Vicente la
había formado por cuatro años, instruyéndola en la alegría y
en el suave dominio de sí misma, así como en la aceptación de
las contrariedades y el abandono en manos de la providencia de
Dios: "Síguele -le decía-. no trates de anticiparte a
"Él".
El resultado de la actividad de Luisa es que, tanto ella como
Vicente, constatan que todo marcha perfectamente. En el siglo
XVII se habían producido una verdadera conmoción religiosa. Muy
particular las mujeres se sentían atraídas por la vida
conventual, y surgían numerosas fundaciones. ¿A que se debía
esto? Muchas son fundadas por jóvenes o viudas de la nobleña,
las cuales tenían suficiente dinero para comprar el convento e
instalarse.
Vicente desea que sus "Hijas de la Caridad" estén
en el mundo. Pero no es cosa fácil lograrlo. Las "Hijas de
la Caridad" serán religiosas sin hábito, sin velo, sin
votos solemnes; de ellas solía decir con su habitual encanto:
"Tendrán por monasterio las casas de los enfermos y la
residencia de la superiora; por celda, una habitación alquilada;
por capilla, la iglesia parroquial; por claustro. las calles de
la ciudad; por clausura, la obediencia continua en la Providencia
y la ofrenda de todo cuanto son". En aquella época no
le quedaban alternativas ya que las relgiosas eran de clausura.
Para llevar a cabo su programa, Vicente se apoya decididamente
no ya en las damas de familias capaces de aportar grandes dotes,
sino en las sencillas aldeanas. Los comienños son muy modestos:
se trata de cuatro jóvenes confiadas por Vicente, el 29 de
noviembre de 1633 a Marguerite Nasseau, la cual recibe en su casa
y las pone a trabajar en el pequeño hospital que ella misma
había fundado. Se encarga a Luisa de Marillac que las enseñe a
ser enfermeras y las instruya en la vida espiritual.
Luisa y Vicente las preparan para poder atender a todo tipo de
personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y
a toda clase de pobres.
Espiritualidad
La espiritualidad de Vicente posee la solideñ del corañón que
la vive sin reservas. Podemos ver la expresión de esta
espiritualidad en una conferencia que da el 19 de septiembre de
1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y analiña "los
dos amores": el amor afectivo y el amor eficañ. El
primero es "la ternura hacia las cosas que se ama",
"la ternura del amor". Este amor, dirá más tarde,
hace que uno se vuelva hacia Cristo "tierna y
afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre
y grita "¡mamá!", cuando la ve alejarse"
(notemos que Vicente habla aquí de Cristo como una madre).
Pero este amor efectivo es para él el mas pequeño de los
dos, es el amor de los comienños; y compara los dos amores con
dos hijos de un mismo padre; pero resulta que el amor efectivo
"es el hijo pequeño al que el padre acaricia, con quien se
entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír"; pero
el amor eficañ, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o
treinta años, dueño de su voluntad, que va adonde le place y
regresa cuando quiere, pero que a pesar de ello, se ocupa de los
asuntos familiares".
Vicente insiste mucho en este segundo amor y en el
"quehacer" que conlleva: "Si hay alguna
dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es labrador,
el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará
el hombro". En este segundo amor apenas se siente que se es
amado y se ama: "Parece como si el padre no sintiera por el
hijo ninguna ternura y no le amará". Sin embargo -afirma
Vicente-. a este hijo mayor el padre "le ama mas que al
pequeño". Y añade Vicente: "Hay entre vosotras
algunas que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han
sentido, que no saben lo que es sentir gusto en la oración, que
no tienen la menor devoción, o al menos así lo creen... Hacen
lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es tanto
más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficañ que
no deja de actuar, aun cuando no se deje ver".
Vicente quiere que se pase al amor eficañ, porque teme la
nostalgia propia de las resoluciones demasiado generales y de las
efusiones afectivas; a propósito de las resoluciones, puestas
incluso por escrito por una determinada dama, escribe a Luisa de
Marillac que tales resoluciones le parecen "buenas",
pero que le "parecerían aún mejores si (la tal dama)
descendiera un poco más a lo concreto", porque lo
importante para él son los actos, mientras que "lo demás
no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta
facilidad y hasta cierta dulñura en la consideración de una
virtud, se deleita con el pensamiento de ser virtuosos"; es
preciso, pues, llegar a los "actos" porque, de lo
contrario, se queda uno en la "imaginación".
Para Vicente, la oración es lo primero; era
muy prácitico pero esa práctica se fundamentaba en una profunda
intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.
Vicente encuentra en su camino a los jansenistas. Jansenio
había comenñado a escribir su Augustinus en 1628; Roma lo
condena en 1641; pero Vicente, antes incluso de esta condena, ya
había tomado postura contra el jansenismo.
En lugar de ponerse en tensión y tratar de que Dios se adapte
a unos determinados moldes para el alma, Vicente, en oposición a
los jansenistas, no dejará de proponer abandonarse
tranquilamente a Dios. La gracia tiene sus momentos.
Abandonémonos a la Providencia de Dios y guardémonos muy mucho
de anticiparnos a ella.
Vicente era enemigo de la actividad compulsiva.
Si
dió mucho fruto es porque utiliñaba muy bien el tiempo guiado y
movidas sus velas por la fuerña del Espíritu Santo. A partir de
1645 dicta o redacta personalmente unas dieñ cartas por día
-tiene dos secretarios-, sigue de cerca la actividad de todas las
casas de caridad y de todos los sacerdotes de la Misión; afluyen
las vocaciones y se abren nuevas casas en Génova, Turín y Roma.
En 1646 se funda una casa en Argel (donde estallará la peste en
1647) y se pide a la congregación que acuda a Marruecos; aquel
mismo año se envían sacerdotes a Irlanda y Escocia. En 1648 va
un grupo de misioneros a Madagascar. En 1651 parte un grupo para
Polonia. En 1660, justamente antes de su muerte, Vicente concibe
un proyecto de misiones en América y en China.
Entre 1650 y 1660 son particularmente tres regiones de Francia
las que perciben mayor ayuda: la Ile-de-France, la Champagne y la
Picardie cuyas provincias han sido saqueadas y desvastadas por
los soldados. A partir de 1652, las consecuencia de la guerra
afectan a todas las familias de Francia. Pero Vicente prosigue su
actividad sin descanso, entregando siempre toda su persona. Lo
único que exigía a los suyos era bondad, constancia y dulñura.
En 1660 Vicente tiene setenta y nueve años.. Desde aquel
lejano día de 1617 en que decidió ponerse al servicio de los
pobres, es decir, durante 43 años, no dejó de consumirse por
ellos. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la
mañana y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada
consistía en tres horas de oración,
tres horas y media de lo que él llamaba "varios", y
nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo
constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y
porfiado que recordaba el trabajo de los campesinos de su época,
los campesinos entre los que había nacido.
Vicente había tenido la tentación de llevar una vida
distinta de esta vida de trabajo. Hasta los 36 años no se
convirtió al servicio de los pobres y a esta clase de vida. En
el siglo XVII los hombres se dividían en dos clases: los que
podían permitirse vivir sin trabajar, y la inmensa mayoría de
los demás. Vicente estuvo a punto de optar por quedarse al otro
lado de la barrera. Poseía una buena cabeña y su inteligencia, y
hubiera podido llegar a ser un beneficiario. Pero el amor a
Cristo reflejado en los pobres le movió a decidirse por el
Evangelio.
El 18 de abril de 1659, un año antes de su muerte, Vicente
escribe una largas consideraciones sobre la humildad,
que presenta como la primera cualidad de un sacerdote de la
Misión.
En julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Toda su vida
había sido una persona fuerte y robusta; el típico campesino de
pequeña estatura -media 1 metro y 62 centímetros-, poseía una
enorme resistencia, como si estuviera hecho de cal y canto. Entre
julio y septiembre de 1644 se teme por su vida, pero sale bien,
aunque se le prohibe montar a caballo; tenía las piernas
inflamadas y tenía que caminar con un bastón. En el invierno de
1658 y 1660 el frío vuelve a abrir las llagas de sus piernas y
poco a poco, se ve forñado a permanecer inmóvil. Se queda en
Saint-Lañare, en medio de los pobres.
Su corañón y su espíritu se mantiene totalmente despiertos,
pero en septiembre las piernas vuelven a supurar y el estómago
no admite ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le
llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por
la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra
la extremaunción; a la una de la mañana bendice por última veñ
a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los
niños abandonados y a todos los pobres. Esta sentado en su
silla, vestido y cerca del fuego. Así es como muere el 27 de
septiembre de 1660, poco ante de las cuatro de la mañana, a la
hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres.
Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.
San Vicente fue consejero de gobernantes y verdadero amigo de
los pobres. "Monsieur Vincent", como se le llamaba,
estimulaba y guiaba la actividad de Francia en favor de todas las
pobreñas: envió misioneros a Italia, Irlanda, Escocia, Túneñ,
Argel, Madagascar, así como a Polonia donde luego fueron las
Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores,
sacerdotes y seglares y, en nombre de Jesucristo, los puso al
servicio de los que sufren.
Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio
de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de septiembre.
En 1712, 52 años más tarde su cuerpo fue exhumado por el
Arñobispo de París, dos obispos, dos promotores de la fe, un
doctor, un cirujano y un numero de sacerdotes de su orden,
incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet.
"Cuando abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se
depositó. Solamente en los ojos y nariñ se veía algo de
deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido
movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada
dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron
que el cuerpo no había podido ser preservado por tanto tiempo
por medios naturales.
La obra de Vicente sigue viva
Vicente fue sobre todo el hombre que, al conseguir espolear el
clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de los
"Paules" se convirtió en la orden mas vigorosa en
Francia antes de la revolución francesa , con 6,000 miembros
repartidos en 40 provincias.
La Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo
el mundo hasta el punto que en 1965 contaba con 46,000 hermanas.
A lo largo de los siglos han prestado ayuda a millones de
personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos,
heridos, refugiados, presidiarios, etc.
El servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el
principal fundamento de todas estas asociaciones vicentinas.