Santo Tomás
Moro (More)
Mártir, canciller
del rey inglés Enrique VIII.
Patrono de los gobernantes y los políticos.
Nace: 1478, muere 1535.
Fiesta:
22 de junio, junto con san Juan Fisher
"El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la
moral"
"El Buen servidor del rey,
pero primero
Dios"
ORACION DE
SANTO TOMÁS MORO
Dios Glorioso, dame gracia para enmendar mi vida y tener presente
mi fin sin eludir la muerte, pues para quienes mueren en Ti, buen
Señor, la muerte es la puerta a una vida de riqueza.
Y dame, buen Señor, una mente humilde, modesta, calma, pacífica,
paciente, caritativa, amable, tierna y compasiva en todas mis
obras, en todas mis palabras y en todos mis pensamientos, para
tener el sabor de tu santo y bendito espíritu.
Dame buen Señor, una fe plena, una esperanza firme y una caridad
ferviente, un amor a Ti, muy por encima de mi amor por mí.
Dame, buen Señor, el deseo de estar contigo, de no evitar las
calamidades de este mundo, no tanto por alcanzar las alegrías del
cielo como simplemente por amor a Ti.
Y dame, buen Señor, Tu amor y Tu favor; que mi amor a TI, por
grande que pueda ser, no podría merecerlo si no fuera por tu gran
bondad. Buen Señor, dame Tu gracia para trabajar por estas cosas
que te pido.
**************
La despedida
de Tomás Moro a su hija
Margarita,
escrita en la cárcel
poco antes de su
martirio
"Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y
no te preocupes por
mi, sea lo que sea que me
pase en este
mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él
quiere, por muy malo que nos
parezca, es en
realidad lo mejor".
"Aunque estoy
convencido, mi querida Margarita, de que la
maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me
abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar
en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me
ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las
ganancias y la
misma vida, antes de prestar juramento en
contra de mi conciencia".
|
BIOGRAFÍA
Santo Tomás Moro nació en Londres en
1477. Recibió una excelente educación clásica, graduándose de la
Universidad de Oxford en abogacía. Su carrera en leyes lo llevó al parlamento. En
1505 se casó con su querida Jane Colt con quien tuvo un hijo y tres
hijas. Jane muere joven y Tomás contrae nuevamente nupcias con una viuda, Alice
Middleton.
Hombre de gran sabiduría, reformador,
amigo de varios obispos.
En 1516 escribió su famoso libro
"Utopía". Atrajo la atención del rey Enrique VIII quién lo
nombró a varios importantes puestos y finalmente "Lord Chancellor",
canciller, en 1529. En el culmen de su carrera Tomás renunció,
en 1532, cuando el rey Enrique persistía en repudiar a su esposa para
casarse, para lo cual el rey se disponía a romper la unidad de la
Iglesia y formar la iglesia anglicana bajo su autoridad.
Santo Tomás pasó el resto de su vida
escribiendo sobre todo en defensa de la Iglesia. En 1534, con su buen
amigo el obispo y santo Juan Fisher, rehusó rendir obediencia al rey
como cabeza de la iglesia. Estaba dispuesto a obedecer al rey dentro
de su campo de autoridad que es lo civil pero no aceptaba su
usurpación de la autoridad sobre la Iglesia. Tomás y el
obispo Fisher se ayudaron mutuamente a mantenerse fieles a Cristo en
un momento en que la gran mayoría cedía ante la presión del rey por
miedo a perder sus vidas. Ellos demostraron lo que es ser de verdad
discípulos de Cristo y el significado de la verdadera amistad.
Ambos pagaron el máximo precio ya que fueron encerrados en La Torre
de Londres. Catorce meses mas tarde, nueve días después de la
ejecución de San Juan Fisher, Sto. Tomás fue juzgado y condenado
como traidor. El dijo a la corte que no podía ir en contra de su
conciencia y decía a los jueces que "podamos después
en el cielo felizmente todos reunirnos para la salvación eterna"
Ya en el andamio para la ejecución,
Santo Tomás le dijo a la gente allí congregada que el moría como
"El buen servidor del rey, pero primero Dios" ("the
King's good servant-but God's first"). Nos recuerda las palabras
de Jesús: "Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de
Dios." Fue decapitado el 6 de julio de 1535. Su fiesta es
el 22 de junio.
Qué gran modelo es Santo Tomás Moro
para todos, en especial para los políticos, gobernantes y
abogados. Pidámosle que su valentía les inspire para
mantenerse firmes e íntegros en la verdad sin guardar odios ni
venganzas.
PENSAMIENTOS DE STO. TOMAS
MORO
"Si
me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen
cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me armo cada
día para el combate con la recepción de la Eucaristía. Si
necesito una luz especial y prudencia para desempeñar mis
pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco Su consejo y
luz" 1
"Estas
cosas, buen Señor, por las que rezamos, danos la gracia de
trabajarlas" 2
"Es
mas breve y rápido escribir herejías que responder a
ellas" 3
NOTAS
1 "If I am distracted,
Holy Communion helps me become recollected. If opportunities are
offered by each day to offend my God, I arm myself anew each day for
the combat by reception of the Eucharist. If I am in need of special
light and prudence in order to discharge my burdensome duties, I draw
nigh to my Savior and seek counsel and light from Him." --Saint
Thomas More
2 "These things,
good Lord, that we pray for, give us Thy grace to labor for."
--Saint Thomas More.
3 "It is a shorter
thing and sooner done, to write heresies, than to answer them."
--Saint Thomas More.
Una imagen de
Sto. Tomas More en la iglesia anglicana
Por primera vez en la historia, junio
2002, han puesto una imagen del mártir en una iglesia anglicana. Es
verdaderamente "Un hombre para todas las épocas" (A Man for All
Seasons), tal como se titula la película sobre su vida.
El artista es obra de
Holbein, artista de la corte inglesa. Fue desvelado por el príncipe
de Wales en un acto reconciliación.
Sobre
sus escritos:
-por Esteban Kriskovich (Director Instituto
Tomás Moro. Universidad Católica. Asunción-Paraguay)
En los catorce meses de prisión (17 de abril de 1534
a 6 de julio de 1535), escribió varios cientos de hojas que forman uno
de los más conmovedores testimonios de la fidelidad de un ser humano a
su conciencia, a la verdad y a sus principios.
Además de una numerosa correspondencia, que
parcialmente se ha podido rescatar, y unas cuantas conmovedoras
oraciones encontradas en su libro de las horas, y una "Instrucción
para recibir el cuerpo de Cristo", ha escrito dos obras
impresionantes:
1) "Un diálogo de la fortaleza contra la
tribulación", en el cual dos personajes Antonio y Vicente, uno
anciano y el otro joven, dialogan ante una eminente invasión turca de
los peligros y adversidades que han debido sobrellevar los cristianos
perseguidos por su fe dentro y fuera de Inglaterra.
2) "La agonía de Cristo", obra inconclusa
que parece habérsele arrancado de las manos justo cuando estaba en el
capítulo de la aprehensión de Cristo luego de la agonía en el huerto
de los olivos. Su última expresión referida a la captura de Cristo en
el huerto fue "...echaron mano sobre Jesús".
La imitación a Jesucristo es la plenitud
del hombre, y el amor del cristiano. Como muy bien lo dice Alvaro de
Silva, Moro escribió este libro con lucidez, afecto y ternura, pero sin
ningún sentimentalismo. El cristiano ha de seguir los pasos de Cristo
hasta el final, empujado por el amor y la belleza de Cristo. El Calvario
es una montaña, no un hoyo oscuro. También la Cruz erguida es un
desafío a la ley de la gravedad[3].
Sobre ella quiero referirme explícitamente, porque
creo que en algunas páginas existe algo que luego de casi dos mil años,
de casi quinientos años, permanece actual.
Moro hizo de la pasión de Cristo, y de
manera dramática, el centro de su contemplación durante su
encarcelamiento en la Torre de Londres y todo el proceso. Para
fortalecerse, Moro se ensimisma en Cristo, y sigue los pasos de Cristo
en su agonía, encarcelamiento, proceso, pasión y muerte[4].
Y en un capítulo[5], que es el
que quería recordar, reflexiona el hecho de que los Apóstoles, en el
huerto de los olivos, duermen mientras el traidor conspira, y
Cristo les llama tres veces seguidas y ellos se vuelven a dormir, tal
vez por cansancio, tal vez por pereza, tal vez por dolor, pueden existir
miles de explicaciones, lo cierto es que se duermen mientras Cristo los
necesita. ¡Velad y orad!, les repite y ellos se vuelven ha dormir.
Estado de somnolencia. ¿No es este contraste entre el traidor y los
apóstoles como un espejo, y no menos clara que triste y terrible, de lo
que ocurre tantas veces a través de los siglos, desde aquellos tiempos
hasta nuestros días?. La somnolencia. Con razón dice Cristo que los
hijos de las tinieblas son mucho más astutos que los hijos de la luz. Y
nosotros, ¿estamos despiertos mientras otros maquinan?; ¿estamos
despiertos en nuestras universidades fomentando una cultura de la vida
humanizadora, mientras otras universidades pueden estar produciendo
tesis deshumanizante?, ¿estamos despiertos mientras nuestras leyes
atentan contra la vida y la dignidad humana?, ¿estamos despiertos
mientras crean nuevos términos y manipulan conceptos y el lenguaje?,
legisladores, filósofos, educadores, periodistas, estudiantes,
juristas, jueces, médicos, pastores, intelectuales, religiosos, hombres
de gobierno, padres de familia, familias enteras, pueblo amante de lo
verdadero, ¿estamos acaso despiertos?.
En todos sus últimos escritos se puede
notar que Tomás Moro está prácticamente solo. Si no fuera por la
comprensión incluso forzada de su hija Margaret estaría completamente
solo. Pero "solo" en el convencimiento de su participación en
la verdad y la certeza de la comunión en esa verdad con todos los
santos. El excanciller es un hombre solo, pero ¿no es la libertad
original y auténtica precisamente estar solo el hombre delante de su
Dios?[6].
No se encuentra en los escritos de Moro
ningún fenómeno que ocurrió a otros santos como apariciones, voces
celestiales, milagros ni arrebatos místicos. Moro persevera anclado
firmemente en la claridad de su conciencia cristiana frente a todo lo
que tiene por delante. Sólo cuenta con su fe y su razón, su libertad
anclada en el amor a Cristo y a la Iglesia. Ha formado su conciencia
durante largo tiempo. Con estudio y reflexión. Su convicción es tan
honda y tan pura que no tiene necesidad de juzgar, despreciar o condenar
a los demás. Ni disminuye su amor y respeto al Rey que le envía a la
muerte, ni su lealtad al país que tanto ama. Pero su amor a Cristo y a
la Iglesia es mayor, y fundado en la clara razón, en la verdad[7].
Por esto murió, no tanto por un principio o idea o tradición, ni
siquiera doctrina, sino por una persona, por Cristo. No por un amor a
Cristo en abstracto, sino a su Iglesia y a la verdad revelada en ella,
en su caso la aceptación y defensa de la supremacía espiritual del
Romano Pontífice, la "roca". Moro amaba a Cristo y
comprendió que negar aquella verdad o punto doctrinal equivalía a
renegar de Cristo.
Moro dentro de su silencio escogió y valoró cada
palabra para fabricar una de las protestas más apasionadas y al mismo
tiempo serenas a favor de la libertad del espíritu humano, iluminado
por la verdad. El cristiano puede vivir sin muchas cosas, pero no puede
vivir sin libertad. Su pasión por la verdad debe necesariamente ir
unida a su pasión por la libertad. Moro ingresó en la Torre por seguir
la verdad de su conciencia. No se adhirió al juramento porque repugnaba
su conciencia cristiana. Hacerlo le hubiera llevado a perder su libertad
auténtica, con mayúsculas, adherida a la verdad, y por consiguiente a
perderse a sí mismo para adherirse a la auténtica libertad. Sin esa
libertad original del Espíritu, las demás libertades pueden ser
cadenas, aunque produzcan admiración y muy hermosas parezcan. Esto es
lo que Moro tiene presente al hablar en algunas cartas del "respeto
a su alma".
Hablar de conciencia individual y de
inalienable libertad, no significa de ningún modo que esté permitido
tomar caprichosamente cualquier decisión, sino más bien, la aptitud y
obligación de buscar la verdad en cualquier asunto, según los medios
de que se disponga. Y por eso fue al suplicio sin hacer concesiones,
cuando le hubiera bastado aceptar un compromiso equívoco, que todo el
mundo esperaba de él, para hallarse de nuevo en el ocio con dignidad[8],
o en la mentira con una supuesta dignidad.
La auténtica libertad es la fuente de la alegría:
"La claridad de mi conciencia hizo que mi corazón brincara de
alegría", escribió a su hija Margaret, en los últimos meses de
vida. Y esto hacía que el santo, pueda perdonar, rezar por sus
enemigos, y aún en esos momentos difíciles y dolorosos, incluso en el
cadalso, con el buen humor, fruto de la alegría de pertenecer a Cristo,
antes que al propio interés o a los intereses de Estado.
Un contemporáneo de Moro, Nicolas
Maquiavelo, escribió: "Amo a mi ciudad más que a mi propia
alma". En esta exclamación la trascendencia se borra, el espíritu
se aplaca, la conveniencia está por encima de la verdad, y el ser de
las cosas se manipula causando incalculables perjuicios. Las
consecuencias las conocemos mejor nosotros y mucho más trágicamente
que Maquiavelo.[9]
Como decía Chesterton, "dentro de
la Iglesia uno tiene que quitarse el sombrero, pero no la cabeza".
No luchaba Moro obstinado en su concepción personal ni subjetiva sino
en defensa y amor a la verdad. No aspiraba a "salirse con la
suya", sino "con la de Dios". Moro murió por una verdad
que en su época había sido puesta en peligro. Moro era un intelectual
de primera línea, figura cumbre del humanismo renacentista europeo.
Tomás Moro estudió la cuestión con objetividad y se aseguró
concienzudamente en la verdad. Su conciencia estaba bien formada, su fe
era razonable y su contenido había conocido largas horas de reflexión
y de estudio. No murió por defender una simple opinión de su cabeza ni
por un capricho de su conciencia, sino por salvaguardar la conciencia en
la verdad objetiva revelada. Se opuso a una ley dictada al antojo por
intereses del momento. Se le cortó la cabeza porque ella era lo que sus
enemigos no pudieron conquistar en él[10], y necesitaron de un
traidor que con perjurio lo acuse infamemente. Parecería que la verdad
venció sobre la mentira, pero ¿ha sido así?. Veritas magna et
prevalet. La verdad es grande y prevalece (San Agustín)[11]. Su
testimonio aún sigue hasta nuestros días y nos compromete. El peso de
su carácter, de su energía viril, de su honestidad, de su formación
jurídica y sus quince meses en prisión es abrumador en lo que respecta
a sus razones en defensa de la verdad, de lo que las cosas son
realmente, del bien, de la justicia. Había mantenido con su
inteligencia y prestigio humanista, con la tinta de su pluma, la fe de
siempre muchos años antes de librar la última batalla con la sangre de
su cabeza[12].
En un bote antes de ser apresado, hablando con su
yerno William Ropper sobre la posibilidad de perder su libertad, Moro le
manifestó: "La batalla está ganada". La batalla está
ganada, existen muchas interpretaciones de esta expresión: la batalla
de Moro consigo mismo, la batalla frente a la tentación, la batalla
contra los temores, la batalla del bien contra el mal, la batalla de la
verdad contra la mentira, la batalla de la muerte contra la vida, la
batalla que ya Cristo ganó por nosotros.
La batalla está ganada, pero no abandonemos la lucha.
Estamos llamados a ser notables soldados de Cristo, sobre todo para que
no hayan más víctimas inocentes del relativismo en lo concreto. Si
Dios no existe, ya todo está permitido –decía Dostoievsky-. Debemos
prepararnos para ello siempre, para anunciar el esplendor de la verdad
en nuestro mundo, hasta las últimas consecuencias.
Para terminar, quisiera repetir algunas
frases de la entrevista sobre Tomás Moro a Oscar Luigi Scalfaro,
expresidente de Italia: "Para ser buenos políticos hay que ser,
ante todo, personas íntegras y formadas; formadas especialmente en la
vivencia según los valores cristianos. De este modo pueden ser fuertes
interiormente para poder resistir a las tentaciones del poder. Fuertes
con la gracia de Dios, que conquista y que se mantiene con la oración y
los sacramentos. Cuando Moro tenía entre manos algún asunto importante
o grave, iba a la Iglesia, se confesaba, asistía a Misa y recibía la
Comunión[13]. Reconocía que el poder era un don que venía de
lo alto. El poder por el poder es diabólico; es el pecado de soberbia;
es, sobre todo, pensar en sí, en la propia carrera, en el propio
interés. ¡Lo opuesto al servicio de la comunidad! La formación de la
persona forma parte de los derechos y deberes naturales de la familia,
es decir, de los padres. Ahora bien, también es un deber primario de la
Iglesia, que es madre y maestra, y tiene la tarea formar integralmente a
sus propios hijos. La responsabilidad de la Iglesia en este campo es
grande: ¿quién mejor que la Iglesia puede hacer sentir al cristiano
que, como ciudadano, no se puede quedar en casa durmiendo, que el bien
común depende de cada uno y que el sacrificio por la comunidad es un
deber de justicia?. El desafío es grande y necesita personas y sobre
todo jóvenes dispuestos a vivir la política como una misión,
dispuestos a seguir los grandes ideales del Evangelio, con generosidad y
afrontando todo riesgo.
"Simón, tú duermes?" Pedro y los demás lo
amaban con locura pero estaban en un estado de somnolencia.
"Simón, tu duermes?", pongamos en lugar de Simón allí
nuestro nombre y ensimismémonos con esta pregunta de Cristo.
Permanezcamos despiertos.
Estas Jornadas para muchos en su historia puede marcar
un hito muy importante. No es casual que nos hallamos encontrado. Dios
suele llamar con una sutileza muy especial. Tal vez este llamado se haya
dado con la invitación a participar de estas Jornadas. El compromiso es
personal. Es personal. La tarea de la iluminación de la inteligencia no
es fácil pero es necesaria y apasionante. No estamos solos, aunque
aparentemente lo sintamos así, porque de hecho estamos llamados en
tiempos difíciles.
La batalla está ganada, pero la lucha continúa.
Todos estamos llamados para este desafío, aunque nos encontremos
aparentemente solos contra el poder, Dios Padre nos protege, Dios Hijo
Jesucristo nos acompaña, y Dios Espíritu Santo, nos ilumina con su
gracia, y además tenemos la compañía de todos los santos. El mundo
está hambriento de una respuesta política auténtica, humana, Dios por
algo nos hizo nacer en este tiempo y en esta tierra. Respondamos a su
llamado. Muchas gracias.
[3] Cartas desde la Torre, Introducción,
Pág. 16.
[4] Un hombre solo. Cartas desde la Torre. Rialp. Madrid. 1990. Pág.
148.
[5] La Agonía de Cristo. Rialp. Madrid. 1997. Pág. 76
[6] Idem. Päg. 21
[7] Idem, 22
[8] Louis Brouyer. "Tomás Moro. Humanista y mártir".
Encuentro. Madrid. Pág. 88.
[9] Carta de Maquiavelo a Francesco Vettoni el 16 de abril de 1527.
[10] La agonía de Cristo. Introducción de Álvaro de Silva. Pág.
xxvi.
[11] Louis Bouyer. "Tomás Moro. Humanista y Martir".
Encuentro. Madrid. Pág. 91.
[12] La agonía de Cristo. Idem. Pág. xxiv.
[13] Cartas desde la Torre. Pág. 145.
Carta del Santo Padre Juan Pablo II
declarando a Sto. Tomás Moro patrono de los gobernantes y políticos.
31 Oct 2000, «motu proprio».
1. De la vida y del martirio de santo Tomás Moro brota un mensaje que
a través de los siglos habla a los hombres de todos los tiempos de la
inalienable dignidad de la conciencia, la cual, como recuerda el
Concilio Vaticano II, «es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo
de ella» (Gaudium et spes, 16). Cuando el hombre y la mujer escuchan
la llamada de la verdad, entonces la conciencia orienta con seguridad
sus actos hacia el bien. Precisamente por el testimonio, ofrecido
hasta el derramamiento de su sangre, de la primacía de la verdad
sobre el poder, santo Tomás Moro es venerado como ejemplo
imperecedero de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia,
especialmente entre los que están llamados a dirigir los destinos de
los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración para
una política que tenga como fin supremo el servicio a la persona
humana.
Recientemente, algunos Jefes de Estado y de Gobierno, numerosos
exponentes políticos, algunas Conferencias Episcopales y Obispos de
forma individual, me han dirigido peticiones en favor de la proclamación
de santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos.
Entre los firmantes de esta petición hay personalidades de diversa
orientación política, cultural y religiosa, como expresión de vivo
y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este
insigne hombre de gobierno.
2. Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su país.
Nacido en Londres en 1478 en el seno de una respetable familia, entró
desde joven al servicio del arzobispo de Canterbury Juan Morton,
canciller del Reino. Prosiguió después los estudios de leyes en
Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de la
cultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien
el griego y mantuvo relaciones de intercambio y amistad con
importantes protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos
Erasmo Desiderio de Rotterdam.
Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de
una asidua práctica ascética: cultivó la amistad con los frailes
menores observantes del convento de Greenwich y durante un tiempo se
alojó en la cartuja de Londres, dos de los principales centros de
fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la
vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt,
de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó
en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue
durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel,
profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e
intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y
estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la
propia vocación. La vida de familia permitía, además, largo tiempo
para la oración común y la «lectio divina», así como para sanas
formas de recreo hogareño. Tomás asistía diariamente a misa en la
iglesia parroquial, y las austeras penitencias que se imponía eran
conocidas solamente por sus parientes más íntimos.
3. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para
el Parlamento. Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró
también representante de la Corona en la capital, abriéndole así
una brillante carrera en la administración pública. En la década
sucesiva, el rey lo envió en varias ocasiones para misiones diplomáticas
y comerciales en Flandes y en el territorio de la actual Francia.
Nombrado miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un
tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523 llegó a ser
portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes.
Estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de
su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición
extraordinaria, en 1529, en un momento de crisis política y económica
del país, el rey le nombró canciller del Reino. Como primer laico en
ocupar este cargo, Tomás afrontó un período extremadamente difícil,
esforzándose en servir al rey y al país. Fiel a sus principios se
empeñó en promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quien
buscaba los propios intereses en detrimento de los débiles. En 1532,
no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería
asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión.
Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la
pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos
amigos.
Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su
propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de
Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica.
Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se
le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación
política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin
control. Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una
apasionada apología de las propias convicciones sobre la
indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico
inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante
el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.
Con el paso de los siglos se atenuó la discriminación respecto a la
Iglesia. En 1850 fue restablecida en Inglaterra la jerarquía católica.
Así fue posible iniciar las causas de canonización de numerosos mártires.
Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el obispo Juan
Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con el
mismo obispo, fue canonizado después por Pío XI en 1935, con ocasión
del IV centenario de su martirio.
4. Son muchas las razones a favor de la proclamación de santo Tomás
Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos. Entre éstas,
la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos
creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico
en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades.
En efecto, fenómenos económicos muy innovadores están hoy
modificando las estructuras sociales. Por otra parte, las conquistas
científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia
de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las
promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una
opinión pública desorientada, exigen con urgencia opciones políticas
claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de
los marginados.
En este contexto es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro que
se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las
instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería
servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos
enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes.
Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés
puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si
era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito
sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño;
promovió la educación integral de la juventud. El profundo
desprendimiento de honores y riquezas, la humildad serena y jovial, el
equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vanidad del
éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron
aquella confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades
y frente a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó
a través de toda una vida entera de trabajo y de entrega a Dios y al
prójimo.
Refiriéndome a semejantes ejemplos de armonía entre la fe y las
obras, en la Exhortación apostólica postsinodal «Christifideles
laici» escribí que «la unidad de vida de los fieles laicos tiene
una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida
profesional ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su
vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la
vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de
su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres» (n.
17).
Esta armonía entre lo natural y lo sobrenatural es tal vez el
elemento que mejor define la personalidad del gran estadista inglés.
Él vivió su intensa vida pública con sencilla humildad,
caracterizada por el célebre «buen humor», incluso ante la muerte.
Éste es el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad. El
hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Ésta
es la luz que iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de decir,
«el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos
tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se
enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con expresión
atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios»
(Discurso 7.4.1998, 3).
Y fue precisamente en la defensa de los derechos de la conciencia
donde el ejemplo de Tomás Moro brilló con intensa luz. Se puede
decir que él vivió de modo singular el valor de una conciencia moral
que es «testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la
intimidad del hombre hasta las raíces de su alma» (Enc. «Veritatis
splendor», 58). Aunque, por lo que se refiere a su acción contra los
herejes, sufrió los límites de la cultura de su tiempo.
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución «Gaudium et
spes», señala cómo en el mundo contemporáneo está creciendo «la
conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona humana,
ya que está por encima de todas las cosas, y sus derechos y deberes
son universales e inviolables» (n.26). La historia de santo Tomás
Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política.
En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas
injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la
primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al
poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden
civil de acuerdo con la naturaleza del hombre.
5. Confío, por tanto, que la elevación de la eximia figura de santo
Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos ayude
al bien de la sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en plena
sintonía con el espíritu del Gran Jubileo que nos introduce en el
tercer milenio cristiano.
Por tanto, después de una madura consideración, acogiendo complacido
las peticiones recibidas, constituyo y declaro patrono de los
gobernantes y de los políticos a santo Tomás Moro, concediendo que
le vengan otorgados todos los honores y privilegios litúrgicos que
corresponden, según el derecho, a los patronos de categorías de
personas.
Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del hombre, ayer, hoy y
siempre.
Roma, junto a San Pedro, el día 31 de octubre de 2000, vigésimo
tercero de mi Pontificado
IOANNES PAULUS PP.II
N.B.: El texto original de la carta está escrito en latín. La
traducción que aquí presentamos ha sido distribuida por la Sala de
Prensa de la Santa Sede.