San Pedro Crisólogo
(400-450)
Crisólogo: "orador
áureo, excelente".
Fiesta: 30 de julio
Arzobispo de Ravenna, Italia.
Doctor de la Iglesia
Famoso por su
prédica ungida.
Nació alrededor del año 380 en
Imola, en la Emilia, y entró a formar parte del clero de aquella
población. El año 424 fue elegido obispo de Ravena, e instruyó a
su grey, de la que era pastor celosísimo, con abundantes
sermones y escritos. Murió hacia el año 450.
Ver sus sermones:
Misterio de la Encarnación
Se tu mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios
#108
Dichosos los que trabajan por la paz
El Verbo, sabiduría de Dios, se hizo hombre #117
El amor desea ver a Dios
#147
Vida de San Pedro Crisólogo
-Butler,
Vida de los Santos, editado con datos adicionales, SCTJM
SAN
PEDRO nació en Imola,
en la Emilia oriental. Estudió
las ciencias sagradas, y recibió el diaconado de manos de Cornelio,
obispo de Imola, de quien habla con la mayor veneración y gratitud.
Cornelio formó a Pedro en la virtud desde sus primeros años y le
hizo comprender que en el dominio de las pasiones y de sí mismo residía
la verdadera grandeza y que era éste el único medio de alcanzar el espíritu
de Cristo.
Elegido
Obispo de Ravena - 433 AD.
Según la leyenda,
San Pedro Crisólog fue elevado a la dignidad episcopal de la manera siguiente:
Juan, el arzobispo de Ravena, murió hacia el año 433. El clero y el pueblo de la ciudad eligieron a su sucesor y pidieron
a Cornelio de Imola que encabezase la embajada que iba a Roma a pedir al
Papa San Sixto III que confirmase la elección. Cornelio llevó consigo a su diácono Pedro. Según se cuenta, el Papa había tenido la noche anterior una visión
de San Pedro y San Apolinar (primer obispo de Ravena, que había muerto
por la fe), quienes le ordenaron que no confirmase la elección. Así pues, Sixto III propuso para el cargo a San Pedro Crisólogo,
siguiendo las instrucciones del cielo. Los embajadores acabaron por doblegarse. El nuevo obispo recibió la consagración y se trasladó a Ravena,
donde el pueblo le recibió con cierta frialdad.
Es muy poco probable que San Pedro haya sido elegido en esta
forma ya que el emperador Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, residían
entonces en Ravena y San Pedro
gozaba de su estima y confianza, así como de las del sucesor de Sixto III,
San León Magno.
Cuando San
Pedro llegó a Ravena, aún había muchos paganos
en
su diócesis y abundaban los abusos entre los fieles. El celo infatigable del santo consiguió extirpar el paganismo y
corregir los abusos. Se distinguió por la inmensa caridad e incansable vigilancia con
que atendió a su grey, exponiéndoles con suma claridad doctrinal la palabra de Dios. Escuchaba con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes
como a los poderosos.
En la
ciudad de Clasis, que era entonces el puerto de Ravena, San Pedro construyó
un bautisterio y una iglesia dedicada a San Andrés.
Sermones
En
el siglo IX, se escribió una biografía de San Pedro que da muy pocos datos
sobre él. Alban Butler llenó
esa laguna con citas de los sermones
del santo. Se
conservan 176 homilías de estilo popular y muy expresivas. Son
todas muy cortas,
pues temía fatigar a sus oyentes. Explican el Evangelio, el Credo, el Padre
Nuestro y citas de santos para imitación y exaltación de las virtudes del
verdadero cristiano. En una
homilía define al avaro como "esclavo del dinero",
mientras que para el misericordioso el dinero es "siervo".
Sus
sermones, al lector moderno, no le parecerán modelos de elocuencia. Pero
la vehemencia y la emoción con que predicaba a veces le impedía seguir
hablando. Aunque el estilo oratorio de San Pedro no sea perfecto si
es, según Butler "exacto,
sencillo y natural". Una vez mas se demuestra que la capacidad
persuasiva de los santos no depende de elocuencia natural sino en la
fuerza del Espíritu Santo que toca, por medio de ellos, a los
corazones.
San
Pablo: "Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder
para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios."
(I Corintios 2:3-5)
San
Pedro predicó en favor de la comunión frecuente y exhortó a los cristianos a
convertir la Eucaristía en su alimento cotidiano. Sus sermones le valieron el apelativo "crisólogo" (hombres
de palabras de oro") y movieron a Benedicto
XIII a declarar al santo doctor de la Iglesia, en 1729.
Sumisión a la fe
Eutiques, archimandrita de un monasterio de
Constantinopla escribió una circular a los prelados más influyentes, entre
ellos a San Pedro Crisólogo. Les hacía una apología sobre la doctrina monofisita (una
sola naturaleza en Cristo) en la víspera del Concilio de Calcedonia.
Pedro le contestó que había leído su carta con
la pena más profunda, porque así como la pacífica unión de la Iglesia
alegra a los cielos, así las divisiones los entristecen. Y añade que, por inexplicable que sea el
misterio de la
Encarnación, nos ha sido revelado por Dios y debemos creerlo con
sencillez. Exhorta a Eutiques a
dirigirse al Papa León, puesto
que "en el interés de la paz y de la fe no podemos discutir sobre
cuestiones relativas a la fe sin el consentimiento del obispo de
Roma". Eutiques fue condenado por San Flavio el año 448.
Final
de su vida
Ese mismo año, San Pedro Crisólogo recibió con grandes honores
en Ravena a San Germán de Auxerre; el 31 de julio, ofició en los
funerales del santo francés, y conservó como reliquias su capucha y su
camisa de pelo. San Pedro
Crisólogo no sobrevivió largo tiempo a San Germán. Habiendo tenido una revelación sobre su muerte próxima, volvió a
su ciudad natal de Imola, donde regaló a la Iglesia de San Casiano varios
cálices preciosos. Después
de aconsejar que se procediese con diligencia a elegir a su sucesor, murió
en Imola, el 31 de julio del 451 (otras fuentes: el 3
de diciembre del 450), y fue sepultado en la iglesia de
San Casiano.
San Pedro Crisólogo, ruega por
nosotros para que, como tú, amemos la verdad y la demos a conocer.
Bibliografía
Butler;
Vida de los Santos
Sálesman,
Sálesman; Vidas
de los Santos # 3 -
Sgarbossa, Mario
- Luigi Giovannini;
Un
santo para cada día