SANTA MARIA MAGDALENA de PAZZI
Virgen, 1566-1607
Memoria opcional 25 de Mayo
Tras años de pruebas y
aridez llega a grandes alturas de santidad
«figura emblemática de un amor
vivo que remite a la esencial dimensión mística de toda vida
cristiana» -Benedicto XVI
«Para todos, esta gran santa
tiene el don de ser maestra de espiritualidad, especialmente para
los sacerdotes, hacia los cuales alimentó siempre una verdadera
pasión» -Benedicto XVI
Nace en Florencia, Italia en 1566, de familia afluente. Su nombre de
bautismo es Catalina.
Recibe su educación en el convento de San Juan de
Florencia. A los diez años hace un voto de virginidad. Sus padres le presionaron para que se casara pero ella se
negó por ser fiel a su vocación a la vida religiosa.
A la edad de de 16 años entró en las Carmelitas descalzas en
el convento de Santa María de los Angeles en Florencia. Recibió el
hábito en 1583, tomando el nombre María
Magdalena. El 29 de mayo del 1584 estando tan enferma que se temía
que no se recuperase, hizo su profesión como religiosa.
Desde que recibió el hábito hasta su muerte
experimentó una serie de raptos y éxtasis.
Después de su profesión experimentó éxtasis diarios por 40 días
consecutivos. Al final de este tiempo parecía estar cerca de la
muerte. Sin embargo se recuperó milagrosamente. En adelante, a pesar
de su mala salud, pudo cumplir con esmero las obligaciones que le
asignaban y practicar una penitencia muy fuerte.
Algunas características de
sus raptos y éxtasis:
1- Los raptos eran a veces tan fuertes que la inducían a movimientos
rápidos (ej: hacia un objeto sagrado).
2- Frecuentemente podía, en éxtasis, llevar a cabo su trabajo con
perfecta compostura y eficiencia.
3- Durante sus momentos de rapto expresaba máximas del amor divino y
consejos para la perfección de las almas, especialmente para las
religiosas. Estas fueron copiadas por sus hermanas religiosas y han
sido publicadas. A veces hablaba en nombre propio mientras otras en
nombre de una u otra de las Personas de la Santísima Trinidad.
4- Los estados de éxtasis de ninguna forma interferían con el
servicio de la santa en la comunidad. Manifestaba un fuerte sentido
común, un gobierno estricto y disciplinado, acompañado por una gran
caridad por lo que esa muy amada hasta su muerte.
Fue sucesivamente maestra de externas, de junioras,
de novicias y finalmente, en 1604, superiora.
Hizo muchos milagros y poseía dones
extraordinarios. Como maestra de novicias era notable su
milagroso don de leer las mentes, no solo de las novicias
sino también de personas fuera del convento. Con frecuencia veía
las cosas a distancia. Se dice que en una ocasión vio
milagrosamente a Santa Catalina de Ricci en su convento en Prato,
leyendo una carta que le había enviado y escribiendo la respuesta
aunque nunca se habían conocido de manera natural. Tenía el don
de profecía y de curación.
Por cinco años (1585-90) Dios permitió que
sufriese la prueba de una terrible desolación interna, fuertes
tentaciones y ataques diabólicos externos. Por su valiente
adhesión al Señor y su humildad venció la prueba y creció en virtud.
Después experimentó gran consolación.
Tenía la llamada a orar y hacer penitencia por la
reforma de "todos los estados de vida en la Iglesia" y por la
conversión de todos los hombres.
Enseñó que el sufrimiento nos lleva a un
profundo nivel espiritual y ayuda a salvar el alma. Por eso amaba el
sufrimiento por amor a Dios y las salvación de las almas.
Sus últimos tres años estuvo inválida con grandes
sufrimientos que aceptó con gozo heroico hasta el final. Murió en el
convento el 25 de Mayo de 1607.
Innumerables milagros ocurrieron después de su
muerte.
Beatificada: 8 Mayo, 1626 por el Papa Urbano VIII
Canonizada: 28 Abril 1669 por el Papa Clemente IX
Su cuerpo está incorrupto en la iglesia de
Santa Maria degli Angeli en Florencia.
Traducido por el Padre Jordi Rivero de fuentes en
inglés:
newadvent,
saintpatrickdc.org y otras.
El Papa presenta a Santa María Magdalena
de Pazzi
«maestra de espiritualidad» para todos.
Carta por el IV centenario del fallecimiento de la mística de
Florencia
29 mayo 2007 (ZENIT.org).
La mística italiana Santa María Magdalena de Pazzi
tiene el don, para todos, «de ser maestra de espiritualidad –afirma
Benedicto XVI-, particularmente para los sacerdotes», por quienes
tuvo especial predilección.
En el IV centenario de la muerte de la santa carmelita, el Papa
anima a que las celebraciones por este aniversario «contribuyan a
dar a conocer cada vez más esta luminosa figura, que a todos
manifiesta la dignidad y la belleza de la vocación cristiana».
«Igual que en vida, agarrándose a las campanas, llamaba a sus
hermanas de comunidad con el grito: "¡Venid a amar al Amor!",
que la gran mística, desde Florencia, desde su seminario, desde los
monasterios carmelitas que se inspiran en ella, pueda todavía hoy
hacer oír su voz en toda la Iglesia, difundiendo el anuncio del amor
de Dios por toda criatura humana», desea el Santo Padre.
Son palabras que dirige Benedicto XVI en una carta al cardenal Ennio
Antonelli, arzobispo de Florencia (Italia). El purpurado las leyó el
viernes pasado, en la celebración eucarística en la catedral local
por la carmelita, nacida el 2 de abril de 1566 y fallecida el 25 de
mayo de 1607.
En su misiva, el Papa profundiza en la biografía
de la santa florentina, «figura emblemática de un amor vivo que
remite a la esencial dimensión mística de toda vida cristiana», y da
gracias a Dios por el don de la religiosa, «que cada generación
redescubre especialmente cercana en saber comunicar un ardiente amor
por Cristo y por la Iglesia».
Bautizada con el nombre de Catalina, desde niña tuvo una
especial sensibilidad por la vida sobrenatural y se sintió atraída
al coloquio íntimo con Dios.
Hizo la Primera Comunión poco antes de cumplir diez años; días
después se entregó para siempre al Señor con una promesa de
virginidad.
De noble familia, mantuvo el deseo de asemejarse más «a su Esposo
crucificado» -escribe Benedicto XVI- y maduró la decisión de dejar
el mundo y entrar en el Carmelo de Santa María de los Ángeles, donde
en 1583 recibió el hábito de la comunidad y el nombre de sor María
Magdalena.
Al año, gravemente enferma, pidió pronunciar la profesión antes del
tiempo establecido. En la Solemnidad de la Santísima Trinidad –27 de
mayo de 1584-, llevada al coro en camilla, emitió para siempre ante
el Señor sus votos de castidad, pobreza y obediencia.
«Desde este momento tuvo inicio una intensa época mística» -recuerda
el Papa-, de la que procede la fama de los éxtasis de la joven
religiosa.
También pasó por largos años de purificación interior, entre pruebas
y grandes tentaciones, un contexto en el que se enmarca su ardiente
compromiso por la renovación de la Iglesia.
«Como Catalina de Siena, se sintió "obligada" a escribir algunas
cartas para pedir al Papa, a los cardenales de la Curia, a su
arzobispo y a otras personalidades eclesiásticas un decidido empeño
para la "Renovación de la Iglesia", como dice el título del
manuscrito que las contiene»; fueron doce cartas dictadas en
éxtasis, «tal vez nunca enviadas, pero que permanecen como
testimonio de su pasión por la "Sponsa Verbi" [Esposa del Verbo, la
Iglesia. Ndr]», apunta Benedicto XVI.
Su dura prueba terminó en Pentecostés de 1590; pudo entonces
dedicarse con toda energía al servicio de la comunidad, en
particular a la formación de las novicias.
Sor María Magdalena tuvo el don de vivir la comunión con Dios de
una forma cada vez más interiorizada, convirtiéndose en punto de
referencia para toda la comunidad, que hasta la fecha la sigue
considerando «madre».
«El amor purificado que latía en su corazón le abrió al deseo de la
plena conformidad con Cristo, su Esposo, hasta compartir con Él el
desnudo padecimiento de la cruz», subraya el Papa.
La enfermedad le hizo sufrir intensamente los tres últimos años de
su vida, que concluyó en la tierra el 25 de mayo de 1607. Antes de
dos décadas el Papa Urbano VIII la proclamó beata. En 1669 Clemente
IX la incluyó en el catálogo de los santos.
Su cuerpo incorrupto es meta de peregrinaciones constantes.
El monasterio donde la santa vivió es actualmente sede del seminario
arzobispal de Florencia, que la venera como patrona. La celda que
ocupó es ahora una capilla.
«Santa María Magdalena de Pazzi permanece como una presencia
espiritual para las carmelitas de la antigua observancia» -señala
Benedicto XVI-, quienes ven en ella «la "hermana" que recorrió
enteramente la vía de la unión transformante con Dios y que indica
en María la "estrella" del camino hacia la perfección».
«Para todos, esta gran santa tiene el don de ser maestra de
espiritualidad, especialmente para los sacerdotes, hacia los cuales
alimentó siempre una verdadera pasión», concluye.
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