dolores de san josé
Contemplemos los Dolores del Corazón de San José, aquel corazón
que se entrega en la obra de salvación con el don de su oblación
plena y total por la Madre y el Niño. Aquel corazón que
encuentra en su vocación oblativa, su mas sublime y elevada
realización humana y masculina"
(Madre Adela)
El primer dolor:
Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y no
lograr conseguir ni siquiera una casita pobre para el
nacimiento. A este dolor correspondió la alegría de ver y oír a
los ángeles pastores llegar a adorar al Divino Niño, y luego
recibir la visita de los Magos de oriente con oro, incienso y
mirra.
El segundo dolor:
El día de la Presentación del Niño en el Templo, al oír al
profeta Simeón anunciar que Jesús sería causa de división y que
muchos irían en su contra y que por esa causa, un puñal de dolor
atravesaría el corazón de María. A este sufrimiento correspondió
la alegría de oír al profeta anunciar que Jesús sería la luz que
iluminaría a todas las naciones, y la gloria del pueblo de
Israel.
El tercer dolor:
La huida a Egipto. Tener que huir por entre esos desiertos a 40
grados de temperatura, y sin sombras ni agua, y con el Niño
recién nacido. A este sufrimiento le correspondió la alegría de
ser muy bien recibido por sus paisanos en Egipto y el gozo de
ver crecer tan santo y hermoso al Divino Niño.
El cuarto dolor:
La pérdida del Niño Jesús en el Templo y la angustia de estar
buscándolo por tres días. A este sufrimiento le siguió la
alegría de encontrarlo sano y salvo y de tenerlo en sus casa
hasta los 30 años y verlo crecer en edad, sabiduría y gracia
ante Dios y ante los hombres.
El quinto dolor:
La separación de Jesús y de María al llegarle la hora de morir.
Pero a este sufrimiento le siguió la alegría, la paz y el
consuelo de morir acompañado de los dos seres más santos de la
tierra. Por eso invocamos a San José como Patrono de la Buena
Muerte, porque tuvo la muerte más dichosa que un ser humano
pueda desear: acompañado y consolado por Jesús y María.
San José, el santo del Silencio.
Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le
escucha ni una sola palabra. No es que haya sido uno de esos
seres que no hablaban nada, pero seguramente fue un hombre que
cumplió aquel mandato del profeta antiguo: "Sean pocas tus
palabras". Quizás Dios ha permitido que de tan grande amigo del
Señor no se conserve ni una sola palabra, para enseñarnos a amar
también nosotros en silencio. "San José, Patrono de la Vida
interior, enséñanos a orar, a sufrir y a callar".
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de San José
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