José
Luis Sánchez del Río y otros mártires mexicanos
Mexico
Adolescente de 14 años da su vida por Cristo y la Iglesia. Nacido el 28
de marzo de 1913 en Sahuayo (Michoacán, México). Lo asesinaron
durante la guerra cristera en su ciudad natal,
el 10 de febrero de 1928 «por odio a la fe». Se mantuvo fiel a
Cristo y a su Iglesia.
Beatificado el 20 de noviembre, 2005 junto con trece mexicanos
mártires de la persecución religiosa de la segunda década del siglo XX.
Ver también:
Regnum Christi
Resumen de su Vida
Nace en Sahuayo,
Michoacán, el 28 de marzo de 1913, hijo de Macario Sánchez y de María
del Río
Un año antes de su
martirio, José Luis se había unido a las fuerzas «cristeras» del general
Prudencio Mendoza, enclavadas en el pueblo de Cotija, Michoacán.
El martirio fue
presenciado por dos niños, uno de siete años y el otro de nueve años,
que después se convertirían en fundadores de congregaciones religiosas.
Uno de ellos es el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de
Cristo, nacido en Cotija, quien en el libro entrevista «Mi Vida es
Cristo» revela el papel decisivo que tendría para su vocación el
testimonio de José Luis, de quien era amigo.
«Fue capturado por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la
población civil que apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar»,
recuerda el fundador que entonces tenía siete años.
«Le pidieron que renegara de su fe en Cristo, so pena de muerte. José no
aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y la
angustia, pero animaba a su hijo», añade.
«Entonces le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron
a caminar por el pueblo, rumbo al cementerio --recuerda--. Él lloraba y
gemía de dolor, pero no cedía. De vez en cuando se detenían y decían:
"Si gritas 'Muera Cristo Rey'" te perdonamos la vida. "Di 'Muera Cristo
Rey'". Pero él respondía: "Viva Cristo Rey"».
«Ya en el cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última
vez si quería renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió
gritando como muchos otros mártires mexicanos "¡Viva Cristo Rey!"».
«Estas son imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo
mexicano, aunque no se hable muchas veces de ellas en la historia
oficial», concluye el padre Maciel.
Otro testigo de los hechos fue el niño de nueve años Enrique Amezcua
Medina, fundador de la Confraternidad Sacerdotal de los Operarios del
Reino de Cristo, con casas de formación tanto en México como en España y
presencia en varios países del mundo.
En la biografía de la Confraternidad que él mismo fundara, el padre
Amezcua narra su encuentro --que siempre consideró providencial-- con
José Luis.
Según comenta en ese testimonial, haberse cruzado con el niño mártir de
Sahuayo --a quien le pidió seguirlo en su camino, pero que, viéndolo tan
pequeño le dijo: «Tú harás cosas que yo no podré llegar a hacer»--,
determinó su entrada al sacerdocio.
Más tarde, al seminario de formación de los Operarios en Salvatierra,
Guanajuato lo bautizó como Seminario de Cristo Rey y su internado se
llamó «José Luis», en honor a la memoria de este futuro beato mexicano.
Los restos mortales de José Luis descansan en la Iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús en su pueblo natal.
Cronología del joven mártir:
28-III-1913 Nació en Sahuayo, Michoacán. Sus padres se llamaban Macario
Sánchez y María del Río.
03-IV-1913 Recibió el bautismo en la parroquia de Santiago Apóstol, en
Sahuayo. Lo bautizó el sacerdote Luis Amezcua, vicario parroquial. Sus
padrinos fueron José E. Ramírez y Angelina Ramírez.
12-X-1917 Fue confirmado por el obispo de Tehuantepec, Mons. Ignacio
Plasencia.
1922 Hizo su primera comunión.
1927 En el verano fue admitido en las tropas cristeras de Cotija, como
abanderado y clarín del General Guízar Morfín.
06-II-1928 En plena batalla, cedió su caballo al General y fue hecho
prisionero por las tropas federales cerca de Cotija.
10-II-1928: A las 8.00 p. m. su tía Magdalena le llevó la Sagrada
Comunión como viático. A las 11.00 p. m. le desollaron los pies y a
golpes lo hicieron caminar hasta el panteón municipal. A las 11.30 p. m.
lo apuñalaron y le dieron el tiro de gracia en la cabeza. Su último
grito fue: ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
Libro sobre el santo: "José Sánchez del Río. Corazón
cristero"; de Juan Pablo Ledesma. Editorial El Arca.
El Padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue su amigo y
lo ha nombrado co-patrono del
ECYD.
El Padre Maciel dice:
«Piensen ustedes lo que pudo ser para mí y lo que fue para mí la gracia
de haber tenido este amigo, y de haber recibido de él el ejemplo de
morir antes que negar a nuestro Señor Jesucristo. Ese sí que, pensaba
yo, era un verdadero mártir y desde luego, yo tenía una gran envidia de
él y pensaba: cómo es posible que él haya sido aceptado para el martirio
y yo no, y a mí, Dios no me haya concedido esa gracia de morir también
mártir por su nombre. Pero José Sánchez del Río quedó siempre grabado en
mi memoria y en mi corazón, y siempre lo recuerdo como un testimonio,
como un gran testimonio de fe y de amor a nuestro Señor Jesucristo».
Los
mártires beatificados
con el joven José Luis Sanchez:
-El sacerdote José Trinidad Rangel Montaño,
nacido el 4 de junio de 1887 en Dolores Hidalgo (diócesis de León,
México)
-El sacerdote Andrés Sola Molist, misionero claretiano, nacido el 7 de
octubre de 1895 en Taradell (España)
-El laico y célibe Leonardo Pérez Larios, nacido el 28 de noviembre de
1883 en Lagos Moreno (México).
Los tres fueron asesinados «por odio a la fe» el 25 de abril de 1927 en
Rancho de San Joaquín.
-El sacerdote de la diócesis de Veracruz, Dario Acosta Zurita, nacido el
20 de diciembre de 1908 en Naolinco (México), y asesinado en Veracruz el
25 de julio de 1931, «tres meses después de su ordenación sacerdotal»,
según recordó el cardenal Saraiva Martins.
-El mártir laico, abogado y padre de familia Anacleto González Flores,
nacido en 1888 en Tepatitlán (Jalisco)
Además,
siete otros compañeros mártires fueron asesinados en 1928. Tres de
ellos, al igual que Anacleto, pertenecían a la Acción Católica de la
Juventud Mexicana.
«A estos Siervos de Dios, y especialmente a los mártires, que fueron
víctimas de la intolerancia religiosa y del odio contra la Iglesia,
encomendamos la paz del mundo», dijo el cardenal Saraiva al reconocerse
su martirio.