Breve
Biografía
Glorias para Nuestro Dios
Un artista, contemporáneo de Claudio, nos ha dejado un retrato, pintado cuando éste
tenía entre treinta y cinco y cuarenta y un años: rostro alargado, ojos pequeños pero
brillantes y de mirada penetrante, frente amplia, boca bien proporcionada y mentón un
tanto afilado. Se dice que cuando Claudio entró en la Compañía de Jesús era más bien
robusto, de carácter muy alegre, de elevados ideales, prudente y agradable. La vida
religiosa no hizo sino desarrollar sus dones naturales.
Su inteligencia innata se acostumbró a los juicios agudos y certeros. Claudio amaba
las bellas artes y sostuvo una correspondencia con Oliverio Patru, miembro de la Academia
Francesa, quien alaba mucho sus escritos. Pero poco valor habrían tenido estos dones
naturales en el trabajo por las almas, si no hubiera unido a ellos el espíritu interior
de un religioso sediento de la gloria de Dios. La fuente de su vida interior era la unión
con Dios en la oración, a la que se entregaba constantemente. Llegó a habituarse de tal
modo a referirlo todo a Dios, que el respeto humano y los motivos mundanos no existían
para él. Este extraordinario despego del mundo fue su característica principal.
Nacimiento y más acontecimientos
El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d'Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia
estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato
especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de
Lyón. Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue
inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos
años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. Al
terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666.
Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y
el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el
séquito del embajador francés. A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon
Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió
las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de
los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en
la ciudad y en los distritos circundantes.
Cuando la paz quedó restablecida, Aviñón celebró la canonización de
San Francisco de Sales.
En el más antiguo
de los dos conventos de la Visitación se llevó a cabo una gran función litúrgica. En
aquella ocasión, el Santo Claudio desplegó por primera vez sus dotes de orador, pues,
aunque todavía no era sacerdote, fue uno de los elegidos para predicar el panegírico del
santo obispo en la iglesia del convento. El texto que escogió fue: "De la fuerza ha
brotado la suavidad" (Jueces: 14, 14), y el sermón resultó magnífico. Entre tanto,
los superiores habían decidido enviar al joven Claudio a terminar sus estudios de
teología en París, centro de la vida intelectual de Francia. En dicha ciudad se le
confió el honor de velar por la educación de los dos hijos del famoso Colbert. Lo que
ocurrió, probablemente, es que Colbert descubrió la envergadura intelectual de Claudio y
lo escogió para ese importante oficio, aunque él personalmente no era amigo de los
jesuitas. Sin embargo, las relaciones del santo con esa distinguida familia terminaron
mal, pues una frase satírica que Claudio había escrito llegó al conocimiento del
ministro, quien se mostró sumamente ofendido y pidió a los superiores de la Compañía
que enviaran al santo nuevamente a su provincia. Esto no pudo realizarse, sino hasta 1670.
La Palabra es proclamada y el Corazón elevado
En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus
sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por
la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje. El santo parece haber
predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York
(María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya
capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo,
durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y
sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por
el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el
Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la
Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios
espirituales en la llamada "tercera probación". Ese retiro fue de gran provecho
espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado
Corazón. El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad
absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según anota en su
diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería
consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y
tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir
completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: "Me
parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi
edad, Tú quisiste morir por mí en particular".
San Claudio y Sta. Margarita: Dos corazones unidos en el de Jesús. sobre sus restos mortales. Esta oleo esta sobre sus restos mortales en su iglesia en Paray le Monial. |
Escogido por y para el Corazón de Jesús
Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675,
Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. Por una parte, era un honor
excepcional confiar a un joven profeso el gobierno de una casa; pero por otra parte, la
pequeña comunidad de Paray, que sólo tenía cuatro o cinco padres, era insignificante
para las grandes dotes de Claudio.
En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que
necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un
período de perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias revelaciones de que
la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Siguiendo
las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se había confiado a un
sacerdote muy erudito, pero que carecía de conocimientos de mística. El sacerdote
dictaminó que Margarita era víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de
desconcertar a la santa. Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a su fiel
siervo y perfecto amigo, Claudio de la Colombiére.
El P. La Colombiére fue un día a predicar a la comunidad de la Visitación.
"Mientras él nos hablaba escribió Margarita, oí en mi corazón estas palabras:
"He aquí al que te he enviado" Desde la primera vez que Margarita fue a
confesarse con el P. La Colombiere, éste la trató como si estuviese al tanto de lo que
le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a
pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En
la siguiente confesión, el P. La Colombiere le dijo que estaba muy contento de ser para
ella una ocasión de vencerse y, "en seguida -dice Margarita-, sin hacerme el menor
daño, puso al descubierto cuanto de bueno y malo había en mi corazón, me consoló mucho
y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese
obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me
tratase como quisiera. El padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir Sus
comunicaciones con fe y humildad". Este fue el gran servicio del P. La Colombiere a
Margarita María. Por otra parte, el santo trabajó incansablemente en la propagación de
la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella el mejor antídoto contra el
jansenismo.
Testimonio ante la persecución
El santo no estuvo mucho tiempo en Paray. Su siguiente ocupación fue muy diferente.
Por recomendación del P. La Chaize, que era el confesor de Luis XIV, sus superiores le
enviaron a Londres como predicador de María Beatriz d´ Este, duquesa de York. El santo
predicó en Inglaterra con el ejemplo y la palabra. El amor al Sagrado Corazón era su
tema favorito. El proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra y de los
numerosos protestantes que convirtió. La posición de los católicos en aquel país era
extremadamente difícil, debido a la gran hostilidad que había contra ellos. En la corte
se formó un movimiento para excluir al duque de York, que se había convertido al
catolicismo, de la sucesión a la Corona sustituyéndole por el príncipe de Orange o
algún otro candidato. El infame Titus Oates y sus secuaces inventaron la historia de un
"complot de los papistas", en el que el P. La Colombiere se hallaría complicado
con el resto de los católicos. El complot tenía por objeto, según los calumniadores, el
asesinato del rey Carlos II y la destrucción de la Iglesia de Inglaterra, Claudio fue
acusado de ejercer los ministerios sacerdotales y de haber convertido a muchos
protestantes. Aunque fue hecho prisionero, la intervención de Luis XIV impidió que
sellase su vida con el martirio. El santo fue simplemente desterrado de Inglaterra. La
prisión había acabado con su débil salud. A su vuelta a Francia, en 1679, el santo
estaba ya mortalmente enfermo; aunque en algunas temporadas se rehacía un poco y podía
ejercer los ministerios sacerdotales, una enfermedad de los riñones no le dejaba reposo.
Sus superiores, pensando que los aires natales podrían ayudarle a recobrar la salud, le
enviaron a Lyón y a Paray. Durante una de sus visitas a esta última ciudad, Margarita
María le avisó que moriría ahí.
El P.Claudio llega a Paray en Abril de 1681, enviado por los médicos en busca de la
salud que le negaban otros climas; siendo así hubo comunicación entre el P. Claudio y la
Hermana Margarita. Hablando de los ardores de sus almas y proyectos apostólicos en favor
del Sagrado Corazón.
Aquí se agravó la enfermedad del P.Claudio; estaba listo para ir a otros climas, pero
Sta. Margarita avisa que si le era posible sin faltar a la obediencia se quedara en Paray.
Y le envía este mensaje: El me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida.
Tan categórica afirmación deshizo todos los preparativos de viaje.
Muerte y gloria
En efecto, después de
haber dado maravilloso ejemplo de
humildad y paciencia, Claudio La Colombiére entregó su alma a Dios al atardecer del 15
de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió un aviso del cielo
en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de
oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: "Cesad en
vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; mas poder tiene ahora que nunca para
socorrernos."
El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo
II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de
febrero.
Fuente Bibliográfica: Vidas de los Santos de Butler, Volumen I.
ORACIONES
San Claudio de la Colombiere
Acto
de Confianza en Dios
Esta es, sin duda, una de sus oraciones más bellas.
Es la conclusión
del discurso 682, que trata precisamente de la confianza en Dios (O.C. IV, p. 215).
Dios mío, estoy
tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede
faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin
cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y
descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades
pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia
por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de
mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para
arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la
inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas
obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es
mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha
quedado frustrado en su confianza.
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo
y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé , Señor, y jamás
seré confundido.
Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto
pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y
las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi
esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar
siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré
todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas
y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que
haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis
siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para llevar de una vez toda mi esperanza
tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para
el tiempo y para la eternidad. Así sea.
La penitencia es una virtud que nos lleva a trabajar por eliminar
de nuestra vida todo aquello que nos separa del amor de Dios y del amor al
prójimo. No es un sentimiento, una experiencia emocional, sino mas bien un
acto de la voluntad. Muchos confunden la penitencia exclusivamente con actos
externos de expiación, sin embargo es toda una actitud interior.
NOVENA DE LA CONFIANZA
Saludo del Santo para todos los días:
Nuestro Señor Jesucristo sea nuestra fuerza y nuestra alegría, posea
todo su corazón y sea su único consuelo.
DÍA PRIMERO
Acto de confianza: Estoy tan convencido , Dios mío, de que velas sobre
todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a
quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora
en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti de todas mis
solicitudes. "En paz me duermo y al punto descanso, porque tu, Señor, me
has afirmado singularmente en la esperanza" (Sal 4,10).
Lectura: He resuelto estudiar los medios para hacer recaer la
conversación sobre cosas que puedan edificar, sea quien sea aquel con
quien me encuentre; de tal modo, que nadie se separe de mi sin tener más
conocimiento de Dios que cuando llegó, y, si es posible, con mayor deseo
de su salvación.
Propósito: Dios está en medio de nosotros y parece que no le
reconocemos. Está en nuestros hermanos y quiere ser servido en ellos,
amado y honrado, y nos recompensará más por esto que si le sirviésemos a
El en persona. Que cada uno considere en su hermano a Jesucristo.
ORACIÓN LITÚRGICA DEL SANTO PARA TODOS LOS DÍAS
Señor y Padre nuestro, tú que hablaste al corazón de tu fiel
servidor, San Claudio de la Colombiére, para que fuese testigo de la
abundancia de tu amor; haz que los dones de tu gracia iluminen y
consuelen a tu Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
DESPEDIDA DEL SANTO PARA TODOS LOS DÍAS
Adiós, ruegue a Dios que me haga la gracia de morir enteramente a mi
mismo. El Espíritu Santo llene su corazón del más puro amor de Dios. La
paz de Nuestro Señor Jesús reine siempre en su corazón. Todo suyo en la
cruz y en el Corazón de Jesús.
DÍA SEGUNDO
Acto de confianza: Despójenme en buena hora los hombres de los bienes y
de la honra, prívenme de las fuerzas e instrumentos de serviros las
enfermedades; pierda yo por mi mismo vuestra gracia pecando, que no por
eso perderé la esperanza; antes la conservaré hasta el último suspiro de
mi vida y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios del infierno
para arrancármela.
Lectura: La predicación es inútil sin la gracia, y la gracia no se
obtiene sino por la oración. Si hay tan pocas conversiones entre los
cristianos es porque hay pocas personas que oren, aunque hay
muchas que predican. (Cuán agradable a Dios son estas oraciones!; es
como cuando a una madre le ruegan que perdone a su hijo.
Propósito:
Dios está en medio de nosotros, o mejor dicho, nosotros
estamos en medio de El; en cualquier lugar donde estemos nos toca: en la
oración, en el trabajo, en la mesa, en la conversación. Hagamos a menudo
actos de fe; digamos con frecuencia: Dios me mira, aquí está presente.
No hacer nunca nada, estando a solas, que no quisiéramos hacer a vista
de todo el género humano.
DÍA TERCERO
Acto de confianza: Que otros esperen la dicha de sus riquezas o de sus
talentos, que descansen otros en la inocencia de su vida, o en la
aspereza de su penitencia, o en la multitud de sus buenas obras, o en el
fervor de sus oraciones; en cuanto a mi toda mi confianza se funda en mi
misma confianza: "Tu, Señor, me has afirmado singularmente en la
esperanza" (Salmo 4,10).
Lectura: No tengo alegría semejante a la que experimento, cuando
descubro en mi alguna nueva flaqueza, que se me había ocultado hasta
entonces. Creo firmemente y siento gran placer al creerlo, que Dios
conduce a los que se abandonan a su dirección y que se cuida aun de sus
cosas más pequeñas.
Propósito: "Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo será claro"
(Mt.
6,22).
No buscar sino a Dios, ni siquiera buscar sus bienes, sus gracias, las
ventajas que en su servicio se encuentran como la paz, la alegría, etc.,
sino a El.
DÍA CUARTO
Acto de confianza:
Confianza semejante jamás salió fallida a nadie.
"Nadie esperó en el Señor y quedó confundido" (Ecles 2,11).
Lectura: En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes,
adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitaren cuanto de mi dependa
el caer en semejante desgracia, yo os ofrezco mi corazón con todos los
sentimientos de que es capaz; yo me entrego enteramente a Vos. Y desde
este momento protesto sinceramente que deseo olvidarme de mi mismo, y de
todo lo que pueda tener relación conmigo para remover el obstáculo que
pudiera impedirme la entrada en ese divino Corazón, que tenéis la bondad
de abrirme y donde deseo entrar para vivir y morir en él con vuestros
más fieles servidores, penetrando enteramente y abrasado de vuestro
amor.
Propósito: Dirígete a mi siervo (el P. de La Colombiere) y dile de mi
parte que haga todo lo posible para establecer esta devoción y dar este
gusto a mi divino Corazón; que no se desanime por las dificultades que
para ello encontrará, y que no le han de faltar. Pero debe saber que es
todopoderoso aquel que desconfía enteramente de si mismo para confiar
únicamente en Mí. (Jesús a Sta. Margarita)
DÍA QUINTO
Acto de confianza: Así que, seguro Apostolado de la Oración estoy de ser
eternamente bienaventurado, porque espero firmemente serio, y porque
eres Tú, Dios mío, de quien lo espero."En ti, Señor, he esperado; no
quede avergonzado jamás" (Sal 30,2; 70,1).
Lectura: No quiero temer ya ni las ilusiones, ni los artificios del
demonio, ni mi propia debilidad, ni mis indiscreciones, ni aun siquiera
mi desconfianza; porque Vos debéis ser mi fortaleza en todas mis cruces,
y me prometisteis serio a proporción de mi confianza. "Todo lo puedo en
Aquel que me conforta" (Flp 4,13). Vos en todas partes estáis en mi y yo
en Vos; luego en cualquier parte que me encuentre, ante cualquier
peligro, cualquier enemigo que me amenace, tengo mi fuerza conmigo.
Propósito: Me promete Dios ser mi fortaleza, según la confianza que
tenga en El. Por esto he resuelto no poner límites a esta confianza y
extenderla a todo. Me parece que en lo sucesivo debo servirme de nuestro
Señor como de un escudo que me rodea, y que opondré a todos los dardos
de mis enemigos.
DÍA SEXTO
Acto de confianza: Conocer, demasiado conozco que por mi soy frágil y
mudable; sé cuanto pueden las tentaciones contra las virtudes más
robustas, he visto caer las estrellas del cielo y las columnas del
firmamento; pero nada de eso logra acobardarme.
Lectura: Lo cierto es que, de todas las confianzas, la que más honra al
Señor es la de un pecador insigne que está tan persuadido de la
misericordia infinita de Dios, que todos sus pecados le parezcan como un
átomo en presencia de esa misericordia.
Propósito: Sólo se encuentra la paz en el total olvido de sí mismo. Es
necesario que nos resolvamos a olvidarnos hasta de nuestros intereses
espirituales, para no buscar más que la pura gloria de Dios.
DÍA SÉPTIMO
Acto de confianza: Mientras yo espere, estoy a salvo de toda desgracia;
y de que esperaré siempre estoy cierto, porque espero también esta
esperanza invariable.
Lectura: No dude de que Dios le ha de dar por si, o por ese confesor,
todo lo que le sea necesario, ni de que nunca dejará perecer un alma que
preferirla morir antes que desagradarle. Le confieso que no pueda
perdonar ni un instante de inquietud a una sierva de Jesucristo. Es una
gran injuria a su Señor, que soporta, conserva y coima de bienes a sus
mayores enemigos; piense si querrá perder a los que no sueñan sino en
servirle.
Propósito: Es necesario ser paciente con buena fe, y dulce como
Jesucristo hasta el fondo del alma. le recomiendo esta virtud sobre
todas las cosas, es preciosa a los ojos de Dios. Es dulce hablar de lo
que se ama, pero más todavía con Jesucristo dentro de su corazón.
DÍA OCTAVO
Acto de confianza: En fin, para mi es seguro que nunca será demasiado lo
que espere de Ti, y que nunca tendré menos de lo que hubiere esperado.
Por tanto, espero que me sostendrás firme en los riesgos más inminentes
y me defenderás en medio de los ataques más furiosos, y harás que mí
flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos.
Lectura: Teme usted que Dios le mande pruebas que no pueda soportar; es
un pensamiento que le pasa por la imaginación, porque sí creyera que así
lo siente no le perdonaría esa desconfianza y el ultraje que haría a la
sabiduría y a la bondad de nuestro Señor. No llega a entender todavía
que es El principalmente quien lo hace todo en nosotros,, excepto los
pecados, y que no debemos considerar ni nuestras faltas ni nuestra
debilidad, sino esperarlo todo de El.
Propósito: Bien se yo que sé Puede comulgar de tal forma que no se saque
ningún fruto; pero sostengo que eso no puede ser consecuencia de
acercarse demasiado frecuentemente. Creo que los que comulgan cada ocho
días sin ser por eso mejores, serían peores si comulgasen más de tarde
en tarde; que ninguna indisposición, exceptuando el pecado mortal, puede
impedir el efecto del sacramento que es el de santificar el alma, de
darle fuerzas y vigor para hacer el bien y resistir al mal; que como
cada vez que se comulga se recibe un aumento de mérito y de gracia
habitual, es necesario que una comunión nos disponga para aprovecharnos
de otra; y, por consiguiente, cuantas más comuniones se hacen, más se
está en disposición de aprovechar de las que se deben hacer.
DÍA NOVENO
Acto de confianza: Espero que Tú me amarás a mí siempre y que te amaré
a Ti sin intermisión, y para llegar de un solo vuelo con la esperanza
hasta donde puede llegarse, espero a Ti mismo, de Ti mismo, oh Creador
mío, para el tiempo y para la eternidad. Amén.
Lectura: Este Corazón se encuentra aún, en cuanto es posible, en los
mismos sentimientos y, sobre todo, siempre abrasado de amor para con los
hombres; siempre sensible a nuestros males; siempre apremiado del deseo
de hacernos participantes de sus tesoros y de dársenos a sí mismo;
siempre dispuesto a recibirnos y a servirnos de asilo, mansión, de
paraíso, ya en esta vida.
A cambio de todo no encuentra en el corazón de los hombres más que
dureza, olvido, desprecio, ingratitud. Ama y no es amado y ni siquiera
es conocido su amor; porque no se dignan los hombres recibir los dones
por los que quiere atestiguarlo, ni escuchar las amables e intimas
manifestaciones que quiere hacer a nuestro corazón.
Propósito: En cuanto a usted, ponga toda su confianza en Dios y no en
criatura alguna; ponga toda su esperanza en El; espérelo todo de El, y
no de criatura alguna; ni aun de sus directores, quien quiera que sean;
no pueden nada sin Nuestro Señor, y El lo puede todo sin ellos.
JESÚS, AMIGO ÚNICO
Esta oración está sacada de la 39ª de las "Reflexiones
cristianas" (O.C. V, pág. 39); a propósito de S. Juan
Evangelista, nos propone que recemos a Jesús, único. y verdadero
Amigo.
Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes
cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el
secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando
te cuento mis amarguras, me las suavizas.
Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado
a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas
de escucharme;, jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy
seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te
empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre
pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu
amistad. La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá
contigo.
Ninguna de las adversidades de la edad o del azar lograrán jamás
alejarme de ti; más bien, por el contrario, nunca gozaré con tanta
plenitud de tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto en
el momento en que todo parecerá conspirar contra mi.
Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia.
Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te
impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si
yo las deseo.
JESÚS, MI FUERZA
El octavo día de los Ejercicios Espirituales hechos en Londres en
1677, escribe que ha descubierto un gran tesoro: una confianza
ilimitada en Dios; y termina con esta oración
(O.C. VI, pág. 113).
Sí, Dios mío, Tú serás mi fuerza, mi guía, mi director, mi
consejero, mi paciencia, mi ciencia, mi paz, mi justicia, mi
prudencia.
A Ti acudiré en las tentaciones, arideces, contrariedades y
temores. No quiero temer nada en adelante, ni los engaños y ardides
del demonio, ni mi debilidad, porque serás Tú mi fuerza en las
pruebas; y me prometes serlo en proporción a mi confianza. Pero lo
maravilloso es que cuando me pones en esta situación, al mismo tiempo
me otorgas la misma confianza. Seas eternamente alabado y amado por
todas las cosas creadas, ¡Oh amable Señor!
¿Qué sería de mí si Tú no fueses mi fuerza? Y si, como me lo
aseguras, lo eres ¿ qué no podré hacer con ella por tu gloria?
"Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fil 4,13).
Estás siempre en mí y yo en Ti; por tanto, me encuentre donde me
encuentre, sea cual fuere el peligro que me acecha, poseo siempre
conmigo mi fuerza.
Esta certeza me basta para disipar en un momento mis angustias, y
hacer frente a ciertos sobresaltos de la naturaleza que, a veces, se
despierta con tanto ardor que no puedo menos de temer por mi
perseverancia y asustarme ante la perfección a que Tú, Señor me has
llamado.
SEGUIRÉ ESPERANDO EN TI
Aunque resulte sorprendente, esta oración está contenida en la Carta
96 (O.C. VI, pág. 542) a su hermana que acaso desconfiaba de la
misericordia del Señor.
Señor, ante Ti tienes a un alma que se halla en este mundo para
experimentar tu maravillosa misericordia y mostrarla resplandeciente
ante el cielo y la tierra.
Te den gloria también los otros demostrando con su fidelidad y su
constancia cuan potente es tu gracia y cuan afable y generoso eres con
quienes te son fieles; en cuanto a mí, te daré gloria dando a
conocer a todos lo bueno que eres con los pecadores.
Diré a todos que tu misericordia está muy por encima de cualquier
malicia humana y que ninguna maldad tendrá poder de cansarla; que
ninguna recaída, por vergonzosa y grave que sea, deberá llevar al
pecador a desesperar de tu perdón.
SI, amoroso Redentor, te he ofendido gravemente, pero te ultrajaría
todavía más si pensara que no eres tan bueno como para concederme el
perdón. '
Tu enemigo y enemigo mío cada día me tiende nuevos lazos; podrá
llevarme a perderlo todo, pero no la esperanza en tu misericordia.
Aunque recayera cien veces y mis culpas fuesen cien veces más
terribles de lo que son, seguiría esperando en Ti.
HÁGASE TU VOLUNTAD
La santidad consiste en adecuarse a la voluntad del Señor, escribe en
otro lugar.
(Reflexiones
cristianas O.C. V, p. 4 01); al final
de la disertación sobre este tema, invita a sus oyentes a besar las
manos de Jesús crucificado y meditar en las palabras que El dirigió
al Padre en su agonía cruel en el huerto de los Olivos: "No se
haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42).
Señor, hágase tu voluntad, no la mía. Debo alabarte y darte
gracias porque se cumplen en mí tus designios.
Aunque estuviera en mi poder resistirme a tus decisiones, sin
embargo no rechazaría someterme a ellas_ "No como yo quiero,
sino como quieras tú" (Mt 26,39).
Acepto de buen grado esta adversidad en sí misma y en todas sus
circunstancias. Así que no me lamento del mal que habré de soportar
ni de las personas que lo causan, ni del modo en que me ha llegado, ni
de la coyuntura de tiempo y lugar en que me ha sobrevenido.
Porque estoy convencido de que Tú has querido estas circunstancias
y prefiero morir antes que oponerme en nada a tu querer.
SÍ, Dios mío, hágase tu voluntad en mí y en todos los hombres,
hoy y en todo momento, en el cielo y en la tierra. Cúmplase en la
tierra como en el cielo. Amén.
DAME TU CORAZÓN
Esta oración concluye la disertación sobre el Corpus
(Sermón
20º O.C. 11, p. 24). Anteriormente ha
dicho que el hombre está rodeado y asediado por los beneficios de
Dios. Cada día el Señor enciende nuevas brasas en torno a nuestro
corazón para inflamarlo; no obstante esto, sigue frío para la
Eucaristía.
¿Qué harás, Señor, para vencer la obstinada indiferencia de
los hombres? Te has agotado en este misterio de amor; has ido tan
lejos que, como comentan los Santos Padres, has llegado hasta donde
podía llegar tu Poder.
Si los contactos divinos con tu sagrada Carne no consiguen destruir
este hechizo que me seduce, en vano podré esperar en otro remedio de
mayor fuerza.
A tan grande calamidad, sólo una salida encuentro: que me des otro
corazón, un corazón dócil, un corazón sensible, un corazón que no
sea de mármol ni de bronce; es menester que me concedas tu mismo
Corazón.
Ven, amable Corazón de Jesús, ven y colócate en el centro de mi
pecho y enciende en él un amor tal que acierte a responder, de algún
modo, a mi deber de amarte.
Dios mío, ama a Jesús que está en mí en la medida en que me has
amado a mí en El. Haz que ya no viva sino por El para llegar a vivir
eternamente con El en el cielo. Amén.
OFRECIMIENTO AL CORAZÓN DE JESUCRISTO
El diario de los Ejercicios
espirituales hechos en Londres del 20 al 29 de enero de 1677, concluye
con este "ofrecimiento al S. Corazón de Jesucristo"
(O.C. VI, p. 125).
Adorable y amable Corazón de Jesús, en reparación de tantos
pecados e ingratitudes y para evitar que yo caiga en tal desgracia, te
ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz y me
entrego todo a Ti.
Con la mayor sinceridad (al menos así lo espero) desde este
momento deseo olvidarme de mí mismo y de cuanto pueda tener relación
conmigo, para eliminar todo obstáculo que pueda impedirme entrar en
tu Corazón divino que has tenido la bondad de abrirme y en el que
ansío entrar junto
con tus servidores más fieles, para vivir y morir invadido e
inflamado por tu amor...
Sagrado Corazón de Jesús, enséñame a olvidarme enteramente de
mi, ya que éste es el único camino para
entrar en Ti. Y puesto que cuanto haré en adelante será tuyo, haz
que no realice nunca nada que no sea digno de Ti.
Enséñame qué debo hacer para llegar a la pureza de tu amor, del
que me has infundido tan gran deseo. Experimento una gran voluntad de
complacerte, pero al mismo tiempo me veo en la imposibilidad de
realizarlo sin tu luz especial y tu ayuda.
Cumple en mí tu voluntad incluso contra mi querer.
A Ti corresponde, Corazón divino de Jesús, cumplirlo todo en mí;
y de este modo, si llego a santo, tuya será la gloria de mi
santificación. Para mí esto es más claro que la luz del día, pero
para Ti será una magnífica gloria. Sólo para esto deseo la
perfección. Amén.
VIVIR Y MORIR EN TU AMOR
Morir en la
amistad con el Señor es gracia tan grande que ciertamente no se puede
merecer. Por ello, en conclusión del sermón sobre la predestinación
(O.C.
III, 56p. 447), invita a sus oyentes a
pedirla al Señor con oración.
Señor, bien sabes que no aspiramos a otra cosa sin a vivir y morir
en tu amor; ahora alimenta estos deseos nuestros al igual que los has
hecho brotar e infúndeles la firmeza y reciedumbre que nosotros no
podemos prometernos, dada la mutabilidad e inconstancia de nuestro
corazón. "Por las sendas trazadas ajustando mis pasos; por tus
veredas no vacilan mis pies" (Sal 16,5). Señor, da fuerza a mis
pasos, para que no vacilen o yerren el camino emprendido.
Dios omnipotente, a Ti que mantienes colgada la tierra en el
universo, que has formado los cielos como trono de tu gloria, a ti no
será difícil ni - me atrevo a decir _ menos , glorioso conferir a mi
alma la misma estabilidad.
Hazme inquebrantable ante todas las tentaciones, inexpugnable a
todos los asaltos de mis enemigos. Apriétame a Ti con lazos
indisolubles; une mi voluntad a la tuya con tanta fuerza que resulten
una sola voluntad, de modo que la mía sea recta, santa y sobre todo
constante e inmutable como la tuya.
Concédeme, Oh Dios, morir en el seno de tu Iglesia, fuera de la
cual no hay salvación; haz que expire en los brazos de la cruz, de la
que brota el manantial de nuestra salvación; en el Corazón de Jesús
Crucificado, en El que es la misma Salvación y Redención.
Y como no puedo vivir sino a través de Ti, haz que viva
únicamente para Ti. Y, en fin, alcánzame morir en tu alabanza y tu
amor y, si es posible, de amor a Ti. Amen.
Esta página
es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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