Carlos Lwanga y otros mártires
con los instrumentos de martirio
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Carlos
Lwanga y Compañeros
Mártires de Uganda, Africa. +1886
Fiesta: 3 de Junio
Ver también:
mercaba
La sociedad de los Misioneros de
Africa, conocida como los Padres Blancos, formaron parte de la
evangelización de Africa en el siglo XIX. Después de seis años en
Uganda ya tenían una comunidad de conversos cuya fe sería un
testimonio para toda la Iglesia. Los primeros conversos se dieron a
la misión de instruir y guiar a los mas nuevos y la comunidad creció
rápidamente. La vida ejemplar de los cristianos inicialmente ganó el
favor del rey Mtesa pero mas tarde este comprendió que los
cristianos no favorecían su negocio de venta de esclavos.
Mwanga sucedió a su padre en el
trono. Al principio la situación de los cristianos mejoró y varios
tuvieron posiciones importantes en su corte. Pero el rey,
influenciado por el Islam, cayó en la tendencia homosexual. La
situación de los cristianos, por no ceder a sus demandas, se hizo
muy difícil.
El lider de la comunidad católica,
que para entonces tenía unos 200 miembros, era un joven de 25
años llamado José Mkasa (Mukasa) que ejercía como principal
mayordomo de la corte de Mwanga. Cuando Mwanga asesinó a un
misionero protestante y a sus compañeros, José Mkasa confrontó al
rey por su crimen. El rey Mwanga había sido amigo de José por mucho
tiempo, pero cuando este exhortó a Mwanga a renunciar al mal, la
reacción fue violenta. El rey mandó a que mataran a José. Cuando los
verdugos trataron de amarrar las manos de José, el les dijo: "Un
Cristiano que entrega su vida por Dios no tiene miedo de morir".
Perdonó a Mwanga con todo su corazón e hizo una petición final por
su arrepentimiento antes de que le cortaran la cabeza y lo quemaran
el 15 de Noviembre de 1885.
Carlos Lwanga, el favorito del rey, remplazó a José en la
instrucción y liderato de la la comunidad cristiana en la corte.
También el hizo lo posible por evangelizar y proteger a los varones
de los deseos lujuriosos del rey. Las oraciones de José lograron que
la persecución del rey amainara por seis meses. Pero en mayo del
1886 el rey llamó a uno de sus pajes llamado Mwafu y le preguntó
porque estaba distante del rey. Cuando el paje respondió que había
estado recibiendo instrucción religiosa de Daniel Sebuggwawo, el rey
se montó en ira. Llamó a Daniel y lo mató el mismo atravesándole el
cuello con una lanza.
Entonces ordenó que el complejo real sea sellado para que nadie
pueda escapar y llamó a sus verdugos. Comprendiendo lo que venía,
Carlos Lwanga bautizó a cuatro catecúmenos esa noche, incluyendo a
un joven de 13 años llamado Kizito. En la mañana, Mwanga reunió a
toda su corte y separó a los cristianos del resto diciendo:
"Aquellos que no rezan párense junto a mí, los que rezan párense
allá" El preguntó a los 15 niños y jóvenes, todos menores de
25 años, si eran cristianos y tenían la intención de seguir siendo
cristianos. Ellos respondieron "SI" con fuerza y valentía. Mwanga
los condenó a muerte.
EL rey mandó que al grupo lo llevasen a matar a Namugongo, lo cual
representa una caminata de 37 millas. Uno de los jóvenes llamado
Mabaga era hijo del jefe de los verdugos. Este le rogó que escapara
y se escondiera pero Mbaga no quiso. Los prisioneros atados pasaron
la casa de los Padres Blancos en su camino. El Padre Lourdel mas
tarde relató sobre el jóven Kizito de 13 años, que sonreía y animaba
al resto. Invitó a todos a cogerse de manos, para así ir unidos y
ayudarse a mantener el ánimo. Lourdel estaba asombrado del valor y
el gozo de estos nuevos cristianos camino al martirio. Tres de ellos
fueron martirizados en el camino.
Un soldado cristiano llamado Santiago Buzabaliawo fue llevado ante
el rey. Cuando Mwanga ordenó que lo matasen junto a los otros,
Santiago dijo: "Entonces, adiós. Voy al cielo y rezaré a Dios por
ti". Cuando el Padre Lourdel, lleno de dolor, levantó su brazo para
absolver a Santiago que pasaba ante el, Santiago levantó sus propias
manos atadas y apuntó hacia arriba para manifestar que el sabía que
iba al cielo y se encontraría allí con el Padre Lourdel. Con una
sonrisa le dijo al P. Lourdel, "¿Por qué estas triste? Esto no es
nada ante los gozos que tu nos has enseñado a esperar".
Entre los condenados también estaba Andrés Kagwa, un jefe Kigowa que
había convertido a su esposa y a varios otros, y Matías Murumba (o
Kalemba) un auxiliar de juez. El mayor consejero estaba tan furioso
contra Andrés que dijo que no comería hasta que Andrés estuviese
muerto. Cuando los verdugos titubearon, Andrés les dijo: "No
mantengan a vuestro consejero hambriento, mátenme". El mismo
consejero dijo en tono cínico refiriéndose a Matías: "Sin duda su
dios los rescatará" . "Si," contestó Matías, "Dios me rescatará pero
tu no verás como lo hace porque tomará mi alma y te dejará solo mi
cuerpo". A Matías lo hirieron mortalmente en el camino y lo dejaron
allí para morir lo cual tomo por lo menos tres días.
Cuando la caravana de reos y verdugos llegó a Namugongo, los
sobrevivientes fueron encerrados por siente días. El 3 de junio los
sacaron, los envolvieron en esteras de cañas y los pusieron en una
pira. Mbaga fue martirizado el primero. Su padre, el jefe de los
verdugos, había tratado en vano una última vez de convencerlo a
desistir de su fe. Le dieron entonces un golpe en la cabeza para que
no sufriera al ser quemado su cuerpo. El resto de los cristianos
fueron quemados. Carlos Lwanga tenía 21 años. Uno
de los pajes, Mukasa Kiriwanu
no había sido aun bautizado pero se unió a sus compañeros cuando se
les preguntó si eran cristianos. Recibió aquel día el bautismo de
sangre. Murieron 13 católicos y 11 protestantes proclamando
el nombre de Jesús y diciendo "Pueden quemar nuestros cuerpos pero
no pueden dañar nuestras almas".
No sabemos cuantos mártires produjo
aquella persecución. Solo queda constancia de los que ocupaban un
lugar en la corte o tenían puestos de alguna importancia.
Cuando los Padres Blancos fueron echados del país, los nuevos
cristianos continuaron la obra misionera, traduciendo e imprimiendo
el catecismo a su lengua nativa e instruyendo en la fe en secreto.
No tenían sacerdotes pero Dios les infundió a aquellos cristianos de
Uganda la gracia para vencer con gran valor a las difíciles
circunstancias. Cuando los Padres Blanco volvieron después de la
muerte del rey Mwanga, encontraron 500 cristianos y 1000 catecúmenos
esperándolos.
Los mártires de Uganda fueron
canonizados por el Papa Benito XV el 6 de junio de 1920.
Benedicto XV escribió para la
beatificación de los siervos de Dios Carlos Lwanga, Mattías Murumba
y sus compañeros, conocidos con el nombre de los Mártires de Uganda:
"Quién fue el que primero introdujo en Africa la fe cristiana se
disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica
floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera
la vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el
ánimo de sus lectores. Y en verdad que aquella región a ninguna
parecía ceder en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre
éstos agrada conmemorar los mártires scilitanos, que en Cartago,
siendo procónsul Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por
Cristo, de las preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente
se conservan, se deduce con qué constancia, con qué generosa
sencillez de ánimo respondieron al procónsul y profesaron su fe.
Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades,
Ciprianos y "muchos hermanos mártires" que las Actas enumeran de
manera general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también
con el nombre de "masas cándidas", o porque fueron quemados con cal
viva, como narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor
de su causa, como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero
los herejes, después los vándalos, por último los mahometanos, de
tal manera devastaron y asolaron el África cristiana que la que
tantos ínclitos héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más
de trescientas sedes episcopales y había congregado tantos concilios
para defender la fe y la disciplina, ella, perdido el sentido
cristiano, se viera privada gradualmente de casi toda su humanidad y
volviera a la barbarie."
Oremos:
Mártires de Unganda, rueguen para que nosotros, inspirado por
vuestra fe, seamos capaces de mantenernos fieles en medio de
cualquier prueba y de entregar nuestras propias vidas. Ayuden a
aquellos que viven hoy bajo persecución. Amen.