ANGELUS
"PLAZA DE SAN PEDRO: relacion entre la santidad
y la eucaristia"
S.S. Benedicto XVI
Octubre 2, 2005
www.vatican.va
Queridos hermanos y hermanas:
Acaba de concluir, en la basílica de San Pedro, la
celebración eucarística con la que hemos inaugurado
la Asamblea general
ordinaria del Sínodo
de los
obispos. Los padres sinodales, procedentes de todas
las partes del mundo, con expertos y
otros
delegados, vivirán en las próximas tres semanas,
juntamente con el Sucesor de Pedro, un tiempo
privilegiado de oración, reflexionando sobre el
tema: "La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y
de la misión de la Iglesia".
¿Por qué este tema? ¿No es acaso un tema muy
conocido, ya plenamente tratado? En realidad, la
doctrina católica sobre la Eucaristía, definida
autorizadamente por el concilio de Trento, exige que
la comunidad eclesial la reciba, la viva y la
transmita de modo siempre nuevo y adecuado a los
tiempos. La Eucaristía podría considerarse también
como una "lente" a través de la cual podemos
verificar continuamente el rostro y el camino de la
Iglesia, que Cristo fundó para que todo hombre pueda
conocer el amor de Dios y encontrar en él plenitud
de vida. Por eso el amado Papa Juan Pablo II quiso
dedicar a la Eucaristía un Año entero, que se
clausurará precisamente al final de la Asamblea
sinodal, el próximo 23 de octubre, después de tres
semanas, el domingo en que se celebrará la Jornada
mundial de las misiones.
Esta coincidencia nos ayuda a contemplar el misterio
eucarístico desde la perspectiva misionera. En
efecto, la Eucaristía es el centro propulsor de toda
la acción evangelizadora de la Iglesia, en cierto
sentido, como lo es el corazón en el cuerpo humano.
Las comunidades cristianas, sin la celebración
eucarística con la que se alimentan en la doble mesa
de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, perderían su
auténtica naturaleza: sólo siendo "eucarísticas"
pueden transmitir a Cristo a los hombres, y no
únicamente ideas o valores, por nobles e importantes
que sean.
La Eucaristía ha forjado a insignes apóstoles
misioneros, en todos los estados de vida: obispos,
sacerdotes, religiosos, laicos; santos de vida
activa y contemplativa. Pensemos, por una parte, en
san Francisco Javier, a quien el amor de Cristo
impulsó hasta el Lejano Oriente para anunciar el
Evangelio; por otra, en santa Teresa de Lisieux,
joven carmelita, cuya memoria celebramos
precisamente ayer. Vivió en la clausura su ardiente
espíritu apostólico, mereciendo ser proclamada,
junto con san Francisco Javier, patrona de la
actividad misionera de la Iglesia. Invoquemos su
protección sobre los trabajos sinodales, así como la
de los ángeles custodios, que hoy recordamos.
Oremos con confianza sobre todo a la santísima
Virgen María, a la que el próximo día 7 de octubre
veneraremos con el título de Virgen del Rosario. El
mes de octubre está dedicado al santo rosario,
singular oración contemplativa con la que, guiados
por la Madre celestial del Señor, fijamos nuestra
mirada en el rostro del Redentor, para ser
configurados con su misterio de alegría, de luz, de
dolor y de gloria. Esta antigua oración está
experimentando un nuevo florecimiento providencial,
también gracias al ejemplo y a la enseñanza del
amado Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su
carta apostólica Rosarium Virginis Mariae y poner en
práctica sus indicaciones en el ámbito personal,
familiar y comunitario. A María le encomendamos los
trabajos del Sínodo: que ella lleve a toda la
Iglesia a una conciencia cada vez más clara de su
misión al servicio del Redentor realmente presente
en el sacramento de la Eucaristía.
¡Feliz domingo y feliz semana a todos! Gracias.
* * * *
Después del Ángelus
Doy una cordial bienvenida a este encuentro de
oración a la Virgen a los peregrinos de lengua
española. Invito a todos a mantener siempre viva la
llama de la fe y a cultivar con esmero la viña del
Señor.
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