ANGELUS
"plaza de san pedro: jornada mundial de las misiones"
S.S. Benedicto XVI
Octubre 23, 2005
www.vatican.va
Queridos hermanos y hermanas:
Con la celebración eucarística de hoy en la plaza de
San Pedro se ha clausurado la Asamblea del Sínodo de
los obispos. Al mismo tiempo, se ha concluido el Año
de la Eucaristía, que el amado Papa Juan Pablo II
había inaugurado en octubre de 2004. A los queridos
y venerados padres sinodales, con los que he
compartido tres semanas de intenso trabajo en un
clima de comunión fraterna, les renuevo la expresión
de mi cordial gratitud. Sus reflexiones,
testimonios, experiencias y propuestas sobre el
tema: "La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y
de la misión de la Iglesia", han sido recogidos para
la elaboración de una exhortación postsinodal que,
teniendo en cuenta las diversas realidades del
mundo, ayude a delinear el rostro de la comunidad
"católica", llamada a vivir unida, en la pluralidad
de las culturas, el misterio central de la fe: la
Encarnación redentora, cuya presencia viva es la
Eucaristía.
Además, hoy, como muestran los tapices expuestos en
la fachada de la basílica vaticana, he tenido la
alegría de proclamar cinco nuevos santos, que, al
final del Año eucarístico, me complace indicar como
frutos ejemplares de la comunión de vida con Cristo.
Son José Bilczewski, arzobispo de Lvov de los
latinos; Cayetano Catanoso, presbítero, fundador de
la congregación de las religiosas Verónicas de la
Santa Faz; Segismundo Gorazdowski, sacerdote polaco,
fundador de la congregación de las Religiosas de San
José; Alberto Hurtado Cruchaga, presbítero de la
Compañía de Jesús, chileno; y el religioso capuchino
Félix de Nicosia. Cada uno de estos discípulos de
Jesús fue formado interiormente por su presencia
divina, acogida, celebrada y adorada en la
Eucaristía.
Además, cada uno de ellos cultivó, con diversos
matices, una tierna y filial devoción a María, la
Madre de Cristo. Estos nuevos santos, que
contemplamos en la gloria celestial, nos invitan a
recurrir en todas las circunstancias a la protección
materna de la Virgen, para avanzar cada vez más por
el camino de la perfección evangélica, sostenidos
por la constante unión con el Señor, realmente
presente en el sacramento de la Eucaristía.
De ese modo, podremos vivir la vocación a la que
todo cristiano está llamado, es decir, la de ser
"pan partido para la vida del mundo", como nos
recuerda oportunamente la Jornada mundial de las
misiones, que celebramos hoy. El nexo entre la
misión de la Iglesia y la Eucaristía es muy
significativo. En efecto, la acción misionera y
evangelizadora es la difusión apostólica del amor,
que se concentra en el santísimo Sacramento. Quien
acoge a Cristo en la realidad de su Cuerpo y Sangre
no puede quedarse con este don para sí mismo; se
siente impulsado a compartirlo mediante el
testimonio valiente del Evangelio, el servicio a los
hermanos que atraviesan dificultades y el perdón de
las ofensas. Además, para algunos la Eucaristía es
germen de una llamada específica a abandonarlo todo
para ir a anunciar a Cristo a los que aún no lo
conocen.
A María santísima, Mujer eucarística, le
encomendamos los frutos espirituales del Sínodo y
del Año de la Eucaristía. Que ella vele por el
camino de la Iglesia y nos enseñe a crecer en la
comunión con el Señor Jesús, para ser testigos de su
amor, en el que reside el secreto de la alegría.
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Después del Ángelus
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua
española que participan en el rezo del Ángelus, en
particular a mis hermanos obispos de Chile, al señor
presidente de la República y altas autoridades, así
como a los numerosos chilenos que han venido para la
canonización del padre Alberto Hurtado. Que el
ejemplo del nuevo santo sea un estímulo para los
católicos chilenos y también para los otros países
de América Latina a ser portadores de la luz de
Cristo en la sociedad actual. ¡Feliz fiesta para
todos!
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