S.S. Benedicto XVI-
Ángelus |
Ángelus
"Dios
ha desposado nuestra humanidad"
S.S. Benedicto XVI
16 de diciembre de 2007
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¡Queridos hermanos y
hermanas!
«Gaudete in Domino semper - Estad siempre alegres en el Señor» (Flp
4,4). Con estas palabras de san Pablo se abre la Santa Misa del III
domingo de Adviento, que por ello se llama domingo «gaudete». El
Apóstol exhorta a los cristianos a alegrarse porque la venida del
Señor, esto es, su retorno glorioso, es seguro y no tardará. La
Iglesia hace propia esta invitación, mientras se prepara a celebrar
la Navidad y su mirada se dirige cada vez más hacia Belén. En
efecto, aguardamos con esperanza cierta la segunda venida de Cristo
porque hemos conocido la primera. El misterio de Belén nos revela al
Dios-con-nosotros, al Dios cercano a nosotros, no sencillamente en
sentido espacial y temporal; Él está cerca de nosotros porque ha
«desposado», por así decirlo, nuestra humanidad; ha tomado sobre sí
nuestra condición, eligiendo ser en todo como nosotros, menos en el
pecado, para hacer que nos convirtamos como Él. La alegría cristiana
brota por lo tanto de esta certeza: Dios está próximo, está conmigo,
está con nosotros, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en
la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece
también en la prueba, en el sufrimiento mismo, y permanece no
superficialmente, sino en lo profundo de la persona que se entrega a
Dios y confía en Él.
Algunos se preguntan: ¿pero todavía hoy es posible esta alegría? ¡La
respuesta la dan, con sus vidas, hombres y mujeres de toda edad y
condición social, felices de consagrar su existencia a los demás!
¿Acaso no fue la beata Madre Teresa de Calcuta, en nuestro tiempo,
un testimonio inolvidable de la verdadera alegría evangélica? Vivía
a diario en contacto con la miseria, la degradación humana, la
muerte. Su alma conoció la prueba de la noche oscura de la fe; sin
embargo, dio a todos la sonrisa de Dios. Leemos en un escrito suyo:
«Esperamos con impaciencia el paraíso, donde está Dios, pero tenemos
en nuestro poder estar en el paraíso ya desde aquí y desde este
momento. Ser felices con Dios significa: amar como Él, ayudar como
Él, dar como Él, servir como Él» (La gioia di darsi agli altri, Ed.
Paoline, 1987, p. 143). Sí, la alegría entra en el corazón de quien
se pone al servicio de los pequeños y de los pobres. En quien ama
así, Dios hace morada, y el alma está en la alegría. Si en cambio se
hace de la felicidad un ídolo, se yerra de camino y es
verdaderamente difícil encontrar la alegría de la que habla Jesús.
Es ésta, lamentablemente, la propuesta de las culturas que sitúan la
felicidad individual en el lugar de Dios, mentalidades que tienen su
efecto emblemático en la búsqueda del placer a toda costa, en la
difusión del consumo de drogas como huída, como refugio en paraísos
artificiales, que se revelan después completamente ilusorios.
Queridos hermanos y hermanas: también en Navidad se puede equivocar
el camino, cambiar la verdadera fiesta con la que no abre el corazón
a la alegría de Cristo. Que la Virgen María ayude a todos los
cristianos, y a los hombres que buscan a Dios, a llegar a Belén para
encontrar al Niño que ha nacido por nosotros, por la salvación y la
felicidad de todos los hombres.
[Al término del rezo del Ángelus, Benedicto XVI saludó a los
peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]
Saludo con afecto a los fieles de lengua española. Queridos
hermanos: Siguiendo la invitación de la liturgia de este domingo de
Adviento, os aliento a vivir con alegría la cercanía del Señor, que
viene a nuestro encuentro, para que, llenos de esperanza y confianza
en su amor, prosigáis vuestra preparación espiritual para la Navidad
meditando la Palabra divina, e intensificando la oración y las obras
de caridad. ¡Feliz domingo!