Queridos hermanos y
hermanas:
El evangelio de san Marcos, que constituye
el hilo conductor de las celebraciones
dominicales de este Año litúrgico, ofrece un
itinerario catecumenal, que lleva al
discípulo a reconocer en Jesús al Hijo de
Dios. Por una feliz coincidencia, el pasaje
de hoy aborda el tema del ayuno: como
sabéis, el próximo miércoles, con el rito de
la imposición de la ceniza y el ayuno
penitencial, comenzará el tiempo de
Cuaresma.
Por tanto, la página evangélica resulta
particularmente adecuada, pues narra que,
mientras Jesús se encontraba a la mesa en
casa de Leví, el publicano, los fariseos y
los seguidores de Juan Bautista le
preguntaron por qué sus discípulos no
ayunaban como ellos. Jesús les respondió que
los invitados a la boda no pueden ayunar
mientras el novio está con ellos; ya
ayunarán cuando se lleven al novio (cf. Mc
2, 18-20). Al decir esto, Cristo revela su
identidad de Mesías, Novio de Israel, que
vino para la boda con su pueblo. Los que lo
reconocen y lo acogen con fe están de
fiesta. Pero deberá ser rechazado y
asesinado precisamente por los suyos: en
aquel momento, durante su pasión y muerte,
llegará la hora del luto y del ayuno.
Como decía, el episodio evangélico anticipa
el significado de la Cuaresma, la cual, en
su conjunto, constituye un gran memorial de
la pasión del Señor, en preparación para la
Pascua de Resurrección. Durante este período
no se canta el Aleluya, y se nos invita a
practicar formas oportunas de renuncia
penitencial. El tiempo de Cuaresma no se
afronta con un espíritu "viejo", como si
fuese un quehacer pesado y fastidioso, sino
con el espíritu nuevo de quien ha encontrado
en Jesús y en su misterio pascual el sentido
de la vida, y comprende que ahora todo debe
referirse a él.
Esta era la actitud del apóstol san Pablo,
quien afirmaba que había renunciado a todo
para poder conocer a Cristo, "el poder de su
resurrección y la comunión en sus
padecimientos hasta hacerme semejante a él
en su muerte, tratando de llegar a la
resurrección de entre los muertos" (Flp 3,
10-11).
Que en el itinerario cuaresmal sea nuestra
guía y maestra María santísima, quien,
cuando Jesús se dirigió decididamente a
Jerusalén para sufrir allí la Pasión, lo
siguió con fe total. Como "odre nuevo",
recibió el "vino nuevo" llevado por el Hijo
a la boda mesiánica (cf. Mc 2, 22). Así, la
gracia que ella misma, con instinto de
Madre, había pedido para los esposos de Caná,
la recibió antes que nadie al pie de la
cruz, derramada del Corazón traspasado del
Hijo, encarnación del amor de Dios a la
humanidad (cf.
Deus caritas est,
13-15).
* * *
Llamamiento en favor de la paz en Nigeria
Se suceden durante estos días las noticias
de trágicas violencias en Irak, incluso con
atentados contra mezquitas. Son acciones que
siembran luto, alimentan el odio y
entorpecen gravemente la ya difícil obra de
reconstrucción del país. En Nigeria se
prolongaron durante varios días los
enfrentamientos entre cristianos y
musulmanes, con muchas víctimas y
destrucción de iglesias y mezquitas. A la
vez que condeno enérgicamente la violación
de los lugares de culto, encomiendo al Señor
a todos los muertos y a quienes los lloran.
Además, invito a todos a una oración y a una
penitencia más intensas durante el tiempo
sagrado de Cuaresma, para que el Señor aleje
de esas queridas naciones, y de tantos otros
lugares de la tierra, la amenaza de
semejantes conflictos. Los frutos de la fe
en Dios no son antagonismos devastadores,
sino un espíritu de fraternidad y
colaboración con vistas al bien común. Dios,
Creador y Padre de todos, pedirá cuentas aún
más severamente a quien derrama en su nombre
la sangre del hermano. Que todos, por
intercesión de la Virgen santísima, se
vuelvan a encontrar en él, que es la
verdadera paz. |