No hay teclas para
manejar a Dios
(Hoy se da
por supuesto que la entera realidad es digital; manejable a
dedo)
Autor: Enrique Monasterio, de "La Era del Interruptor",
Mundo Cristiano
Autor de Pensar por Libre, Ediciones Palabra S.A.
ISBN: 8482391241
Los nazis que buscaban el arca perdida
en la célebre película de Spielberg, pensaban que toda la
fuerza de Dios podría ser manejada con la posesión de una
caja. "Es un transmisor celeste", razonaba uno de los
personajes. Sólo necesitarían descubrir "cómo funcionaba"
para ser dueños del mundo.
Incluso "El exorcista", aquella película repugnante que
tantas digestiones desbarató, daba por supuesto que echar al
demonio de una niña era una mera cuestión técnica; que ser
exorcista equivalía a ser experto en diablos, es decir a
manejar correctamente una especie de programa antivirus para
limpiar el disco duro de los humanos.
Os preguntaréis a qué viene esto. Aunque parezca mentira,
todo empezó cuando la buena de Marta (14 años y tres
sobresalientes), me preguntó a bocajarro:
—Don Enrique, ¿cómo se hace oración?
A uno se le cae la baba cuando las alumnas le preguntan
cosas así.
Traté de explicarle, con la torpeza propia del caso, que
primero hay que preparar el corazón, limpiar el alma,
ponerse en la presencia de Dios…
—Bueno –me interrumpió–, pero ¿qué técnica es mejor?
—¿Técnica…? No sé. Se reza con la inteligencia, con los
afectos, con la fantasía, con palabras y sin ellas, con la
voluntad…
Y añadí mil cosas más: que tratara de buscar al Señor en el
centro de su alma en gracia, y de escucharle… Pero ella
pensaba en otra cosa:
—Creo que no me entiende. Lo que me interesa saber es cómo
funciona eso de la oración.
Me lo temía: Marta quería que le dijera dónde está la tecla.
Y se habría quedado la mar de contenta si le hubiese
respondido:
—Mira, Marta te pones en cuclillas mirando a la Sierra, te
tapas los agujeros de la nariz con los pulgares, cierras los
ojos, cantas "Macarena" durante quince segundos, das dos
palmadas al aire, y ya está.
Así, así de simple. Pero le dije la verdad: que rezar no es
cuestión de técnica, sino de amor, y no hay interruptor que
nos haga amar, ni tecla que sea capaz de atraer a Dios. A
Dios no se le maneja, se le escucha, y se le responde con la
voluntad y con el corazón.
¿Cómo se aprende a rezar? Rezando. ¿Cómo se habla con Dios?
Hablando. ¿Como se invoca a los difuntos? Pidiendo por ellos
o encomendándose a su intercesión. Todo lo cual exige
esfuerzo, lucha, entrega. Y Gracia. De teclas, nada.
Quizá no hacía falta tanta literatura para una conclusión
tan simple. Pero el problema no me parece trivial: muchas
manifestaciones de ese espiritualismo new age, con patente
americana (que vende mucho más de lo que compromete) son,
pura y simplemente, espiritualidad de interruptor para
cerebros reblandecidos.
Que Santa Tecla (patrona de los informáticos) nos proteja.