No os engañéis; de
Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará:
el que siembre en su carne, de la carne cosechará
corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu
cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que
a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
(Gálatas, 6, 7-9). |
ORACIONES DE DESAGRAVIO
Por tanto que se
ofende a Dios, hagamos reparación y desagravio. Pidamos perdón y
misericordia.
Acto de
desagravio
(Después
de cada invocación se responde:
"te rogamos, escúchanos")
Señor
perdona todos los sacrilegios eucarísticos.
Señor
perdona todas
las santas comuniones indignamente recibidas.
Señor
perdona todas
las profanaciones al santísimo sacramento del altar.
Señor
perdona todas
las irreverencias en la Iglesia.
Señor
perdona todas
las profanaciones, desprecios y abandono de los sagrarios.
Señor
perdona todos
los que han abandonado la iglesia.
Señor
perdona todo
desprecio de los objetos sagrados.
Señor
perdona todos
los que pasaron a las filas de tus enemigos
Señor
perdona todos
los pecados del ateismo
Señor
perdona todos
los insultos a tu santo nombre.
Señor
perdona toda
la frialdad e indiferencia contra tu amor de redentor
Señor
perdona todas
las irreverencias y calumnias contra el Santo Padre
Señor
perdona todo
desprecio de los obispos y sacerdotes.
Señor
perdona todo
desprecio hacia la santidad de la familia.
Señor
perdona todo
desprecio a la vida humana.
ACTO DE
DESAGRAVIO
DE PÍO XI
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido
en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio!
Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales
homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las
injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo
Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal
indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante
todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia,
dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros
propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del
camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren
seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del
Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la
inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las
innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la
profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas
contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a
vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles
sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en
fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a
los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia
sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino
conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre,
de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción
que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que
diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo
corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de
vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la
indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza
en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la
ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos
además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos
podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María
Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de
reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a
vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la
perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde,
en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por
todos los siglos de los siglos. Amén.