Oh Inmaculado Corazón de
María, que desde el anuncio de
la Encarnación del Verbo, con tu perfecta docilidad acogiste la Palabra
revelada y asentiste a la voluntad del Padre con tu generoso fíat, te
pedimos que toda la Iglesia y cada uno de nosotros, cedamos con docilidad a la
acción poderosa del Espíritu que desea actualizar, durante este Gran Jubileo
del Año 2000, las gracias de salvación que fluyen del misterio de la
Encarnación.
Ante las palabras del ángel mensajero que te anunció la
venida del Salvador, tú Virgen Bendita, abriste las puertas de tu Corazón,
de par en par, para recibir al Redentor. En tu Corazón puro e inmaculado, el
Verbo Encarnado, encontró el camino abierto y preparado para llegar al
mundo. En tu Corazón, Madre, no habían sendas que enderezar, ni
barrancos que rellenar, ni colinas que rebajar, ni asperezas que allanar (Luc
3: 36) . En tu Corazón, la Segunda Persona de la Trinidad, encontró el
camino más fácil, más seguro, más rápido y más corto de llegar a la
humanidad. En tu Corazón, la humanidad encuentra el camino más fácil, más
rápido, más corto y más seguro de llegar a Cristo.
Es por esto, Madre, que hoy deseamos consagrarnos a tu Inmaculado Corazón,
para que como Tú, también nosotros, en este Año Santo que conmemoramos la
Encarnación, abramos de par en par las puertas de nuestros corazones a Cristo
Redentor:
Enséñanos a preparar el camino, con la oración y la penitencia,
y así estar preparados a recibir su acción salvífica durante este Año
de gracia y misericordia.
Guíanos por la verdadera senda que nos conduce hasta el portal de
Belén, para allí postrarnos en adoración ante el único Salvador del
Mundo, que mora entre nosotros en la Sagrada Eucaristía.
Muéstranos a Cristo, Dios hecho hombre. En tus brazos maternales
los pastores y reyes pudieron contemplarlo, que también nosotros podamos,
en este Año Jubilar, penetrar el misterio de la Encarnación con la misma
reverencia y gratitud con que ellos lo hicieron.
Ayúdanos a ser generosos y a vivir el momento histórico con plena
responsabilidad, conscientes de que de nuestra obediencia a la voluntad de
Dios, depende que la gracia de este Jubileo no sea desperdiciada, sino que
más bien promueva la nueva primavera de la Iglesia.
Oh Inmaculado Corazón, unido perfectamente al de Cristo, en virtud de esta
consagración te pedimos que nos lleves al Corazón de Cristo quien es la
real Puerta Santa por donde fluye hacia la humanidad el amor y el perdón
de Dios. Qué de tu mano, Madre, traspasemos el umbral del Tercer Milenio con
la decisión de ser partícipes de la historia de este nuevo milenio,
construyendo con nuestras vidas la civilización del amor, de la paz, de la
verdad, de la reconciliación y de la justicia.
Oh Madre, a tu Inmaculado Corazón confiamos nuestras vidas, nuestras
familias, nuestras comunidades y nuestro peregrinar en este Año Jubilar, para
que por tu intercesión y mediación maternal, obtengamos la plenitud de la
gracia, de la conversión y de la misericordia. Qué al contemplar el gran
misterio de amor de la Encarnación, nuestros corazones, a imitación del
tuyo, se abran de par en par, al Redentor.