MENSAJE EUCARÍSTICO DE LA APARICIÓN DE FÁTIMA
Sr. María José Socías, sctjm
Existe una relación íntima entre la Virgen Santísima y la Eucaristía,
“Si no fuera por la Virgen María no tendríamos la Eucaristía” ¿Por qué?
La razón es la Encarnación. Dios quiso que el Redentor de la humanidad
se hiciera uno de nosotros, y lo hizo a través de María Santísima. Desde
la Anunciación la relación de la Virgen con su Hijo no ha cambiado. En
la Encarnación y por los siguientes nueve meses María se convirtió en el
“Tabernáculo vivo” donde el Hijo de Dios puso su morada. Ella es la
nueva “Arca de la Alianza” donde moró el “el Pan del Cielo.” Siendo su
Madre, continúa siendo la Madre de la Divina Gracia, a través de quien
Él continua derramando sus gracias sobre la humanidad.
En Redemptoris Mater JPII nos dice: “ María guía a los fieles a la
Eucaristía.”
Así como vemos en el Evangelio que los pastores y los reyes encontraron
a Jesús junto a su Madre , así mismo la Madre procura llevarnos al
encuentro de su Hijo vivo y presente en el Sacramento del amor.
De Ella el Redentor tomó el “cuerpo y la sangre” como nos dice SS Pablo
VI al finalizar su encíclica dedicada a la Eucaristía (Mysterium Fidei)
con estas palabras:
“La Santísima Virgen María, de la que Cristo Señor tomó aquella
carne, que en este Sacramento, bajo las especies del pan y del vino, se
contiene, se ofrece y se come81, y todos los santos y las santas de
Dios, especialmente los que sintieron más ardiente devoción por la
divina Eucaristía, intercedan junto al Padre de las misericordias, para
que de la común fe y culto eucarístico brote y reciba más vigor la
perfecta unidad de comunión entre todos los cristianos.”
Su Santidad el Papa JPII en su carta encíclica “Ecclesia de Echaristia”
nos lleva a contemplar a María ya que al verla a Ella podemos conocer la
fuerza transformadora que tiene la Eucaristía:
“Pongámonos, sobre todo, a la escucha de María Santísima, en quien el
Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio
de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza trasformadora que tiene la
Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor. Al contemplarla
asunta al cielo en alma y cuerpo vemos un resquicio del « cielo nuevo »
y de la « tierra nueva » que se abrirán ante nuestros ojos con la
segunda venida de Cristo. La Eucaristía es ya aquí, en la tierra, su
prenda y, en cierto modo, su anticipación: « Veni, Domine Iesu! » (Ap
22, 20).”
La Iglesia, el Magisterio Pontificio nos hablan constantemente de esta
relación íntima entre la Virgen María y la Eucaristía.
Santuarios Marianos
Al mismo tiempo cuando leemos y estudiamos las visitas de María
Santísima a la humanidad nos percatamos que los Santuarios Marianos son
lugares netamente Eucarísticos. Si leemos con atención los mensajes de
la Virgen todos buscan llevarnos de regreso al amor de Dios y de forma
particular a la Eucaristía. En la mayoría de sus apariciones pide que se
construya una Iglesia o Capilla, ¿para qué? Para que vayamos al Corazón
Eucarístico de Jesús.
Un lugar en el que podemos percibir esta realidad es en Fátima. La
Virgen pidió el 13 de Octubre de 1917 que se hiciera una capilla en
honor suyo : -¿Qué es lo que usted quiere? -"Quiero decirte que hagan
aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario.” En
esa Capilla, como en la Basílica , se celebra el Sacrificio Eucarístico
todos los días y Jesús Sacramentado es adorado por todos los que allí
van.
Nuestra Señora en Fátima, como lo atestiguan muchos, se presentó como
catequista. Nos vino a recordar verdades esenciales de nuestra fe y al
mismo tiempo advertirnos de las consecuencias y repercusiones que
tendría en el mundo si su mensaje no era escuchado.
El Ángel, la Virgen y la vida de los pastorcitos nos revelan el mensaje
Eucarístico de Fátima el cual tiene un contexto particular, y este es la
reparación. Así lo expresó el que fuera Obispo encargado de la diócesis
de Fátima, Monseñor Venancio, cuando se le pidió que hiciera un resumen
del mensaje de la Virgen, el dijo: “Reparación, reparación, reparación,
y especialmente reparación Eucarística.”
El Mensaje del Ángel
El Señor en su divina pedagogía siempre busca preparar los corazones
para hacerlos receptivos a sus palabras. Cuando él quiso enviar a María
Santísima a Fátima con un mensaje tan urgente para la humanidad, prepara
la venida de María con la visita del Ángel de la Paz, quien a su vez
prepara el corazón de los niños llevándoles a la oración y a la
Eucaristía.
Primera aparición del Ángel
Al llegar junto a nosotros dijo: "No temáis. Soy el Ángel de
la Paz. ¡Orad conmigo!"
Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo. Le imitamos
llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que
oímos decir:
"Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que
no creen, no adoran, no esperan y no te aman".
Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo: -"Orad así. Los
Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras suplicas."
La primera oración que el ángel les enseña a los niños es una oración de
reparación, que en su contexto mas profundo es una oración de reparación
Eucarística. Oración en la que profesamos nuestro amor, fe y confianza y
al mismo tiempo pedimos perdón por aquellos que no lo hacen así.
Suplimos con nuestro amor por aquellos que no aman, no creen, no adoran
ni esperan en Dios.
Segunda aparición del Ángel
"¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús
y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced
constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!"
-¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté.
"De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación
por los pecados cuales El es ofendido, y de suplica por la conversión de
los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel
de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con
sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe."
Estas palabras hicieron una profunda impresión en nuestros espíritus
como una luz que nos hacía comprender quien es Dios, como nos ama y
desea ser amado, el valor del sacrificio, cuanto le agrada y como
concede en atención a esto la gracia de conversión a los pecadores.
Por esta razón, desde ese momento, comenzamos a ofrecer al Señor cuanto
nos mortificaba, repitiendo siempre la oración que el Ángel nos enseñó.
Este mensaje del ángel fue como una luz que iluminó a esos niños
haciéndoles comprender no sólo el amor de Dios sino también como les
veía Dios a ellos. Sus corazones estaban dispuestos y movidos por el
amor.
Tercera aparición del Ángel
Estando allí apareció por tercera vez, teniendo en sus manos un
Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían
gotas de sangre al Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el
aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración:
"Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro
profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios
del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado
Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los
pobres pecadores".
Después levantándose tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia. Me
dio la Hostia a mi y el contenido del Cáliz lo dio a beber a Jacinta y
Francisco, diciendo al mismo tiempo:
-"Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente
ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a
vuestro Dios."
De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros hasta por tres veces
la misma oración: Santísima Trinidad....y desapareció.
En esta última aparición el ángel no solo lleva a los niños a contemplar
la Eucaristía sino que les hace recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor
como fuente de gracia y fortaleza para la misión que les sería
encomendada por la Virgen Santísima y al mismo tiempo imprime cada vez
mas en sus corazones la necesidad de hacer reparación y sobre todo
reparación Eucarística.
El Mensaje de la Virgen:
El 13 de Mayo de 1917 la Santísima Virgen dio inicio a una serie de
visitas a los pastorcitos. En su primera aparición la Virgen le pide a
los niños que se ofrezcan como sacrificio:
-"Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que
El quisiera enviaros como reparación de los pecados con que El es
ofendido y de suplica por la conversión de los pecadores?"-Si queremos.
Respondieron
-"Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os
fortalecerá"
Esa petición de nuestra Señora me hace pensar en el mensaje que nos
da San Pablo a todos en Rom 12,1:
“Os exhorto, pues , hermanos, por la misericordia de Dios, a que
ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a
Dios: tal será vuestro culto espiritual.” En otras traducciones de la
Sagrada Escritura nos dice ofrecernos como “hostias vivas”... Esta
disposición de los niños al sufrimiento fue la llave para que Dios
derramara sobre ellos gracias sobreabundantes que se tornaron no solo en
la santificación de sus almas sino también en el bien de la humanidad.
Pero no fue hasta el año 1925 cuando la Santísima Virgen le dijo a Sor
Lucía que para que el mundo alcanzara la paz era necesario la comunión
reparadora de los cinco primeros sábados. El ofrecimiento del Sacrifico
Eucarístico en reparación por las ofensas recibidas. Es el ofrecimiento
del “Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero”.
10 de diciembre de 1925: Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía
"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres
ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al
menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses,
en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el
Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los
misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en
la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"
El mismo Señor se da a si mismo como remedio para los males que amenazan
a la humanidad. Si tan solo escuchásemos la voz de nuestra Señora que
nos invita a ofrecer la comunión, su propio Hijo... en reparación al
Señor para que, como bien le dijo a los niños: "Que no se ofenda mas a
Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido."
Los Pastorcitos y la Eucaristía
En la vida de los pastorcitos se manifiesta esta profunda
vivencia del misterio de la Eucaristía.
En el momento de las apariciones tanto del ángel como de la Virgen la
única que había recibido su primera comunión era Sor Lucía. Ella fue la
fuerza motora que utilizó el Señor para hacer crecer el amor y la
devoción a “Jesús escondido” ( como le llamaban al Señor) en el corazón
de sus pequeños primos aun antes de las apariciones .
Sor Lucía
Sor Lucía tuvo la gracia de recibir la Sagrada Comunión cuando
apenas tenía 6 años de edad. Tenemos que situarnos en el momento
histórico. No fue hasta el 1910 que el Papa San Pío X en el Decreto
“Quam singulari” señaló la importancia de la comunión frecuente y que
los niños fuesen capaces de recibir la Santa Comunión en la edad de
discreción, es decir tan pronto tuviesen uso de razón.
La madre de Sor Lucía probablemente tuvo conocimiento de esta
disposición y por esto ella misma preparó a su hija para recibir la
comunión. La madre de sor Lucía al ver que se acercaba el día en el
párroco iba a dar la comunión a los niños de la Parroquia pensó que
Lucía ya estaba lista para recibirla. La envió a la instrucción que
daría el párroco acerca de la comunión y cuando examinaron a la niña,
sabía aún mejor que algunos toda la doctrina necesaria para recibir su
Primera Comunión. Recibió el permiso y toda la familia se puso manos a
la obra para tener todo listo para el día siguiente.
Sor Lucía escribe en sus memorias: “Mi alegría no tuvo explicación.
Me fui tocando las palmas de alegría, corriendo todo el camino, para dar
la buena noticia a mi madre, que enseguida comenzó a prepararme para
llevarme a confesar por la tarde. Al llegar a la iglesia, le dije a mi
madre que quería confesarme con aquel sacerdote de fuera. Él estaba
confesando en la sacristía, sentado en una silla. Mi madre se arrodilló
junto a la puerta, en el altar mayor, con otras mujeres que estaban
esperando el turno de sus hijos. Y delante del Santísimo me fue haciendo
las últimas recomendaciones.”
El confesor, movido interiormente por la gracia de Dios hizo hacer a
Lucía un acto que prepararía su corazón para la venida de la Virgen,
ella lo relata así: El buen sacerdote, después de que me oyó, me dijo
estas breves palabras:
–Hija mía, tu alma es el Templo del Espíritu Santo. Guárdala siempre
pura, para que Él pueda continuar en ella su acción divina.
Al oír estas palabras me sentí penetrada de respeto interiormente y
pregunté al buen confesor cómo lo debía hacer.
–De rodillas –dijo–a los pies de Nuestra Señora, pídele con mucha
confianza que tome posesión de tu corazón, que lo prepare para recibir
mañana dignamente a su querido Hijo, y que lo guarde para Él solo.
Había en la iglesia más de una imagen de Nuestra Señora. Pero como mis
hermanas arreglaban el altar de Nuestra Señora del Rosario, estaba
acostumbrada a rezar delante de Ella, y por eso allí fui también esta
vez, para pedirle con todo el ardor que fui capaz, que guardase
solamente para Dios mi pobre corazón. Al repetir varias veces esta
humilde súplica, con los ojos fijos en la imagen, me parecía que Ella me
sonreía y que, con su mirada y gesto de bondad, me decía que sí. Quedé
tan inundada de gozo, que con dificultad conseguía articular las
palabrasLa gracia estaba dada, y el corazón de Lucía estaba dispuesto.
La madre de Lucía le dijo que le pidiera al Señor que la hiciese santa,
y así lo hizo:
“Entonces le dirigí mis súplicas:
–Señor, hazme una santa, guarda mi corazón siempre puro, para Ti solo.
Aquí me pareció que nuestro buen Dios me dijo, en el fondo de mi
corazón, estas palabras:
–La gracia que hoy te ha sido concedida, permanecerá viva en tu alma,
produciendo frutos de vida eterna.
¡Cómo me sentía transformaba en Dios!”
Este amor de Lucía por Jesús Sacramentado lo transmitió a sus dos primos
Jacinta y Francisco, quienes a su vez crecieron en amor a Jesús
Eucarístico. En ambos se despertó un deseo inmenso de recibir a “Jesús
escondido”. Lucía se convirtió en la catequista de sus primos. Luego
sería la misma Virgen Santísima quien terminara de catequizar a los
pastorcitos.
Beato Francisco
De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez
el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía.
Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: "Yo sentía
que Dios estaba en mi pero no sabia como era." En su vida se resalta
la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y
a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del
ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a
encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan
ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era
esto lo que impresionó al joven.
Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor
quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir
al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor
consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a
Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad,
comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.
Una vez Lucia le preguntó, "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar
al Señor o convertir a los pecadores?" Y el respondió: "Yo prefiero
consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos
dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan
ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los
pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor." Y siguió, "Pronto
estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro
Señor y a Nuestra Señora."
Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar
al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco,
conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia,
"Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido.
¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?"
Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.
Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco
en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.
Beata Jacinta
A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen,
Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue
consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro
del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la
importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los
sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el
mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo,
demostrando un gran espíritu misionero.
Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a estar muy cerca
del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una
manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa
Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa
Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía mas que
el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con
frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que
decir a Jesús." "Cuánto amo a nuestro Señor," decía Jacinta a Lucia, "a
veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema."
Hermanos que nos queme el amor al Corazón Eucarístico de Jesús.
Escuchemos la voz de nuestra Madre que nos dice: “amen a mi Hijo,
reparen a su Corazón y no le ofendan más.”
!Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros!