Todas
las madres son iguales - salvo una
El designio de Dios,
el parto virginal y la honra a
María Santísima
"All
Mothers are alike—save one
Autor: Arzobispo Fulton J. Sheen
Traducción del inglés: Corazones.org
Ver también: veneración
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Culto a María
desde los orígenes
Ninguna madre
cuyo hijo se ha distinguido, ya sea en una profesión o en el campo
de batalla, considera que el respeto otorgado a ella por ser su
madre detrae del honor o dignidad que se le otorga a su hijo.
Entonces ¿Por qué razón algunas mentes consideran que cualquier
reverencia otorgada a la Madre de Jesús resta mérito a Su Poder y
Divinidad?
Conocemos la acusación,
que los católicos “adoran” a María o la consideran
una “diosa”, pero esa es una gran mentira. Ya que ningún lector de
estas páginas sería culpable de dicha insensatez, la vamos a
ignorar.
¿Dónde se inicia esta frialdad, mala memoria, o al
menos indiferencia, hacia la Madre Santísima? Al no darse cuenta que
su Hijo, Jesús, es el Hijo Eterno de Dios. En el momento que ponga a
Nuestro Divino Señor al mismo nivel que Julio César o Karl Marx,
Buda o Carlos Darwin, es decir, como un mero hombre entre los
hombres, la idea de una reverencia especial a Su Madre, como
diferente a nuestras madres, se torna positivamente repelente. Cada
hombre famoso tiene también una madre. Cada persona puede decir:
“Tengo mi madre, y la mía es tan buena o mejor que la tuya”. Esa es
la razón por la cual poco se escribe acerca de las madres de hombres
famosos —debido a que cada madre fue considerada la mejor por su
hijo. Ninguna madre de un mortal tiene derecho a mas amor que
cualquier otra madre. Por lo tanto, a ningún hijo o hija se le
requiere que escoja a la madre de otro como la Madre de las Madres.
Nuestro Señor describió a Juan el Bautista como “el
mayor hombre nacido de mujer.” Supongamos que un culto fuera
iniciado para honrar a su madre, Isabel, como superior a cualquier
otra madre. ¿Quién entre nosotros no se rebelaría contra dicho
culto, considerándolo excesivo? Todo lo que los críticos dijeran
acerca de dicha exageración sería bien recibido, por la simple razón
de que Juan el Bautista es solo un hombre. Si nuestro Señor es solo
otro hombre, u otro reformador ético, u otro sociólogo, entonces
compartiríamos, incluso con el más intolerante, el resentimiento
contra la idea de que la Madre de Jesús es diferente a cualquier
otra madre.
El Cuarto Mandamiento dice: “Honrarás a tu
padre y a tu madre.” No dice nada acerca de honrar a la madre
de Gandhi o al padre de Napoleón. Pero el Mandamiento de honrar a
nuestros padres no impide adorar al Padre Celestial. Si el Padre
Celestial envía a Su Divino Hijo a la tierra, el Mandamiento de
honrar a nuestras madres terrenales no impide venerar a la Madre del
Hijo de Dios.
Si María fuera solo la madre de otro hombre, no
podría ser también nuestra madre, porque los vínculos de la carne
son demasiado exclusivos. La carne permite solo a una madre. El paso
entre una madre y una madrastra es amplio, y pocos son los que
pueden darlo. Pero el Espíritu permite a otra madre. Ya que
María es la Madre de Dios, ella puede ser la Madre de todos los
redimidos por Cristo.
La clave para entender a María es esta: No comenzamos
con María. Comenzamos con Cristo, ¡el Hijo del Dios Vivo! Cuanto
menos pensamos en El, menos pensamos en ella; cuanto más pensamos en
El, más pensamos en ella; cuanto más adoramos Su Divinidad, más
veneramos su Maternidad; cuanto menos adoramos Su Divinidad, menos
razón tenemos para respetarla. Podríamos incluso disgustarnos al
escuchar su nombre, si llegáramos a ser tan perversos en no creer en
Cristo el Hijo de Dios. Nunca se dará el caso en que alguien que
realmente ame a Nuestro Señor como Divino Salvador tenga aversión a
María. Aquellos que tengan aversión a cualquier devoción a María son
los que niegan Su Divinidad o critican a Nuestro Señor debido a lo
que El dice acerca del infierno, el divorcio y el juicio.
Es a causa de Nuestro Divino Señor que María recibe
una especial atención, y no a causa de si misma. Por sí sola, su
maternidad se disolvería en la humanidad. Pero cuando se la ve a la
luz de la Divinidad de Jesus, ella es única. Nuestro Señor es Dios
que se hizo hombre. Nunca antes o después la Eternidad se encarnó en
una mujer, ni la Omnipotencia asumió los lazos de la carne en una
doncella. Es su Hijo quien hace su maternidad diferente.
Un chico católico de un colegio parroquial le estaba
comentando a un profesor universitario que era su vecino acerca de
la Madre Santísima. El profesor se mofó del chico, diciendo “Pero no
hay ninguna diferencia entre ella y mi madre.” El chico respondió:
“Eso es lo que usted dice, pero hay una diferencia abismal entre los
hijos.”
Esa es la respuesta. Distinguimos a la madre de
Nuestro Señor de todas las otras madres porque Nuestro Señor es
diferente a todos los otros hijos. El es diferente porque fue
Eternamente Engendrado por el Padre como el Hijo de Dios y fue en el
tiempo engendrado en el seno de María como el Hijo del Hombre. Su
venida creó un nuevo grupo de relaciones. María no es una persona
privada; todas las otras madres lo son. Nosotros no la hicimos
diferente; nosotros la hallamos diferente. Nosotros no
escogimos a María; El la escogió.
Pero
¿por qué hubo un Parto Virginal? Por ser Cristo el Hijo de
Dios, no podemos ser tan indiferentes a las circunstancias de Su
nacimiento como lo seríamos con el nacimiento del carnicero o del
panadero. Si María les comentó a los Apóstoles después de
Pentecostés acerca de Su parto virginal, debió haber marcado
una diferencia; si los Apóstoles lo incluyeron en su Credo y en sus
enseñanzas, debió haber marcado una diferencia. Una vez que Cristo
es aceptado como el Hijo de Dios, hay interés inmediato no solamente
en Su prehistoria, que Juan describe en el Prólogo de su Evangelio,
sino también en Su historia y particularmente en Su nacimiento.
¿Es el Parto Virginal apropiado y digno? El reto a nuestra
fe por el parto virginal no está relacionado (salvo en el Talmud Judío) a una condición pecadora por parte de María. Lo que se
cuestiona es la posibilidad física de un proceso milagroso de vida.
Al mantener a Su Madre absolutamente sin mancha, El ha impedido que
las dudas acerca de Su Paternidad Divina sean tales que pudieran
herir su corazón, su corazón femenino. Nos es imposible imaginar o
sentir, incluso en el menor grado, el vasto océano de amor de Cristo
por Su Madre. Además si tuviéramos nosotros que enfrentarnos con el
problema de proteger a nuestras propias madres de la sospecha de la
gente, ¿qué no haríamos?. Es por tanto difícil de entender que el
Hijo omnipotente de Dios hiciera todo lo que este en Sus manos para
proteger a Su Propia Madre? Concientes de esto, existen varias
conclusiones.
Ningún gran líder hace su entrada triunfal en la ciudad sobre
caminos polvorientos cuando podría pasar sobre una avenida cubierta
de flores. Si la Infinita Pureza hubiera elegido a cualquier otro
puerto de entrada en la humanidad diferente a la de la pureza
humana, hubiera creado una tremenda dificultad—a saber, ¿cómo podría
El ser inmaculado si naciera de una humanidad cargada de pecado? Si
un pincel inmerso en negro se vuelve negro, y si la tela adopta el
color del tinte, ¿no hubiera El, a los ojos del mundo, participado
también en la culpa que toda la humanidad compartió? Si El hubiera
venido a esta tierra a través del trigal de la debilidad moral,
ciertamente El hubiera tenido un poco de paja pegada a la vestidura
de Su naturaleza humana.
Planteando el problema de otra manera: ¿Cómo podría Dios llegar a
ser hombre y además ser un hombre inmaculado y la Cabeza de la nueva
Humanidad? Primero, El tenía que ser un hombre perfecto a fin de
actuar en nuestro nombre, suplicar en defensa nuestra, y pagar
nuestra deuda. Si soy arrestado por exceso de velocidad, tu no
puedes entrar en la sala del tribunal y decir: “Juez, olvídelo, yo
asumiré la culpa.” Si me estoy ahogando, no puedo salvar a otro que
se esté ahogando. A menos que Nuestro Señor se encuentre fuera de la
corriente pecaminosa de la humanidad, El no puede ser Nuestro
Salvador. "Si un ciego conduce a otro ciego, los dos caerán en la
fosa”, dijo Nuestro Señor. Si El debía ser el Nuevo Adán, la nueva
Cabeza de la Humanidad, el Fundador de una nueva corporación o
Cuerpo Místico de una humanidad regenerada, como Adán fue la cabeza
de la humanidad caída, entonces El también debió que ser
diferente a todos los otros hombres. El debía ser absolutamente
perfecto, libre de pecado, el Santo de los Santos, todo lo que Dios
concibió que un hombre fuera.
Este
es el problema: ¿Cómo podría Dios llegar a ser hombre y además ser
hombre inmaculado sin Pecado Original? ¿Cómo, en el lenguaje de San
Pablo, podría ser El “igual en todo a nosotros excepto en el
pecado”? ¿Cómo podría ser El un hombre naciendo de una
mujer? El podría ser un hombre inmaculado naciendo de una
virgen. La primera declaración es obvia: El nació de una
mujer, luego El comparte nuestra humanidad. Pero ¿cómo el hecho de
haber nacido de una virgen Lo libera del Pecado Original?
Ahora, bien, no se debe pensar que la Encarnación fuese imposible sin el
Parto Virginal. Irreflexiva, ciertamente, sería la mente
humana si le dicta a Dios Todopoderoso los métodos que El debería
utilizar para venir a esta tierra. Pero una vez que el Parto
Virginal ha sido revelado, entonces es apropiado que investiguemos
como encaja en el plan de Dios. El Parto virginal es
importante debido a su importe en la cuestión de la solidaridad de
la raza humana en culpa. La raza humana llegó a ser incorporada al
primer Adán naciendo de la carne; su incorporación al nuevo Adán,
Cristo, ocurre naciendo del espíritu, o a través de un parto
virginal. Gracias a ello, vemos como Nuestro Señor entró en la raza
pecadora desde afuera. Por lo tanto, la maldición no cayó
sobre El, sino que la soportó libremente por aquellos a quienes El
redimió por Su sangre. Los escritores del Nuevo Testamento no
argumentan en ningún lugar a partir del Parto Virginal para
llegar a la Divinidad del Nacido de la Virgen. Más bien ellos
argumentan a partir de Su humanidad inmaculada.
Para resumir: para que Jesucristo pueda ser descendiente de Adán,
tuvo que nacer de una hija de Adán. Pero el proceso de generación y
nacimiento de cualquier individuo es invisible. La única manera de
demostrar que este proceso en el nacimiento de Cristo fue milagroso
fue haciendo que su milagroso proceso invisible se desarrollara en
una mujer que todos reconocen ser incapaz de tener este proceso
invisible - una virgen. José, el hombre justo, representó a toda la
humanidad cuando en su corazón cuestionó la fidelidad de María. Más
que cualquier otra persona el sabía cuán cruel era presentar esa
duda aún a pesar de la evidencia más indiscutible. El dio testimonio
de la vida inmaculada de María y de su amabilidad incluso antes de
que su Hijo naciera. Su duda fue aclarada por el Cielo mismo. San
José, más que cualquier otro ser humano sobre esta tierra, tenía el
derecho de conocer las circunstancias en torno al nacimiento de
Jesús. Y como todo esposo es testigo principal de la fidelidad de su
esposa, también José los es en el caso de María, su esposa; su
testimonio establece para todos los hombres la virginidad de ella y
la naturaleza milagrosa de la generación y nacimiento de su Hijo.
Así
como el Padre Joseph Tennant destaca, existe un tipo de nacimiento
milagroso en la historia de Abraham y Sara. Cuando ellos viajaban
hacia Egipto, Abraham le pidió a Sara que dijera que ella era su
hermana en lugar de su esposa, por miedo a que los egipcios lo
mataran. El Faraón la acogió en su casa. No se indica cuanto tiempo
ella vivió con el Rey egipcio, pero fue cierto tiempo, y por ello,
el Faraón y su casa fueron castigados con una enfermedad. El
finalmente despidió a Abraham y a Sara de su palacio. No existe una
expresión de ira divina reportada en este caso. Pero después que
Dios había prometido que Sara daría a luz a un niño cuyo padre sería
Abraham, era importante que no existiera ninguna duda en la mente de
Abraham o en la de cualquier otro acerca de la paternidad del hijo
de Sara. Algún tiempo después de la promesa, en Gerara, existía el
peligro de que el rey, Abimeleq, la llevara a su harem. Con una
cobardía vergonzosa Abraham permitió que lo hiciera. (El fue
castigado por ello cuando Dios le ordenó que sacrificara a Isaac.)
Pero Dios intervino inmediatamente apareciéndosele a Abimeleq de
noche y amenazándole con arrasar todo su reino si se atrevía a tocar
a Sara. "Y habiéndose Abimeleq levantado inmediatamente a la noche …
llamó a Abraham y le dijo, ¿'Qué nos has hecho'?” No era suficiente
haber meramente protegido a Sara. Abraham tubo que saber de los
labios del mismo Abimeleq que Sara no había sido tocada, así como
José lo supo en el caso de María. Y así Isaac, el primero de los
“hijos de la promesa” (Gal 4:28) y de la semilla milagrosa de
Abraham, nació.
María no fue inmaculada porque era virgen, sino que el mejor signo
de su condición de inmaculada fue su virginidad. Así como los
Evangelios demuestran la humilde humanidad de Cristo nombrando entre
sus ancestros a Lameq, el asesino jactancioso; Abraham, el cobarde;
Jacob, el mentiroso; Judas, el adúltero; Ruth, la pagana; David, el
asesino y adúltero; y muchos reyes idólatras, demostrando así que El
era igual a nosotros en todas las cosas excepto en el pecado,
también, los mismos Evangelios desasocian a María de todo pecado a
fin de demostrar que ella es, de la mayor manera posible “a imagen y
semejanza de Dios.” María era de la casa de David, pero la relación
de Cristo con esa línea no viene a través de María, sino a través de
José, Su padre adoptivo. Y tuvo que ser que la Madre de Dios fuese
inmaculada a fin de que nosotros podamos creer más fácilmente que
ella había desafiado al mundo con el reto mas grande de una mujer al
pecado —el voto de la virginidad— y lo había mantenido y dado fruto
divino.
Nosotros no creemos que Jesús sea Dios porque nació de una madre
virgen, así como los Apóstoles y los Evangelistas no lo creyeron
solo por esa razón. Nosotros creemos en la Divinidad de Cristo
debido a la evidencia de la Resurrección, la maravilla de la
presentación Evangélica, el crecimiento de la Iglesia, los Milagros
y profecías de Cristo, la consonancia de Su doctrina con las
aspiraciones del corazón humano. El Parto Virginal más bien
se relaciona con la humanidad de Cristo y con el hecho de que El
esta apartado del pecado que afectó a todos los hombres nacidos de
la unión de un hombre y una mujer. Lejos de tratar al Parto
Virginal como una marca deslumbrante de la Divinidad, el Te Deum
lo considera como la condescendencia sublime de Nuestro Señor con
las modestas condiciones de la humanidad:
Cuando asumiste los pecados para liberar al hombre: Tú no
aborreciste el vientre de la Virgen.
El
Parto Virginal es la seguridad de la condición inmaculada de
la naturaleza humana que Nuestro Señor asumió. La única salvación
que es dada a los hombres sobre esta tierra es en el nombre de aquel
que Quien, siendo El mismo Dios, entró en el rango de los hombres
pecadores. Que nadie nunca debe negar que El fue un hombre, que
nació como el resto de los hombres del vientre de una mujer —un
hecho que escandalizó tanto a Marción que dijo: "Un bebé envuelto en
pañales no es la clase de Dios que yo adoraré.”
En
la Encarnación, Dios Hijo inicia el proceso de la re-creación de Su
propia anterior creación que había sido desordenada. Lo hace
vistiéndose con aquellos mismos elementos de la creación que habían
caído en desorden. Por primera vez desde la Caída del Hombre, una
unidad completamente perfecta de la humanidad es creada en el mundo.
Esta humanidad es unida substancialmente a la Persona del Hijo de
Dios.
¿Qué
testifican todas las negaciones del Parto Virginal? En
general demuestran el intento sutil de derribar el nuevo orden de la
humanidad y de la raza del Segundo Adán para meterlo en el mundo no
redimido del viejo Adán. Si un padre humano proporcionó la
naturaleza humana de Cristo, Cristo no sería el nuevo Adán. El
Parto Virginal mantiene la iniciativa Divina de la Redención
en Dios mismo. Si el inicio del nuevo orden se le da al hombre,
entonces se le quita a Dios. Sin el Parto Virginal, Nuestro
Señor estaría enredado en una humanidad pecadora. Con el
Parto Virginal, El es encarnado en la humanidad sin su
pecado. Al ignorar el Parto Virginal, uno busca ignorar la
iniciativa Divina en la raza del nuevo Adán. Los primeros herejes
dudaban sobre la humanidad de Nuestro Señor, y por tanto negaban que
El tuvo una madre humana. Los agnósticos modernos dudan acerca de la
verdadera Divinidad, por tanto agregan un padre humano a Su
parentela.
Nunca existe peligro en que los hombres piensen demasiado en María;
el peligro es que ellos piensen muy poco en Cristo. La frialdad
hacia María es una consecuencia de la indiferencia a Cristo.
Cualquier objeción en llamarla la “Madre de Dios” es
fundamentalmente una objeción a la Deidad de Cristo. El término
consagrado Theotokos, “Madre de Dios” ha sido desde el año
432 la piedra de toque de la Fe Cristiana. No fue entonces que la
Iglesia tuviera la intención de expandir la Mariología; fue
más bien que ella estaba preocupada por la ortodoxia Cristológica.
Como Juan de Damasco destacó: “Este nombre contiene todo el misterio
de la Encarnación.” Una vez que Cristo es disminuido, humanizado,
naturalizado, ya no existe ningún uso para el término "Madre de
Dios". El mismo implica una doble generación de la Palabra Divina:
una eterna en el seno del Padre, la otra temporal en el vientre de
María. María por tanto no tuvo a un “mero hombre” sino al “verdadero
Dios”. Ninguna nueva persona vino al mundo cuando María abrió los
portales de la carne, sino el Hijo Eterno de Dios se hizo hombre. Lo
que comenzó a ser fue una nueva naturaleza, o una naturaleza
humana de una Persona que existió desde toda la eternidad. Fue la
Palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se hizo
carne y habitó entre nosotros. Theantropos, o Dios-Hombre, y
Theotokos, o Madre de Dios, van juntos o se caen juntos.
Se descubrirá que quienes se llaman cristianos, que piensan que
creen en la Divinidad de Cristo pero no creen en María como Madre de
Dios, caen generalmente en cuatro antiguas herejías.
-Adopcionistas, que creen que Cristo fue un mero
hombre pero después del nacimiento fue adoptado por Dios como Su
Hijo.
-Nestorianos, que sostuvieron que María dio a luz a un
hombre que solo tenía una unión estrecha con la Divinidad.
-Euticianos, que negaban la naturaleza humana de Cristo y por
tanto hacían de María meramente un instrumento en una teofanía.
-Docetistas, que sostienen que la naturaleza de Cristo fue
solamente de un fantasma o una aparición.
Aquellos que se ofenden con la reverencia otorgada a María, si
analizan sus pensamientos, descubrirán que están sosteniendo la
posición Docetista u otro antiguo error similar. Incluso si ellos
profesan la Divinidad de Cristo en Su existencia terrenal, dichas
personas no se atreven a afirmar que Su naturaleza humana es
glorificada con El a la derecha del Padre, donde El realiza su
intercesión por nosotros. Así como algunos ya no piensan en Cristo
como Dios, otros ya no piensan en Cristo como Hombre glorificado. Si
El ya no es Hombre, entonces María ya no es Su Madre. Pero si El es
aún Hombre, la relación de María con El se extiende más allá de
Belén y el Calvario incluso a Su Cuerpo Místico la Iglesia. Por lo
tanto nadie, que piense lógicamente acerca de Cristo puede
comprender una pregunta tal como: “¿Por qué tu hablas tan a menudo
acerca de Su Madre?"
Continuará...