Louis de Wohl
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Ver también: Comunismo
Algún propagandista comunista lanzó el slogan y muchos mentecatos inteligentes lo repiten: «Jesucristo fue el primer comunista» ¿Acaso no estaba en contra de los ricos y hartos ? ¿Acaso no alababa a los pobres y necesitados? ¿Acaso no se rodeó de gentes sencillas, de proletarios? ¿Acaso no tronó contra los sacerdotes profesionales, cuyo odio acabó por ocasionar su muerte? ¿Acaso no se saltó la idea elitista del pueblo judío haciéndose amigo de los pobres de otros pueblos? ¿Acaso no se preocupó siempre de la suerte de la gente sencilla? ¿No vivió acaso con sus apóstoles en una comunidad puramente comunista?
«Resulta muy seductor», dije, cuando uno de esos mentecatos inteligentes me expuso todo esto. «Permítame, sin embargo, que añada todavía un par de preguntas. ¿Enseñó Cristo también que toda religión es opio para el pueblo? ¿Que Dios es un invento de la burguesía y los capitalistas para mantener en sus límites al proletariado? ¿Que lo único que importa es la vida terrenal, porque es la única que existe? ¿Que la meta final de la humanidad es el ordenamiento paradisíaco del Estado y que deberá comenzar matando a los gobernantes actuales? ¿Que la moral es un invento de los capitalistas para frenar al proletario? ¿Que sólo importa una clase determinada de hombre, los proletarios? ¿Que la vida del individuo no tiene ningún valor frente a los intereses del Estado? ¿Acaso Jesucristo fue un precursor del materialismo? ¿Consideraba que la oración era una estupidez y la visita al templo un acto reaccionario? Y finalmente, ¿Encomendó a sus discípulos la misión de obligar a las personas a aceptar sus ideas por medio de la fuerza policial? Y aquí he de añadir que precisamente Él era quien entre todos los ostentadores de poder en el mundo habría tenido perfecto derecho a dar esa orden. Él era el más poderoso porque era Dios. Sin embargo, Dios, el único totalitarista justificado, respeta el libre albedrío de los hombres. La frase «Jesucristo fue el primer comunista» es una obra de arte de la hipocresía. Pero si fuera cierto, habría que felicitar a sus dirigentes por su extraordinario parecido con el «primer comunista»: Marx por su amor al prójimo lleno de bondad, Lenin por su humildad y caridad, y Stalin por su amor a la verdad y su disposición a perdonar.