LA BIBLIA
1.
CREDO BIBLICO.
2.
EL MUNDO DE LA BIBLIA.
3.
CURIOSIDADES DE LA BIBLIA.
4.
LA BIBLIA EN LA HISTORIA UNIVERSAL.
5.
LA BIBLIA: EL LIBRO DE INTERPRETACION DIVINA.
6.
LA BIBLIA: EL LIBRO MÁS DIVULGADO Y DESCONOCIDO DE LA
HUMANIDAD.
7.
FRASES CELEBRES SOBRE LA BIBLIA.
8.
EL JARDIN DEL EDEN.
9.
EL ARCA DE NOE.
10.
EL ARCA DE LA ALIANZA.
11.
EL TEMPLO DE JERUSALEN.
EL CREDO BIBLICO
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
CREO EN DIOS.
“Nuestro Dios es el único Señor” (Deuteronomio 6,4).
PADRE TODO PODEROSO.
“Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (Lucas
18,27).
CREADOR DEL CIELO Y DE LA
TIERRA. “En el
comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1).
CREO EN JESUCRISTO.
“El es el resplandor
glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreos 1,3).
SU UNICO HIJO.
“Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que
todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna”
(Juan 3,16).
NUESTRO SEÑOR.
“Dios lo ha hecho Señor y Mesías” (Hechos 2,36).
QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y
GRACIA DEL ESPIRITU SANTO.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo
descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer
será llamado Santo e Hijo de Dios” (Lucas 1,35).
NACIO DE SANTA MARIA VIRGEN.
“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho
por medio del profeta: ‘la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo,
al que pondrá por nombre Emmanuel’ (que significa “Dios con
nosotros”)” (Mateo 1,22-23).
PADECIO BAJO EL PODER DE PONCIO
PILATO. “Pilato
tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una
corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron
con una capa de color rojo oscuro” (Juan 19,1-2).
FUE CRUCIFICADO.
“Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la
Calavera’ (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron,
y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la
cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”
(Juan 19,17-19).
MUERTO Y SEPULTADO.
“Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi
espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo
de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en
un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a
nadie (Lucas 23,53).
DESCENDIO A LOS INFIERNOS.
“Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la
vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que
estaban presos” (1 Pedro 3,18-19).
AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE
LOS MUERTOS.
“Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que
lo sepultaron y que resucitó al tercer día” (1 Corintios 15, 3-4).
SUBIO A LOS CIELOS, Y ESTA
SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE
TODO PODEROSO. “El Señor Jesús fue llevado al cielo y se
sentó a la derecha de Dios” (Marcos 16,19).
DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR
A VIVOS Y MUERTOS.
“El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez
de los vivos y de los muertos” (Hechos 10,42).
CREO EN EL ESPIRITU SANTO.
“Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del
Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5,5).
LA SANTA IGLESIA CATOLICA.
“Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir
mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla”
(Mateo 16,18).
LA COMUNION DE LOS SANTOS.
“Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones,
razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y
delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos”
(Apocalipsis 7,9).
EL PERDON DE LOS PECADOS.
“A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados”
(Juan 20,23).
LA RESURRECCION DE LA CARNE.
“Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales” (Romanos 8,11).
Y LA VIDA ETERNA.
“Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de
lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y
ellos reinarán por todos los siglos” (Apocalipsis 22,5).
AMEN.
“Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22,20).
EL MUNDO DE LA BIBLIA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. APUNTES VARIOS
La Biblia es una colección de
escritos inspirados por Dios.
La palabra Biblia debe su origen a
la ciudad fenicia de Biblos, famoso centro de comercio de
papiros.
Los judíos la llamaban “Séfer”
(libros), o Miqná (lectura).
En los textos sagrados se le
define como “la palabra de Dios” (Lucas 8,21), “las Sagradas
Escrituras” (2 Timoteo 3,15) o “las Escrituras” (Hechos 17,3).
Biblia es un plural que significa
“los libros”, la expresión griega “Ta Abla” quiere decir
“libros santos”.
En el siglo primero de nuestra
era, el papa San Clemente Romano, fue la primera persona en llamarla
“Ta Biblia”, es decir, “la Santa Biblia”.
Se divide en dos partes:
ANTIGUO TESTAMENTO:
Habla de la alianza entre Dios con el pueblo hebreo.
NUEVO TESTAMENTO:
La alianza de Jesús con el nuevo pueblo de Dios (judíos y gentiles).
La palabra “Testamento” quiere
decir “acuerdo”, “pacto” o “alianza”.
La palabra “Evangelio” traduce “la
Buena Nueva”.
Los términos bíblicos “Aleluya”
significa “Bendito sea Yahvé”, “Hosanna”, “Bienvenido sea”,
“Shalom” “Saludo de paz” y “Amen”, “Así Sea”.
La palabra “Salmo” traduce “Himno
para recitar con música”.
En el Antiguo Testamento el nombre
de Dios aparece casi siete mil veces, y se suele transliterar como
YHWH (“Yo soy el que soy”). Está palabra compuesto por cuatro letras
(de izquierda a derecha: yohdh, he, waw, he), es conocida como el
Tetragrámaton (con vocales añadidas quedaría como “YAHWEH”, aunque
no se puede saber a ciencia cierta cómo se decía el nombre de Dios).
Después del exilio de Babilonia en el siglo VI A. de C. entre los
judíos el nombre divino comenzó a ser objeto de especial reverencia
y superstición, de hecho el proclamarlo era considerado como un acto
de sacrilegio. Además, para Israel fue siempre misterioso e
impronunciable. Como consecuencia dejaron de utilizarlo, y empezaron
a sustituirlo en sus escritos por otras expresiones como ADONAI
(SEÑOR) o ELOHIM (DIOS).
El Nuevo Testamento utilizan
varias expresiones para dirigirse al Padre Eterno, una de las más
hermosas es “Dios es amor” (1 Juan 4,8).
El centro de toda la Biblia es
Jesús, el Hijo de Dios.
Las Biblias católicas, ortodoxas y
anglicanas tienen un total de 73 libros; 46 en el A.T. y 27 en el
N.T.
Las Biblias protestantes sólo
aceptan 66 libros, suprimiendo siete del A.T. que son llamados como
“deutero canónicos” (es decir, de la segunda lista); que son:
Tobías, Judith, Sabiduría de Salomón, Sirac o Eclesiástico, Baruc, I
y II de Macabeos; y algunas adiciones en griego de Ester y Daniel.
Existen dos cánones (o listas) de
los Libros Sagrados del Antiguo Testamento:
El canon de Alejandría (o de los
setenta): que fue escrito en griego, es el aceptado por la Iglesia
Católica, Ortodoxa y Anglicana.
El canon de Jerusalén: que fue
escrito en hebreo, es reconocido por el Judaísmo y las Iglesias
Protestantes.
Fue redactada por más de 40
hombres entre sabios, historiadores, reyes, príncipes, funcionarios,
sacerdotes, profetas, apóstoles, discípulos, pastores, pescadores
por los menos un general y un médico; la gran mayoría fueron hebreos
y algunos son desconocidos.
En la segunda mitad del siglo VI
a.C., cuando los judíos regresaban del exilio en Babilonia, un grupo
de hebraístas conocido como los soferim, “escribas”, llegaron a ser
los guardianes del texto de la Biblia hebrea, con la responsabilidad
de copiar aquellas Escrituras para su uso en la adoración pública y
privada.
Los masoretas (término en hebreo
que significa “los maestros de la tradición”) fueron copistas del
Antiguo Testamento, que vivieron entre los siglos VII y X a.C. Sus
copias manuscritas se denominan textos masoréticos.
Se le da el nombre de Hagiógrafos,
a los que escribieron la Biblia bajo la inspiración del Espíritu
Santo.
En la antigua sociedad judía sólo
unos cuantos varones privilegiados, fariseos o maestros de la ley
poseían rollos de las Escrituras. Esto se debió a su alto costo de
elaboración, así por ejemplo se calcula que una copia de Isaías
valía de seis a diez denarios, y una Biblia completa en hebreo
conformada por quince o veinte rollos, podría costar cerca de la
mitad del salario de un año.
En el año 168 antes de nuestra
era, el rey sirio Antíoco IV intentó destruir todas las copias del
Antiguo Testamento que había en Palestina. Una historia judía
comenta: “Rompieron y quemaron todos los rollos de la ley que
encontraron”. “Los oficiales encargados de ejecutar esta orden lo
hicieron con implacable rigor. Poseer un libro sagrado se castigaba
con la muerte”. Pese a tales medidas, sobrevivieron copias de las
Escrituras Hebreas entre los judíos de Palestina y entre los que
vivían en otras regiones.
Los lugares donde se redactó
fueron: Palestina, Babilonia, Egipto, Roma, Corinto entre otras
regiones.
En su elaboración se utilizaron
cinco materiales:
Pergaminos de cuero de res que se
enrollaban en cilindros de madera o cobre.
Papiros sacados de una planta de
Egipto.
Las tablas de la ley de Dios
escritas en piedra.
Tablas de arcilla.
Láminas de bronce.
Se emplearon tres idiomas:
A.T. en hebreo y arameo (lengua
que hablaba Jesús).
N.T. en griego.
Fue escrita en un período de 3.500
años; se empezó en tiempos de Moisés, y se terminó poco antes de
morir el último apóstol, San Juan (+102 d.C.).
Aproximadamente en el año 600
a.C.; el profeta Esdras inicia la recopilación de los escritos del
Antiguo Testamento.
Los judíos clasificaban las
Escrituras (ha Ta Nak) en tres grupos: la ley (Torá),
los profetas (Nebiím) y otros escritos (Ketubím).
Tiene ocho géneros literarios:
Narraciones o relatos.
Historias de héroes, eventos
importantes o epopeyas.
Leyes sagradas.
Sapienciales o de sabiduría.
Poemas, cantos o himnos
religiosos.
Profecías que contienen los
“oráculos del Señor”.
Revelaciones como el libro de
Daniel y el Apocalipsis de San Juan.
La Exégesis y la Hermenéutica, son
las dos ciencias que utiliza la Iglesia Católica para darle la
correcta interpretación de los textos sagrados.
El estudio de las Sagradas
Escrituras comprende tres puntos importantes:
a.
Conocer el contexto histórico, cultural, religioso,
político y geográfico en el momento en que se escribió el libro
sagrado.
b.
Identificar el género literario que lo compone.
c.
Analizar que clase de mensaje quiere transmitir el
escritor bíblico.
Santo Tomás de Aquino (s. XIII),
enseña cuatro perspectivas diferentes para leer la Biblia:
1.
Sentido literal: Relacionarnos con el texto en sí
mismo, y entenderlo tal cual.
2.
Sentido espiritual: Identificar el significado del
texto, de lo que Dios ha ido revelando en la historia, como proyecto
de salvación para los seres humanos.
3.
Sentido Moral: Conocer la forma como debemos actuar.
4.
Sentido escatológico: Según el cual, la palabra de
Dios, nos debe mover a comprender lo que debemos esperar.
El llamado Documento “Q” (fuente
en alemán), compuesto de los dichos y enseñanzas de Jesús, debió ser
redactado entre los años 40 y 50 d.C. Al parecer, tanto Mateo como
Lucas habrían utilizado una forma primitiva del evangelio de Marcos
(fuente a la que se denomina Urmarkus), y el resto de su material lo
habrían obtenido del Documento Q. No obstante, la existencia
histórica de este documento no ha sido del todo probada, ya que no
queda ninguna copia del mismo. Además, no contenía las narraciones
de milagros ni el relato de la pasión y resurrección del Señor.
El primer escrito del Nuevo
Testamento fue la primera carta a los tesalonicenses, que se elaboró
por el año 50 o 51 d.C.
El pasaje más largo de Las
Escrituras lo encontramos en Ester 8,9; tiene 57 palabras. El más
corto es Juan 11,35, consta de tres palabras: “y Jesús lloró”.
De los cuatro evangelios el de
San Lucas es el más fácil; San Mateo, el más pedagógico; San
Marcos, el más corto y San Juan el más espiritual. Asimismo, en
Marcos, prevalece el elemento humano y los milagros; en Lucas, la
misericordia y su amor por los pecadores; en Mateo, el maestro de la
ley judía; y en Juan, la divinidad de Jesucristo.
El primer evangelio en redactarse
al parecer fue el de Marcos, hacia el año 45, Lucas y Mateo lo
escribieron en el 85; y el último en de Juan por el año 96 d.C.
El sermón más famoso de la Biblia
es el que pronunció Jesús, llamado el “sermón del monte”; y se
encuentra en los capítulos 5º al 7º de San Mateo.
El país de la Biblia, es
identificado de diferentes nombres:
Tierra de Canaam (o tierra
prometida).
Palestina (o tierra de los
Filisteos).
Israel (o tierra de los hijos de
Jacob).
La ciudad más importante de la
Biblia es Jerusalén, la capital de Israel; considerada como la
“Ciudad de Dios”, “Ciudad Santa”, “Ciudad de la paz” o “Ciudad de
David”.
El río más importante de la Biblia
es el Jordán, donde Juan el Bautista bautizó a Jesús.
El lago más importante de la
Biblia es Genesaret o “lago de Galilea”; aquí fue donde el Señor
realizó grandes milagros y predicó a sus discípulos.
Las montañas de mayor importancia
en las Escrituras son:
El Monte Sinaí, donde Moisés
recibió las tablas de la ley de Dios.
El monte Nebó, enfrente de Jericó,
aquí Moisés contempló la Tierra Prometida antes de morir, y ser
sepultado por El Señor.
El monte Hermón, marca el límite
de la conquista israelita en el Canaán, se le menciona repetidas
veces en la poesía hebrea.
El Monte Carmelo, donde el profeta
Elías realizó la prueba de fuego ante los adoradores de Baal.
El Monte Sión, allí se encontraba
el palacio que edificó el rey David.
El Monte Moria, lugar donde el rey
Salomón construyó el templo de Jerusalén.
El Monte Tabor, donde al parecer
se presentó la transfiguración de Cristo.
El Monte de los Olivos o del
Getsemaní, aquí el Mesías oró y sudó gotas de sangre; es el lugar
desde donde regresó al cielo.
El Apocalipsis es como un gran
resumen de la Biblia, allí se encuentra temas de los profetas, de
los sabios, de los evangelios y de las cartas de los apóstoles.
El Apocalipsis termina con la más
bella oración: “Ven Señor Jesús”.
CURIOSIDADES DE
LA BIBLIA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
En el libro del Génesis no se
menciona que la fruta probada por Eva y Adán fuera una manzana, es
más seguro que comieran un higo, una nuez, una algarroba o una
naranja. El error viene de un editor que tradujo mal el término
malus-malum (mal fruto) por manzana.
En Irak se encuentra la región de
Qurna, 500 kilómetros al sur de Bagdad; aquí según la tradición
musulmana está el famoso árbol de Manzanas del Jardín del Edén.
Este fértil terreno es la confluencia de los ríos Tigris y
Eufrates, de la antigua Mesopotamia. En épocas lejanas allí no había
más que agua, pero luego surgió la tierra y apareció el primer
hombre, Adán (Hombre de barro rojo), y Eva (Madre de los vivientes).
La serpiente sirve de muchos
símbolos en la Biblia. Es representada como el Demonio mismo desde
el Génesis (3,1) hasta el Apocalipsis (12,9); pero también es
instrumento del milagro de Moisés ante el Faraón (Éxodo 7,9); es
símbolo de la victoria de Yahvé sobre las serpientes venenosas en el
desierto del Sinaí (Números 21,8); es señal de la paz consumada,
cuando ya sólo comerá polvo, según el profeta Isaías (65,25). Cristo
Jesús nos dice que hemos de ser mansos como palomas y “astutos como
serpientes” (Mateo 10,16). Aunque también trata de serpientes y
víboras a los escribas y fariseos (Mateo 23,33). Por último, los
discípulos del Señor no serán dañados por las “serpientes venenosas”
(Marcos 16,18).
Las personas anti-diluvianas
vivieron muchos años, por citar algunos casos:
-
Adán llegó a los 930 años.
-
Matusalén cumplió los 969 años.
-
Noé vivió 950 años.
Muchos santos bíblicos cumplieron
misiones importantes a una avanzada edad, así por ejemplo:
-
Noé rondaba los 600 años de edad cuando por orden del
Señor construyó el arca.
-
Abrahán era un hombre de unos 75 años cuando Dios le
manda emigrar a la tierra del Canaán.
-
Jacob tenía 97 años cuando luchó con un ángel toda
una noche para conseguir una bendición. Antes de morir, a la edad de
147 años, reunió las fuerzas necesarias para bendecir a sus doce
hijos uno por uno.
-
José, hijo de Jacob tenía 110 años cuando dio el
mandato a los israelitas que con su muerte se llevaran con ellos sus
huesos. Ese pedido fue para el pueblo de Dios un motivo de esperanza
durante los largos años de dura esclavitud que sufrieron tras su
muerte, pues les garantizaba que un día vendría su liberación.
-
Moisés tenía 80 años cuando Yahvé le encomendó la
misión de liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto.
-
La Biblia no dice qué edad tenía Samuel cuando murió,
pero los sucesos que se relatan en el libro de Primero de Samuel
abarca unos ciento dos años, y dicho profeta fue testigo de la mayor
parte de ellos.
-
Hacía el final de su vida longeva el rey David
compuso la canción que hoy conocemos como el Salmo 37.
-
El profeta Daniel contaba con más de 90 años, cuando
aún tenía la costumbre de escudriñar los Textos Sagrados.
-
La profetiza Ana tenía 84 años cuando servía en el
templo de Jerusalén día y noche. Su devoción se vio recompensada al
poder conocer al pequeño Jesús, cuando fue presentado por sus
padres, según ordenaba la ley mosaica.
-
El apóstol Juan quizás ya con 90 o 100 años de edad,
escribió el Evangelio y las tres Epístolas que llevan su nombre.
En las Sagradas Escrituras
encontramos seis pactos:
-
ADAN Y EVA:
La descendencia humana y el cuidado del jardín del Edén.
-
NOE:
No volverá haber otro diluvio universal.
-
ABRAHAM:
El padre del pueblo hebreo y de todos los creyentes.
-
MOISES:
La ley para el pueblo escogido.
-
DAVID:
El linaje mesiánico.
-
JESUS:
El nuevo pueblo de Dios.
En el libro del Génesis se narra
la existencia de una raza de gigantes pre-diluvianos llamados los
“nefilim” (derribadores), considerados “los poderosos que eran en la
antigüedad, los hombres de fama” (6,4). Del mismo modo, muchas
mitologías ancestrales contienen historias de gigantes, y de una
catastrófica inundación. Por ejemplo, en la cultura azteca habla de
un mundo pasado habitado por gigantes y de un gran diluvio. Las
sagas escandinavas cuentan la historia de una raza de gigantes y de
un sabio llamado Bergelmir, que logró sobrevivir con su mujer en un
gran bote que había construido.
El relato del diluvio universal
era no solamente conocido por los judíos, sino también por otros
pueblos antiguos como los chinos, japoneses, egipcios, sumerios,
hindúes, los pigmeos africanos, los indígenas del Orinoco
venezolano, los de Norteamérica y los incas.
Según el Génesis a partir de los
tres hijos de Noé con sus esposas se volvió a poblar la tierra:
Sem: Se instaló en Asia, y dio
origen a la raza amarilla con las tribus de los asirios, caldeos,
hebreos, sirios y algunos clanes árabes.
Cam: Se fue a África, y dio origen
a la raza negra con los etíopes, egipcios, cananeos y algunos clanes
africanos y árabes.
Jafet: Se trasladó a Europa, y dio
origen a la raza blanca con los indoerupeos.
En la mezquita llamada la “Cúpula
de la Roca” o “mezquita de Omar” en Jerusalén, se observa en su
interior una gran piedra en el suelo donde se asegura que Dios creó
a Adán, y donde el patriarca Abraham iba a sacrificar a su hijo
Isaac.
En la cueva de Macpelá, cerca de
la ciudad de Hebrón (Cisjordania), hay una mezquita donde está la
tumba de los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob en compañía de sus
esposas Sara, Rebeca y Lea.
Las tribus de Israel estaban
formadas por los descendientes de los hijos de Jacob. Este
patriarca, a quien se le conoció más tarde como Israel, tuvo doce
hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar,
Zabulón, José y Benjamín. Cada tribu llevaba el nombre de uno de los
hijos, con la excepción de José. En su caso, se formaron dos tribus
con los nombres de sus dos hijos, Efraín y Manasés, a quienes se les
consideró cabezas tribales de pleno derecho. Otro dato interesante,
es que los hombres de la tribu de Leví se les excluyeron del
servicio militar para que pudieran servir en el tabernáculo y
posteriormente en el templo de Jerusalén. Además, a los levitas no
se les ubicó en una zona específica de la Tierra Prometida; más
bien, recibieron 48 ciudades distribuidas por todo el País. Por
estas dos razones, la tribu de Leví casi nunca se menciona cuando se
enumeran las tribus de Israel, y por eso suele hablarse de doce
tribus y no de trece.
En la región de Samaria se halla
la tumba de José, que es venerada por las tres religiones
monoteístas. En el lugar se encontraron importantes reliquias
egipcias que datan de esta época bíblica.
En la ciudad de Belén, se localiza
el sepulcro de Raquel; la otra esposa de Jacob y madre del pueblo
hebreo.
El mar muerto es el escenario de
lo que fue la destrucción bíblica de las corrompidas ciudades de
Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y Segor. Es el lugar más caliente de
la tierra y completamente estéril; los peces que bajan del río
jordán mueren por el alto contenido de sal en sus aguas y porque no
existe ningún tipo de planta acuática, tampoco vuelan las aves
sobre sus cielos; las arenas de sus alrededores se utiliza en la
elaboración de cosméticos y mascarillas para la piel; además la
gente que se baña en sus aguas flota y no se hunden.
Un equipo de arqueólogos descubrió
en 1996 las ruinas de las ciudades de Sodoma y Gomorra al este del
Mar Muerto, en El Lisan (Jordania). Se hallaron restos de edificios
destruidos mil novecientos años antes de Cristo, y objetos de
cerámica y de pedernal, paredes y tumbas. Los expertos han concluido
de que las ciudades bíblicas fueron desoladas posiblemente por una
tormenta de meteoritos ocasionada por el cometa Little Bull, que
coincide con la desaparición de 40 ciudades ubicadas en Egipto,
Mesopotamia y el valle del Indo entre el 2200 al 2000 a.C. Las
tormentas procedentes del espacio pueden durar más de 200 años y las
bolas de fuego que caen del firmamento llegan a explosionar contra
la tierra con la fuerza de varias bombas atómicas. Del mismo modo,
en el año 2008, un equipo de científicos de la Universidad de
Bristol (Inglaterra), cree que estas ciudades bíblicas fueron
borradas de la faz de la tierra por un asteroide. El hecho parece
coincidir con una antigua tablilla sumeria de arcilla, donde está
escrito el testimonio de una persona que fue testigo del
acontecimiento.
Próximo al monte Sdom hay un
montículo de sólida sal de roca con una vaga silueta humana
denominada “la mujer de Lot”.
Dentro del monasterio ortodoxo
griego de Santa Catalina a los pies del monte de Moisés, se conserva
el arbusto de la famosa “Zarza Ardiente”; desde donde Yahvé le
ordena al caudillo judío sacar a su pueblo de la esclavitud en
Egipto.
A la celebración de la Pascua en
que los judíos comían pan sin levadura se le añadió más tarde el
vino, probablemente después de su regreso del destierro de
Babilonia.
En el fondo del lecho acuático del
Mar Rojo o Mar de los Juncos, lo cual corresponde a las marismas del
Lago Timsah que actualmente forma la parte del canal del Suez,
al norte de los lagos Amargos, a una profundidad de 100 metros se
han hallado restos de ruedas de carros egipcios, armaduras y
esqueletos que corresponde a los ejércitos de la antigua Egipto
faraónica.
En el libro del Exodo se narra que
El Señor entregó a Moisés las dos tablas de la ley escritas con su
propio dedo.
Los mandamientos de la ley de Dios
eran doce, como los de los hebreos. La Iglesia Católica los resumió
a diez según el criterio de San Agustín, para que la gente los
memorizara más fácil, al igual que los dedos de las manos.
Cuando Moisés bajó del monte Sinaí
la tez de su rostro emitía rayos de luz a causa de haber hablado con
Yahvé. Igualmente, cuando este caudillo salía del tabernáculo
después de estar ante la presencia del Altísimo, se cubría la cara
con un velo para que los israelitas no vieran su cara iluminada.
En el año 2006, un grupo de
investigadores encontraron una réplica en miniatura en oro, de 3.500
años de antigüedad, del “arca de la alianza”, que confirmaría la
historia bíblica del Exodo.
En el Israel bíblico la santidad
es exclusiva de:
-
El cielo como morada eterna de Yahvéh.
-
El sumo sacerdote quien llevaba en el turbante una
placa de oro con la inscripción “La santidad pertenece al Señor”.
-
Los sacerdotes del templo.
-
Los nazarenos durante el tiempo de su voto de
castidad.
-
La zarza ardiente por medio de la cual Dios se revela
a Moisés.
-
La tierra del Canaán, porque allí habita el Señor en
medio de su pueblo.
-
La ciudad de Jerusalén.
-
El monte Sión.
-
El templo de Jerusalén.
-
El pórtico del templo.
-
El tabernáculo de la reunión.
-
El lugar santo.
-
El santísimo o sancta sanctorum.
La ley mosaica incluye 365
prohibiciones y 278 preceptos positivos.
Son considerados como pecados
graves en el pueblo hebreo, los siguientes:
A.
De carácter religioso:
-
La idolatría y la inducción a ella.
-
La magia, la adivinación y la blasfemia.
-
La trasgresión del precepto del sábado y de la
circuncisión.
-
La inobservancia de la fiesta de la Pascua.
B.
En el terreno social:
-
El asesinato.
-
La desobediencia contra los padres.
-
Rapto de hombres.
-
El adulterio.
c. Los que claman justicia divina:
-
El homicidio.
-
La sodomía.
-
La opresión a los pobres, viudas y huérfanos.
-
La retención del salario debido a los trabajadores.
El Antiguo Testamento muestra que
a veces, hasta varones que servían a Dios fielmente vacilaron en
aceptar misiones difíciles que El les confió:
a.
Moisés objetó que no tenía la fluidez necesaria para
hablar ante el faraón.
b.
Jeremías dijo que no era más que “un muchacho”, para
encargarse de la tarea que el Señor le había encomendado.
c.
Jonás incluso huyó de su asignación.
En la antigüedad y hoy en día los
llamados “judíos ortodoxos”, tienen la costumbre de llevar los
mandamientos en un cofre negro llamado tefilín, atado con una cinta
en la frente y otro en el brazo derecho.
Los masoretas eran tan
escrupulosos en su trabajo de copiar los textos de las Escrituras
Hebreas, que llegaban hasta el punto de contar las letras para
evitar errores. Además tenían que usar como texto maestro una copia
debidamente autenticada, y no se les permitía escribir nada de
memoria.
En el antiguo Israel hubo ocasión
en que Yahvéh se valió de las suertes para dar a conocer su
voluntad. La suerte eran unos guijarros o tablillas de madera o
piedra. En primer lugar se hacía una oración al Altísimo para
pedirle que interviniera en el asunto que se iba a tratar. Después
se echaba las suertes dentro del pliegue de una prenda de vestir y
se extraía una. Lo que salía reflejaba la decisión de Dios al
respecto.
En el museo de El Cairo (Egipto),
Hay una estela de granito que conmemora las victorias del faraón
Merneptah (siglo XIII a.C.). Según los entendidos, este monumento
contiene la primera referencia extra-bíblica del “pueblo de Israel”.
En el libro de los Jueces se narra
que Sansón con su fuerza, desgarró en dos a un león y derribó con
una quijada de asno a mil hombres.
En el segundo libro de los Reyes
(19,34-35) se cuenta que en una sola noche, el Ángel del Señor, dio
muerte a 185000 soldados asirios, que amenazaban con tomarse la
ciudad de Jerusalén.
En septiembre de 1993 salió a la
luz la primera prueba extra-bíblica sobre la existencia del rey
David, con un fragmento de un derruido monumento hallado en la
localidad norteña de Tel Dan (Israel). Se puede leer en arameo las
palabras “Rey David” y “Casa de David”. El idioma y el estilo del
texto apuntan al siglo IX a. de C., en tiempos de Asa, rey de Judá y
tataranieto de David. El hallazgo permitió además verificar la
autenticidad de la Estela de Mesá (llamada también la Piedra
Moabita), descubierta en 1868, que hace referencia a la “Casa de
David”. Ambas pertenecen al mismo período de tiempo, son del mismo
material, tienen un tamaño y forma similares, y su escritura
semítica es casi idéntica.
En Jerusalén hay una sinagoga
donde está la llamada “tumba del rey David”.
La gruta de Jerusalén es el lugar
donde el profeta Jeremías escribió sus lamentaciones, y en la que se
cree fue enterrado.
En el libro de Daniel se dice que
fue un ángel quien les cerró la boca a los leones, para que no lo
devoraran cuando estuvo en el foso.
En el libro de Jonás se habla de
un gran pez que se tragó al profeta, pero no se especifica que fuera
una ballena.
En la tradición judía, las
concepciones milagrosas tienen profundas raíces: la anciana Sara que
engendra a Isaac; la esposa estéril de Manoah, madre de Sansón; Ana
la estéril que da a luz a Samuel; Isabel, de edad avanzada que
engendra a Juan Bautista, justo antes de que María concibiera
virginalmente a Jesús.
En el convento católico de Nuestra
Señora del Monte Carmelo, debajo del altar mayor se ve una gruta
donde según la tradición era el lugar donde se refugiaba el profeta
Elías. Una imagen recuerda al celoso defensor de la religión de
Yahvé.
Las principales figuras del
Redentor en el Antiguo Testamento son:
-
El justo Abel.
-
El sumo sacerdote Melquisedech.
-
El sacrificio de Isaac.
-
José vendido por sus hermanos.
-
El profeta Jonás.
-
El cordero pascual.
-
La serpiente de bronce levantada por Moisés en el
desierto.
-
El maná caído del cielo.
Los sacerdotes que oficiaban en el
tabernáculo tenían que lavarse ellos y sus prendas a menudo. Mas
tarde, el rey Salomón construyó en el templo un enorme recipiente de
cobre –llamado “mar fundido”- que normalmente contenía unos 44.000
litros de agua, cantidad suficiente para cumplir con lo que exigía
la ley de Dios al respecto.
En el siglo primero de nuestra
era, el templo de la Ciudad Santa contaba con varios atrios, o
patios, de acceso restringido. Cualquier persona podía entrar en el
atrio de los gentiles, pero solo los hebreos y los prosélitos podían
entrar a los demás patios, que estaban detrás de una elegante
balaustrada de piedra llamada Soreg, de 1,3 metros de altura,
aproximadamente. Según el historiador judío Flavio Josefo (s. I),
dicha barrera tenía grabadas varias inscripciones en griego y en
latín que advertía a los gentiles que no se atrevieran a poner un
pie en el recinto sagrado. Una de esas inscripciones en griego, que
todavía se conserva en su totalidad, dice así: “A ningún extranjero
se le permite estar dentro de la balaustrada y del terraplén en
torno del santuario. Aquel a quien se encuentre será personalmente
responsable de su propia muerte”.
El muro de los lamentos en
Jerusalén donde los judíos hacen oración, es lo único que queda del
magnifico templo construido por el rey Herodes el Grande.
En Mayo del 2007, la Universidad
Hebrea de Jerusalén anunció que ha sido descubierta la tumba del rey
Herodes el Grande. El hallazgo se produjo en la zona arqueológica
conocida como “Herodium”, próxima a la Ciudad Santa, en pleno
desierto de Judea.
A los cuatro evangelistas se les
pintan o representan con la imagen de los cuatro seres vivientes del
profeta Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan: Un Hombre (La
inteligencia), Un León (El valor), Un Buey (La fuerza y la
mansedumbre) y un Águila (La velocidad y la altura).
El relato del nacimiento de un
“Hombre Salvador” se encuentra también presente en las tradiciones
ancestrales de los chinos, hindúes, persas, griegos y romanos.
De Belén descendía la familia de
David, aquí también nació el padre de San José, y según una profecía
de Miqueas, tenía que nacer el Hijo de Dios.
La estrella de Belén que siguieron
los magos al encuentro con el pequeño Mesías, pudo ser la conjunción
de los planetas Marte, Júpiter y Saturno o una súper Nova (estrella
de gran luminosidad).
Los evangelios no mencionan el día
ni el mes del nacimiento de Jesús. La fiesta del 25 de diciembre fue
impuesta posteriormente en el siglo IV, por el emperador
Constantino.
El evangelio de San Lucas no hace
referencia a un buey y un asno en el pesebre donde nació el
Redentor. Sin embargo, el buey es símbolo de paciencia y trabajo.
Como el cordero y el mismo Jesús es también una víctima, pues el
pueblo judío acostumbraba a dar como ofrenda, el sacrificio de un
pequeño buey. El asno es símbolo de la humildad, tal como el profeta
había anunciado: “mira que viene tu rey lleno de mansedumbre,
sentado en un asno”. Igualmente, el buey y el asno son mencionados
en (Isaías 1,3).
Cerca de Belén está la llamada la
“Gruta de los Pastores”, caverna que fuera originalmente cisterna,
pero convertida en capilla. La tradición relaciona a este campo con
el sitio donde se encontraban los pastores la noche en que nació
Cristo.
José el padre adoptivo del Señor,
no fue un hombre anciano como lo describieron los santos padres de
la iglesia; al contrario, debió de ser un varón de unos 30 a 35 años
de edad, para que protegiera a María y al pequeño Niño.
En Belén se encuentra conectada a
la basílica de la Natividad la iglesia franciscana de Santa Catalina
de Alejandría, donde se celebra la misa de gallo. Este era en la
antigüedad una caverna donde San Jerónimo tradujo la Biblia al latín
(La Vulgata).
Los años ocultos de Jesús
transcurrieron normalmente en Nazaret al lado de sus padres, y no
con los monjes tibetanos o en las escuelas de esoterismo y ocultismo
en Egipto; como lo quieren hacer ver algunos escritores.
En la aldea musulmana de El Bire,
la tradición la señala como el sitio “a un día de camino desde
Jerusalén”, en la que José y María se dieron cuenta que el joven
Jesús no viajaba con ellos.
En la llamada “mezquita blanca”
ocupa el lugar de la sinagoga en Nazaret en tiempo de Jesús.
En las montañas de Jericó se
localiza el monasterio ortodoxo griego de la Tentación, donde el
Ungido de Dios pasó cuarenta días en ayuno y preparación espiritual.
En Caná de Galilea hay una iglesia
cristiana de varias confesiones, donde hay una enorme tinaja, que se
supone fue utilizada por el Mesías para realizar el milagro del agua
en vino.
La iglesia católica del monte de
las Bienaventuranzas, se erige en Galilea.
En el monte de los Olivos se
encuentra la capilla de los padres carmelitas del “Pater Nostre”,
donde el Hijo de Dios enseñó a sus discípulos esta bella oración,
que se encuentra escrita en sus paredes en 35 idiomas.
En la localidad de Tabgha, donde
la tradición sitúa la multiplicación de los panes y los peces, está
un hospicio de los monjes benedictinos. En las cercanías, junto a la
costa del mar de Galilea, se halla la iglesia de San Pedro, fue
edificada por los franciscanos para marcar el sitio donde Jesús se
presentó a los discípulos luego de resucitar.
En Samaria se conserva dentro de
una capilla de los ortodoxos griegos, el pozo de la samaritana, a la
que Jesús pidió de beber agua.
En los evangelios se nombra a dos
mujeres que podrían ser la misma: María de Betania (hermana de
Lázaro), y María de Magdala (lugar próximo al balneario romano de
Tibenas), al parecer era una prostituta que vendía su cuerpo a los
soldados romanos. Siendo la misma mujer pecadora a la que Jesús le
expulsó siete demonios.
Los Evangelios no relatan que la
transfiguración de Cristo haya ocurrido en el monte Tabor, puede ser
que ocurriera en una de las estribaciones del monte Hermón; San
Pedro testigo ocular de este hecho lo llamó solamente como “el monte
santo”. Sin embargo, en el Tabor se encuentra la basílica de la
transfiguración perteneciente a los franciscanos.
En Betania se conserva “El
sepulcro de Lázaro”, que es una gruta clavada en la roca.
Los cuatro evangelios describen
unos treinta y cinco milagros efectuados por Jesús.
El Cenáculo o habitación alta
donde se celebró la Ultima Cena y el Pentecostés; esta ahora ocupada
por una Yeshiva (escuela religiosa judía). Hasta 1948 era utilizada
por los musulmanes. Entre 1335 a 1551, fue un convento franciscano
del Monte Sión, y sede originaria del Custodio de esta orden
religiosa en Tierra Santa.
En el monte del Getsemaní, se
levanta la basílica de la agonía de Cristo, compartida por la orden
franciscana, armenios y ortodoxos rusos. Todavía se puede apreciar
árboles de olivo de la época del Mesías.
En la Jerusalén occidental se
halla en un valle el monasterio griego de la Cruz, fundado en el
siglo IV. Su iglesia bizantina ocupa, según la leyenda el lugar
donde creció el árbol de cuya madera se forjó la cruz de Cristo.
El apóstol Tomás recibía el título
de “gemelo”, al parecer por su gran parecido físico con Jesús. Pudo
haber sido esta la razón por la que Judas el “traidor” tuvo que
identificar a Cristo con un beso.
San Marcos describe en su
evangelio a un joven que podría ser el mismo, y que seguía de cerca
al Maestro cuando fue hecho prisionero, cubriendo su cuerpo con una
sábana, pero al ser capturado huyó desnudo.
En la Ciudad Santa está la piscina
de Betesda y la iglesia de Santa Ana. Las mellizas piletas de
Betesda donde los inválidos fueron curados por el Señor, se
encontraron cerca de la iglesia que ocupaba el hogar de Joaquín y
Ana, padres de la Virgen, de acuerdo a una tradición del siglo IV.
Un tramo de escaleras de la iglesia desciende hacia la cripta,
cavada en la roca, donde nació y vivió María.
Muchos turistas han visitado
cierto lugar de Jerusalén conocido como el “estanque de Siloam” en
donde Jesús curó a un ciego aplicándole barro en los ojos, y después
lo mandó a lavar a dicho lugar. Inicialmente se pensaba que estaba
ubicado al final de túnel de Ezequías, excavada en el siglo IV d.C.,
cuando fue construido por los cristianos bizantinos. Sin embargo, en
el año 2004 unos arqueólogos hallaron el verdadero situado a unos
100 metros al sureste del emplazamiento original, y fue hallado
mientras se reparaba una tubería de alcantarillado. Hasta el momento
se ha desenterrado un lateral del estanque y dos esquinas, varias
monedas que datan de los años segundo, tercero y cuarto de la
revuelta judía contra Roma. Dicho suceso tuvo lugar entre los años
66 y 70 de nuestra era. El estanque se utilizó hasta la destrucción
de la Ciudad Santa en el año 70, y luego fue abandonado.
La colina del mal consejo es el
lugar donde, de acuerdo a la tradición, Caifás poseía una casa de
campo. En las faldas de este monte se encuentra un cementerio
denominado Aceldama, o “campo de sangre”; que fue donde Judas se
ahorcó y fue sepultado.
La iglesia de San Pedro en
Gallicantu (el gallo que canta), pertenece a la orden católica de
los Asuncionistas, y se eleva sobre el antiguo palacio en que Jesús
fue juzgado por Caifás y el sanedrín.
En la ciudad costera de Cesarea,
se conserva una inscripción de piedra con el nombre del procurador
romano Poncio Pilatos.
En el Vía Crucis el encuentro del
Mesías con su Madre, con la Verónica que le limpio el rostro, al
igual que sus tres caídas; corresponde a las tradiciones antiguas y
no a los escritos de los evangelios.
En el monte Calvario o Gólgota (la
calavera), Jesús esta clavado en la cruz desde las nueve de la
mañana hasta las tres de la tarde, que es cuando muere por asfixia.
En este sitio el emperador
Constantino mandó a edificar dos magníficas basílicas: la del lugar
en que fueron halladas las tres cruces y la de la resurrección,
sobre el sepulcro del Salvador.
Según algunas tradiciones
antiguas se creé que debajo de la cruz del Mesías se encontraba la
tumba de Adán; mientras que la de Eva está localizada a las afueras
de Bagdad (Irak).
El nombre de los dos ladrones
Dimas y Gestas que acompañaron a Cristo en la crucifixión,
corresponden también a la Tradición y no a la Biblia.
En Emaús se halla la basílica
franciscana de La Fracción del Pan, que ocupa el lugar de la casa de
Cleofás y Simón (padre e hijo), discípulos del Resucitado.
En el monte de los Olivos se
observa la torre de la Ascensión del Señor, de la iglesia rusa
ortodoxa. La propiedad pertenece a los musulmanes.
En la puerta de los leones o de
San Esteban, la tradición asegura que fue aquí donde el primer
mártir del cristianismo fue apedreado.
Dentro de la ciudad vieja de
Jerusalén está la iglesia y el monasterio armenio de San Jacobo
(Santiago), en su interior se conserva el tradicional trono
episcopal de este apóstol hijo de Zebedeo. También es posible
apreciar la celda donde fue decapitado por orden del rey Herodes, y
tres piedras traídas de los montes Sinaí, Tabor y del Jordán, por el
lugar donde los hebreos lo cruzaron. El lugar es la residencia del
patriarca de esta comunidad cristiana.
Algunas representaciones
artísticas de la conversión de Saulo camino a Damasco, lo muestran
tumbado de un caballo. Aunque es una posibilidad, la Biblia
simplemente dice que él “cayó al suelo”.
El emperador Adriano en el siglo
II hizo colocar dos grandes estatuas de Júpiter y Venus en el
Calvario y el Santo Sepulcro, que duraron hasta la llegada de Santa
Helena.
El número de la “Bestia” (666),
mencionado en el libro de la revelación, identifica el nombre en
clave del emperador romano Nerón César.
Los siguientes acontecimientos
bíblicos no tienen referencia en la Palabra de Dios:
d.
“Y vino (Jesús) y habitó en la ciudad que se llama
Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas,
que habría de ser llamado nazareno” (Mateo 2,23).
e.
“Esto dijo (Jesús), dando a entender con qué muerte
había de glorificar a Dios (Pedro)” (Juan 21,19).
f.
“En todo os he enseñado (dice Pablo) que, trabajando
así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del
Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurados es dar que recibir”
(Hechos 20,35).
g.
Jesús resucitado se le apareció en primer lugar “a
Cefas (Pedro)…Después apareció a Santiago” (1 Corintios 15,5.7).
h.
“Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el
diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a
proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te
reprenda” (Judas 9).
Frases tales como: “Ayúdate que yo
(Dios) te ayudaré” o “Entre mil y mil el fin del mundo”, no aparecen
en las Santas Escrituras.
En la isla griega de Patmos, cerca
de la costa de Asia Menor, se localiza un monasterio de monjes
griegos ortodoxos edificado a finales del siglo IX; Aquí en la
pequeña capilla de Santa Ana, está la gruta donde según la tradición
Juan recibió las visiones del Apocalipsis.
En noviembre del 2005, cuando las
autoridades israelíes quisieron ampliar la prisión de Mejido, los
presos encontraron en el piso dos mosaicos con inscripciones en
griego de una iglesia del siglo III, el primer centro de culto
cristiano desenterrado en Tierra Santa. Los arqueólogos piensan que
pudo tratarse de una edificación romana convertida en iglesia en una
fecha posterior. La opinión tradicional es que los sitios de culto
no empezaron a aparecer en la región hasta después del edicto de
Milán, por parte del emperador Constantino en el año 313. Mejido,
también conocida como Armagedón, es el lugar donde el Apocalipsis
dice que se librará la máxima batalla entre el bien y el mal. En la
antigüedad, fue escenario de muchas batallas importantes y un cruce
de caminos para los viajeros.
LA BIBLIA EN LA
HISTORIA UNIVERSAL
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
Ningún otro libro religioso en la
historia de la humanidad, es tan antiguo y completo como las
Sagradas Escrituras, así por ejemplo:
Hinduismo: Texto sagrado Vedas (la
Sabiduría), colección de himnos, siglo X a.C.
Budismo: Texto sagrado Mantras
(Herramienta para la meditación), 2500 años atrás.
Confusionismo: Colección de
Clásicos, siglo V al III a.C.
Taoísmo: Dos libros importantes
escritos entre los siglos IV al III a.C.
Sintoísmo: Escritos sagrados
compuestos hace 1200 años.
Islamismo: Libro sagrado El Corán
(Recitación), elaborado por Mahoma entre los años 610 al 632 d.C.
A finales del siglo XIX, se
descubrió el manuscrito hebreo más antiguo y relacionado con el
Antiguo Testamento, el denominado códice Petropolitanus, del año 916
a.C.
Los libros apócrifos son textos
escritos posteriormente a los libros bíblicos, tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento, y que tienen temas relacionados con la
historia sagrada; pero su procedencia es de dudosa aceptación.
El papiro P-45, que se exhibe en
la biblioteca Chester, ubicada en Dublín (Irlanda); probablemente
data de antes de finales del siglo I D. C.; Contiene la mayor parte
de los cuatro Evangelios y gran parte del libro de los Hechos de los
Apóstoles en un solo volumen.
Al papa Benedicto XVI le regalaron
en el año 2007 los papiros Bodmer 14 y 15 (P-75), datados entre el
175 y 225 d.C. El papiro contiene cerca de la mitad de los
Evangelios de Lucas y Juan, fue escrito en Egipto y quizá utilizado
como libro litúrgico, estaba destinado a una pequeña comunidad
parroquial de lengua griega que leían el Evangelio durante la
celebración eucarística. Para los primeros cristianos los evangelios
eran leídos como una sola unidad. Entre otras cosas, en estos
papiros contienen un total de 144 páginas y constituye el manuscrito
más antiguo con la oración del Padre Nuestro, y la unión de dos
textos de los Evangelios. Se conserva hoy en día en la Biblioteca
Apostólica Vaticana.
La llamada “Carta de San Bernabé”,
de autor desconocido, escrita en Alejandría a fines del siglo I,
cita claramente al evangelio de San Mateo y San Marcos. Alude
también a san Lucas y presenta palabras e ideas del de San Juan.
La “Doctrina de los Doce
Apóstoles”, el catecismo más antiguo que se conoce (del siglo I),
escrito probablemente en Siria, tiene referencias de los cuatro
evangelios.
San Ignacio de Antioquia quien
murió mártir en el Circo Máximo de Roma hacia el 117. Dejó siete
cartas a diversas iglesias de Asia Menor inspiradas en los
evangelios de Mateo y Lucas.
El evangelio de San Juan llegó a
Egipto en el año 125, y a partir del 175, ya circulaban copias por
Cartago, Esmirna y Lyon.
En el año 130 d.C.; San Papías
(discípulo del apóstol Juan), escribió la obra Explicaciones de los
dichos del Señor, considerada como la primera exégesis (explicación
bíblica) de los Evangelios.
El nombre más antiguo con que se
llamó a los Evangelios fue el de “Memorias de los Apóstoles”. Así lo
describía San Justino Mártir en la segunda mitad del siglo II.
Entre los años 150 al 170,
Taciano, discípulo de San Justino Mártir; compuso su obra “El
Diatessarom”, un relato de la vida de N. S. Jesucristo compuesto a
partir de los cuatro evangelios.
Hacía el año 170, se realizó el
primer catálogo de los libros del Nuevo Testamento; llamado el canon
(o lista) de Moratori. Este contenía los cuatro Evangelios y las 13
cartas de San Pablo.
Los llamados Padres Apostólicos y
los Padres de la Iglesia (siglos II al VII), como fueron: Orígenes,
Tertuliano, San Gregorio Taumaturgo, San Cirilo de Alejandría, San
Juan Crisóstomo, San Ambrosio de Milán, San Isidoro de Sevilla entre
muchos otros; todos ellos hicieron comentarios exegéticos y
teológicos de los libros Veterotestamentarios y neotestamentarios.
La lectura orante de la Biblia se
remonta a los primeros cristianos. El primero en utilizar la
expresión “Lectio Dinina” (Lectura Divina), fue Orígenes (185-254),
teólogo, quien afirmaba que para leer Las Santas Escrituras con
provecho, es necesario hacerlo con atención, constancia y oración.
El mismo apologista Orígenes
aseguraba que los cristianos del siglo III, usaban la versión de los
libros del Antiguo Testamento llamada de Los Setenta, aunque algunos
judíos no lo aceptaban.
La obra Sobre Daniel de Hipólito
de Roma, es el comentario cristiano más antiguo sobre un escrito
veterotestamentario. Fue redactado entre los años 200 al 204.
San Cipriano escribió su libro
Testimonia, que data del 248/49, y es una colección de textos
bíblicos donde hace una lectura cristológica del Antiguo Testamento,
y cita algunos dichos de Jesús de los Evangelios.
Para finales del siglo III, entre
los cristianos circulaban Evangelios de bolsillo escritos en
pergamino.
En el amanecer del día 23 de
febrero del 303, el emperador romano Diocleciano observó como sus
soldados derribaban las puertas de una iglesia y quemaban las copias
de las Escrituras. Convencido de que podía eliminar el cristianismo
destruyendo sus libros sagrados, decretó al día siguiente la quema
pública de Biblias por todo el imperio. No obstante, algunas se
salvaron, y de estas se hicieron reproducciones.
En Antioquia el sacerdote Luciano
(+312), hizo una revisión crítica del Antiguo Testamento de la
versión de los “Setenta”.
San Atanasio en el año 367 da la
lista definitiva de los 27 libros del Nuevo Testamento.
La totalidad de los libros
aceptados como de inspiración divina, se reconocieron en los
concilios de Hipona (393), y el de Cartago (397).
En la actualidad no existe ningún
manuscrito original de los textos bíblicos, pero si se conservan más
de 3000 códices en pergaminos que contienen copias de los mismos
libros; entre los más importantes tenemos:
El Códice Vaticano del siglo IV, y
se guarda en la biblioteca del Vaticano.
El Códice Sinaítico de la segunda
mitad siglo IV, original del monasterio ortodoxo de Santa Catalina
en el monte Sinaí. Se conservan 43 folios en Lepzing (Alemania), 347
en la Biblioteca Británica de Londres y fragmentos de otros tres
folios en San Petersburgo (Rusia).
El Códice Alejandrino de
principios del siglo V, en la Biblioteca de Londres.
El Códice de Efrén también del
siglo V, y se exhibe en la Biblioteca de París.
En el museo del “Templo de Libro”
en Jerusalén, se conservan gran parte de los rollos de la comunidad
esenia del Mar Muerto.
Los cristianos de la Iglesia
Primitiva tenían la antigua costumbre de colgar del cuello una
tablilla con un escrito de los evangelios.
En el siglo IV el obispo Ulfilas,
tradujo la Biblia en lengua gótica.
Eusebio de Cesarea, historiador de
la Iglesia en el siglo IV, crea las tablas marginales, o cánones
eusebianos, que son un conjunto de tablas o sistema de referencia
cruzadas que indican qué pasajes de cada Evangelio son comunes a
otros Evangelios.
Al parecer circulaban Biblias
completas en griego desde el siglo IV o V.
La Vulgata (que significa
“divulgada” “popular” o “común”) fue la primera versión autorizada
de la Biblia de los textos originales del hebreo, arameo y griego al
latín; fue hecha por San Jerónimo a petición del papa San Dámaso, en
la misma cueva de Belén donde nació el Salvador del mundo. Esta se
terminó alrededor del año 405.
El abad Flavio Aurelio Casiodoro
(siglo V), comisionó a los copistas del monasterio de Vivarium
(Calabria), la preparación de al menos tres ediciones distintas de
la Biblia en latín. Una incluía el texto de la Latina Antigua, de
finales del siglo II. La segunda, con la Vulgata latina, y la
tercera, el Códice Mayor. Las dos últimas ediciones reunieron todos
los libros de las Sagradas escrituras en un solo volumen a las que
se llamaron Pandectas. La única copia que queda es un enorme
manuscrito llamado Códice Amaniatino. Es la Biblia latina completa
en un solo tomo más antiguo que existe, y se conserva en la
Biblioteca Laurenziana de Florencia (Italia).
La obra “De Doctrina Christiana”,
terminada en el año 426, por el obispo de Hipona, San Agustín; donde
el estudio de las Sagradas Escrituras se constituye en el fundamento
de una verdadera cultura cristiana.
En este mismo siglo, se
incorporaron los mosaicos con pasajes bíblicos en las iglesias, para
educar a los feligreses. Siglos después, ocurrió lo mismo con los
vitrales de las grandes catedrales medievales.
La triple regla monástica de los
santos: Pacomio, Agustín, Basilio y Benito incluía la lectura de la
Biblia, el trabajo manual y la liturgia.
A partir del siglo VI, los monjes
benedictinos en sus monasterios, empezaron a transcribir en
pergaminos y libros los textos bíblicos.
En el siglo VII, el papa San
Gregorio Magno, escribió su libro “Consejos a los Sacerdotes”, donde
hacía explicaciones a las parábolas de los evangelios.
En el siglo VIII, el historiador
católico inglés San Beda, tradujo al sajón las Sagradas Escrituras.
En este mismo tiempo en la
República de Irlanda aparece el Libro de Kells, famoso manuscrito
que contiene los cuatro Evangelios en latín antiguo, y es una
verdadera obra de arte por sus diseños, el manejo del color y la
decoración; se gastaron en su elaboración 170 pieles de ternero. Se
exhibe en la actualidad en la biblioteca de la universidad Trinity
Collage.
En el año 863, los santos hermanos
Cirilo y Metodio en su viaje misionero a Moravia (República Checa),
comenzaron a traducir la Biblia al eslavo antiguo.
En Zorno en el año 900,
apareció un diccionario bíblico francés; su objetivo era ayudar a
los fieles laicos a entender la Biblia en latín.
El famoso Códice de Leningrado,
que data del año 1008, es la copia completa más antigua del mundo
del Antiguo Testamento, se conserva en la biblioteca Nacional de
Rusia.
Alrededor del año 1150, el abad
cartujo, Guido, apodado el Ángel; escribió en latín su obra “la
Escala de los Claustros”, donde expuso los cuatro fundamentos de la
vida monástica: La lectura de la Santa Biblia, la meditación, la
oración y la contemplación. “Esa es la escalera por la cual los
monjes suben desde la tierra hasta el cielo”, afirmaba.
La Biblia en lengua española más
antigua es la “Alfonsina”, compuesta por el rey Alfonso X el sabio
(1221- 1284).
En el siglo XIII se realizaron las
primeras traducciones de libros bíblicos del latín al italiano. Ya
en el siglo XIV, fue posible disponer de casi toda la Biblia en el
lenguaje común de la gente.
En esta misma época en Europa se
hacen famosas las representaciones teatrales en las plazas públicas,
de escenas sacadas de las Sagradas Escrituras.
En La Edad Media en las puertas de
las iglesias, se colgaba de una cadena una Biblia para ser leída por
los feligreses.
En el siglo XVI, Santo Tomás Moro
afirmaba que antes de los tiempos del reformador Wiclef, existía en
Inglaterra una versión de la Palabra de Dios que “era leída con
devoción por la gente del común”.
Antes de Martín Lutero con la
reforma protestante, existían 56 ediciones de la Biblia en
diferentes idiomas en todo el continente europeo.
La primera Biblia impresa en la
historia fue la Vulgata Latina, por el alemán Johannes Gutenberg en
el año 1455. Este ejemplar conocido también como la Biblia de 42
líneas, se encuentra hoy en la biblioteca de Moscú (Rusia).
El primer tomo de las Santas
Escrituras que se imprimió en italiano fue en Venecia en 1471, echa
por el monje camandulense Nicoló Malerbi. Su traducción alcanzó una
amplia distribución.
En el año de 1537, el teólogo
católico Johann Eck, antiguo adversario de Lutero, publica una
Biblia en alemán por pedido del duque de Baviera.
La propia Biblia traducida por el
reformador alemán (1521-1534), fue declarada como “incompleta,
trueca e infiel”, por los sínodos de su iglesia evangélica en
Monster (1836), de Hamburgo (1839) y en de Groninga (1840).
Cuando Lutero hizo su traducción,
otro de los incitadores de la reforma en Suiza, el sacerdote secular
Ulrico Zwinglio; declaró que el primero había alterado y corrompido
la Palabra Divina, y él mismo publicó una versión suya.
El francés, Juan Calvino, fundador
de la iglesia calvinista; preparó otra traducción, pero un seguidor
suyo de nombre Domovlin, confesó que Calvino “había cambiado el
orden de la palabra de Dios; añadiendo cosas por su cuenta”.
Ecolompadio y los doctores
protestantes de Basilea (Suiza) confeccionaron su elaboración de
las Sagradas Escrituras, pero Teodoro Beza, discípulo y sucesor de
Calvino, y jefe de los protestantes en Ginebra (Suiza); declaró que
“dicha Biblia era impía en varios pasajes”; y para contra restar tal
ofensa, elaboró su propia traducción, que también fue atacada por
los doctores de Basilea.
Los predicadores de Ginebra
condenaron como falsas todas las publicaciones protestantes de los
Libros Sagrados, y se pusieron a la tarea de hacer la verdadera;
pero Jacobo I de Inglaterra, cabeza del Anglicanismo, expresó
solemnemente en la asamblea religiosa de Hamptoncourt, que “la
traducción de Ginebra era la más infiel y la Peor de todas”; y por
eso, sacó su propia versión de la Palabra Divina.
La versión de la Biblia
protestante de mayor aceptación es la Casiodoro de Reina (1569), y
revisada por Cipriano de Valera (1602).
Ante toda esta “Torre de Babel”,
la Iglesia Católica a través del concilio de Trento en 1545, decretó
que los fieles laicos sólo utilizaran traducciones aprobadas por la
sede apostólica, provistas de explicaciones y notas con referencia
de los textos bíblicos. Este mismo mandato fue también confirmado
por el papa Benedicto XIV en 1757.
La división de la Biblia en
capítulos y versículos del Nuevo Testamento, fue elaborada por el
teólogo Esteban Langton; arzobispo católico de Canterbury en el año
1214; mientras que la del Antiguo Testamento, fue impuesta por el
fraile dominico Santos Pagnini, en el año 1517. Estas dos
modalidades han sido aceptadas oficialmente por las demás iglesias
cristianas.
En el año 1517, el cardenal
español Jiménez de Cisneros con la colaboración de griegos y judíos
conversos, publicó en seis volúmenes la Biblia “Políglota
Complutense”, con el texto en hebreo, arameo y griego acompañada de
una versión interlinear de la Vulgata latina; además de un
diccionario para el estudio de la escritura y la gramática de los
tres idiomas originales.
En el 1553, los judíos españoles
residentes en Italia publicaron la Biblia traducida “palabra por
palabra”, en dos ediciones, la una dedicada a los judíos y la otra a
los católicos. Del lugar de su impresión lleva el nombre de Biblia
de Génova.
El rey Luis XIII (1610-1643)
autorizó en Francia a Jacques Corbin a que tradujera la Biblia al
francés para contrarrestar la obra de los protestantes.
Un monje benedictino llamado
Bernard de Montfaucon (1655-1741) puso el fundamento para el estudio
sistemático de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento.
En 1678 aparece la Historia
crítica del Viejo Testamento, de Richard Simon, sacerdote del
Oratorio, pionero de la exégesis moderna.
El religioso agustino alemán
Leonardo Coffine, publicó en el año 1687 un libro que contenía la
explicación de los evangelios dominicales.
Durante los siglos XVIII al XIX,
ciertos eruditos protestantes desarrollaron una nueva fórmula de
estudiar la Biblia conocida como la “alta crítica” (o “el método
histórico-crítico”). Sus exponentes enseñaban que gran parte de la
Escritura Sagrada se componía de leyenda y mito.
Antonio Martini, quien más tarde
llegó a ser arzobispo de Florencia (Italia), se dispuso a traducir
la Vulgata Latina. La primera parte se publicó en 1769, y toda la
obra se completó en 1781. Esta edición fue digna de una mención
especial por los biblistas católicos italianos.
El padre Felipe Scío, escolapio,
público la traducción de la Biblia al español hecha del latín
(Valencia 1791- 1793).
Don Félix Torres Amat, canónigo de
Barcelona, dio a la luz otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy
muy difundida en Madrid (1823- 1825).
En 1830, José Smit, escribió el
“libro del mormón”, que había recibido supuestamente por inspiración
divina por el ángel Morón En El monte de la ciudad de Palmyra, cerca
de Nueva York. Este texto fue agregado a la Sagrada Biblia por esta
secta cristiana.
En el año 1892 el papa León XIII
creó la escuela bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de la orden
de los dominicos; quienes se encargan de las excavaciones
arqueológicas en Tierra Santa.
En 1897, el mismo papa reafirmó
que quedaban “prohibidas todas las versiones de Los Libros Bíblicos
elaboradas por escritores no católicos en cualquier lengua vulgar,
en particular las editadas por Las Sociedad Bíblicas”, ente
protestante.
La versión de Augustin Crampon,
publicada originalmente en siete volúmenes (1894-1904), y luego en
uno solo (1904), fue la primera versión católica en francés de las
Sagradas Escrituras con base en los textos originales, que incluían
múltiples notas eruditas.
En el año 1907, el papa San Pío X
dio origen al instituto pontificio bíblico, a cargo de los
jesuitas.
En 1943, el Sumo Pontífice Pío
XII, a través de su encíclica “Divino Afflante Spiritu”, dictó las
reglas para traducir la Biblia a las lenguas vernáculas.
En todo el siglo XX, salieron
diferentes ediciones católicas de las Sagradas Escrituras; como la
de los dominicos Eloíno Nácar (A.T.), y Alberto Colugna (N.T.), y la
de La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), ambas de 1944. La
Bover-Cantera, prestigiosa por su rigor crítico de 1947. La vasca
del Padre Olaide (Bilbao, 1958). La Biblia de Ediciones Paulinas
(1961, revisada en 1988), se distingue por su calidad literaria. La
Biblia de Jerusalén (1966), publicada primero en francés y luego
sirvió de base para traducirla a otros idiomas. Una verdadera Biblia
de estudio es la los monjes benedictinos de Montserrat (Andorra
1969-1970), provista de glosas técnicas y eruditas. La Biblia de
América, editada por la Casa Bíblica Católica en 1986. La Biblia
Latinoamericana (edición de 1989). La Biblia Didáctica (1995).
En 1963, fue fundada la
Fraternidad Misionera Verbum Dei, por el sacerdote Jaime Bonet en
Mallorca (España). Su compromiso es la oración y la predicación de
la Palabra de Dios en 36 países, entre hombres y mujeres
consagrados, y matrimonios.
El 18 de noviembre de 1965, se
promulgó la constitución dogmática del Concilio Vaticano II
(1962-1965), sobre la Revelación Divina “Dei Verbum”. Con este
documento la Iglesia Católica dio apoyo a “las traducciones exactas
y adaptadas en diversas lenguas, sobre todo partiendo de los textos
originales”. Un poco antes, en 1958, el Pontificio Instituto Bíblico
había publicado la Santa Biblia en varios idiomas, incluyendo el
español.
La Federación Bíblica Católica, es
una organización internacional creada por el Papa Pablo VI, después
del Concilio Vaticano II. Cuenta con 300 instituciones afiliadas en
127 países, y tiene por objetivo promover la pastoral bíblica
católica a nivel mundial.
La teóloga católica alemana
Eleonore Beck, es la autora de la célebre Biblia del Niño “Dios
Habla a sus Hijos”. Sus ejemplares superan los 40 millones en 141
lenguas, distribuidas en 115 países. La primera de estas Biblias en
lengua española es del año 1979.
Según cifras publicadas por Las
Sociedades Bíblicas Unidas, las Sagradas Escrituras están
disponibles completa o en partes en más de 2400 idiomas, frente a
las 6500 lenguas que se hablan en el planeta.
Actualmente, más del 90% de la
humanidad tiene acceso a como mínimo, una porción de la Biblia en su
idioma nativo.
Cada año se vende en todo el mundo
más de 14 millones de Biblias, y más de 25 millones del Nuevo
Testamento.
Se calcula que hasta el momento se
han distribuido unos cinco mil millones de ejemplares.
Es la colección de Libros que más
ha influido en la historia de la humanidad, de Ella se han hecho
obras artísticas, literarias y musicales.
Una reciente encuesta realizada en
Estados Unidos, ha demostrado que el 12% de las personas leen la
Biblia cada día, 16% de quienes se declaran cristianos afirman
leerla todos los días. Solo 2 de cada 10 personas fueron capaces de
indicar quién pronunció el Sermón del Monte, y ninguno de los
encuestados logró citar más de tres o cuatro de los Diez
Mandamientos. Los jóvenes alemanes tampoco están ajenos a esta
realidad, ya que solamente el 1% lee las Sagradas Escrituras con
mucha frecuencia; el 2%, a menudo; el 19%, pocas veces, y cerca del
80%, nunca. Los porcentajes son similares en otras naciones. El
periódico Lausitzer Rundschau publicó otra encuesta que mostraba
cuántas personas estabas familiarizadas con los Diez Mandamientos y
se guiaban por ellos. El 67% de los mayores de 60 años los conocían
y cumplían, mientras que el porcentaje era solo del 28% en el caso
de los menores de 30 años.
En octubre de 2003, se realizó la
Feria Internacional del Libro Cristiano, en Madras (India); allí se
exhibió la Biblia más extensa del Mundo y el ejemplar más grande
(siete kilos), impresa en Filadelfia (EEUU) en el año 1884.
La abadía benedictina de Saint
John’s Abbey en Minesota (EEUU), lanzó en mayo del 2004, una edición
de siete volúmenes bíblicos realizados con técnicas medievales y con
avances tecnológicos de última generación.
Por primera vez, un equipo de
investigadores de Palestina ha descubierto un versículo del Nuevo
Testamento (Lucas 2,25); inscrito en la llamada tumba de Absalón. Lo
sobresaliente del hallazgo es que la inscripción de textos bíblicos
en lápidas no se hizo común sino hasta el año 1000 de nuestra era.
Enero de 2005, el español Rafael
García Ramos publicó el libro “Autobiografía de Jesucristo”, donde
pone en orden cronológico los relatos de los cuatro evangelios. La
obra cuenta con el visto bueno del cardenal de Sevilla, Bueno
Monreal, y puede ser consultado en
www.hijodedios.com
Septiembre de 2005, el libro de
los Salmos, atribuido al rey David, ha sido incorporado a los
servicios que ofrece una empresa de teléfonos celulares en Israel.
Se trata de un texto sagrado que los observantes judíos suelen
llevar consigo.
Julio de 2006, una investigación
realizada en Italia, Francia y España por la Alianza Bíblica
Universal, dio como resultado que la relación de los católicos de
los textos sagrados se da sobretodo en la misa dominical, pero el
conocimiento de la Biblia sigue siendo muy deficiente.
Septiembre de 2006, en Boston
(EEUU), salió al mercado los “muñecos santos”, que citan versículos
de la Biblia para inculcar a los niños “un mensaje de amor y
esperanza”. Los muñecos tienen las figuras de Jesús, Moisés y la
reina Esther.
Diciembre de 2007, un equipo de
científicos israelíes anunció la creación de la Biblia más pequeña
del mundo, condensado una versión hebrea del libro sagrado (Antiguo
Testamento) en un chip de silicona recubierto de oro, más pequeño
que la cabeza de un alfiler.
Febrero de 2008, Benedicto XVI
recibe la Biblia Latinoamericana de la Lectio Divina, con una breve
motivación y una ficha de ejercicios para cada texto del Libro
Sagrado.
LA BIBLIA: EL LIBRO DE
INTERPRETACION DIVINA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
INTRODUCCION:
Siempre se ha dicho que la persona que lee la Biblia se vuelve loca.
Ciertamente la lectura de este Libro Sagrado no es fácil. Ahora
bien, los católicos debemos de estar seguros que la Palabra de Dios
es verdadera (Juan 17,17); “permanece para siempre” (Isaías 40,8;
Baruc 4,1; 1 Pedro 1,25); el leer sus páginas trae una
bienaventuranza (Apocalipsis 1,3). Por esta razón, la Iglesia
Católica recurre a dos ciencias llamadas “EXEGESIS” y
“HERMENEUTICA”, para darle la correcta interpretación de
cada texto.
I. LA BIBLIA Y EL PUEBLO JUDIO
El pueblo de Dios de la “Antigua
Alianza”, recurría a la Torá para entender los designios de Yahvé,
bajo la conducción de personas versadas en las Santas Escrituras,
como sucedió con Moisés durante la travesía en el desierto del
Sinaí, cuando “tomó el libro del pacto y se lo leyó al pueblo, y
ellos dijeron: -Pondremos toda nuestra atención en hacer lo que el
Señor ha ordenado. Entonces Moisés tomo la sangre y, rociándola
sobre la gente, dijo: -Esta es la sangre que confirma el pacto que
el Señor ha hecho con ustedes, sobre la base de todas estas
palabras” (Éxodo 24,7-8). Posteriormente, cuando los israelitas
habían regresado de la cautividad en Babilonia, el sacerdote Esdras
y los levitas “leían en voz alta el libro de la ley de Dios, y lo
traducían para que se entendiera claramente la lectura. Y como todo
el pueblo lloraba al oír los términos de la ley, tanto el gobernador
Nehemías como el maestro y sacerdote Esdras, y los levitas que
explicaban la ley al pueblo, dijeron a todos que no se pusieran
tristes ni lloraran, porque aquel día estaba dedicado al Señor, su
Dios” (Nehemías 8,8-9).
II. JESUS: LA REVELACION
COMPLETA
Jesucristo es la “Palabra” de Dios
que se hace carne (Juan 1,1; 1 Juan 1,1), quien tiene el poder de
darle la auténtica interpretación de la verdad revelada. Ya en su
vida pública fueron muchas las ocasiones en que tuvo la oportunidad
de instruir a los hombres, así por ejemplo:
-
“Había un fariseo llamado
Nicodemo, que era un hombre importante entre los judíos. Este fue de
noche a visitar a Jesús, y le dijo: -Maestro, sabemos que Dios te ha
enviado a enseñarnos, porque nadie podría hacer los milagros que tú
haces, si Dios no estuviera con él” (Juan 3,1-2).
-
“Uno de los jefes (de los judíos)
le preguntó a Jesús: Buen Maestro, ¿Qué debo hacer para alcanzar la
vida eterna? Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? Bueno
solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No cometas
adulterio, no mates, no robes, no digas mentiras en perjuicio de
nadie, y honra a tu padre y a tu madre.’ El hombre le dijo: -Todo
eso lo he cumplido desde joven. Al oír esto, Jesús le contestó:
-Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dáselo a los
pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme” (Lucas
18,18-22).
-
Después de su resurrección, el
Mesías le explica a los dos discípulos camino de Emaús “todos los
pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los
libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas”
(Lucas 24, 27). Cuando Cristo al partir el pan desaparece en medio
de ellos, “se dijeron el uno al otro: -¿No es verdad que el corazón
nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos
explicaba las Escrituras?” (Lucas 24,32).
-
Más adelante, hizo lo mismo con
los apóstoles: “-Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié
cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo
que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los
profetas y en los salmos. Entonces hizo que entendieran las
Escrituras” (Lucas 24,44-45).
Por otra parte, la gran mayoría
del pueblo hebreo con sus jefes, debido a su ceguera espiritual, no
quisieron seguir su doctrina; y es así como:
-
“Jesús fue a Nazaret, el pueblo
donde se había criado. En el día de reposo entró en la sinagoga,
como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras. Le
dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el
lugar donde estaba escrito: ‘El espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres;
me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y dar vista a los
ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año
favorable del Señor’. Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante
de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí seguía
mirándole. El comenzó a hablar, diciendo: -Hoy mismo se ha cumplido
esta Escritura delante de ustedes…Al oír esto, todos los que estaban
en la sinagoga se enojaron mucho. Se levantaron y echaron del pueblo
a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el pueblo
estaba construido, para arrojarle abajo desde allí. Pero Jesús pasó
por en medio de ellos y se fue” (Lucas 4,16-21.28-30).
-
Aunque el mismo Cristo reconocía
que existían autoridades religiosas encargados de interpretar la ley
mosaica (Mateo 23,2), también reprendió su tremenda obstinación:
“Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque esperan
encontrar en ellas la vida eterna; sin embargo, aunque son las
Escrituras las que hablan de mí, ustedes no quieren venir a mí para
tener esa vida” (Juan 5,39-40).
-
En la sinagoga de Capernaum, el
Ungido de Dios dejó ver en claro que el es el “verdadero pan que da
vida”, “Al oír estas enseñanzas, muchos de los que seguían a Jesús
dijeron: -Esto que dice es muy difícil de aceptar; ¿Quién puede
hacerle caso?...Desde entonces, muchos de los que habían seguido a
Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él” (Juan 6,60.66).
-
“El que es de Dios, escucha las
palabras de Dios; pero ustedes no son de Dios, no quieren escuchar”
(Juan 8,47).
III. LA BIBLIA EN LA IGLESIA
APOSTOLICA
Los apóstoles y discípulos fueron
unos verdaderos conocedores de la Palabra de Dios, bajo la guía del
Espíritu Santo, así lo narran varios pasajes del libro de los
Hechos, conocido como el “Testamento de los Apóstoles”:
-
En el discurso de Pedro en el
templo en el llamado pórtico de Salomón, les proclama a los hebreos
la salvación que viene por medio de Jesucristo, y les dice: “Moisés
anunció a nuestros antepasados: ‘El señor su Dios hará que salga de
entre ustedes un profeta como yo. Obedézcanlo en todo lo que les
diga, porque todo aquel que no haga caso a este profeta, será
eliminado del pueblo’. Y todos los profetas, desde Samuel en
adelante, hablaron también de estos días”. (3,22-24).
-
Por el camino que conduce de
Jerusalén a Gaza, el diácono Felipe “se encontró con un hombre de
Etiopía. Era un alto funcionario, tesorero de la reina de Etiopía,
el cual había ido a Jerusalén a adorar a Dios. Iba de regreso a su
país, sentado en su carro y leyendo el libro del profeta Isaías. El
Espíritu le dijo a Felipe: ‘Ve y acércate a ese carro’. Cuando
Felipe se acercó, oyó que el etíope leía el libro de Isaías;
entonces le preguntó: -¿Entiende usted lo que está leyendo? El
etíope le contestó: -¿Cómo lo voy a entender, si no hay quien me lo
explique? Y le pidió a Felipe que subiera y se sentará junto a
él…Entonces Felipe, tomando como punto de partida el lugar de la
Escritura que el etíope leía, le anunció las buenas noticias acerca
de Jesús” (8,27-31.35).
-
En la sinagoga de Berea, los
judíos “día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era
cierto lo que les decía (Pablo y Silas). De modo que muchos de ellos
creyeron, y también creyeron muchos de los griegos, tanto mujeres
distinguidas como hombres” (17,11-12).
No obstante y al igual que le
pasó al Divino Maestro, no todos tenían la misma disposición para
recibir la “Buena Nueva”, como por ejemplo:
-
Apolos, un hebreo converso natural
de Alejandría, era un “varón elocuente, poderoso en las Escrituras”
(Hechos 18,24). En Acaya, “fue de gran provecho a los que por la
gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba
públicamente a los judíos, demostrando con las Escrituras que Jesús
era el Cristo” (27-28).
-
Pablo, el apóstol de los gentiles,
le exhortaba a sus paisanos: “Precisamente porque tenemos esta
esperanza, hablamos con toda libertad. No hacemos como Moisés, que
se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran que
aquel resplandor se iba apagando. Pero ellos no entendieron así, y
todavía ahora, cuando leen el antiguo pacto, ese mismo velo les
impide entender, pues no les ha sido quitado, porque solamente se
quita por medio de Cristo. Hasta el día de hoy, cuando leen los
libros de Moisés, un velo cubre su entendimiento. Pero cuando una
persona se vuelve al Señor, el velo se le quita” (2 Corintios
3,12-16).
LA BIBLIA: EL LIBRO MAS DIVULGADO Y DESCONOCIDO DE LA HUMANIDAD
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
“Vienen días, -afirma el Señor-
en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed
de agua, sino hambre y sed de oír la palabra del Señor” -Amos (8,11)
I.
INTRODUCCION
Según cifras publicadas por Las
Sociedades Bíblicas Unidas, hoy en día las Sagradas Escrituras están
disponibles completa o en partes en 2400 idiomas, frente a las 6500
lenguas que se hablan en el planeta. Más del 90% de la humanidad
tiene acceso a como mínimo, una porción de la Biblia en su idioma
nativo. Cada año se vende más de 14 millones de Biblias, y más de
25 millones del Nuevo Testamento. Se calcula que se han distribuido
unos cinco mil millones de ejemplares. No obstante, una reciente
encuesta realizada en Estados Unidos, ha demostrado que el 12% de
las personas leen la Biblia cada día, 16% de quienes se declaran
cristianos afirman leerla todos los días. Solo 2 de cada 10 personas
fueron capaces de indicar quién pronunció el Sermón del Monte, y
ninguno de los encuestados logró citar más de tres o cuatro de los
Diez Mandamientos. Los jóvenes alemanes tampoco están ajenos a esta
realidad, ya que solamente el 1% lee las Sagradas Escrituras con
mucha frecuencia; el 2%, a menudo; el 19%, pocas veces, y cerca del
80%, nunca. Los porcentajes son similares en otras naciones. Otro
sondeo señalaba cuántos individuos estaban familiarizadas con los
Diez Mandamientos y se guiaban por ellos: El 67% de los mayores de
60 años los conocían y cumplían, mientras que el número era solo del
28% en el caso de los menores de 30 años. Una investigación
realizada en Italia, Francia y España por la Alianza Bíblica
Universal, dio como resultado que la relación de los fieles laicos
con los textos sagrados se da sobretodo en la misa dominical, pero
el conocimiento de la Biblia sigue siendo muy deficiente. En muchos
hogares católicos la Palabra de Dios se han convertido en un adorno
decorativo, donde se exhibe el salmo 23 o el 91.
II. LAS SAGRADAS ESCRITURAS Y
EL PUEBLO JUDIO
Los judíos la llaman Séfer
(libros), o Miqná (lectura). Clasificaban las Escrituras (ha
Ta Nak) en tres grupos: la ley (Torá), los profetas (Nebiím)
y otros escritos (Ketubím). En la antigüedad y hoy en día los
llamados “judíos ortodoxos”, tienen la costumbre de llevar los
mandamientos en un cofre negro de cuero llamado Tefilín,
atado con una cinta en la frente y otro en el brazo derecho
(Deuteronomio 6,6-9). Los hebreos estudiaban la Torá (Enseñanza) en
las sinagogas, que eran lugares de culto, escuelas bíblicas,
hospederías y centro de difusión y propagación del judaísmo entre
los paganos. Los niños asistían desde los seis años, a partir de los
doce era considerado como mayor de edad, y por lo tanto responsable
del cumplimiento de la ley mosaica, y apto para leer los rollos
sagrados. En las sinagogas se recita la Shemá, confesión de
fe que incluía el Deuteronomio (6,5): “Tienes que amar al Señor tu
Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”.
Estas palabras sagradas se les enseñan a los infantes desde pequeños
y son las últimas que se dicen antes de morir. Todas las ceremonias
religiosas sin excepción son conducidas por un rabino. Un rabino es
doctor de la ley mosaica, jefe espiritual y religioso de una
comunidad en particular. Los judíos de familias importantes mandaban
a sus hijos entre los 16 o 18 años, a estudiar con algún rabino o
sabio famoso.
En el Antiguo Testamento
encontramos varios ejemplos que demuestran la importancia de que el
pueblo de Dios estuviera familiarizado con los textos
veterotestamentarios (Salmo 1,1-2; Eclesiástico 24,23):
Moisés le ordena a los ancianos de
Israel que cada siete años durante la fiesta de las Enramadas, todo
el pueblo se reúna “para que escuchen la lectura de la ley y
aprendan a respetar al Señor su Dios, y pongan en práctica todo lo
que se dice en ella” (Deuteronomio 31,9-12).
El mismo legislador deja
constancia que cuando un rey judío “tome posesión del poder, mandará
que le hagan una copia escrita de esta enseñanza, tomada del
original que está al cuidado de los sacerdotes levitas. Siempre
deberá tener esa copia consigo, y leerla todos los días de su vida,
para que aprenda a reverenciar al Señor su Dios, a respetar todo el
contenido de esta enseñanza y a poner en práctica sus mandatos”
(Deuteronomio 17, 18-19). Esta instrucción fue tomada al pie de la
letra por su sucesor Josué (Josué 1, 7-8), en el reinado de Josías
después de que la nación de Israel había caído en la idolatría (2
Reyes 23, 1-3), y por el maestro Esdras, cuando los hebreos habían
regresado de la cautividad en Babilonia (Nehemías 8, 1-9).
Los profetas estudiaron e
investigaron acerca del plan de la salvación de Dios que en su
infinita bondad tenía destinado (1 Pedro 1,10; Romanos 16, 25-26).
III. LAS SAGRADAS ESCRITURAS EN
LA VIDA DE JESUS Y LOS APOSTOLES
Jesús era un hebreo observante de
la Torá, y debió de haber sido educado en la sinagoga de Nazaret.
Como se vio anteriormente no era de extrañarse el hecho que cuando
contaba 12 años de edad, hubiera estado tres días en el templo de
Jerusalén “sentado entre los maestro de la ley, escuchándolos y
haciéndoles preguntas. Y todos los que le oían se admiraban de su
inteligencia y de sus respuestas” (Lucas 2,46-47). Cuando empieza su
vida pública después de los 30 años, los fariseos, escribas,
apóstoles y discípulos lo identificaban como un “Rabi” o
“rabuni” (Juan 3,2; Lucas 18,18; 20,39; Juan 1,49; 20,16). Por
eso lo llamaban “Maestro y Señor” (Juan 13,13), “poderoso en obras y
en palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lucas 24,19). Fue
esta la razón por la cual un día sábado en la sinagoga de su pueblo,
se le permitió leer y comentar el rollo del profeta Isaías (Lucas 4,
16-30).
Muchos de los apóstoles y
discípulos, eran hombres conocedores de la Santa Palabra de Dios:
Saulo de Tarso (más tarde Pablo), estudió la ley mosaica en
Jerusalén con el respetado maestro Gamaliel (Hechos 22,3). “Apolos,
que era de la ciudad de Alejandría. Era muy elocuente y conocía muy
bien las Escrituras” (Hechos 18,24). El joven Timoteo, quien desde
niño estudiaba las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3,15). El mismo
apóstol Pablo quien lo había nombrado obispo de Efeso, le hace la
siguiente indicación: “Mientras llego, dedícate a leer en público
las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos” (1 Timoteo
4,13).
El entender a fondo las verdades
de la Biblia, fue una eficaz herramienta en los recorridos
misioneros del apóstol de los gentiles y sus compañeros de travesía,
y es así como “En su viaje, Pablo y Silas pasaron por Anfípolis y
Apolonia, y luego a Tesalónica, donde los judíos tenían una
sinagoga. Pablo, según su costumbre, fue a la sinagoga, y cada día
de reposo, durante tres semanas, discutió con ellos. Basándose en
las Escrituras, les explicaba que el Mesías tenía que morir, y que
después de muerto tenía que resucitar. Les decía: -este mismo Jesús
que yo les anuncio a ustedes, es el Mesías. Algunos de los judíos
creyeron, y se unieron a Pablo y Silas. También creyeron muchos
griegos que adoraban a Dios, y muchas mujeres distinguidas”. (Hechos
17, 1-4).
Posteriormente, el mismo Pablo
cuando se encontraba en Atenas, “discutía en la sinagoga con los
judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurría. Y
algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con
él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece
que es predicador de nuevos dioses; porque predica el evangelio de
Jesús, y de la resurrección” (17-18).
Igualmente, el apóstol de las
naciones cuando estaba en Corinto “discutía en la sinagoga todos los
días de reposo. Y persuadía a judíos y a griegos. Y cuando Silas y
Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a
la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús
era el Cristo” (Hechos 18, 4-5).
Cuando años más tarde un grupo de
judíos de Roma lo visitaron en su casa, donde estaba bajo custodia,
Pablo “les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la
ley de Moisés como por los profetas” (Hechos 28, 23).
IV. LAS SAGRADAS ESCRITURAS EN
LA IGLESIA PRIMITIVA
La llamada “Carta de San Bernabé”,
de autor desconocido, escrita en Alejandría a fines del siglo I,
cita claramente al evangelio de San Mateo y San Marcos. Alude
también a san Lucas y presenta palabras e ideas del de San Juan.
La “Doctrina de los Doce
Apóstoles”, el catecismo más antiguo que se conoce (del siglo I),
escrito probablemente en Siria, tiene referencias de los cuatro
evangelios.
San Ignacio de Antioquia quien
murió mártir en el Circo Máximo de Roma hacia el 117. Dejó siete
cartas a diversas iglesias de Asia Menor inspiradas en los
evangelios de Mateo y Lucas.
En el año 130 d.C.; San Papías
(discípulo del apóstol Juan), escribió la obra Explicaciones de los
dichos del Señor, considerada como la primera exégesis (explicación
bíblica) de los Evangelios.
Entre los años 150 al 170,
Taciano, discípulo de San Justino Mártir; compuso su obra “El
Diatessarom”, un relato de la vida de N. S. Jesucristo elaborada a
partir de los cuatro evangelios.
Los primeros cristianos tenían la
antigua costumbre de colgar del cuello una tablilla con un escrito
de la “Buena Nueva”.
FRASES CELEBRES
SOBRE LA BIBLIA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
Repite siempre lo que dice el
libro de la ley de Dios, y medita en el día y noche, para que hagas
siempre lo que éste ordena. Así todo lo que hagas te saldrá bien. Josué (1,8).
Tu palabra es una lámpara a mis
pies y una luz en mi camino. Salmo (119,105).
La palabra de nuestro Dios
permanece firme para siempre. Isaías (40,8).
Mi pueblo perece por falta de
conocimiento. Oseas (4,6).
Vienen días, -afirma el Señor- en
los cuales mandaré hambre a la Tierra; no hambre de pan, ni sed de
agua, sino hambre y sed de oír la palabra del Señor. Amos (8,11).
Dichosos los que escuchan la
Palabra de Dios y la ponen en práctica. Lucas (11,28).
El que es de Dios, las palabras de
Dios oye. Juan (8,47).
Porque las cosas que se
escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de
que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos
esperanza. San Pablo (Romanos 15,4).
Que la Palabra de Dios siga
propagándose. San Pablo (2 Tesalonicenses 3,1).
Toda Escritura inspirada por Dios
es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia,
para que el hombre de Dios viva santamente, y lleno de buenas obras. San Pablo (2 Timoteo 3,16).
La Palabra de Dios es viva y
eficaz, y penetra hasta lo más profundo del alma. Hebreos (4,12).
La Sagrada Biblia es la carta de
Dios Omnipotente a sus criaturas. Papa San Gregorio Magno.
El que lee la Biblia está más
cerca de Dios, o sea de la verdad misma. Papa San Gregorio Magno.
El estudio de la Biblia debe ser
como el alma de la sagrada teología. Papa León XIII.
Fuera de los Evangelios no hay
otro libro que pueda hablar al alma humana con tanta luz y verdad. Papa San Pío XI.
Sólo quien estudia la Palabra de
Dios puede convertirse en su anunciador. Papa Benedicto XVI.
La Iglesia Católica vive de la
Palabra de Dios, y la Palabra de Dios, resuena en sus enseñanzas y
en toda su vida. Papa Benedicto XVI.
La Sagrada Biblia debe ser
recibida con devoción, porque contiene enseñanzas sublimes acerca de
Dios; sabiduría salvadora acerca del hombre y contiene tesoros de
oración. Concilio Vaticano II.
La Biblia debe ser el alma de toda
evangelización. Documento de Puebla.
Desconocer la importancia de las
Sagradas escrituras, es como desconocer al mismo Cristo Jesús. San Jerónimo.
Leer las Escrituras es conversar
con Dios mismo. San Jerónimo.
Una persona pensará y hablará más
sabiamente, si lee más la Sagrada Biblia. San Agustín.
En la Biblia Dios habla a los
hombres con lenguaje de hombres. San Agustín.
La Sagrada Escritura es el camino
de la salvación eterna. San Alfonso de Ligorio.
Todo el mal que vive el mundo, es
de no conocer las verdades de las Sagradas Escrituras. Santa Teresa de Ávila.
Los hombres tendrían paz en el
mundo, si solamente se guiaran por los Evangelios. Santa Brígida de Suecia.
La palabra de Jesús (El
Evangelio), es Jesús mismo. Santa Teresita del Niño Jesús.
La Biblia no pretende enseñarnos
cómo es el cielo, sino cómo se va al cielo. Cardenal Baronio.
Siendo, pues, Palabra del Señor lo
que enseña este libro, será imposible que su lectura no haga gran
provecho a quien lo lea y medite. E. Muller.
Ninguna ciencia está mejor
autentificada que la Biblia. Isaac Newton.
La Biblia es un libro que supera a
todos los demás, y contiene todo lo que atañe al deber del hombre
para con Dios y el prójimo. Pedro el Grande.
Si yo tuviera muchos Generales que
leyeran cada día la Santa Biblia estaría seguro del éxito de mi
nación. Napoleón.
La Biblia es el mejor don que Dios
jamás haya dado a los hombres. Si no fuera por Ella, no podríamos
distinguir entro lo correcto y lo incorrecto. Abraham Lincoln.
Siempre he dicho, y diré que el
estudio de la Sagrada Biblia, hará mejores ciudadanos, mejores
padres y mejores esposos. Tomás Jefferson.
La Biblia ayuda a realizar las
aspiraciones más grandes del alma humana. Roosvelt.
La existencia de la Biblia,
entendida como un libro para el pueblo, es el mayor beneficio que ha
recibido el género humano. Todo intento de menospreciarla constituye
un crimen contra la humanidad. Immanuel Kant.
La Palabra de Dios, es la clave
para resolver todos los problemas. Carothers.
Tres favores producen la lectura
de los Libros Sagrados: provecho intelectual, provecho moral y
provecho espiritual. José Flores.
Tres ventajas tiene este libro:
Su divinidad satisface nuestra
necesidad de Dios.
Llena de paz, gozo y de consuelo.
Se adapta a todos los tiempos y
necesidades.
Ricciote.
Mi conciencia está cautiva por la
palabra de Dios. Martín Lutero.
La Biblia es fuente de Paz. Garay.
Inventa tus propias doctrinas, las
apoyas en la Biblia, y las tienes por divinas. Weremfelds.
La mejor teología es la Biblia. Chestertón.
Estoy convencido de que la Biblia
nos resultará más bella cuanto mejor la comprendamos. Johann Wolfgang.
Hay muchas personas muy letradas
en las ciencias, pero analfabetas en el Libro de Dios. Evely.
La Palabra de Dios nos parece luz
para dirigirnos en el camino. Alimento para fortalecernos, y
consuelo para animarnos. Bossuet.
La gran ventaja de la Biblia es
que, en ella, está la clave para saber cuál es el pensamiento de
Dios y qué opina El sobre los temas más importantes. Peale.
La Biblia es el documento más
precioso de toda la historia de la raza humana. General Smuts.
A todo el que conozca bien la
Biblia puede considerársele verdaderamente educado. William Lyon Phelps.
En comparación con la Sagrada
Escritura, todos los demás libros son como estrellas que reciben su
brillo y esplendor del sol. Roberto Boyle.
La Biblia es la revelación más
pura que de Dios existe. Emilio Cautelar.
EL JARDIN DEL EDEN
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. CONTEXTO GENERAL
El jardín del Edén era una
tierra muy bella, rica en minerales, flores, árboles frutales, suave
brisa, y habitada por los animales más hermosos de la creación. Aquí
había un río del que se desprendían cuatro brazos: el Pisón, que
rodea la tierra de Hávila donde hay oro, belio y ónice; el Gihón,
que rodea toda la tierra de Cus; el Tigris, que va al este de
Asiría; y el Eufrates (Génesis 2,8-14).
La etimología de la palabra
“Edén”, equivale a decir “huerto fértil”, “jardín frondoso”,
“llanura deliciosa” o “comarca muy rica”. Para los judíos recordaba
la “felicidad” o el “placer” en que vivieron inicialmente Adán
(hombre de barro rojo) y Eva (madre de los vivientes), antes de ser
expulsados por su desobediencia. Es de advertir, que el historiador
sagrado que escribió el Génesis (posiblemente Moisés), situaba el
Edén como un parque fértil y bañado profusamente por las aguas,
exactamente lo contrario de las tierras áridas, secas e inhóspitas
en que vivía el pueblo hebreo durante el éxodo en el desierto del
Sinaí (Comparar con Cantar de los Cantares 4,13; Ezequiel 28,13).
Se ha relacionado la palabra
Edén con el sumerio Edin y el asirio-babilónico Edinu, de donde
proviene el hebreo Edeen, que significa estepa (llanura árida).
Según esta etimología, la descripción del texto bíblico aludiría a
un oasis en medio de la estepa, lo que explicaría bien que nuestros
primeros padres fueran expulsados de este recinto serrado para
después vivir la vida dura de la estepa con el sudor de su frente.
Para la cultura judía el Edén
era un estado de justicia, paz, fraternidad, felicidad en el cual
los seres humanos deberían de vivir. De aquí las muchas
descripciones del Viejo Testamento sobre la esperanza de volver a
habitar en una “Nueva Tierra” (Comparar con Éxodo 3,8; Salmo
37,29.34; Isaías 11,1-9; 65,17; Ezequiel 47,12; Zacarías 14,8).
II. POSIBLE UBICACION
GEOGRAFICA
Las Escrituras dicen que Dios
plantó el “jardín del edén, al oriente” (Génesis 2,8). Su sitio de
origen bien pudo haber estado en las cercanías del Golfo Pérsico
entre Siria y Palestina, o más bien entre Irán e Irak, aunque
también se sitúa en las proximidades de la India. De acuerdo al
nombre de los cuatro ríos mencionados en el primer libro de la
Biblia, se puede tener una idea más o menos exacta de su posición
geográfica, lo que en la antigüedad era conocida como la Baja
Mesopotamia, donde hay una rede de afluentes o canales que surcaba
esta área. Dos ríos llevan nombres conocidos: el Tigris que corre
enfrente del Asur, y el Eufrates, célebre en todo Oriente; ambos
nacen casi juntos en los montes de Armenia, desembocando en el Golfo
Pérsico. El Pisón pudo haber estado en las tierras de Arabia del
Norte, rica en piedra de ónice; se cree que no es otro que el río
Fasis, que nace en el monte Ararat y muere en el mar Negro. El Gihón,
posiblemente localizado también en Armenia, país limítrofe con
Turquía, en cuyos suelos abundan minerales preciosos como el oro y
el ónice. Por su parte, otros investigadores han relacionado los
cuatro ríos con tres países: Hávila (o Arabia), con el Pisón; la
tierra de Cus (o Etiopía), por el Gihón; Asur (o Asiría), con el
Tigris y el Eufrates.
En el siglo III de nuestra era,
San Epifanio dice en una carta: “Yo mismo he visto las aguas del
Gihón, las he visto con mis ojos carnales, son aguas como las del
Eufrates que se deja tocar, beber y que no tiene nada de
espiritual”. Cuatro siglos después, Isidoro de Sevilla, último Padre
de la Iglesia, localizaba el Edén bíblico en las Islas Afortunadas
(las Canarias actuales). Del mismo modo, el cardenal Pedro Alianco,
en su libro del Imago Mundi, impreso en Lovaina (Bélgica), entre los
años 1480 al 1483; dijo: “Más allá del Trópico de Capricornio, se
encuentra la más bella estancia, ya que es allí donde está la más
noble y la más alta del mundo, a saber, el Paraíso terrenal”.
III. EL AGUA DE LA ETERNA
JUVENTUD
En el primer libro del Antiguo
Testamento se dice que un río salía del Edén y se partía en cuatro
afluentes, pero no explica si nacía allí. No obstante, el apóstol
amado en las visiones que tuvo en la isla de Patmos, dice que la fue
mostrado “un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis
22,1). “Y el que tenga sed, venga; y el que quiere, tome del agua de
la vida gratuitamente” (17). Este nuevo río de “agua viva” no es
otro que el mismo Señor Jesús, acordémonos que a la mujer samaritana
le ofrece “agua viva” para la vida eterna (Juan 4,14). Asimismo, “Si
alguno tiene sed, que venga a mí y beba…, del interior del que cree
en mí brotarán ríos de agua viva” (Juan 7,37-38). En este pasaje San
Juan hace alusión, que, en esta oportunidad, el Divino Maestro se
refería al Espíritu Santo.
Por otra parte, esta revelación
bíblica de un “agua de vida eterna”, ha sido asociada con los
distintos mitos de diferentes culturas y tradiciones en el Oriente
Próximo, la India, Irán, las tribus nómadas de Arabia, la región de
Anatolia, la China, los malayos y los indonesios, los antiguos
fenicios y cartaginienses, en Italia y la costa Ibérica, las Islas
Británicas, Irlanda, Escandinavia, hasta llegar al África. Así por
ejemplo, la búsqueda de la “fuente de la eterna juventud”, está
presente en la mitología griega, en las narraciones de la expedición
de Jasón y los argonautas, cuando la maga Medea rejuvenece a Jasón
en sus aguas milagrosas. Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a. de
C., describió un Paraíso terrenal de la Edad de Oro, adornado con
manantiales milagrosos que ofrecían descanso y dicha al hombre,
todavía inmortal e ignorante de toda enfermedad o dolor.
La leyenda de la fuente de la
inmortalidad, movilizó a muchos españoles durante la época de la
conquista de América, como Juan Ponce de León, quien en el año de
1512, la buscara sin éxito en la isla de Bimini (Hoy las Bahamas).
Posteriormente, ciertas confidencias de los nativos enteraron al
mismo explorador de que los indígenas de la isla de La Española
(Cuba) y de otros de Santo Domingo, emigraron a tierras lejanas,
pasando el mar, en busca de un caudal cuyas aguas rejuvenecían. La
ilusión de encontrar este afluente curativo fue lo que lo impulsó
sin éxito a ir a las costas de Norteamérica, el 27 de marzo de 1513.
Su cronista, Herrera, dice: “No quedó río ni arroyo en toda la
Florida, hasta lagunas y pantanos, adonde no se bañasen: y hasta hoy
siguen algunos en busca de este misterio”.
IV.
EL ARBOL DE LA VIDA
En Génesis (2,9), dice que
“Yahvé Elohim hizo brotar del suelo, todo árbol grato…y el árbol de
la vida”, en el centro del “jardín de Dios” estaba el “árbol de la
vida”, cuyo fruto era apto para conservar la vida del cuerpo por
tiempo indefinido (Génesis 3,22). De hecho, el “árbol de la vida” no
brota exclusivamente en el “paraíso de Yahvé”. Antiguas tradiciones
recopiladas en tablillas para los sumerios, colocaban al oasis
maravilloso donde crecía el “árbol de los dioses” de frutos
magníficos en la isla de los bienaventurados, La tierra de Dilmón,
lugar que hoy se identifica con el archipiélago de las Bahrein,
junto a la costa de Arabia oriental, en el Golfo Pérsico. Los
asirios-babilonios conocían a la famosa planta gracias a la cual el
hombre obtenía su suplo de vida. Sobre dibujos sumerios del tercer
milenio se cree son reproducciones del árbol estilizado. En Egipto
se conserva el recuerdo de una planta que destilaba en beneficio de
los dioses, y para los hombres de una bebida de inmortalidad, que
crecía al este del cielo, en la Tierra de Amenti.
La representación que más
concuerda con la realidad del “árbol de la vida” en el Edén, se
encuentra en la actualidad en la región de Asia Occidental con la
famosa planta datilera, su fruto es dulce y nutritivo, tiene retoños
que son comestibles y su sabia se transforma en miel, sus semillas
son combustibles y se usaban para la fundición, mientras que el
tronco de esta palmera, tiene gran elasticidad y se emplea para la
construcción de balsas.
En la cosmología hindú se
asegura que el monte Meru está hecho de oro y que se eleva por
encima de todas las montañas terrestres, y que en su ladera nace un
manzano capaz de dar sombra a un continente, siendo su fruta madura
la corriente del río Jambu cuya agua produce la inmortalidad. Este
lugar mítico se ubica en los Himalayas, siendo la fuente del Ganges
(río sagrado para el Hinduismo), el posible Jambu. Igualmente, en
la mitología china, bastaba haber practicado toda la vida el taoísmo
y comer el melocotón de la inmortalidad que se encuentra en los
jardines que rodean el palacio de nueve pisos de la Dama-Reina de
Occidente.
Cristóbal Colón, al tocar suelo
en el golfo de Paria en 1498, observó que los indígenas veneraban un
arbusto al que llamaban precisamente “árbol de la vida”. Según
ellos, de sus frutos había vuelto a nacer el género humano después
de ser destruidos por un gran diluvio, del que sólo se salvaron un
hombre y una mujer. Además, en México, el padre Bernabé Cobo hablaba
del “árbol de la inmortalidad” que teñía de azul las aguas. Fernando
Oviedo habló de otro árbol “que de su fruto sacan agua muy clara con
la que los aborígenes se lavan las piernas y a veces toda el
cuerpo”. Asimismo, los nativos maquiritanas que dominaban el Orinoco
venezolano, contaban a los misioneros católicos que en el macizo de
Duida, el Marahuaka, había un árbol mítico o “Árbol del Mundo”,
caído al suelo después de que se presentara una gran inundación.
Nuevamente Juan, el teólogo, en
el libro de las Revelaciones, habla de la “Jerusalén Celestial”,
donde “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del
río, estaba el árbol de la vida…y las hojas del árbol eran para la
sanidad de las naciones” (22,2). O también: “Bienaventurados los que
lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para
entrar por las puertas de la ciudad” (13). Jesús promete que los que
salgan vencedores tendrán parte del “árbol de la Vida”. En el
Génesis, se les prohibía a los seres humanos comer del “árbol de la
vida”. En ese momento, era símbolo del pecado, de la desobediencia.
Ahora, en cambio, el “árbol de la vida”, que está en la morada
celestial, es símbolo de la vida eterna que el Altísimo dará a los
siervos fieles.
V. EN BUSCA DEL PARAISO
PERDIDO
La palabra “Paraíso” no aparece
en el texto veterotestamentario, sin embargo, se ha relacionado con
el término “Paridaiza”, o “Recinto de los Dioses” abierto solo a los
príncipes del antiguo imperio persa. Para los musulmanes en su libro
sagrado del “Corán”, describen un “Paraíso” donde los fieles devotos
de Alá, vestirán esplendidos ropajes, disfrutarán de jardines con
árboles frutales surcados por ríos de leche, agua, miel, vino; y
estarán servidos por hermosísimas mujeres vírgenes llamadas las
huríes.
A lo largo de la historia han
sido muchas las personas que han querido hallar el “Paraíso
perdido”. Hay quienes lo buscaron en Etiopía, aunque sin éxito. El
historiador judío Flavio Josefo (siglo I d. de C.), sitúa el Paraíso
terrenal en la Tierra del Edén, más allá de un Gran Océano. Para los
esenios, lo mismo que para los antiguos griegos, el Paraíso estaba
ubicado en una vasta extensión marina, en un clima agradable, sin
lluvias, sin nieves y sin calores excesivos; bajo una perpetua y
suave brisa marina. Cuenta cierta leyenda piadosa que en el siglo VI,
el monje irlandés, Brendan “el navegante”, lo encontró en una isla
del sudoeste en el océano Atlántico, a la que llamó “Isla de los
Bienaventurados”, donde vivió siete años antes de volver a su
patria. En cambio, otras historias afirman que se oculta en una
elevada montaña.
El ya mencionado Cristóbal
Colón, en su tercer viaje al Nuevo Mundo (1498-1500), dijo: “Parece
como si esta tierra (El Orinoco) fuese el Paraíso terrenal, pues se
ajusta a la descripción de los santos y sabios teólogos”. Del mismo
modo, Louis Antoine de Bougainville, explorador francés del siglo
XVIII, cuando llegó a la isla de Haití, escribió más tarde: “Pensé
que me hallaba en el jardín del Edén”. Bougainville abandonó la isla
ansioso por dar a conocer al mundo el “Paraíso Perdido”. Cuando
termino su travesía de tres años alrededor de la Tierra, publicó un
relato de sus aventuras. El libro, que fue un éxito de ventas, dio
vida nuevamente al mito de que aquella exótica isla concordaba con
la narración bíblica.
VI. ENOC Y ELIAS EN EL
EDEN
En la Edad Media los monjes del
claustro de Saint Mathieu, en la Baja Bretaña, opinaban que el
verdadero Edén estaba situado en una Isla al extremo del mundo, más
allá del Gran Océano, donde vivían los profetas Enoc y Elías,
rodeados de algunos ángeles fieles al Señor. Aquí fue llevado con
vida Henoc por Dios (Génesis 5,24; Eclesiástico 44,16); en compañía
del profeta Elías, cuando fue arrebatado en un “carro de fuego” a
orillas del río Jordán (2 Reyes 2,11). Ellos dos volverán a la
Tierra en los tiempos que han de preceder antes del fin del mundo.
Sostendrán a los justos que se hallen en peligro de sucumbir de las
terribles persecuciones del Anticristo (Apocalipsis 11,1-6). No
obstante, las opiniones son divididas, ya que para otros exegetas,
la descripción de los “dos testigos” en el libro de las
Revelaciones, concuerda más bien con “Moisés” y “Elías”, en cuanto
representan la Ley y el profetismo. Los mismos y con la misma
representación aparecen en la “transfiguración de Jesucristo”, según
los relatos evangélicos (Véase Mateo 17,1-13; Marcos 9,1-12; Lucas
9,28-36).
VII. EL PARAISO CELESTIAL
En el Nuevo Testamento, el
“paraíso” que menciona la palabra de Dios es el cielo, como el que
le promete Jesús en la cruz al buen ladrón (Lucas 23,42-43), y no un
paraíso venidero en la tierra. Así lo da a entender el apóstol
Pablo: “Conozco a un hombre que cree en Cristo y en que hace catorce
años fue llevado al tercer cielo. No sé si fue llevado en cuerpo o
en espíritu, Dios lo sabe. Pero sé que ese hombre fue llevado al
paraíso” (2 Corintios 12,2-4). El libro del Apocalipsis agrega: “Al
que venciere, le daré a comer del árbol de la vida; el cual está en
medio del paraíso de Dios” (2,7).
EL
ARCA DE NOE
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
El
libro del Génesis (8,4), relata que el arca de Noé se halla
sepultada en los glaciares del monte Ararat, en la república de
Armenia. A lo largo de los siglos, diversas expediciones han
intentado recuperarla. Antes con la fuerza del empeño, hoy con los
recursos de la tecnología moderna: fotografías tomadas por el
satélite explorador Erts, desde una altura de 675 kilómetros sobre
la montaña, han confirmado la existencia de lo que parece ser un
barco antiguo sepultado por el hielo.
El Ararat está situado al norte
de la meseta de Anatolia, en Turquía oriental, a pocos kilómetros de
la frontera entre Irán y Armenia. En medio de la planicie destaca
este nevado volcánico de 5.156 metros de altura. Su nombre es de
origen armenio arcaico y traduce “Madre del Mundo”, lo que sugiere
que allí surgió la actual especie humana o que allí se preservó a la
humanidad de su extinción total. Los turcos lo llaman “Agri-Dagh”,
que significa “Montaña del Arca”; mientras los persas le dieron el
nombre de “Kuk-i-Nouh”, es decir, “Montaña de Noé”.
Los primeros cristianos que
vivieron en Armenia levantaron un templo que llamaron “del Arca”. En
el siglo I y II se acuñaron medallas con dibujos del navío y del
Patriarca Noé. Con el correr de los tiempos, diversos viajeros de
Asia Central señalaron la presencia de una inmensa embarcación
próxima a la cima del monte.
Desde hace siglos, los nativos
de la región afirman haber sustraído trozos de brea o betún que pudo
servir de aleación o pegante, y que según el Génesis (6,14), se
utilizó en la construcción de la nave. Los trozos obtenidos
sirvieron como reliquias protectoras de todo mal y peligro. Sin
embargo, para otras comunidades del área la montaña es misteriosa y
mágica, debido a que el Ararat absorbe toda el agua de la tierra y
de la que cae de las lluvias, sin dejar una sola gota en el seco
territorio que la rodea. Cada veinte años, mas o menos, una oleada
de calor intenso barre la región, y durante este período es cuando
se ha observado la presencia de una barca, sobre todo en los meses
más calurosos: agosto y principios de septiembre.
La primera persona que dijo
haber encontrado el “barco bíblico” fue San Jacobo, monje del
monasterio de Ecimiadzin, en el siglo VII. Según su relato, por
inspiración divina halló en medio de la nieve que cubre el Ararat
una tablilla del arca, que aún se conserva dentro de un suntuoso
relicario como uno de los más preciados tesoros del catolicismo
armenio.
Doce siglos después, en 1840,
por causa de un terremoto que sacudió el nevado, se produjo un
desplazamiento del glaciar bajo el cual está sepultado el navío.
Esto fue aprovechado por las autoridades turcas para enviar una
expedición que llegó hasta los restos de un barco muy antiguo
enterrado bajo cinco metros de hielo.
En agosto de 1883, cuando una
fuerte erupción del Ararat atrajo la atención de algunos científicos
turcos. Mientras estaban trabajando en lo alto del macizo, vieron
una viga de madera que surgía del glaciar y que parecía tener unas
mediadas enormes. Como estaba incrustado en un profundo despeñadero,
los hombres tuvieron que hacer grandes esfuerzos para llegar a los
pies de los restos de la embarcación. Según comunicaron, la madera
todavía estaba en buen estado. Cuando entraron en su interior
reconocieron la existencia de tres niveles de una altura de catorce
metros, 133 metros de largo por 22.5 de ancho, medidas que
concuerdan casi con toda exactitud a las registradas en las Sagradas
escrituras (Génesis 6,15-16).
En 1892, se hizo otro
escalamiento que incluía al abate Nourri, archidiácono del
patriarcado de Babilonia y jefe supremo de todos los cristianos
nestorianos de Malabar, India. En esta ocasión el ascenso se llevó a
cabo por la parte noroccidental del monte, que es mucho más difícil
de llegar y por lo tanto menos explorada. Los expedicionarios
aseguraron haber llegado hasta el punto donde se encuentra la proa
del arca, y haber penetrado en su interior. Además, dijeron que la
nave se encuentra tumbada de costado y casi cubierta por el hielo.
El alto jerarca eclesiástico prometió regresar al Ararat para
demostrar a los incrédulos la realidad del hallazgo, pero murió
pocos días antes de emprender su segundo cometido, llevándose a la
tumba el secreto de su ubicación exacta de la barca de Noé.
Dos decenios después, en 1916 y
hallándose en plena Primera Guerra Mundial, el aviador ruso Vladimir
Roskowiky sobrevoló el macizo y afirmó haber avistado en la ladera
occidental, a unos cuatro mil metros de altura, un barco cubierto
por el hielo. Dijo además que estaba de costado. Otros pilotos
testificaron el hecho, lo cual despertó el interés del zar Nicolás
II, quien organizó una nueva excursión con 150 científicos. Su
misión consistía en medir, fotografiar, analizar y tomar pruebas de
la madera del arca. Los científicos hicieron un bosquejo de la
ubicación de la nave, pero cuando el informe llegó a San
Petersburgo, había estallado la revolución bolchevique de 1917. Los
documentos más importantes desaparecieron en medio de la confusión.
Durante la II Guerra Mundial
(1939-1945), el mayor soviético Jaspar Maskelyn, en uno de sus
vuelos de reconocimiento al Ararat tomó dos fotografías del
legendario barco. Pero el régimen comunista ordenó que los
documentos y testimonios sobre la existencia del navío no fueran
publicados en la gran Enciclopedia Soviética, bajo el argumento de
que el mito del arca de Noé debe ser rechazado por la ciencia
moderna.
Al finalizar la guerra, la zona
fronteriza sobre la que se sitúa el monte Ararat fue vedada por
mandato militar, lo que impidió nuevas incursiones a la cima. Sin
embargo, en 1952 un ingeniero llamado George Jefferson Greene voló
sobre el sitio sobre la ladera norte de la montaña, aquí distinguió
la forma de un barco encallado en un barranco, entre una pared
rocosa y un precipicio, y tomó alrededor de 30 fotos, pero no pudo
conseguir financiamiento para volver, y en 1962 fue asesinado en las
Guayanas Británicas, perdiéndose para siempre las fotos que
demostraban su descubrimiento.
Por su parte, en 1955, el
francés Ferdinand Navarra obtuvo la prueba más contundente sobre la
veracidad de esta antigua embarcación. Tras una expedición llena de
peripecias y sufrimientos, el investigador francés en compañía de su
hijo, pudo sustraer el extremo de un madero de 1.50 centímetros de
longitud, ennegrecido por el betún. El valioso leño fue sometido por
dos institutos científicos independientes a la prueba del Carbono
14. Este dio al madero una antigüedad de unos cinco mil años de
existencia. Esto coincide con la época en que los geólogos estiman
que se presentó un diluvio, a consecuencia de un gran desbordamiento
de los ríos Tigris y Eufrates, en la Mesopotamia. Asimismo, ha sido
confirmado por un grupo de investigadores de la National Geographic
Society, quienes cerca de la población de Sinop, al norte de
Turquía; encontraron indicios de que dicha zona estuvo habitada,
antes de que toda esta región sufriera una inundación que dio origen
a lo que hoy es el Mar Negro. Después de la odisea de explorador
francés, tres años más tarde el turco Bulent Atalay también
descendió de la “montaña sagrada” trayendo una tabla parecida a la
anterior.
En 1965, un aviador turco tomó
la mejor foto, en ella se observa la forma ovalada de lo que parece
ser un barco sumergido por el hielo. La más reciente prueba sobre el
particular, la obtuvo en 1992 el investigador italiano Angelo Priego.
Este aseguró haber localizado el navío bíblico a unos 4.600 metros
de altura. Priego dice que la nave está sepultada en el glaciar,
entre dos peñascos.
A pesar de todos estos
resultados, el veredicto final todavía no se tiene. Y pareciera que
“Agri Daga” o la “Montaña del Arca”, no quisiera desvelar su
secreto. El Pico nevado es escenario de frecuentes y peligrosas
avalanchas, de caídas de rocas, de tormentas y vientos huracanados
que han hecho desistir a más de un intrépido montañistas en su
empeño por desvelar una incógnita de más de cinco mil años.
EL ARCA DE LA ALIANZA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
El
“Arca de la Alianza”, era un cofre hecho de madera de acacia y
recubierta de oro, con dos querubines en la tapa llamada el
“propiciatorio” o “lugar del perdón”. En su interior se encontraban
las tres grandes reliquias de la “Antigua Alianza”: las tablas de la
ley, por eso era llamaba también el”Arca del Testimonio” (Éxodo
32,15; Números 17,10), el bastón milagroso de Aarón y una jarra de
oro con parte del maná (Exodo 25.10-22; Hebreos 9,3-5). En la
tradición talmúdica judía a parte de estos tres “objetos sagrados”,
se menciona el almohadón del patriarca Jacob, cuando tuvo el sueño
de la escalera por donde subían y bajaban los ángeles del cielo.
Era tal su importancia y dignidad que Yahvé descendía en medio de
una nube sobre ella, en el lugar más sagrado de la tienda
(tabernáculo), cuando los hebreos la llevaban de un lado al otro
durante la travesía en el desierto camino a la tierra prometida de
Canaán; y después en el templo de Jerusalén en el “Santísimo” o
“Santo de los santos” (Sancta Sanctorum) (Levítico 16,2; Hebreos 9,
1-3), aquí se hacían los sacrificios, y El Altísimo daba las órdenes
a los israelitas “desde lo alto de la tapa, de entre los dos seres
alados” (Éxodo 25,22; Números 7,89), “que representaban la presencia
de Dios” (Hebreos 9,5), porque el Señor todopoderoso “tiene su trono
sobre los querubines” (2 Samuel 6,2). Esta nube luminosa (Schekji.náh),
alumbraba el Santísimo; de hecho, era su única fuente de
iluminación. El sumo sacerdote se beneficiaba de ella cuando entraba
en dicha cámara sagrada en el día de Expiación, y comparecía ante la
presencia de Todo Poderoso.
En
esta fiesta judía que se celebraba una vez al año, el sumo sacerdote
se acercaba al altar que estaba en el patio del templo y ofrecía un
toro para expiar los pecados de los sacerdotes. Más tarde, entraba
en el santuario con la sangre del toro, pasaba por las puertas que
separaban el patio del Santo y luego por la cortina que dividía el
Santo del Santísimo. Una vez en el interior, salpicaba la sangre
siete veces enfrente del arca del pacto. Esta ofrenda era por sus
propios pecados y los de su casa, es decir, los sacerdotes y los
levitas. Luego, siguiendo el mismo procedimiento ofrecía una cabra
para pagar por los pecados de las doce tribus no sacerdotales de
Israel (Levítico 16,5-15).
Solamente los levitas (ayudantes de los sacerdotes) debían cargar
el cofre de la alianza cuando era trasladada en procesión de un
lugar a otro (1 Crónicas 15, 1-2), incluso los ejércitos israelitas
en sus campañas militares viajaban a cierta distancia de ella (Josué
3,3-4); nadie a parte de los sacerdotes podían tocarla, pues morían
en el acto, como sucedió con Uzah, que no era sacerdote, sino al
parecer levita (2 Samuel 6, 6 – 7). El propio Josué en compañía
de los ancianos de Israel, se postró delante de arca para hacer
oración al Señor (7,6), comparar con (2 Crónicas 20,18). Caso
contrario fue lo que les sucedió a los tres jóvenes hebreos: Sadrac,
Mesac y Abed-Nejo; Quienes no quisieron arrodillarse para adorar la
estatua de oro que mandó a construir el rey Nabucodonosor, y que
representaba al Estado babilónico (Daniel 3,1-18). Cumpliendo así el
mandato de la ley mosaica en Deuteronomio (5,8-9).
Hay
un curioso relato bíblico narrado en los capítulos 4,5 y 6 del
primer libro de Samuel, cuando los filisteos derrotan a los hebreos
en la batalla de Eben Ezer, capturando el objeto sagrado y lo
trasladan a su capital para ofrecerlo al dios Dagón. Al poco tiempo
la estatua de esta deidad es derribada y destruida por el poder del
Arca de Dios, además los filisteos se ven afectados por tumores
malignos. Proceden a trasladar el Cofre pero la epidemia sigue sus
efectos entre estos paganos, por eso deciden devolverla a sus
legítimos dueños sobre un carro guiado únicamente por dos vacas por
el camino de Bet Semes. Allí es localizada por unos segadores, que
se aproximan demasiado al cargamento, y “El Señor los hirió con gran
mortandad”. Setenta hombres murieron hasta que se hicieron cargo de
ella un grupo de levitas que condujeron el Arca hasta Quiriat-Jearim,
a la casa de Abinadad, donde quedó custodiada por un hijo de éste
hasta que el rey David decidió trasladarla a Jerusalén, casi medio
siglo después.
Muchas tradiciones rodean este cofre de Dios, el más antiguo
símbolo de la fe judía. Después de la destrucción y saqueo del
Templo de Salomón, desaparece de la Biblia, y no se supo de su
paradero. La última vez que las Escrituras hacen alusión al arca es
cuando el rey Josías la trae al templo (2 Crónicas 35,3).
Ciertamente estaba perdida desde mucho antes de la construcción del
segundo Santuario, sobre su paradero hay varia hipótesis:
a. Según la Misná y el Talmud, fue enterrada en uno de los túneles
secretos excavado bajo el monte del Templo. El enterramiento había
sido obra del rey Josías, que alertado por una profecía sobre la
futura profanación del Santo de los Santos por los babilonios, la
ocultó en una gruta debajo del suelo del Recinto Sagrado. Algunos
piensan que en el siglo XII uno de los objetivos de los templarios
(monjes-guerreros) durante las cruzadas, era recuperar esta reliquia
bíblica. Más adelante, en el año 1967, los arqueólogos israelíes
comenzaron a excavar un largo túnel en el extremo noroeste del
antiguo Monte del Templo, circularon insistentes rumores de que
algunos habían vislumbrado el Arca Santa a distancia, pero se les
impidió examinarla, ya que las autoridades musulmanas procedieron de
inmediato a cerrar su entrada.
b.
Una leyenda tardía se refiere cómo el profeta Jeremías ocultó
secretamente el Arca y el altar de los holocaustos en una gruta,
situada en el “monte al que subió Moisés para contemplar la heredad
del Señor”. Ese monte desde el cual el caudillo judío divisó la
Tierra Prometida que nunca iba a pisar, es el monte Nebó, un
conocido lugar que se hallaba a unos cincuenta kilómetros de
Jerusalén, en línea recta. El antiguo monte Nebó, ha sido
identificado con el Jaban an-Naba, y se encuentra muy cerca de la
frontera con Jordania. En el siglo XX hubo dos tentativas para
localizar el escondite de Jeremías. La primera, en 1920, cuando un
aventurero norteamericano, Frederick Futterer, rastreó durante
varios meses la montaña Nebó y una cumbre vecina, el monte Pisgá. En
alguno de los dos, se topó con un pasadizo secreto en donde había
una inscripción jeroglífica que una vez descifrada, decía: “Aquí
dentro está el Arca de oro de la Alianza”. Pero poco después, el
sospechoso explorador desapareció sin dejar rastro, llevándose la
inscripción, y no existe constancia de que volviera nunca para
rescatar el Cofre de Dios del supuesto pasadizo secreto.
Su
pista fue seguida, más de medio siglo después, por un compatriota
suyo llamado Tom Crotser, un supuesto experto en arqueología
bíblica. En 1981, en una expedición en el monte Pisgá, encontraron
el ya mencionado pasadizo donde apareció una cripta con un arca
rectangular cubierto de oro y unos bultos envueltos en tela. El
extraño objeto no se lo llevó, ni siquiera lo tocaron, pero sí
tomaron fotografías de ella. Ya en Estados Unidos informaron a la
prensa sobre su descubrimiento, pero no autorizó para que expertos
en la materia las analizaran.
c.
Aparte de Israel algunos creen que el Cofre de la Alianza fue
llevado a Yemen (Actual lugar cercano a Etiopía), o bien por la
reina de Saba; o por el príncipe Menelik, hijo del rey Salomón con
la mencionada monarca; o por un grupo de sacerdotes para que no
cayera en manos de los idólatras; y fue traslada a este país, donde
había una colonia de judíos de raza negra llamados los “falashas”,
identificados con la tribu perdida de Israel. En Etiopía las
tradiciones orales de los monjes coptos aseguran que el Arca estuvo
en varios lugares hasta llegar a la región de Aksum, donde fue
depositada en la iglesia de Santa María de Sión, tres veces
destruida y tres veces reedificada. Allí se encontraría en la
actualidad dentro de un laberinto de pasajes subterráneos custodiada
durante siglos por los llamados “guardianes del Arca”.
Sea cual fuera el destino de la precisada reliquia del Antiguo
Testamento, lo cierto es que la llamada “Arca del Pacto”, es
mencionada nuevamente en el Apocalipsis, donde la ubica en el templo
de Dios en el cielo (11,19).
Después del exilio y hasta el presente, las sinagogas judías han
venido teniendo un arca (Aron Kodesh) para guardar los rollos de las
Sagradas Escrituras (La Toráh), usados en su liturgia. El
receptáculo está separado del recinto principal por una cortina,
excepto cuando se sacan solemnemente los rollos para pasearlos
alrededor de la congregación y darles lectura desde el púlpito (Bema).
Esta tradición se remonta al velo del Santuario que era una cortina
amplia que separaba el Templo propiamente dicho del “Santo de los
santos”.
EL TEMPLO DE JERUALEN
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Este recinto sagrado fue construido por el rey Salomón hacia el
siglo X a.C. Era llamado como la “casa del Dios verdadero” (2
Crónicas 24,7), “casa de oración para todos los pueblos” (Isaías
56,7), “santo templo” (Salmo 68,5) o “templo del Señor” (1 Samuel
1,9.24). Posteriormente, fue destruido por Nabucodonosor de
Babilonia en el 587, luego fue reconstruido por Zorobabel a la
vuelta del destierro hacia el 515. Rehecho nuevamente por Herodes el
Grande, empezando su construcción hacia el año 20 a.C., recibirá en
varias oportunidades al Hijo de Dios. Hacia el año 70 de nuestra
era, es arrasado por los ejércitos romanos de Tito. A la fecha, solo
quedo el llamado “Muro de los Lamentos”, el lugar más sagrado para
los judíos contemporáneos.
El
templo de Jerusalén estaba adornado en un principio por “seres
alados, palmeras, flores, granadas, frutas, leones, toros y
guirnaldas” (1 Reyes 6, 18.29.32.34-35; 7,19-20,25. 29.36). El rey
Salomón, hizo dos enormes ángeles de madera de olivo y cubiertos de
oro, para que custodiaran el Lugar Santísimo (1 Reyes 6,23. 28-29).
Anteriormente, Moisés había dado ordenes a los artistas para Que
confeccionaran en el Santuario, diez cortinas de diferentes colores
bordadas con dos seres alados (Éxodo 26,1.31-33; 36,8.35).
El
sagrado templo (Bet ha-Micdash), estaba dividido en tres partes:
1.
El atrio (Ulam).
2.
La sala principal del santuario o el lugar santo
(Hekal).
3.
El “Santo de los Santos” (Sancta Sanctorum), era el
lugar de la Shekirá, es decir, de la presencia y de la gloria de
Yahvé (Éxodo 29,43-46; 40, 34-38).
Era además el único recinto santo
que tenían los hebreos en Jerusalén. Los israelitas frecuentaba el
templo todos los días, pero en especial en las grandes celebraciones
del calendario judío. En este santuario había tanto culto que cada
semana se necesitaban 300 sacerdotes para eso, ayudados por 400
levitas entre sacristanes, músicos, cantores y policías. El acceso
al recinto se hacía a través de un denominado atrio exterior,
abierto a los gentiles, y separado del lugar sagrado por una
balaustrada en la que se amenazaba con pena de muerte a los paganos
que osasen pasar adelante. La balaustrada se dividía en dos nuevos
atrios, el de las mujeres en el lado este, y el de los hombres en el
lado oeste. Delante de la edificación se hallaba el altar de los
holocaustos, y en su interior se encontraba el altar del incienso,
el candelabro de los siete brazos encendidos permanentemente, la
mesa de los panes de la proposición que se renovaban cada sábado y
el santísimo –Sancta Sactorum- separado por un grueso velo. Al
santísimo sólo tenía acceso, una vez al año, el sumo sacerdote de
turno, para ofrecer el sacrificio expiatorio de todo Israel.
Todos los judíos mayores de 12
años, hasta los que vivían en las diásporas, tenían que pagar a la
casa de Dios un impuesto anual equivalente a lo que se ganaba en dos
días de jornal de doce horas de trabajo (dos dracmas) (Mateo 17,24).
Asimismo, todo el que producía algo tenía que entregar al templo una
décima parte de sus ganancias: animales, frutos, grano, aceite,
vino, etc.; esto sin contar los regalos y grandes limosnas que
recibían los sacerdotes. El tributo para el templo era recaudado
bajo vigilancia romana. Diariamente se ofrecía un sacrificio de
incienso y un cordero de un año sin defecto, a parte de esto también
se sacrificaban diferentes víctimas (toros, terneros, ovejas,
cabras, palomas y tórtolas) como holocausto públicos de la comunidad
y como ofrenda por los pecados personales, en las mujeres para
recuperar la pureza legal, además de ofrecer un sacrificio diario
por la salud del emperador romano. En la explanada del santuario se
vendían estos animales.
En el templo no se admitía moneda
extranjera, el cambio de moneda no se podía hacer más que en el
recinto sagrado. Los días de peregrinación había hasta 93 sacerdotes
encargados de las ventas y de recoger la plata. Los sumos sacerdotes
y sus familias estaban involucrados en este negocio. El templo, a
parte de ser el centro de la vida religiosa, constituía el epicentro
financiero de Jerusalén, y era la sede normal de la suprema
autoridad política y religiosa.
Cerca del edificio santo había
tres grandes salas abiertas al pueblo durante las fiestas. En éstas
se reunían los doctores de la ley para dar al pueblo enseñanzas
religiosas. El maestro procedía por preguntas, ponía una cuestión o
proponía una dificultad. Los más instruidos daban la respuesta, que
el doctor discutía, aprobaba o corregía. A los doce años los niños
eran admitidos a estas reuniones y podían tomar parte de la
discusión. A propósito de esto, el Talmud ha conservado el recuerdo
de dos jóvenes judíos, uno de 16 años y el otro de 14, cuyas
respuestas fueron tan acertadas, que fueron invitados por los
doctores a dejar los bancos de discípulos y a tomar asiento entre
ellos.