LOS SANTOS
1.
LOS SANTOS Y LAS RELIQUIAS EN LAS SAGRADAS
ESCRITURAS.
2.
SAN JOSE: PATRONO DE LA IGLESIA CATOLICA.
3.
LOS TRES REYES MAGOS.
4.
SAN JUAN BAUTISTA.
5.
SANTIAGO DE COMPOSTELA.
6.
SANTOS Y MISTICOS Y LA PASION DE JESUS.
7.
LA FABRICACION DE LOS SANTOS.
8.
LOS SANTOS EN LA IGLESIA CATOLICA.
9.
FRASES CELEBRES SOBRE LOS SANTOS.
LOS SANTOS Y LAS RELIQUIAS EN
LAS SAGRADAS ESCRITURAS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. EL LLAMADO A
LA SANTIDAD
Cuántas veces los hermanos
separados nos han acusado a los católicos de acudir a los santos
para pedir un favor o milagro del cielo, sin tener en cuenta que
solamente Jesucristo es el único mediador ante el Padre (1 Timoteo
2,5), al igual que el Espíritu Santo (Romanos 8,26-27). No obstante,
en el hebreo bíblico la palabra “santo” expresa la idea de
separación, y en el ámbito religioso se aplica a toda persona o todo
aquello que se aparta del uso corriente y es tenido como sagrado, es
por esta razón que la palabra de Dios nos dice que todos los
creyentes están llamadas a la santidad (Levítico 19,2; 1 Corintios
1,2; 1 Tesalonicenses 4,7; 5,23), a la perfección cristiana (Mateo
5,48; 2 Corintios 13,11; Hebreos 12,23), y reciben el nombre de los
“santos del Altísimo” (Daniel 7,22). “Al hombre bueno se le recuerda
con bendiciones” (Proverbios 10,7), Dios siempre está al lado de los
hombres justos (Génesis 26,23-24; 28,15; Deuteronomio 31;6.8; Josué
1,5; Jeremías 1,7-8; Proverbios 3,32), “la luz brilla para el hombre
bueno” (Salmo 97,11), “la senda de los justos es como la luz de la
aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios
4,18), “Porque el Señor conoce el camino de los justos” (Salmo 1,6),
”que el bueno siga haciendo el bien, y...el hombre consagrado a Dios
le siga siendo fiel" (Apocalipsis 22,11), ya que “el Altísimo cuida
de ellos” (Sabiduría 5,15).
Del mismo modo, “Sin la santidad,
nadie podrá ver al Señor” (Hebreos 12,14), “el hombre recto mirará
su rostro” (Salmo 11,7); los santos irán al cielo (Hechos 26,18;
Efesios 1,18), “los justos se alegrarán, se gozarán delante de Dios”
(Salmo 68,3). “Regocíjense los santos por su gloria” (Salmo 149,5),
“Porque “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1
Juan 2,17). “Lo que Dios quiere es que ustedes vivan consagrados a
él” (1 Tesalonicenses 4,3) véase también (2 Timoteo 1,9), con una
“santa y piadosa manera de vivir” (2 Pedro 3,11), “perfeccionando la
santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7,1), para que “El Dios
de paz, los haga a ustedes perfectamente santos” (1 Tesalonicenses
5,23). Los cristianos estamos llamados a ser “santos y sin mancha”
delante de Jesús (Colosenses 1,22; Efesio 1,4), y a “Vivir de una
manera completamente santa, porque Dios, que los llamó es santo,
pues la escritura dice: Sean ustedes santos, porque yo soy santo” (1
Pedro 1, 15-16), El es además el “Rey de los santos” (Apocalipsis
15,3).
Todo el que vive íntegramente su
fe es digno de imitación. San Pablo así lo expresa: “Ustedes
hermanos aprendieron de nosotros cómo deben comportarse para agradar
a Dios” (1 Tesalonicenses 4,1; Filipenses 3,17); él mismo se
presenta como modelo personal para ser imitado: “Por lo tanto les
suplico: sean imitadores míos” (1 Corintios 4,16); o también “Sean
imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11,1).
II. LOS SANTOS
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Los Libros Sagrados narran varios
ejemplos de hombres y mujeres que llevaron una vida virtuosa; desde
el justo Abel (Hebreos 11,4); pasando por su descendiente Enoc quien
“vivió de acuerdo con la voluntad de Dios” (Génesis 5,22). Noé
hombre bueno que siempre obedecía al Creador (Génesis 6,9; 7,1), fue
“predicador de justicia” (2 Pedro 2,5).
Patriarcas como Abraham, padre de
los creyentes para los judíos, cristianos y musulmanes (Romanos
4,11; Gálatas 3,8-9); llamado como el “amigo de Dios” (2 Crónicas
20,7), porque “Dios lo aceptó como justo” (Génesis 15,6). Su sobrino
Lot, hombre santo que vivía en medio de gente malvada (2 Pedro
2,7-8). José, el hijo de Jacob, vendido por sus hermanos por
envidia, y a quien Dios siempre estaba con él (Hechos 7,9). El santo
Job, “que vivía una vida recta y sin tacha, y que era un fiel
servidor de Dios” (1,1), modelo de obediencia y sufrimiento
(Santiago 5,11), y quien no pecó de palabra en su desgracia (Job
2,10). Moisés, el gran caudillo y legislador del pueblo hebreo, “era
el hombre más humilde del mundo” (Números 12,3); por ser un “siervo
fiel” (Hebreos 3,5), tenía el privilegio de hablar con el
Todopoderoso “cara a cara” (Éxodo 33,11), como si lo viera (Hebreos
11,27). Su discípulo Josué, “siervo del Señor” (24,29).
“Mujeres santas” como Sara la
esposa de Abraham (1 Pedro 3,5-6); al lado de Jael, la esposa de
Heber, el quenita (Jueces 5,24); y Judit, “mujer bendita para el
pueblo de Israel” (13,18). Rahab, la prostituta que Dios aceptó como
justa por sus hechos (Santiago 2,25); También Rut, “una mujer
ejemplar” (3,11).
De los jueces se menciona que el
espíritu de Dios estaba sobre Gedeón (Jueces 6,12.34), “hombre
fuerte y valiente”. Del mismo modo, se encontraba Sansón consagrado
como nazareno para que empezara a liberar a su pueblo de los
filisteos (Jueces 13,5); de él dice la Escritura que “el niño
crecía, y el Señor lo bendecía” (Jueces 13,24).
En cuanto a los “santos profetas
que vivieron en los tiempos antiguos” (Hechos 3,21), también
llamados “siervos” (Amos 3,7), o “santos hombres de Dios” (2 Pedro
1,21), se hallaba Samuel, consagrado al servicio del templo, y
considerado por todo Israel como “verdadero profeta del Señor” (1
Samuel 3,20). Daniel “a quien Dios amaba” (10,11.19). Oseas y
Ezequiel “centinelas de Dios” (Oseas 9,8; Ezequiel 3,17; 33,7).
Eliseo, “santo profeta de Dios” (2 Reyes 4,9). Jeremías, destinado
por el Altísimo desde antes que naciera para que fuera “profeta de
las naciones” (1,5)
El rey David, quien a pesar de su
debilidad humana (2 Samuel 12,7-9), cumplió con los mandamientos y
las leyes Divinas (1 Reyes 11,34), y fue agradable al corazón de
Dios (Hechos 13,22); también los monarcas Joás, Ezequías y Josías,
hicieron “lo que es recto a los ojos de Dios” (2 Reyes 12,2; 18,3;
22,2). El sumo sacerdote Joiada, que tras su muerte “lo enterraron
en la Ciudad de David, junto con los reyes, porque se había portado
bien con Israel, con Dios y con su templo” (2 Crónicas 24, 16).
Estos “siervos santos” tenían una
relación tan estrecha con el Altísimo que en las Escrituras se decía
que El era su Dios, como por ejemplo: “el Dios de Abrahán, Isaac y
Jacob” (Génesis 15,6; Éxodo 3,6), “el Dios de David” (2 Reyes 20,5)
o “el Dios de Elías” (2 Reyes 2,14).
Asimismo, cuando Cristo murió en
la cruz “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que
habían dormido, se levantaron” (Mateo 27,52).
III. LOS SANTOS
DEL NUEVO TESTAMENTO
En la nueva alianza se menciona a
José, padre adoptivo de Jesús, un “hombre justo” (Mateo 1,19); y su
esposa, la bendita virgen María (Lucas 1,28.42); al igual que el
sacerdote Zacarías y su mujer Isabel (pariente de María), otro
matrimonio espejo de santidad (Lucas 1, 6). En el templo de
Jerusalén vivían dos santos místicos y ascetas; Simeón “un hombre
justo, que adoraba a Dios y esperaba la liberación de Israel”
(2,25); y Ana “que hablaba en nombre de Dios...nunca salía del
templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y
oraciones” (36-37). Otro era Juan Bautista, el último de los
profetas; quien era grande delante de Dios y estaba lleno del
Espíritu Santo desde antes que viniera al mundo (1,15), ”la mano
del Señor” estaba con él (Lucas 1,66).
Los “Santos apóstoles” (Efesios 3,5), como Juan “el discípulo amado”
(19,26); Natanael, “verdadero israelita en quien no había engaño”
(Juan 1,47). Pablo “siervo de Cristo” (Gálatas 1,10). El discípulo
“José, llamado Barsabás, y llamado también justo” (Hechos 1,23). El
evangelista Lucas “el médico amado” (Colosenses 4,14). El diácono
Esteban, “hombre lleno de fe y del espíritu Santo” (Hechos 6,5), su
rostro era como el “de un ángel” (15). José, de Arimatea, miembro
del concilio de Jerusalén, “varón bueno y justo” (Lucas 23,50).
Tabita “esta mujer pasaba su vida haciendo el bien Y ayudando a los
necesitados” (Hechos 9,36). El capitán Cornelio, un hombre justo,
que adoraba a Dios (Hechos 10,22). “Cierta mujer llamada Lidia,
temerosa de Dios” (Hechos 16,14). El discípulo “Justo, temeroso de
Dios” (Hechos 18,7). Apolo, hombre de “espíritu fervoroso” (Hechos
18,25). Ananías, “piadoso y obediente a la Ley de Moisés” (Hechos
22,12). Epafras “un fiel ministro de Cristo” (Colosenses 1,7); al
lado de Tíquico, “amado hermano y fiel ministro y consiervo en el
Señor” (Colosense 4,7). Entre muchos otros personajes (Hechos 20,4;
Romanos 16,1-15. 21-23; Colosenses 4,7-14; Hebreos 11,1-38).
IV. EL PODER DE
LA ORACION
El seguimiento del Señor va
acompañado de grandes privilegios, porque Dios escucha la plegaria
de los justos (1 Pedro 3,12; Job 42,8; Salmo 34,15.17; Proverbios
15,29); como la oración de Sansón con la que obtiene el milagro de
un manantial de agua con la que calmó su sed (Jueces 15,18-19); y la
petición de Zacarías que es recompensada con el nacimiento de su
hijo Juan Bautista, y eso que él y su mujer eran ya de edad avanzada
(Lucas 1,13.18). Jesucristo nos invita a implorar siempre por
nuestras necesidades (Lucas 11,9-13; 1 Juan 5,14-15); hay que hacer
oración unos por otros (Colosenses 4,12; Santiago 5,16; Hebreos
13,18-19), y por los santos (Efesios 6,18). San Pablo anima en sus
cartas a los hermanos a pedir por él (Romanos 15,30; Efesios 6,19;
Filipenses 1,19; 1 Tesalonicenses 5,25), “por todo el pueblo de
Dios” (Efesios 6,18; 2 Corintios 1,11; Colosenses 4,3); el mismo los
encomienda en sus oraciones (Efesios 1,16; Filipenses 1,4;
Colosenses 1,3-9; 1 Tesalonicenses 1,2; 3,10), invita a los fieles a
rogar por toda la humanidad (2 Tesalonicenses 1,11; 1 Timoteo
2,1-2). Epafras, oró intensamente por sus hermanos en la fe
(Colosenses 4,12-13). Los 24 ancianos y los ángeles suben ante el
trono celestial las plegarias de todos los que pertenecen al pueblo
santo de Dios (Apocalipsis 5,8; 8,3-4).
Por otra parte, encontramos casos
de intercesión ante el Señor, como Abraham que pide detener el
castigo contra Sodoma y Gomorra (Génesis 18,20-33), y por la salud
de Abimelec (Génesis 20,17); Lot ruega ante los ángeles para que no
destruyan la ciudad de Zoar (Génesis 19,20-21); Job intercede por su
familia ofreciendo sacrificios por ella, y aunque fue maltratado por
tres compañeros, los perdonó y hasta oró por ellos (42,10). Moisés
clama por el faraón de Egipto (Éxodo 8,28-29; 9,29-33), y por los
pecados del pueblo elegido (Éxodo 32,9-13, 30-32; Números 11,2;
14,11-19; 16,20-22). Cuando los judíos se establecen como la nación
de Israel, los sacerdotes, reyes y profetas exponía los asuntos
importantes de la comunidad ante Dios (1 Samuel 8,21-22; 14,36-41;
Jeremías 42,1-3); así por ejemplo: el rey David intercede para que
no se castigue a los hebreos (2 Samuel 24,17), y para que la peste
se retire de Israel (24-25); Nehemías hace oración por los
israelitas (1,6.11); Daniel suplicó a Yahvé que tuviera misericordia
de los judíos, quienes sufrían el castigo por sus pecados (Daniel
9,15-19); la plegaria fervorosa del profeta Elías hace desaparecer y
aparecer La lluvia en su Nación (Santiago 5,17-18); el profeta
Jeremías ya muerto hace oración por el pueblo y la ciudad santa (2
Macabeos 15,14), al igual que Samuel y Elías (Eclesiástico 46,23;
48,14-15).
El evangelio de San Lucas nos
cuenta que cuando Zacarías se encontraba en el Santuario ofreciendo
incienso, una multitud de judíos estaban fuera orando. Al parecer,
se había convertido en costumbre congregarse fuera del Templo para
orar durante la ofrenda del incienso al Señor sobre el altar de oro
(Lucas 1,8-10). María pide a Jesús en las bodas de Caná por el vino
(Juan 2,3); un alto Oficial del rey por la curación de su hijo
enfermo (Juan 4,46-51); un capitán romano por su criado paralítico
(Mateo 8,5-7); Jairo, el jefe de los judíos, para que resucitara a
su hija (Mateo 9,18); la mujer cananea por su hija endemoniada
(Mateo 15,21-22); el rico Epulón intercede por sus hermanos ante el
padre Abraham (Lucas 16,27-28); María, la esposa de Zebedeo, por sus
hijos Santiago (el mayor) y Juan (El discípulo amado) (Mateo
20,20-21); Marta y María Magdalena por su hermano muerto Lázaro
(Juan 11, 20-21.32); la iglesia en Jerusalén oró por Pedro cuando
estuvo encarcelado (Hechos 12,5); el diácono Esteban pide el perdón
por sus verdugos (Hechos 7,60); el apóstol Pablo por los navegantes
en peligro (Hechos 27,23-24); Epafras rogó por sus hermanos en la fe
(Colosenses 4,12); y San Pedro asegura que en el cielo él
intercederá por los que queden en la tierra (2 Pedro 1,15).
V. LAS RELIQUIAS
SAGRADAS
Para la Iglesia Católica existe
además una veneración a las “reliquias” palabra que proviene del
latín “reliquiae” (restos), que son restos humanos y
vestimentas de los santos, ornamentos del culto sagrado y objetos de
piedad; muchos de los cuales con poderes milagrosos por parte de
Dios. Como el callado del patriarca Jacob (Hebreos 11,21); los
restos mortales de José que fueron llevados desde Egipto hasta
Siquem, para que ser sepultados en la Tierra Prometida (Génesis
50,25; Éxodo 13,19; Josué 24,32; Hebreos 11,22); a Moisés el Padre
Eterno le promete que con su vara hará cosas asombrosas (Éxodo
4,17), como sucedió ante los ojos del faraón Ramsés II (Éxodo
7,9-12), con las plagas de Egipto (Éxodo capítulos 7-8), cuando
abrió en dos el mar rojo (Éxodo 14,16), cuando hizo brotar agua de
las rocas en el desierto del Sinaí (Éxodo 17,5-6), y en la guerra
contra los amalecitas (Éxodo 17,9); Dios hace retoñar el bastón de
Aarón, para que lo colocaran dentro del cofre sagrado (Números
17,7-10); El rey David hizo trasladar el “cofre de Dios” a la ciudad
santa de Jerusalén, en medio de alegría, cantos, música, danzas,
sacrificios y holocaustos (2 Samuel 6, 5.13.15.17), al igual que su
hijo Salomón (2 Reyes 8,1-10); la capa del profeta Elías abrió en
dos oportunidades el río Jordán (2 Reyes 2,8.13-14); en cierta
ocasión unos israelitas estaban enterrando a un hombre, arrojándolo
a la tumba de Eliseo, pero tan pronto el cadáver rozó los huesos del
profeta, resucitó y se puso de pie (2 Reyes 13,20-21).
En la vida pública de Cristo, una
mujer que desde hacía doce años estaba enferma con derrames de
sangre, se curó instantáneamente al tocarle el borde de su túnica
(Mateo 9,20-22), también sucedió lo mismo con los enfermos de
Genesaret (Mateo 14,34-36). Igualmente, “Dios hacía grandes milagros
por medio de Pablo, tanto que hasta los pañuelos o las ropas que
habían sido tocados por sus cuerpo eran llevados a los enfermos, y
éstos se curaban de sus enfermedades, y los espíritus malignos
salían de ellos” (Hechos 19,11-12).
SAN JOSE: PATRONO DE LA IGLESIA
CATOLICA
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
“Todavía en
el cielo Jesús hace todo lo que San José le pide” Santa Teresa
de Ávila.
I. CONTEXTO BIBLICO
San José, cuyo nombre quiere decir
“Dios me ayuda”, ha sido llamado como el “santo del silencio” por no
encontrarse ninguna palabra suya en los evangelios. Las pocas
referencias propias a su persona, las encontramos en primer lugar,
en el texto de San Mateo, allí nos dice relatando la genealogía de
Nuestro Señor que “Jacob fue padre de José, el marido de María, y
ella fue madre de Jesús, al que llamamos Mesías” (1,16). Algunos
versos más adelante, y antes de que un mensajero celestial se le
presentara en sueños para explicarle que lo concebido en María
Santísima había sido obra del Espíritu Santo, el mismo autor sagrado
lo define como “un hombre justo” (19). En los versos 24 al 25 agrega
el apóstol: “Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel
del Señor le había mandado, y tomó a María por esposa. Pero no
vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su hijo, al que
José puso por nombre Jesús”.
Paralelamente en el evangelio de
San Lucas, añade que con el edicto del emperador romano Augusto
César, cada familia judía tenía que ir a su lugar de origen para
empadronarse, “Por esto, José salió del pueblo de Nazaret, de la
región de Galilea, y se fue al Belén, en Judea, donde había nacido
el rey David, porque José era descendiente de David” (2,4).
Nuevamente en el evangelio de San
Mateo, un ángel del Altísimo le indica en otro sueño que huya con
María y el pequeño infante a Egipto, porque el rey Herodes el Grande
quería matarlo (2,13). Cuando ya la amenaza había pasado al morir el
tirano monarca, el ángel del Señor le dijo en un tercer sueño que
vuelva a la tierra de Israel, donde se instalaron en el pueblo de
Nazaret, en Galilea (19-23).
La última señal que encontramos en
las Sagradas Escrituras del santo patriarca en vida, la hayamos en
el evangelio de San Lucas, cuando Jesús contaba con 12 años de edad,
y estuvo por tres días discutiendo con los doctores de la ley en el
templo de Jerusalén. Al ser encontrado por José y María, ella misma
recalca: “- Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y
yo te hemos estado buscando llenos de angustia” (2,48). Nótese bien,
como ante todo el mundo judío, y ante la ley mosaica; Jesús, en la
carne, era el hijo primogénito de José (Véase al respecto Lucas
2,21-39).
En la vida pública del Señor que
la inicia a los 30 años de edad (Lucas 3,23), ya no se habla de
José, pero si se hace hincapié de cómo su padre adoptivo le había
enseñado un oficio a fin de que pudiera valerse por sí mismo, de
modo que sus paisanos no solo lo conocían como “el hijo del
carpintero” (Mateo 13,55), sino también como el “carpintero” de
Nazaret (Marcos 6,3). El apóstol Felipe lo llamó “Jesús, el hijo de
José, de Nazaret” (Juan 1,45). Asimismo, en la sinagoga de la misma
localidad, la gente reconoce al Mesías como “el hijo de José” (Lucas
4,22). Del mismo modo, los hebreos de la sinagoga de Capernaum
identifican al Divino Maestro como el “único hijo de José y de
María” (Juan 6,42).
II. SAN JOSE EN LA IGLESIA
CATOLICA
Se narra en la tradición piadosa
de la Iglesia, que siendo muchos los jóvenes que pretendían la mano
de María incluyendo a José, los sacerdotes del Templo para decidir
la elección conforme a la voluntad divina, ordenaron que cada uno de
ellos dejase sobre el altar, durante la noche, una rama de árbol
seca y estéril, esperando que de esta manera El Señor demostrara
quien era el elegido. La única rama de lirio que apareció florida a
la mañana siguiente era la de José.
Según los escritos de la mística
María Valtorta, San José al momento de casarse con María era “un
hombre de unos treinta años de edad, de buena presencia, no muy
alto, pero sí robusto y bien proporcionado. Una cara honrada y
paciente, que inspira confianza. Con cabellos cortos, encrespados,
de color castaño, lo mismo la barba tupida, sus bigotes realzan el
mentón bien formado, y suben hacia las mejillas, la piel más bien
bronceada. Tiene ojos oscuros, amables, profundos, muy serios, un
poco tristes. Pero cuando sonríe se ven alegres y juveniles”. Era
además “un judío nazareno, consagrado virginalmente a Yahvé, que por
obediencia al sumo sacerdote se unió maritalmente con la Virgen”.
La Iglesia Católica recuerda los
cinco grandes dolores de San José:
Ver nacer al Divino niño en un
pobre pesebre.
La huida a Egipto ante la amenaza
de muerte del rey Herodes.
La presentación de Jesús en el
templo, cuando el profeta Simeón anunció que sería causa de división
entre los hombres.
La pérdida de Jesús en el templo,
y su búsqueda durante tres días.
La separación de Jesús y María al
llegarle la hora de la muerte.
La devoción a San José, empezó
sólo a partir del siglo XI y lentamente se fue extendiendo. El papa
Gregorio V, en 1621, decretó la fiesta de San José, esposo de la
Virgen María para el día 19 de marzo. Posteriormente, Pío IX, en
1847, lo declaró patrono de la Iglesia Católica. En 1898, León XIII,
aprobó y permitió repartir los escapularios de San José. Ya en 1909
la Santa Congregación de Ritos, formuló las letanías para que fueran
Rezadas por los creyentes; en 1917, Benedicto XV lo llamó como el
“patrono de la buena muerte”. Pío XII, en 1955, agregó la
celebración del 1 de mayo a San José obrero. Juan XXIII resaltó más
su culto al colocar su nombre en el canon (parte central de la
misa), y también lo nombró custodio del concilio Vaticano II (1962).
III. SAN JOSE COMO OBJETO DE
BURLA
En noviembre del año 1993 salió en
cartelera de los cines la película “”Por amor, sólo por amor”, del
director italiano Giovanni Veronesi, basada en el libro de Pasquale
Festa Campanile, escrito en 1983, y cuya obra ganó uno de los
premios literarios más prestigiosos de Italia, el “Campiello”. En el
filme se hace una paradoja satírica de la “Sagrada Familia”. El
actor que interpreta a San José fue el cómico italiano Diego
Abatantuono, quien como esposo de María le cuesta mucho vivir en
castidad, porque ella es la madre del hijo de Dios.
En la publicidad filmada para la
televisión, apareció Abatantuono vestido con los ropajes del Israel
antiguo, y sentando en un trono dijo: “Me llamo José, San José. Soy
el padre de Jesús. ¿Padre?...Casi”. Igualmente, en una rueda de
prensa de presentación de la película, el actor aseguró no conocer
nada sobre José antes de hacer la cinta. “Sólo lo veía aparecer en
el pesebre en Navidad y desaparecer para los Reyes Magos”. Cuando le
preguntaron si fue difícil hacer el papel de José, contestó: “Al
principio pensé que iba a serlo, sobre todo si él hubiera sido
realmente un santo. Pero como José no hacía milagros y no sabía que
era santo, fue facilísimo”, concluyó.
LOS TRES REYES MAGOS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Los magos en la antigüedad
cumplían varias funciones: eran astrólogos, médicos, sacerdotes y
consejeros de los reyes.
En el Salmo (72,10), dice que los
Reyes (Magos) venían de Tarsis, Sabá y de Seba.
La tradición cristiana los sitúa
llegados de Arabia, India y Etiopía, dando a entender que de estas
tres regiones pertenecían las tres razas conocidas del mundo
antiguo.
El evangelio de San Mateo no
relata que fueron tres los magos venidos de Oriente. Simplemente se
deduce este número por los regalos que le obsequiaron al Niño Dios:
oro, incienso y mirra.
En las pinturas de las catacumbas
de santa Priscila en Roma, fechada en el siglo II de nuestra era, se
representan a los magos en número par y sin atributos reales,
mientras que en otro famoso mosaico hallado en Ravena (Italia), que
data del siglo VI, aparecen los magos todos de la misma raza.
En la basílica de Belén aparecen
pintados con ropaje persa. Igualmente, desde el siglo VIII hay
murales en las catacumbas romanas en números de dos, cuatro, seis y
hasta doce reyes.
Según antiguas tradiciones de las
montañas norteñas de Irán, en lo que era la Persia del mundo
antiguo, se localiza una aldea milenaria con el nombre de
Khandadian, de donde partieron los magos a Israel.
En la carretera que conduce de
Jerusalén a Belén se localiza el manantial de los magos, en el que
la tradición indica que descansaron los Magos. Allí habiendo perdido
de vista la estrella, volvieron a divisarla reflejada en las aguas.
Los árabes también afirman que aquí descansó María camino de
Belén.
Los tres regalos presentados al
Divido Niño tienen los siguientes significados:
Oro: simboliza la realeza de
Jesús, descendiente de la casa de David.
Incienso: simboliza el sacerdocio
eterno del Mesías, ya que este es el perfume que se utilizaba en el
altar del templo sagrado.
Mirra: simboliza la profecía de la
muerte redentora de Cristo, pues es la sustancia que empleaban los
judíos para embalsamar los cuerpos de sus difuntos.
Según el evangelio armenio de la
infancia, los tres Magos eran hermanos:
Melkor, rey de Persia.
Baltasar, rey de la India.
Gaspar, rey de Arabia.
La descripción tradicional que se
les da a los tres reyes magos es debido a los escritos de San Beda,
monje inglés, historiador y doctor de la Iglesia que vivió entre los
años 672-735. Comenta el Santo: “Melchor era anciano, de barba
poblada y larga; Gaspar joven, lampiño y rubio; Baltasar era negro y
de espesa barba.
A partir del siglo XII la Iglesia
Católica le atribuye a Melchor la representación de la raza de Jafet
(europea) y ofrece oro, Gaspar simboliza a los semitas (Asia) y
regala incienso y Baltasar a los camitas (África) y da la mirra.
Después de la resurrección del
Señor, el apóstol Tomás los encontró en Saba (India), donde fueron
bautizados y consagrados obispos, labor que cumplieron hasta su
martirio en el año 70 d. C.; siendo enterrados junto en un mismo
sarcófago en Palestina. Sus reliquias fueron llevadas en el siglo IV
primero a Constantinopla por Santa Elena. De allí pasaron a Milán
(Italia), donde permanecieron hasta que el emperador Federico
Barbaroja, en el año 1164, los regaló al obispo de Colonia
(Alemania), quien en su honor edificó un sencillo templo que más
tarde se convirtió en una majestuosa catedral, donde hoy reposan sus
tres cráneos con las coronas que llevaron durante su existencia.
SAN JUAN BAUTISTA
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Tain-Karen, la antigua ciudad
sacerdotal de Judea donde habitaban Zacarías e Isabel ambos de la
misma estirpe; ahora es conocida con el nombre de San Juan de la
Montaña. Aquí se encuentra la iglesia y el convento franciscano que
lleva el nombre del santo profeta. Se encuentra una cripta
descendiendo siete escalones hasta la gruta del nacimiento de San
Juan Bautista.
El nombre de Juan quiere decir
“Dios es propicio”; es considerado como el último de los grandes
profetas de Israel y precursor del Mesías, es llamado como “la voz
del desierto”. Fue decapitado por Herodes Antipas en la fortaleza
de Maqueronte, a orillas del mar muerto. Aquí se construyó una
iglesia sobre su sepulcro. Según la tradición la cabeza del santo
profeta fue llevada después a la iglesia de San Silvestre de Roma.
Cerca al río Jordán, se encuentra
un monasterio construido donde la creencia antigua afirma que el
profeta Juan se dedicó a bautizar.
San Jerónimo nos habla de la
profanación de la cabeza de Juan por Herodías, la amante y cuñada
del rey Herodes Antipas; quien le atravesó la lengua con un alfiler
de oro, vengándose así de lo que le había dicho.
La otra tumba de este santo
profeta se encuentra en la actualidad dentro de la mezquita de
Damasco en Siria. Aquí los musulmanes también reclaman el derecho de
poseer la cabeza del bautista, que según su creencia, cuando fue
decapitado rodó hasta aquí.
En 1999 se descubrió a orillas del
río Jordán una cueva bajo las ruinas de una iglesia bizantina del
siglo IV, los arqueólogos la identificaron como el sitio donde vivía
Juan el Bautista. Las ruinas de Otras tres iglesias fueron halladas
cerca de esta gruta, demostrando el carácter sagrado del lugar.
En nuestros días existen en
algunas comarcas del Oriente los llamados cristianos de San Juan
Bautista. El origen de esta secta parece remontarse a ciertos
discípulos del mismo que se adhirieron a los herejes de los primeros
siglos.
SANTIAGO DE COMPOSTELA
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. SU HISTORIA
Santiago (llamado también
Jacobo), nació en Betsaida, hermano de Juan, ambos hijos de Zebedeo
y Salomé, pescadores de Cafarnaúm. Se encontraban entre los primeros
discípulos de Jesús, quienes por su temperamento y firmeza les dio
el título de “Hijos del Trueno” (Marcos 3,17).
Después de la ascensión del
Señor, Santiago llamado también “el mayor”, permaneció en compañía
de los demás apóstoles y de la Virgen María en Palestina durante
doce años, luego predicó el evangelio en el país de los Celtíberos
(hoy España). Posteriormente se trasladó a la región de Césaraugusta
(hoy Zaragoza), al nordeste de la Península Ibérica, donde agobiado
por el cansancio y las flaquezas, un día 2 de enero del año 40 fue
reconfortado por una aparición de la Madre del Salvador sobre un
pilar de mármol (Cuando aún vivía en Palestina), dejando como prenda
de su futura protección a la Nación, una imagen suya esculpida por
los ángeles, que se conserva hasta nuestros días como la “Virgen del
Pilar de Zaragoza”.
Entre los años 42 al 44, regresó
a Jerusalén en tiempos del reinado de Herodes Agripa, enemigo de los
cristianos. Aquí fue traicionado, encarcelado y torturado y junto
con su delator arrepentido, fueron decapitados según consta en el
libro de los Hechos de los Apóstoles (12,1-2), siendo además el
primero de los doce amigos que dio la vida por su Divino Maestro.
II. SU SEPULCRO
La tradición cristiana, escritos
de San Isidoro de Sevilla y San Braulio, además de varios monumentos
históricos; dan fe que después de su martirio, dos de sus
seguidores: Teodoro y Atanasio, trasladaron el cuerpo del santo
desde la Ciudad Santa, por el puerto de Jupper (hoy Tel –Aviv),
hasta las playas de Iria –Flavia, en la Costa Atlántica de Galicia
(región noroccidental de España), desde donde fue transportado en
carreta, hasta llegar a un lugar donde los bueyes se detuvieron por
su propia voluntad. En ese punto fue sepultado, pero debido a las
terribles persecuciones que se desataron contra los seguidores de
Cristo, el rastro exacto de su ubicación se perdió completamente.
En el siglo II se empezaron a
ver extrañas luces en este sitio, que estaba cubierto por un espeso
bosque, más adelante en el siglo VIII el obispo Odoario levantó un
templo dedicado a Santiago Apóstol, en la región de Avezado. En el
año 813, un ermitaño de la orden de San Fiz, llamado Pelagio, vio
cómo una estrella descendía sobre los arbustos de Iria mientras
resonaba un coro celestial en los alrededores. En vista de este
hecho, el obispo Teodominio hizo excavar el lugar, donde encontró un
sepulcro de mármol en cuyo interior se hallaba un arcón de cedro con
los restos mortales de Santiago el Mayor. El rey del lugar Alfonso
II el Casto, que visitó la zona, declaró que los restos eran
auténticos y proclamó a Santiago el “Protector de España”.
Las reliquias del apóstol, se
ocultaron durante trescientos años por juzgar que corrían peligro, y
no fueron devueltas hasta 1879. Después fueron autentificadas por la
bula Deus Omnipotens en 1884, bajo el pontificado de León XIII.
III. PEREGRINAJE
En el siglo VII la Ciudad de
Dios cayó en manos de los turcos, se iniciaron las cruzadas, los
cristianos no podían llegar a la Tierra de Jesús, porque los moros
se los impedían, así que peregrinaron a Santiago de Compostela (o
campo de la estrella), para orar ante la tumba del santo.
Desde el siglo IX empezaron a
llegar de toda Europa y parte de Asia, caravanas de reyes, obispos,
monjes, caballeros, soldados, escuderos, plebeyos y campesinos que
iban a cumplir un voto hecho al apóstol mártir en momentos de
peligro. Clérigos y frailes fundaron monasterios, iglesias,
hospitales y hospederías por el camino, y no faltaron los reos que
preferían ir a Iria, que permanecer en prisión. Quedaba abierto,
pues, el llamado “Camino de Santiago”.
Santiago de Compostela, fue
visitada por el Cid Campeador, el rey San Luís de Francia y su
corte, San Francisco de Asís y San Guillermo de Montivérgino, quien
arrastró hasta aquella tumba cadenas, en un acto de penitencia. Las
peregrinaciones fueron favorecidas con la aparición en ese mismo
siglo de la primera guía de viajeros, el llamado Códice Calixtino,
que mencionaba la leyenda hagiográfica del apóstol y daba noticia de
las cinco rutas principales para llegar al santuario. Hoy en día su
basílica es el tercer centro de peregrinación en importancia dentro
del orbe católico, después de Tierra Santa y el Vaticano.
El Camino de Santiago de
Compostela fue declarado en 1993, por la UNESCO como “Patrimonio
Cultural de la Humanidad”, dos años después el Consejo Europeo le
otorgó la distinción de Primer Itinerario Cultural Europeo. Además
fue reconocido con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia
2004.
IV. SANTIAGO Y SU
PROTECCION A LA IGLESIA CATOLICA
Desde el año 757 el obispo
Odoario empezó a organizar la reconquista de su País, que desde
entonces y hasta el siglo XV estuvo en poder de la medialuna
islámica. La reliquia del santo patrono era el baluarte para
contrarrestar la influencia del “brazo del profeta Mahoma”, que se
conservaba en una mezquita de Córdoba, en el sur de España. Se ha
dicho que el jerarca avanzaba, fundaba y reconstruía pueblos en
nombre de Jesucristo y en honor del apóstol. Al grito de “por
Santiago y por España”, los ejércitos españoles luchaban contra los
moros en su patria, y luego durante las cruzadas contra los
sarracenos en Tierra Santa. Nace así la Orden de los Caballeros del
Hábito de Santiago, creada en 1170.
En la batalla de Clavijo en el
año 845, Santiago es visto en combate, del lado de Ramiro I, montado
sobre un corcel blanco, y empuñando una cruz y una espada, dando
ánimo a los ejércitos católicos y llevándolos a la victoria; ahí
ganó el apóstol el título de “Santiago Matamoros”.
En el año 932, se le aparece al
rey Ramiro II en un sueño, donde le ofrecía en nombre de Cristo
–Rey protección para sus soldados, que se enfrentaban contra las
fuerzas mahometanas llegadas por mar y tierra. Lo cierto es que a
otro día, cuando se reanudaron los combates, apareció súbitamente el
apóstol blandiendo el espada defensor de la fe, hecho que dio el
triunfo a los diezmados ejércitos españoles. Santiago Apóstol y la
Virgen abanderaron la reconquista, hasta que en 1492 los españoles
retiraron a los islámicos con la toma de Granada y quedó España en
poder de los cristianos.
Hay crónicas que relatan que el
insigne capitán celeste protegió a los católicos portugueses en Goa,
mientras en América se conoce el relato del inca Gracilazo de la
Vega (historiador indígena), peruano, quien narra que doscientos
conquistadores fueron cercados en Cuzco por doscientos mil nativos
durante ocho meses. En el último asalto, el santo patrón de España
apareció montado en su caballo blanco y portando en su mano derecha
una espada que parecía un relámpago. Con esta visión los aborígenes
se replegaron llenos de terror. Sobre el particular hay una lápida
en la capilla del triunfo, en esta misma ciudad Latinoamericana.
V. BASILICA COMPOSTELIANA
A la catedral de estilo románica
construida en el siglo XI, con el transcurso de los tiempos se le
hicieron añadiduras góticas, renacentistas y barrocas, al igual que
a todo el contexto arquitectónico de la ciudad, incluyendo el
hospicio que mandara a construir para los peregrinos los reyes
católicos en 1499.
La llamada puerta de los
perdones, que da a un pequeño patio con sepulcros, tiene la
particularidad de ser abierta solamente en los años Santos Jacobeos,
que se celebran cada vez que el 25 de julio, fecha del apóstol
Santiago en el calendario eclesiástico, cae en día domingo.
Dentro de la basílica se puede
apreciar una imagen que representa a Santiago mártir, con capa de
plata y joyas ornamentales, ubicada en el altar mayor. A cada lado
hay escaleras por las que suben los peregrinos para abrazarla por
detrás. De aquí los visitantes descienden para contemplar el
sarcófago de plata que contiene las reliquias del justo. Entonces
quienes llegaron a Compostela movidos por el fervor, la fe y la
penitencia son recompensados con una concha tradicional del lugar,
emblema del santuario, que representa una mano que se abre para
realizar obras piadosas.
SANTOS Y MISTICOS
Y LA PASION DE JESUS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
En las revelaciones particulares a
Santa Margarita María Alacoque, religiosa de la orden de la
visitación, el Mismo Mesías, le confiesa que “la ingratitud y
menosprecios (de los hombres) me es más penoso que todos los
sufrimientos que padecí en mi Pasión”.
Preguntando una vez San Bernardo,
Doctor de la Iglesia, al Señor en la oración, cuál había sido el
mayor dolor físico que había sufrido en el curso de su Pasión; Este
respondió: “Yo tuve una llaga en la espalda de tres dedos de
profundidad que me hizo la cruz llevándola sobre mis hombros; ésta
ha sido la de mayor dolor y pena que todas las otras”.
Santa Catalina de Siena, Doctora
de la Iglesia, interrogó al Señor que le iluminara un medio para
aumentar su amor por El, y recibió un mensaje interior que le decía:
“Meditar en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No
hay nada más eficaz para crecer en el amor de Dios”.
La contemplación de la pasión del
Salvador, punto central de la regla de los pasionistas, le había
sido sugerida a su fundador San Pablo de la Cruz, por la misma
Virgen María, que en una aparición le había explicado el significado
y el objetivo del dolor.
Pedía San francisco de Asís,
religioso italiano, al Hijo de Dios que le diera un remedio para
llegar a la santidad, y oyó una voz que le decía: “Abre el misal y
encontrarás lo que deseas”. Abrió el libro y leyó un título que
decía: “Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”.
Santa Rita de Casia, religiosa
agustina italiana, meditaba tantas veces y con tanto fervor en el
tercer misterio doloroso: la coronación de espinas; que se le formó
una herida en la frente que le hacía sufrir mucho, pero le
proporcionaba el consuelo de poderse asociar a los dolores de Cristo
en su Sagrada Pasión.
Santa Gemma Galgani, mística laica
italiana, en una revelación recibió del Señor Jesús, en 1899, las
cinco llagas de su crucifixión que ella ocultaba cuidadosamente.
Desde entonces, cada semana, aparecía en su cuerpo los latigazos que
recibió Cristo y en la cabeza las marcas de la corona de espinas,
además sentía en el hombro el peso de una gran cruz que le producía
heridas y la hacía encorvarse dolorosamente.
La Beata Ana Catalina Emmerich,
monja agustina alemana, se le presentó Jesús y le ofreció una corona
de espinas; ella la aceptó y tuvo así en su frente la marca de este
estigma. Luego se le abrieron también heridas en las manos, los pies
y el costado.
Al ya mencionado San francisco de
Asís, en el año 1124, dos años antes de morir cuando se encontraba
meditando en el monte Alvernia, fue estigmatizado por un serafín que
tenía tres pares de alas resplandecientes, llevaba en sí la imagen
de un Crucificado, que le enviaba rayos de fuego a sus manos, a sus
pies y al costado derecho. Llegó a ser la primera persona en la
Iglesia Católica en llevar en su propio cuerpo las heridas de la
pasión de Cristo Jesús.
San Pío de Pietrelcina, sacerdote
capuchino italiano, en el año de 1912, mientras se encontraba
rezando en el convento de San Juan Rotondo, recibió los estigmas
(invisibles), de un personaje celeste armado con una lanza que le
penetra el corazón; este ángel del Señor es el mismo que antes había
estado junto a él en su batalla contra el Maligno. En el año 1918,
el padre Pío recibe los estigmas visibles de una imagen de Cristo
Crucificado, cuando unos haces de luz le penetran las manos, los
pies y el costado izquierdo.
Después de la muerte de Santa
Clara de Montefalco, encontraron en su corazón los signos de la
Pasión del Redentor: la cruz, los tres clavos, la lanza, la corona
de espinas y el látigo.
LA FABRICACION DE
LOS SANTOS
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Desde la época del papa San
Clemente en el siglo I, se empezaron a investigar los procesos y las
actas de martirio de los cristianos que habían sido sacrificados en
tiempos de las persecuciones del imperio romano.
Inicialmente era el mismo fervor
popular que proclamaba el culto a los santos, ya que “la voz del
pueblo, es la voz de Dios”; más tarde, los obispos hicieron
trasladar a sus diócesis las reliquias de un santo o mártir.
En la antigüedad el Papa oraba de
rodillas ante la tumba del postulado a santo, le rendía culto,
tocaba las campanas y así éste quedaba canonizado.
En el año 993, el papa Juan XV
intervino personalmente en este proceso al canonizar formalmente a
San Udalrico, obispo de Augsburgo (Alemania)
En el año 1234, el papa Gregorio
IX se reservó el derecho de la canonización de un santo(a) a los
altares de la Iglesia Católica.
El papa Sixto V, creó en el año
1588 la congregación de los Ritos o más bien conocido como la de la
Causa de los Santos, quienes investigan cuidadosamente todos los
detalles de la vida, los escritos y los milagros de los “presuntos”
siervos de Dios.
El papa Urbano VIII estableció en
el año 1634 las normas eclesiásticas para seguir dicho proceso
jurídico, que se ha mantenido vigente hasta nuestros días.
Benedicto XIV (1740 –1758), como
“doctor privado” publicó el tratado “De Canonizatione Sanctorum”.
Con la reforma del Código de
Derecho Canónico en 1983 bajo el pontificado de Juan Pablo II, se
facilitó el camino de beatificación y canonización.
Este proceso consta de tres
partes:
La primera es la confirmación de
las virtudes heroicas del postulante tales como las teologales: fe,
esperanza y caridad (1 Corintios 13,13); así como también los frutos
del Espíritu Santo: el amor, la prudencia, la justicia, la
templanza, la fortaleza, la caridad, la pobreza, la castidad y la
obediencia (Gálatas 5,22-23; Colosenses 3,12-14); que se hace
después de cinco años de su muerte, y es llevado a cabo por un
promotor (persona o grupo) quien se dirige al obispo de la
respectiva diócesis. Este eleva una propuesta oficial a la Santa
Sede, haciendo llegar toda la documentación recolectada que puede
incluir cualquier carta, sermón, alocución, artículo, ensayo o libro
escrito por aquél, así como comentarios importantes de él o ella que
hayan merecido en el transcurso de su vida; y se le da el título de
“Siervo de Dios”. Cuando los tribunales de Roma verifican la vida
cristiana del postulado, y por lo menos dos teólogos hayan examinado
con lupa de detalles cada palabra, de a cuerdo con la ortodoxia
doctrinal, el Papa entonces firma el Decreto de Virtudes Heroicas,
para ser proclamado “Venerable”. Para esta primera parte no existe
una ceremonia especial.
El segundo paso es la
“beatificación”, que se cumple en un lapso de tiempo no menor de
veinte años, y es realizado en la Curia Romana por la Congregación
destinada para tal fin, quienes nombran a su vez un “promotor de la
fe” del Vaticano, más conocido como el “abogado del Diablo”, así
como también un postulador o “abogado de Dios”; en compañía de
varios cardenales y teólogos consultores.
En esta etapa es necesario
distinguir las dos categorías de santos que existen: los mártires y
los confesores; los primeros que fueron los que derramaron su sangre
por Cristo, no necesitan inicialmente de un milagro, mientras que
para los segundos si se cumple esta norma, que tiene que ser
autorizado por un grupo de 70 científicos y médicos destacados de
diferentes universidades e institutos, muchos de los cuales no son
católicos (Comparar con Mateo 8,4). Ya después de cumplidos todos
los requisitos es llamado “bienaventurado”, y puede recibir un culto
restringido de su imagen y reliquias en ciertas iglesias, ordenes
religiosas o regiones, aunque en algunas ocasiones específicas esta
autorización tiene un alcance a todo el mundo católico.
En la ceremonia de beatificación
se pinta un retrato del candidato(a), o también representando el
milagro que se le atribuye; igualmente, se imprimen folletos y
estampas de su persona, con anterioridad se exhuman sus restos
mortales para comprobar su autenticidad, y si se haya reliquias
personales se pondrán en un relicario y se le ofrecerá al Papa, al
lado de una semblanza biográfica especialmente encuadernada, un ramo
de flores, se permite además que le dediquen una oración y una misa.
Ahora bien, desde el inicio del
pontificado de Benedicto XVI, se ha retomado la tradición de los
Papas de no presidir beatificaciones, una práctica interrumpida en
1971 por Pablo VI, y constantemente seguida por Juan Pablo II.
Anteriormente y como ahora, no era el Sumo Pontífice quien realizaba
esta ceremonia, ni siquiera cuando tenía lugar en Roma, en la plaza
de San Pedro del Vaticano, sino que el rito era celebrada por un
obispo y por un cardenal delegado por el Vicario de Cristo.
La tercera fase es la
“canonización”, que se da después de una revisión general de la vida
del beato(a), más la confirmación de un nuevo milagro que es
obligatorio para ambas categorías. Posteriormente, el Papa como jefe
supremo de la Iglesia de Cristo, y haciendo uso del derecho de la
infalibilidad pontificia, lo eleva a los altares a la categoría de
“santo”, muchas veces en la propia basílica de San Pedro del
Vaticano, y lo anota en el catálogo del libro de los santos. El
Romano Pontífice también destina la fiesta litúrgica del santo(a),
que se da el día de su muerte, pues teológicamente es el paso de
esta vida terrenal a la recompensa final en el reino de los cielos.
LOS SANTOS EN LA IGLESIA
CATOLICA
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
I. DATOS EN
GENERAL
Los vocablos hebreo y griego para
la palabra “santidad” transmiten la idea de puro o limpio en sentido
religioso, apartado de la corrupción.
El profeta Isaías escribió:
“Santo, santo, santo es el Señor” (6,3).
El llamado a la santidad es un
decreto divino, así por ejemplo en el libro del Levítico (19,2);
encontramos el siguiente enunciado: “Sean ustedes santos, pues yo,
el Señor su Dios, soy santo” (Véase también Mateo 5,48; Efesios 1,4;
Hebreos 12,14).
La santidad se ha definido
teológicamente como la manifestación del Altísimo en los seres
humanos, para que caminen en su presencia y cumplan sus mandatos.
Existen tres clases de culto
sagrado:
Latría (o adoración), es
exclusividad de Dios (Éxodo 20,3; Deuteronomio 6,13).
Hiperdulía (o veneración
especial), se le da a la Virgen María (Lucas 1,28.42.48).
Dulía (o veneración), a los
santos(as) (Salmo 97,11; Proverbios 10,7).
Los católicos romanos no son los
únicos que practican el culto a los personajes sagrados, así por
ejemplo:
Los budistas veneran a sus
Arahants y Bodhisattuas, y en el Tíbet, a los Monjes Lamas.
Los hindús reverencian a los Gurús
o Santones, maestros espirituales de vida asceta.
Los musulmanes tienen a sus Awliya
Allah o “amigos íntimos de Dios”, y sus respetados Sufíes.
Los judíos conservan la memoria de
sus patriarcas como Abraham, Moisés o el rey David; así como también
algunos mártires, filósofos, rabinos y otros Tsaddikim (hombres
justos).
En el Cristianismo, la Iglesia
Ortodoxa Rusa mantiene una devoción hacia los Santos Padres de la
Iglesia Oriental, algunos patriarcas y mártires, incluyendo a los
zares como Nicolás II, además celebran la “fiesta de todos los
santos” el primer domingo, después de Pentecostés. Igual ocurre con
la Iglesia Anglicana que mantiene en su liturgia el calendario a
los santos; asimismo, los evangélicos conservadores (o luteranos),
le rinde especial admiración a los profetas del Antiguo Testamento y
los apóstoles del Nuevo Testamento.
Un teólogo español de la época de
Felipe IV, Francisco de Sosa, obispo de Canarias, hizo una
clasificación de los santos en varios grupos:
Los declarados como tales por el
Antiguo Testamento, por los Evangelios y las Actas de los Apóstoles.
Los “santos”, que deben ser
reconocidos por la iglesia de acuerdo a la tradición antigua.
Los santos canonizados por las
normas eclesiásticas vigentes.
Los beatificados por el mismo
procedimiento.
Aquellas personas de que se tienen
noticia de que vivieron con santidad e incluso hicieron milagros, y
son venerados por los fieles en culto privado.
Para otros teólogos existen
solamente tres categorías:
Todo aquel que está en el cielo,
ya que participa de la visión beatífica del Padre Celestial y está
confirmado en la gracia (Colosenses 1,12).
Los cristianos que están en gracia
de Dios participan de este privilegio, y por eso los apóstoles Pedro
y Pablo usan la palabra “santo”, para referirse a los fieles y a las
comunidades de creyentes (Hechos 9,32; Romanos 1,7; 15,31; 1
Corintios 1,2; 16,1; 2 Corintios 1,1; 13,13; Efesios 1,1; Filipenses
1,1; 1 Timoteo 5,10; Hebreos 3,1); ya que por el bautismo somos
liberados del pecado y unidos en Cristo Jesús, quien es el “Santo
de los santos” (Hebreos 7,26).
Aquellos que son reconocidos por
la Iglesia Católica y se presentan como modelos de conducta e
intercesores ante el Todo Poderoso.
En la “imitación de Cristo” cada
santo(a) tiene su propia visión de lo que es la perfección
cristiana, y en ninguna otra faceta de la historia de la humanidad,
se encuentra tanta variedad como en la galería de los santos; pues
los hay desde papas, cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos,
monjes, religiosos(as), emperadores, reyes y reinas, militares,
políticos, abogados, médicos, campesinos, niños(as) entre muchos
otros. Aquí se cumplen las palabras del salmista sobre “la hermosura
de la santidad” (Salmo 110,3).
La práctica de celebrar la
liturgia sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas de Roma,
fue instituida por el papa San Félix en el año 269.
En África del Norte, desde el
siglo IV, las reliquias de los mártires eran objeto de culto
privado, los fieles las llevaban sobre sí, encerradas en relicarios
o en cajas de hierro.
En el siglo VI, los Papas
decidieron que debían incluirse restos de mártires en los altares
destinados a la celebración de la misa, en la llamada piedra de ara.
En los primeros siglos del
cristianismo, se hicieron famosas las peregrinaciones como la ruta
de Santiago de Compostela en España, o la tumba de los santos
apóstoles Pedro y Pablo en Roma.
Las iglesias de Occidente enviaban
a Roma peregrinos entre los siglos VI y IX, para que adquirieran
huesos de mártires sepultados en las catacumbas.
En la época de la Contra-reforma,
la Santa Sede se inclinó a “depurar” el santoral, cuando se
encontraron actas apócrifas o dudosas, santos cuya existencia
histórica no estaba comprobada y hechos controvertidos y disputados.
El 10 de mayo de 1969, Pablo VI,
hizo una exclusión de 33 santos que nunca se comprobó que
existieran, y que no deben ser nombrados en oraciones especiales en
sus fiestas, fueron además borrados del Catálogo oficial y del
calendario litúrgico; tales como Santa Bárbara, la joven mártir que
se ignora la época en que vivió, patrona de Cuba; se le invoca
contra la muerte repentina y los rayos. San Jorge, que peleó con el
dragón, patrono de Gran Bretaña, Alemania y Portugal; martirizado en
el siglo IV. En la Edad Media se le consideraba como el prototipo de
los caballeros. San Nicolás, protector de los cautivos, marineros y
de los niños, murió a mediados del siglo IV; es también custodio de
Rusia y Turquía, la leyenda de este santo obispo se debe a su
generosidad con los pobres. San Valentín, patrono de los enamorados,
se cree que fue un sacerdote del siglo III que fue martirizado, por
casar parejas en tiempos de las persecuciones del imperio romano.
San Cristóbal, todavía objeto de veneración por los viajeros, la
Iglesia considera como leyenda el hecho que se le atribuyó de cruzar
un río llevando al pequeño Jesús; se dice igualmente que era un
gigante que vivió a fines del siglo III en Sardis, capital de Lidia,
en Asia Menor. Muchas de las catedrales góticas y románicas tienen
imágenes suyas; en otros tiempos, los feligreses hacía
peregrinaciones a la catedral de Auxerre, que conserva una estatua
gigantesca y las mujeres embarazadas lo invocaban para tener un
parto feliz.
Juan Pablo II proclamó más beatos
(1338), que en cuatro siglos todos sus predecesores juntos; y
canonizó a más santos (482), de todos los que se contaban desde el
siglo XVI.
El promedio de espera de la
mayoría de los santos proclamados bajo el pontificado de Juan Pablo
II fue de 300 a 400 años. Los beatos elevados a este rango en este
mismo periodo no han pasado de 50 a 100 años.
En conjunto los papas venerados
como santos por la Iglesia son 78, de estos solo tres fueron
canonizados después de un proceso: Celestino V, Pío V y Pío X. Los
Pontífices beatos son diez, incluyendo a los dos últimos: Pío IX y
Juan XXIII. Además, los primeros 53 Vicarios de Cristo murieron
mártires, y tres llevan el título de Grande o Magno: León I,
Gregorio I y Nicolás I.
En la actualidad hay pendientes
cerca de 2000 procesos de beatificación y canonización en la
Congregación para la Causa de los Santos.
En XXI siglos de existencia hay
unos 10000 santos(as) en la Iglesia Católica.
La corona (o semicírculo) que se
les coloca en las imágenes y cuadros en la cabeza de los santos
recibe el nombre de nimbo. Se atribuye su origen a los antiguos
egipcios, quienes acostumbraban colocar sobre la cabeza de sus
dioses una representación del disco solar. Desde el siglo III el
cristianismo lo usa sobre la cabeza de Jesús, como símbolo de la
gloria celestial, de la luz, de la inteligencia y de sus virtudes.
En el siglo V empezó a usarse para los ángeles, y en el siglo VII
aparece sobre la cabeza de los apóstoles, evangelistas, y santos;
generalizándose la costumbre.
La hagiografía es el estudio de la
historia y tradiciones de los santos. Durante el siglo I el papa
Clemente I ordenó que siete notarios escribieran todo lo referente
al martirio de los cristianos.
Desde el siglo XVII, los “Acta
Sanctorum” reúnen una serie de documentos en los que se relatan por
épocas, las anécdotas y testimonios de todos aquellos que son
canonizados por la iglesia Católica.
El “Martirologio Romano” (Libro de
los Santos), recoge los nombres de los santos y beatos (6538), que
han sido reconocidos oficialmente en cada día del calendario
litúrgico de la Iglesia Católica.
El día de la fiesta de todos los
Santos, nació en las catacumbas de Roma, al honrar de forma general
a muchos mártires que en tiempos de Diocleciano fueron inmolados.
Este día comenzó a celebrase en el siglo IV, en Antioquía se
realizaba una fiesta para todos los mártires el primer domingo
después de Pentecostés. El papa Bonifacio IV en el siglo VII,
Estableció la fecha el 13 de mayo, día que También se celebraba del
panteón a la Virgen y a todos los mártires; durante la misa se
dejaban caer los pétalos de rosas rojas en forma de lluvia como
señal de júbilo y esperanza. Posteriormente, El papa Gregorio IV,
fue quien después de trasladar gran número de mártires desde las
catacumbas a un panteón Romano, lo denominó Iglesia de Santa María
de los Mártires, y consagró su fiesta el primero de noviembre
del año 835. Esta fecha fue escogida, por coincidir con la
terminación de la cosecha, cuando no faltarían los víveres para la
gran muchedumbre que ese día se reunía. Hoy se honra en ella a
todos los ángeles y santos.
Los llamados Padres Apostólicos,
fueron aquellos santos que conocieron en vida a los Apóstoles de
Cristo; como: San Papías, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo,
San Clemente Romano, San Justino Mártir.
Se llaman Padres de la Iglesia, a
los escritores de la antigüedad cristiana (la patrística) tanto de
la iglesia en Oriente como en Occidente, que Desde el siglo IV al
VIII sintetizaron las enseñanzas de la Biblia, los escritos de los
Padres Apostólicos y las actas de los primeros concilios; además se
distinguieron por la pureza de su fe y de su santidad; como por
ejemplo: San Atanasio, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Nacianceno,
San Basilio, San Ambrosio.
Se denominan Doctores de la
iglesia a los que a parte de su vida de virtud sobresalieron por su
ciencia eminente a la doctrina del catolicismo, y que han sido
declarados como tales por el Sumo Pontífice o un Concilio Universal;
muchos de los cuales también fueron Padres de la Iglesia; en total
son 33 como: San Agustín, San Jerónimo, Santo Tomás De Aquino, San
Buenaventura, San Alfonso De Ligorio, San Juan de la Cruz;
incluyendo además a tres mujeres: Santa Catalina de Siena, Santa
Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús.
Santa Clara de Asís, fue
proclamada la patrona de la televisión por el papa Pío XII, debido a
su facultad de ver cosas desde otros lugares (clarividente).
Hay varios candidatos en la Santa
Sede para ocupar este mismo lugar en el Internet, los más opcionales
son:
San Isidoro de Sevilla, un
estudioso sacerdote español, del siglo VII, a quien se le atribuye
haber escrito la primera enciclopedia del mundo; una colección de 20
volúmenes de diferentes temas.
San Maximiliano Kolbe, sacerdote
franciscano polaco, y destacado periodista, creó varias imprentas y
periódicos católicos en el siglo XX.
El Arcángel San Gabriel, mensajero
de Dios en la Tierra, y patrono de las telecomunicaciones.
Santo Tomás de Aquino, consagrado
escritor dominico de la Edad Media.
Los santos(as) llamados “místicos”
que tuvieron dones o privilegios especiales, tales como:
revelaciones particulares, profecías, glossolalia (don de lenguas) o
xenoglosia (hablar en lenguas extranjeras); estigmas, visiones,
alocuciones (mensajes de parte de Dios), y sueños de Jesús, María,
los ángeles u otro santo; bilocación (estar en dos lugares al mismo
tiempo), clarividencia espiritual (Conocer el estado del alma de
otra persona), levitación (levantarse del suelo) y demás; no merecen
un trato especial cuando se estudia sus casos para ser elevado a los
altares de la Iglesia.
Hay que aclarar que ningún
santo(a) incluyendo a la virgen María pueden hacer un milagro.
Solamente sirven de intermediarios entre El Señor Jesús y los
hombres (1 Timoteo 2,5).
Para tener un ejemplo de los
milagros que se les atribuye a la intercesión de un beato(a) o
Santo(a); presentamos la siguiente lista:
En 1998, la mujer india Monika
Bersa de 34 años, se mejoró gracia a un milagro de la Madre Teresa
de Calcuta. Ella vio un rayo de luz Procedente de la foto de la
religiosa fundadora de las Hermanas de la Caridad, mientras se
encontraba hospitalizada debido a un grave cáncer en el abdomen; al
día siguiente el tumor había desaparecido. El hecho ocurrió un año
después de la muerte de la religiosa de origen albanés.
En 1990, el mexicano José Barragán
de 20 años, debido a una fuerte depresión por el consumo de drogas
alucinógenas, se lanzó desde el tercer piso de un edificio para
suicidarse. El joven fue desahuciado Por los médicos que lo
atendieron al presentar fracturas múltiples en el cráneo, la espina
dorsal y otras partes del cuerpo. Su madre lo encomendó al entonces
beato indio Juan Diego; cuatro días después, su hijo salió del
hospital de la capital mexicana, andando por sus propios pies y sin
apenas rastros de las graves heridas sufridas en el accidente.
En 1998, el niño argentino Manuel
Vilar resucitó después de dos días de ser declarado clínicamente
muerto, al haberse ahogado en una piscina. El milagro se produjo al
invocar la ayuda de la ya beata Maravillas de Jesús, una carmelita
descalza española del siglo XX.
La causa de beatificación que ha
contado con mayor respaldo fue la de monseñor José María Escrivá de
Balaguer. Después de su muerte ocurrida en Roma en 1975, empezaron
a llegar al papa Pablo VI, cartas de jefes de estado, de ministros,
senadores y diputados, de familias enteras, de personas de todas las
clases sociales y de todos los rincones del mundo; incluyendo, las
dirigidas por 69 cardenales y 1300 obispos (más de la tercera parte
de la totalidad). Fue declarado santo en el año 2002, apenas 27 años
después de haber fallecido.
La ceremonia de beatificación más
grande que se halla presentado en la historia de catolicismo, se
produjo el 28 de octubre del 2007, en la plaza de San Pedro en el
Vaticano, cuando fueron beatificados por el prefecto de la
Congregación para la Causa de los Santos, 498 mártires de la
persecución religiosa en España (1936-1939); entre: dos obispos, 24
sacerdotes diocesanos, 462 religiosos(as), un diácono, un
subdiácono, un seminarista y siete laicos. Se estima que hubo cerca
de diez mil testigos de Cristo que dieron su vida por odio a la
Iglesia, entre ellos 4.100 sacerdotes seculares; 2.300 religiosos;
283 religiosas y miles de laicos. Además fueron destruidos más de
mil templos y averiados otros dos mil.
La Madre Teresa de Calcuta también
batió récord, pues fue proclamada beata en octubre de 2003; seis
años después de haber dejado este mundo. Sin embargo, el Papa Juan
Pablo II se negó a canonizarla el mismo día, a petición de un grupo
de cardenales.
La canonización más rápida que se
ha presentado en la historia de la Iglesia fue la de San Antonio de
Padua, que se dio en la fiesta del Pentecostés del año 1232, y a
sólo un año de su muerte por el papa Gregorio IX. Por el contrario,
San Alberto Magno, quien murió en 1280, fue declarado santo seis
siglos y medio después por Pío XI, en 1931. Al jesuita Roberto
Belarmino, quien murió en Roma en 1621, el proceso de beatificación
que comenzó casi inmediatamente se prolongó por tres siglos.
Después, en un solo año, en 1930, obtuvo del Papa Pío XI la triple
glorificación de beato, santo y doctor de la Iglesia.
La primera beatificación de una
pareja de esposos se efectuó el 21 de octubre del 2000, cuando Juan
Pablo II, elevó a esta categoría a los esposos italianos Luigi y
Maria Beltrame Quattrochi.
Hasta el momento solo ha habido
tres casos en que se ha presentado una dispensa del tiempo de cinco
años tras la muerte del candidato, para que se inicie el proceso de
beatificación. Ellos son: la madre Teresa de Calcuta, el papa Juan
Pablo II y la hermana Lucía, vidente de la Virgen de Fátima.
FRASES CELEBRES EN HONOR A LOS
SANTOS Y A LA SANTIDAD
AUTOR: GUIDO
ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
Me has llamado Señor, aquí estoy;
habla Señor que tu siervo escucha. 1 Samuel 3,10.
Al que vencer el mal, haciendo el
bien. San Pablo (Romanos 12,21).
No hay que buscar el bien de uno
mismo, sino el bien de los demás. San Pablo (1 Corintios 10,24).
Yo no he llegado aún a la meta o
a la perfección, lo que hago es luchar por alcanzarla, habiendo
alcanzado a mí Cristo Jesús. San Pablo (Filipenses 3,12).
El que hace lo bueno es de Dios,
pero el que hace lo malo no ha visto a Dios. 3 Juan 11.
El que reciba la misión de decir
grandes cosas, está obligado a practicarlas. Papa San Gregorio Magno.
Sólo las obras de los santos
perduran. Papa León XIII.
La salvación de los unos, depende
de la oración y el sacrificio de los demás. Papa Pío XII.
El gran mal del hombre moderno es
haber perdido el sentido del pecado. Papa Pablo
VI.
La falta más grande del apóstol es
el miedo. Papa Juan Pablo II.
La única competencia posible entre
los cristianos, es ver quien puede ofrecer el amor más grande. Papa Juan Pablo II.
La vida del cristiano debe ser una
continua penitencia. Concilio de Trento.
El mejor apóstol es el santo. Documento de Puebla.
El amor de Dios es lo primero que
hay que recomendar; pero el amor al prójimo es lo primero que hay
que practicar. San Agustín.
Conocer a Dios, es amar a Dios. San Agustín.
La única libertad en el hombre, es
decirle sí a Dios. San Agustín.
Al que se aleja de Dios, todo se
aleja de él. San Agustín.
La causa de todos los males son
los pecados de la humanidad. San Agustín.
No podemos obrar el bien, sin
antes dejar de haber dejado el mal. San Agustín.
Si quieres ser un predestinado
para la salvación, tienes que portarte como uno de ellos. San Agustín (Comparar con Romanos
8,28-30).
La distancia más grande es la que
existe entre Dios y el pecador. San Agustín.
Aquel que salva un alma tiene su
alma ganada. San Agustín.
La única razón de la vida del
cristiano, es la recompensa eterna. San Agustín.
En el cristiano lo que interesa no
es el nombre, sino la vida. San Agustín.
El cristiano debe defender la
verdad, no tanto con buenas palabras sino con buenas acciones. San Agustín.
Si quieres encontrar buenos
cristianos en la iglesia, se tu uno de ellos. San Agustín.
En la escuela de Cristo, todos
somos condiscípulos. San Agustín.
Nada se anteponga a la dedicación
de Dios. San Benito.
No lloréis, os seré más útil
después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi
vida. Santo Domingo de Guzmán.
Hay tampoco santos, porque hay
pocas almas que se mortifican. San Juan de la Cruz.
Al atardecer de nuestras vidas
seremos examinados en el amor. San Juan de la Cruz.
El mayor regalo que Dios le puede
dar a un grupo de fieles, es darle un sacerdote santo. San Vicente de Paúl.
Por donde quiera que pasen los
santos, dejan la huella de Dios. Santo cura de Ars.
Los siervos de Dios tienen que
hablar poco, trabajar mucho, y soportarlo todo. San Gaspar del Búfalo.
El verdadero fin de la vida del
cristiano, es conseguir el Espíritu Santo. San Serafín de Sarov.
Señor dadme almas y llévate lo
demás. San Juan Bosco.
El acercar un alma a Dios, tiene
más valor que regalar un altar de oro a la Iglesia. San Juan Bosco.
Un santo triste, es un triste
santo. San Juan Bosco.
Las crisis del mundo moderno, son
crisis de santos. San José María Escrivá.
Si cada año atacamos fuertemente
uno de nuestros defectos, alcanzaremos pronto la santidad. Beato Tomás de Kempis. (La imitación de Cristo).
Desde que descubrí que Dios
existe, entendí que el único sentido de mi vida, era vivir para El. Beato Charles de Foucold.
Es poca cosa ir al cielo solo. Santa Teresa de Ávila.
De devociones absurdas y santos
amargados, líbrame Señor. Santa Teresa de Ávila.
Un hombre santo, perfecto y
virtuoso, hace más bien a las almas, que una multitud de otros de
mayor instrucción y de mejores dotes. Santa Teresa de Ávila.
No puede ser un medio santo, tiene
que ser todo santo o nada santo. Santa Teresita del Niño Jesús.
Pasaré mi cielo haciendo el bien
sobre la tierra. Santa Teresita del Niño Jesús.
La salvación de un alma vale más
que el mundo entero. Santa Eufrasia Pelletier.
La santidad no es un lujo de unos
pocos, sino el llamado para todos. Beata Madre Teresa de Calcuta.
Uno no es de verdad cristiano, al
menos que haya convertido a alguien al cristianismo. Cardenal Suenens.
Todo hombre que no es un santo, es
un cerdo. León Bloy.
El mundo moderno necesita de santo
virtuoso, así como una ciudad azotada por la epidemia, necesita de
médicos y hospitales. Simone Weil.
El hombre no es solo de este
mundo. Hoiman Von Ditfurt.
Entre los cristianos no es
importante quien es el más fuerte, sino el más bueno. George Desvalíeres.
Todo se tambalea donde falta la
fe. Schiller.
Voy a creer en el Dios de los
cristianos, el día que ellos tengan cara de Santos. Federick Nietzche.
LITURGIA Y SACRAMENTOS
1.
LA EUCARISTIA: PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO.
2.
EL VALOR DE LA MISA.
3.
SANTOS Y MISTICOS QUE VIVIERON DE LA EUCARISTIA.
LA EUCARISTIA:
PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
“La Eucaristía hace a la Iglesia y
la Iglesia hace la Eucaristía”
Henry De Lubac
Teólogo católico del siglo XX.
I. INTRODUCCION
Para la mayoría de las iglesias
protestantes, la “Eucaristía”, del griego Eukjaristía (acción
de gracias), es solamente un simbolismo de las palabras de Jesús en
la “Ultima Cena”, celebrado con los apóstoles en la víspera de la
fiesta de la Pascua (Pésaj), el jueves santo del año 33 de
nuestro era, el día anterior en el que sería sacrificado por los
pecados de toda la humanidad (1 Juan 2,2).
II. CONTEXTO BIBLICO
La Iglesias Católica y la
Ortodoxa, fieles a la tradición del mensaje divino, han enseñado que
la “Eucaristía” es verdaderamente la presencia del Cristo en la
“Hostia”, que será entregado por todos nosotros, y en el “Vino” que
será derramado por todos nosotros, como un “Nuevo Pacto” con su
muerte redentora en la cruz (Mateo 26,26-28; Marcos 14, 22-24; Lucas
22,19-20). Por esta razón, el Hijo de Dios mandó a conmemorar a sus
discípulos este acontecimiento, en recuerdo suyo (1 Corintios 11,25), hasta que El vuelva (1 Corintios 11,26; Apocalipsis 22,20).
Igualmente, las Sagradas Escrituras nos dice que los primeros
creyentes “se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y
comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2,46);
principalmente el domingo, llamado el “día del Señor (Dies Domini)
“o “primer día” de La semana (Hechos 20,7). Por ser el día en que el
Mesías resucitó y venció a la muerte (Juan 20,1).
III. LA EUCARISTIA EN LA
IGLESIA PRIMITIVA
En la historio de la Iglesia
Naciente hay constancias escritas, como el testimonio de San Justino
Mártir, quien hacia el año 155, le explicaba al emperador romano
Antonio Pío, sobre el memorial que hacían los católicos: “Los fieles
que asistían al Santo Sacrificio comulgaban bajo ambas especies.
Los hombres recibían la Santa Hostia en su mano y las mujeres en un
lienzo blanco; unos y otros bebían del cáliz que les presentaba el
sacerdote o el diácono. Al distribuir el pan, el sacerdote o el
diácono, decía: Corpus Christi, y al presentar el cáliz: Sanguis Christi, y el que comulgaba respondía:
Amén. Lo
que sobraba del vino consagrado se repartía entre los niños
presentes, y el pan consagrado restante era llevado a los enfermos
y a los cristianos presos en los cárceles” (Comparar con Hechos
2,42). Asimismo, San Ireneo, obispo de Lyon, en su obra contra las
herejías (año 180), escribe: “El vino y el pan al recibir las
palabras consagratorias se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de
Cristo”. Otro hecho significativo de los inicios del cristianismo,
se dio en algunos lugares donde sepultaban los cadáveres de los
fieles con un pedazo de pan consagrado en la boca.
IV. LA EUCARISTIA Y LA LITURGIA
Los primeros creyentes
conmemoraban la Eucaristía (La Santa Cena o la Cena del Señor),
tres o cuatro veces al año. Hacia el año 200 se comenzó a celebrar
durante la semana, y no sólo el domingo, más tarde se extendió a
todos los días. En el siglo IX varios concilios decretaron
obligatorio la comunión tres veces al año: Pascua de Resurrección,
Pentecostés y la Natividad del Señor. La elevación de la Hostia y
del Cáliz data del siglo XII. En el concilio de Letrán (1215), se
dispuso que los laicos debieran comulgar mínimo una vez al año.
Hacia los siglos XIII y XIV los fieles recibían únicamente la Hostia
cuando comulgaban. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la
Iglesia permite, en algunas ocasiones, bajo las dos especies.
V. MILAGROS EUCARISTICOS
Hay que resaltar el famosos
milagro Eucarístico que se conserva en Lanciano (Italia), cuando
en el siglo VIII, durante la misa un monje basiliano dudó de la
presencia de Cristo en el momento de la consagración, y para asombro
suyo la “Hostia” se convirtió en carne de corazón humano y el
“Vino” en sangre de tipo AB [la misma de la Sábana santa en
que envolvieron el cuerpo del Hijo del hombre al ser bajado de la
cruz, y que se conserva en Turín (Italia)]. Este milagro ha sido
plenamente confirmado por los resultados de los análisis de la
ciencia moderna. Cumpliéndose así las palabras del Mesías a los
judíos incrédulos en la sinagoga de Capernaun: “El pan que yo daré
es mi propio cuerpo” (Juan 6, 51). De hecho, también los
discípulos de Emaús, sólo reconocieron que estaban ante la presencia
del Señor, cuando “tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias
a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los
ojos y reconocieron a Jesús” (Lucas 24, 30-31).
La celebración litúrgica del
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo se remonta al resurgimiento de
las devociones eucarísticas, a partir del año 1110 en Francia y
sobre todo en Lieja (Bélgica), por medio de su obispo, monseñor R.
de Torote un siglo después. Pero fue sino hasta que el Papa Urbano
IV, en conexión con el milagro eucarístico de Orvieto (Italia),
donde se conserva otra hostia convertida en carne, así como los
corporales manchados de la sangre que brotó de la misma Santa Forma;
y además con las revelaciones particulares de una monja
cisterciense, la Beata Juliana de Moncornillón; instituyó esta
fiesta para toda la Iglesia en honor del “Corpus Domini” o “Corpus
Christi”, por medio de la Bula Transiturus, publicada en Orvieto
el 11 de agosto de 1264, y fijada para el jueves después de la
octava de Pentecostés. El oficio y la misa de ese día son obra, por
encargo del mismo romano pontífice, a Santo Tomás de Aquino (1263).
Pero no fue sino con el papa Clemente V (1314), cuando este
acontecimiento religioso se difundió con más rapidez en todo el orbe
católico.
VI. LA EUCARISTIA COMO ALIMENTO
ESPIRITUAL
Juliana de Falconieri (1270-1341),
fue una santa italiana fundadora de las “Siervas de la Virgen
María”. De su vida religiosa se destaca los prologados ayunos, la
mortificación personal, y las continuas horas en oración. Muchos
días los pasó solamente con la Sagrada Comunión. En su última
enfermedad a los 71 años, su estómago no le recibía ningún alimento,
vomitando todo lo que comía. Así que muy a pesar suyo tuvo que dejar
de recibir la Eucaristía. Y sucedió que cuando el sacerdote fue a
darle la extremaunción, llevando el Santísimo Sacramento, la santa
sabiendo que no podía comulgar, pidió que le colocaran sobre su
corazón sobre un mantel blanco la Santa Hostia, y he aquí que de un
momento a otro la Sagrada Forma desapareció y nadie la pudo
encontrar. Acto seguido la santa religiosa como si estuviera en
éxtasis murió en la paz del Señor. Tras su muerte encontraron sobre
su corazón, en la piel, una cicatriz redonda, como si hubiera sido
hecha para que pasara el Viático. En recuerdo de este milagro, sus
religiosas llevan sobre su hábito, una medalla donde está grabada
una Santa Hostia.
VII. LA EUCARISTIA COMO DOGMA
DE FE
Martín Lutero, Padre de la Reforma
Protestante, llegó a decir: “Para negar que Jesús está en la
Eucaristía, tiene uno que ser o un ignorante o un loco, porque la
Biblia lo dice muy claro”. Poco después, el Concilio de Trento
(1561-1563), define esta verdad de fe, con estas palabras: “En el
Santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y
sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
juntamente con su Alma y Divinidad. En realidad, Cristo
íntegramente”. Por esta razón, cuando volvamos a comulgar, tengamos
siempre presente las palabras del Redentor: “Quien come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último
día” (Juan 6,54).
EL VALOR DE LA
MISA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
“El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en
el último día” (San Juan
6,54).
I.
INTRODUCCION
La Iglesia Católica ha definido la
Misa como “la Inmolación Incruenta (sin dolor) del Cuerpo y
la Sangre de Cristo. En el Calvario tuvo lugar el Sacrificio Cruento
(con dolor) de Cristo. La Misa es, en esencia, la
Renovación del Sacrificio Salvador de la Cruz. No hay figura
retórica, ni metáfora, ni exageración. La Misa nos aporta la
presencia del Hijo de Dios en el altar para que sea ofrecido en
oblación a Dios Padre”.
II. EJEMPLOS VARIOS
San Ignacio de Antioquia, mártir
en el año 107. Cuando el emperador Cómodo deseaba hacer un
espectáculo dándolo en alimento a las fieras. Durante su viaje a
Roma, este obispo escribió siete cartas, y habiendo sabido que los
cristianos de la Ciudad Eterna se estaban movilizando para evitar su
muerte, hizo una apología en comparación con la Eucaristía (acción
de gracias): “Dado que, para hacer el pan, hay que moler el trigo, y
para hacer el vino hay que prensar la uva, así deseo que mis
miembros sean partidos y molidos por los dientes de las fieras para
convertirme en sacrificio agradable a Dios”.
El papa San Sixto II (257-258) fue
capturado durante las persecuciones del emperador Valeriano I, en la
vía Apia, junto a cuatro diáconos, entre ellos San Lorenzo, en el
momento en que celebraban la Eucaristía. Posteriormente, el obispo
de Roma y los cuatro diáconos fueron martirizados.
Los 49 mártires de Abitinia
(Túnez), fueron asesinados en el año 304, porque celebraron la
Eucaristía Dominical a pesar de la prohibición del emperador
Diocleciano.
El obispo San Humberto (s. VIII),
en cierta ocasión cuando celebraba el Sacramento del Altar entró a
la iglesia un hombre loco porque lo había mordido un perro con
hidrofobia (o enfermedad de la rabia). Toda la gente salió corriendo
a la plaza, pero San Humberto le dio la bendición al pobre hombre, y
éste quedó instantáneamente sano y salió a la plaza gritando:
“Vuelvan tranquilos al templo que el santo obispo me ha curado con
su bendición”.
San Estanislao (siglo XI),
mientras oficiaba la Santa Misa, el rey Boleslao subió al altar y
con sus propias manos lo mató, encolerizado porque el santo obispo
de Cracovia (Polonia) le había recriminado su adulterio. Era el año
de 1079.
San Isidro, labrador (1080- 1130),
este humilde campesino español se levantaba muy temprano y nunca
empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa.
Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón
por ausentismo y abandono del trabajo. El dueño de la finca fue a
observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una
hora más tarde que los demás, pero que mientras tanto un peón fuerte
(quizá un ángel) le guiaba los bueyes como si el estuviera
presente.
San Juan de Mata, el día que
celebraba su primera Misa en París (Francia), en el año 1192, en el
momento de la elevación, tuvo una visión sobrenatural, en la que
Jesucristo tendía sus manos a un cautivo moreno y a otro blanco. Al
ver el éxtasis, varios de los presentes alzaron la vista y
contemplaron también esa inefable escena. El nuevo presbítero
entendió esta visión como una invitación para fundar una nueva orden
religiosa, que se encargara de rescatar a los cautivos cristianos
que eran hechos prisioneros por los sarracenos, durante la época de
las cruzadas en Tierra Santa. También emprendería una ardua tarea de
canje de prisioneros, con lo que se humanizaría un poco la guerra.
Esta orden religiosa recibió el nombre de los trinitarios, y para su
aprobación el papa Inocencio III, el 28 de noviembre del año 1198,
al oficiar una Misa, tuvo la misma visión en el momento de la
consagración del pan y del vino. Desde entonces no tuvo dudas que
era un mandato del Altísimo.
San Pedro Pascual, nació en
Valencia (España) en 1227, perteneciente a la Orden de la Merced,
fue obispo de Jaén, durante la dominación de los moros. Fue
condenado a muerte por los mismos mahometanos. En una ocasión
mientras celebraba la Misa en el calabozo, los guardias lo
decapitaron cuando se encontraba de rodillas frente al altar. Era el
año 1300.
Santa Imelda Lambertini, era hija
de los condes de Bolonia (Italia), y vivió en el siglo XIII. Era tal
su arduo deseo de recibir al Señor en la Eucaristía, pero por su
edad, 13 años, no le era permitido por las autoridades eclesiásticas
de aquel entonces, sin antes haber cumplido los 14 años. Sin
embargo, en la solemnísima festividad de la Ascensión del Señor a
los cielos, en la capilla del convento de las dominicas de Val di
Pietra, donde ella se encontraba interna. El capellán después de
haber repartido la comunión a las religiosas, y mientras se disponía
a guardar el copón en el sagrario, milagrosamente una Santa Hostia
salió del copón y se elevó por los aires. La Sagrada Forma flotando
se detuvo hasta la presencia de la santa adolescente que se
encontraba arrodillada en un éxtasis, el sacerdote intuyendo que
aquello era una señal divina, se aproximó a la Hostia, que se
depositó en la patena, luego la tomó y se la dio a Imelda, quien
después de recibirla permaneció inmóvil en su sitio por un largo
rato en acción de gracias. Al cabo de unas horas y al notar su
ausencia, las hermanas fueron a buscarla, y la encontraron en la
capilla donde la habían dejado, pero esta vez estaba sin vida; había
muerto por amor a Jesús Sacramentado.
San Pascual Bailón, fue un hermano
lego franciscano español. Después de su muerte, en el año de 1592,
cuando contaba con 52 años de edad, estando su cadáver en el templo,
a la hora de la elevación de la Hostia y del Cáliz, abrió dos veces
los ojos y los siguió con la mirada. El papa León XIII lo declaró
patrono especial de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración
Nocturna. Este mismo acontecimiento sucedió durante los funerales de
San Juan de Rivera, arzobispo de Valencia (España), en enero de
1611, en el momento de la consagración de la Eucaristía en la Misa,
los que estaban junto al cadáver vieron que abría los ojos y que el
rostro se le volvía sonrosado por unos momentos, como adorando el
Santísimo Sacramento.
San Camilo de Sezze, un fraile
franciscano italiano del siglo XVII, un día cuando entró en un
templo, donde se celebraba la Misa, sintió que desde la Sagrada
Hostia que sostenía el sacerdote en sus manos, partía un afilado
rayo de luz que hirió su corazón profundamente. El santo explica en
su autobiografía que sintió como un hierro candente que penetraba en
él. Aquella sensación de dolor y dulzura le duró varios meses.
Igualmente, varios santos místicos como Santa Catalina de Génova,
Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani y
Santa Verónica Guliani. Cuando recibían la comunión, sentían que un
rayo de amor traspasaba hondamente sus corazones (Este fenómeno
místico es conocido como Transverberación).
En la ciudad de Buga (Colombia),
se encuentra la basílica de la imagen aparecida del Señor de las
Aguas (1570), y fue allí un 4 de marzo de 1956 cuando un hombre
atentó contra la vida del padre Ernesto Uribe, quien presidía la
Misa de las 9:00 a.m. El cuquillo se partió de manera inexplicable
en tres partes, y se conversa en el museo de dicho santuario.
Santa María Francisca de las Cinco
Llagas (1715-1791), una vez mientras el sacerdote decía: “Este es el
Cordero de Dios”, la Hostia que el tenía en la mano salió volando y
fue a colocarse en la boca de la santa. En otra ocasión voló desde
el copón, y en una última oportunidad, al partir el celebrante la
Hostia Grande, un pedazo de ella se desplazó por el aire hacía la
fervorosa mística que estaba aguardando turno para comulgar.
San Juan Bosco, fundador de la
comunidad salesiana, tuvo en su vida sacerdotal cuatro hechos
extraordinarios relacionados con la Santa Misa. El primero de ellos,
ocurrió el 30 de diciembre de 1878, cuando los que lo ayudaban en la
celebración de la Eucaristía lo vieron como se elevaba por los aires
durante un rato. El segundo acontecimiento sucedió el 24 de mayo de
1884, durante la Misa a María Auxiliadora, se convierte un no
católico a la verdadera Iglesia. El tercero, y más sorprendente de
todos, fue el 24 de mayo de 1885, cuando con tan solo 20 Hostias da
de comulgar a 200 personas. El último, tuvo lugar el 11 de octubre
de 1886, donde un francés con una grave enfermedad mental asiste a
la Misa de Don Bosco y queda instantáneamente curado
San Pío de Pietrelcina
(1887-1968), fue un fraile italiano capuchino estigmatizado, quien
gozó de grandes dones místicos. Sus Misas a las cinco de la mañana,
en la iglesia del convento de San Giovanni Rotondo, eran todo un
gran acontecimiento para los miles de fieles que iban a verlo, y que
esperaban de pie desde las dos de la madrugada en las puertas del
templo. El confesionario y la celebración del Santo Sacrifico del
Altar fueron los dos grandes apostolados de su vida religiosa. Las
Eucaristías las celebraba con tanta pasión, que era como si
acompañara al mismo Jesús en su sacrificio redentor en la Cruz en el
monte Gólgota, y tenían una duración de una hora y 45 minutos. Había
momentos en los que su cuerpo adquiría una postura rígida, en otros
mostraba en su fisonomía una expresión de dolor. A veces movía la
cabeza como si sintiera el dolor de la corona de espinas. Muy cerca
de sus manos tenía un pañuelo para enjuagarse las lágrimas que le
brotaban constantemente, y las gotas de sudor que le caían de la
frente. En los momentos de la consagración parecía que estuviera
viendo a Nuestro Señor. Al elevar la Hostia y el Cáliz los fieles
podían contemplar las llagas de sus manos, de las que salían hilos
de sangre. Después de comulgar se quedaba un buen rato en oración, y
tan sumergido en su contemplación, que parecía no estar en este
mundo. Igualmente, pasaba varios días y algunas veces hasta meses,
sin alimentarse nada más que de la Comunión de la Santa
Misa.
En los países fundamentalistas
islámicos, el día domingo, es un día laboral y no se celebra la
Eucaristía porque no existen iglesias, ni sacerdotes, o porque no
hay libertad religiosa.
Un obispo católico que
evangelizaba en China y fue condenado a prisión extrema: un calabozo
sin ventanas en donde estuvo confinado en aislamiento cinco años
seguidos. Al cabo de ese tiempo, el carcelero le avisó que, aunque
no iba a ser liberado, el juez le concedía tres horas para que
saliera e hiciera lo que quisiera, aunque desde luego bien
custodiado por guardias. Su respuesta fue pronta y segura: “Sólo
quiero poder celebrar una Misa”.
Hsia era el nombre de un anciano
sacerdote chino y monje trapense, que se encontraba recluido desde
el año 1947 en un campamento de concentración al sur de Pekín, en la
China comunista. La religión cristiana había sido desterrada de la
República Popular por considerarla una fuente de superstición y ¡el
opio del pueblo!, y se había dictado severos castigos contra quien
se obstinara a creer que existía un poder superior al de Mao
Tse-tung. Hsia estaba condenado a 20 años de trabajo forzoso nada
más por el delito de ser sacerdote católico. Y a pesar de todo,
persistía en orar y en practicar su religión lo mejor posible. Su
compañero de celda y también católico aparte del viejo religioso era
Jean Pasqualini.
Hacia finales del año el tiempo
era inclemente. El lunes 25 de diciembre de 1961, en la fiesta de la
Navidad, los dos prisioneros se encontraban al frente de una sección
que debía abrir arrozales en el terreno. Ambos en medio de una zanja
seca y ante el peligro de morir fusilados, se dispusieron a celebrar
la santa misa. Por templo tenían aquella inmensa soledad del norte
de la China, y un monto de tierra helada servía de altar. El
harapiento uniforme de prisionero que llevaba Hsia, reemplazaba a
las sagradas vestiduras litúrgicas, y una despatillada taza de
peltre hacia las veces de cáliz. De unas pocas uvas que guardaba
desde hacia tiempo, el anciano monje había logrado extraer algo
parecido al vino, y con un puñado de trigo que sin duda habría
sustraído en la cosecha anterior, había hecho una galleta delgada a
modo de hostia. El altar de Hsia carecía de cirios, en vez de ellos
ardía sobre una pila de leña menuda, una llamita débil y vacilante.
Hacía de coro el viento que soplaba del noroeste, entonando un himno
sagrado. En ninguna parte del mundo, pensó Pasqualini, ni siquiera
en los más espléndidos templos y catedrales de la cristiandad,
podría nadie estar celebrando aquel día una Misa tan significativa.
Días después los cambiaron de celda y los dos amigos no se volvieron
a ver jamás.
Esta conmovedora historia fue
contada años después, por Jean Pascualini, hijo de padre francés y
madre china, quien estuvo recluido en un campamento de trabajo
forzoso en la China comunista durante más de siete años, acusado de
“actividades contrarrevolucionarias”. Fue puesto en libertad en
1964.
El día 24 de marzo de 1980, a la
edad de 63 años, fue asesinado monseñor Oscar Arnulfo Romero, de un
tiro en el corazón mientras oficiaba una Misa en un hospital para
enfermos de cáncer en San Salvador.
Se aprestaba a celebrar un
sacerdote la Eucaristía, cuando de repente irrumpe en el templo un
comando vestido de negro, dotado de modernas armas, cierran la
puerta y el que lideraba el grupo se dirige a los presentes
diciéndoles: ¡Vamos a eliminar a quienes sean capaces de morir por
Jesús, los demás pueden salir!. Empezando por el coro, pasando por
los acólitos y por lo más o menos 500 personas, quedaron junto con
el sacerdote unos 20 feligreses, a lo cual dice quien dio la orden:
Padre, ahora si inicie la Misa, estos son los verdaderos creyentes.
SANTOS Y MISTICAS
QUE VIVIERON DE LA EUCARISTIA
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
“Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. (San Juan
6,55).
SAN NICOLAS DE FLUE
(1417-1487): Patrono de Suiza, fue protagonista de grandiosos
fenómenos místicos y tuvo también algunas visiones de la Virgen
María. De familia campesina de la campiña de Saxlen, fue muy
religioso desde joven, se casó y tuvo diez hijos. Estimado por todos
como buen ciudadano, ya que fue militar, corregidor, consejero, juez
y diputado. Vivió con su familia hasta los cincuenta años, luego de
tener una visión de “tres hombres misteriosos” que lo invitaron a
dejar las cosas del mundo. Obtuvo el consentimiento de su esposa y
se retiró a llevar una vida eremítica, pues tenía una fuerte
inclinación a la contemplación, la oración y la penitencia. Por 20
años se alimentó sólo de la Hostia consagrada, lo que fue constatado
y controlado por diversas comisiones médicas y eclesiásticas de su
época. Se afirma que sus huesos se adherían a la piel, pues no tenía
grasa corporal. No obstante, tuvo una larga existencia y murió
precisamente el día que cumplió 70 años de edad. Hecho que le había
sido presagiado.
BEATA ANA CATALINA EMMERICH
(1774-1824):
Nació en el seno de una piadosa familia de labriegos en Flamsche
(norte de Alemania). A la edad de 28 años ingresó en el convento de
las agustinas en Dülmen, después de trabajar como costurera y
empleada doméstica. Cuando el gobierno anticatólico de Jerónimo
Bonaparte cerró el claustro en 1812, se vio obligada a buscar
refugio en la casa de una viuda pobre. En 1813 enfermó por tantas
vigilias, ayunos y sufrimientos; permaneciendo inmóvil en la cama
hasta su muerte. Además se hicieron visibles los estigmas en las
manos, los pies, una doble cruz en su pecho y la corona de espinas.
A finales de 1818 es curada de las heridas de las manos y los pies,
pero las demás permanecieron, y el viernes santo se reabrieron. Tuvo
visiones desde su infancia con el Niño Jesús, su ángel de la guarda,
María con el Niño, los lugares y eventos relacionados con el Antiguo
Testamento, con la vida de la Virgen, de Jesús y los apóstoles en
Tierra Santa, las almas del purgatorio y los santos. Durante los
últimos doce años de su vida, Catalina se abstuvo de ingerir
alimentos sólidos –incluso una cucharada de sopa le provocaba
náuseas- y se nutría únicamente con agua y la Eucaristía. Dos
comisiones: Una eclesiástica y otra civil compuesta por médicos y
científicos protestantes y agnósticos, analizaron con rigor estos
fenómenos místicos sin encontrar ningún fraude. El poeta alemán
Clemente Brentano, pasó por escrito varias de estas visiones para
luego ser publicadas, como: “La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo” (1833), “La Vida de la Santísima Virgen” (1852), y tres
tomos sobre “la Vida de Nuestro Señor” (1858-60). Un rumor acerca
del robo de su cuerpo fue la causa de que se abriera su tumba seis
semanas después de su muerte. El cadáver fue encontrado sin ningún
tipo de corrupción.
BEATA ALEXANDRINA DA COSTA
(1904-1955): Laica portuguesa y cooperadora de la familia salesiana.
Hizo de su vida -marcada por las experiencias místicas y los ataques
diabólicos- un continuo ofrecimiento por la conversión de los
pecadores y por la paz mundial. Fue una campesina nacida en la
provincia de Balasar, a los 14 años se lanzó de una ventana a cuatro
metros de altura del jardín para preservar su pureza, amenazada por
unos hombres que habían entrado a su casa. Cinco años más tarde, las
lesiones derivadas de la caída le provocaron una parálisis total que
la mantuvo postrada en una cama durante más de 30 años, hasta el
final de su vida. Durante cuatro años (1938-1942) revivió todos los
viernes desde el mediodía, durante tres horas y media, la pasión de
Cristo. Del 27 de marzo de 1942 hasta su muerte a los 51 años (esto
es, 13 años y 7 meses), no ingirió otra bebida y alimento más que la
Santa Comunión. En una visión Jesús le había dicho: “No te
alimentarás más en la Tierra. Tu alimento es mi carne”. Los médicos,
que en aquel tiempo eran casi todos ateos declarados, querían
desenmascarar lo que para ellos era un fraude, y lograron
convencerla para que se sometiera a un control científico.
Alexandrina aceptó con una condición: poder recibir todas las
mañanas la comunión. Así fue admitida el 10 de junio de 1943 en un
hospital cerca de Oporto, y bajo la supervisión médica las 24 horas
durante cuarenta días, no fue comprobado ningún tipo de engaño. Su
caso fue declarado “científicamente inexplicable”. Cuando murió su
cuerpo no se corrompió, sino que se convirtió misteriosamente en
ceniza (que expedían un dulce aroma) tal como predijera ella misma.
TERESA NEUMANN
(1898-1962): Mística y estigmatizada alemana, quien vivió 36 años
bebiendo un poco de agua, e ingiriendo la octava parte de la Santa
Hostia que recibía todos los días. Esta campesina bávara de la aldea
de Konnersreuth, que en su adolescencia debido a un accidente estuvo
cuatro años paralizada y ciega, se recuperó milagrosamente el 29 de
abril de 1923, día de la beatificación de Teresita del Niño Jesús,
de la que era muy devota. Su ayuno empezó desde la navidad de 1926
hasta su muerte en septiembre de 1962. Tuvo además numerosas
visiones de la vida de Jesús, María, de los apóstoles, de los
santos, y de hechos narrados en Las Santas Escrituras; acompañadas
de premoniciones, bilocación, videncia, levitación, contacto con los
ángeles y las almas del purgatorio. Cada viernes experimentaba la
dolorosa pasión de Nuestro Señor Jesucristo, perdiendo gran cantidad
de sangre que derramaba de su cabeza, los ojos, y de las llagas en
las manos, el costado izquierdo y los pies (que se hicieron visibles
en 1925), hecho que fue verificado por muchos testigos. En 1927, la
diócesis de Ratisbona instituyó una comisión de especialistas que
tuvieron bajo estricto y continuo control a Teresa durante quince
días. Al término del mismo los médicos dictaminaron la autenticidad
de sus estigmas y confirmaron que no había ingerido ningún tipo de
alimento durante ese período de tiempo. Ella decía que vivía “del
Salvador”. Murió a la edad de 64 años, y su proceso de beatificación
está en curso.
MARTA ROBIN
(1902- 1981): Una de las grandes místicas de los tiempos modernos.
Su familia era de extracción campesina de Chateauneuf de Galaure
(Francia), a los 16 años se manifestó una enfermedad misteriosa que
al cabo de un año la redujo a la parálisis, en ese momento
comenzaron las visiones de Jesús, María y santa Teresita de
Lisieux (Durante más de 45 años la Virgen se le apareció, cosa que
no había hecho en otras partes). Su parálisis total le impide
incluso pasar cualquier alimento llegando a cerrársele la tráquea.
Durante 53 años se sostiene no más con la Sagrada Forma que recibía
una vez por semana, que no es ingerida sino que literalmente
desaparece entre su boca. Marta decía: “Cristo es mi alimento
sobreabundante”. También es privada del sueño y deja de dormir, al
igual que la invade una ceguera casi absoluta que la obliga a vivir
en un cuarto a oscuras en su granja. En 1930 recibe por parte del
Señor los estigmas, causándole un dolor inmenso. Desde aquel día,
Marta revive todos los viernes la pasión del Salvador, y quedaba
como muerta hasta el domingo. Con el padre Jorge Finet, crea en 1936
los Foyers de Charité (Hogares de caridad), un oasis de oración y
amor al prójimo que se difunde por todo el mundo. Murió a la edad de
79 años en olor de santidad.
MORAL CRISTIANA
1.
¿ES EL ABORTO UN CRIMEN?
2.
LA COVERSION DEL REY DEL ABORTO.
3.
EL MEDICO SANTO.
¿ES EL ABORTO UN CRIMEN?
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
INTRODUCCION:
EL aborto se ha convertido en una realidad social de todos los días.
En el mundo se registran 240 millones de embarazos anuales, de los
cuales 50 millones son interrumpidos, mientras que 19 millones se
presentan en países donde el aborto es ilegal. Al año mueren cerca
de 80 mil mujeres por malos abortos.
I.
EL CAMPO DE LA
MORAL CRISTIANA
El Catecismo de la Iglesia
Católica nos enseña que “la vida humana debe ser respetada y
protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción”
(Art. 2270). Las Sagradas Escrituras resaltan como la “vida humana”
es un don de Dios:
-
“Desde antes que yo naciera, fui puesto bajo tu
cuidado; desde el vientre de mi madre, mi Dios eres tú” (Salmo
22,10).
-
“No te fue oculto el
desarrollo de mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto…Tus
ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu
libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía
ninguno de ellos” (Salmo 139, 15-16).
-
“El Señor me llamó desde antes que yo naciera;
pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre”
(Isaías 49,1)
-
“Antes de darte vida, ya te había yo escogido; antes
de que nacieras, ya te había yo apartado” (Jeremías 1,5).
-
“Pero Dios me escogió antes que yo naciera, y por su
mucho amor me llamó” (Gálatas 1,15).
“Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de
todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece
invariable…No matarás el embrión, mediante el aborto, no darás
muerte al recién nacido” (Didajé 2,2; Bernabé, ep 19,5; Epístola a
Diogeneto 5,5; Tertualiano, apol. 9). (Art. 2271). El magisterio de
la Iglesia también recalca que todas las personas que participen en
un aborto, incluyendo a la pareja de la mujer, familiares, doctores,
enfermeras, legisladores, políticos y demás; incurren en la pena
canónica de “Excomunión Latae Sententiae, es decir,
de modo que incurre ipso facto (en el acto) en ella quien
comete el delito” (Art. 2272). Por lo tanto, quedan apartados de la
comunidad de los creyentes, no pueden recibir la Eucaristía, al
igual que los demás sacramentos y sacramentales, participar en los
actos litúrgicos, ser padrinos, colaborar activamente en la vida de
la Iglesia o ser sepultado en un cementerio católico.
Esta sanción eclesiástica no es un invento de los jerarcas
católicos, sino que tiene sus misma raíces en La Biblia (Mateo 18,
15-17; 1 Corintios 5,12-13). No obstante, “Con esto la Iglesia no
pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es
manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable
causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la
sociedad” (Art. 2272). Esta última declaración tiene total
concordancia con la predicación de Jesús, quien no vino al mundo a
“condenar” sino a buscar la “salvación” del pecador (Mateo 9,13;
Marcos 2,17; Lucas 9,56; 15,7.10; 18,13-14; 19,10).
II.
ASI EMPIEZA LA VIDA HUMANA
-
La vida humana comienza cuando el óvulo fecundado se
implanta en la pared del útero, lo cual tiene lugar cerca del sexto
o séptimo día después de la fecundación.
-
A los veinte días en el feto se forma los ojos, el
sistema nervioso y empieza a latir el corazón.
-
Al mes comienza el desarrollo de los brazos, las
orejas y la nariz.
-
A los dos meses se forma el esqueleto, los dedos de
las manos, los pies, y órganos como el cerebro, el hígado y los
riñones.
-
A los tres meses mueve los ojos, aparecen las uñas y
respira líquido amniótico.
-
A los cuatro meses aparecen los órganos genitales y
da patadas al vientre.
-
A los cinco meses aparece el cuero cabelludo y puede
llorar, ya presenta un desarrollo completo.
III.
CLASES DE ABORTOS INDUCIDOS
PILDORA ABORTIVA (RU-486):
Interrumpe el embarazo si se toma antes de las siete semanas de
gestación.
DILATACION O CURETAJE:
Se hace por medio de pinzas, sacando al feto por pedazos.
ASPIRACION UTERINA:
Una aspiradora 30 veces más potente que una casera, va desmembrando
el feto completamente.
ENVENENAMIENTO SALINO:
Se extrae líquido amniótico de la madre, y se le inyecta una
sustancia venenosa, que produce la muerte del feto a los dos días.
HISTERECTOMIA:
Se realiza después de cuatro meses de gestación, es una operación
parecida a una cesárea, el feto es extraído vivo y luego lo matan.
LA CONVERSION DEL REY DEL ABORTO
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
El
Dr. BERNARD NATHANSON era considerado el “rey del aborto”, de
religión judía pero ateo por convicción, estudio medicina como su
padre en la Universidad de MecGill (Montreal). En 1945 se enamoró
de Ruth, una joven y guapa judía. Vivieron juntos los fines de
semana. Cuando Ruth quedó embarazada, Bernard escribió a su padre
para consultarle la posibilidad de contraer matrimonio. La respuesta
fueron cinco billetes de 100 dólares junto con la recomendación de
que eligiera abortar o ir a los Estados Unidos para casarse. Así que
Bernard puso su carrera por delante y convenció a su novia de que
abortara. “Este fue el primero de mis 75.000 abortos “, confesó más
adelante.
La
relación con su novia terminó después del aborto, y tras graduarse
pasó al Hospital de Mujeres de Nueva York, entrando en contacto con
el mundo del aborto clandestino. Con un amigo médico fundó en 1969
la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto, una asociación
que intentaba culpar a la Iglesia Católica por cada muerte que se
producía en los abortos clandestinos. Desde 1971 se involucró más
directamente en el tema tanto en el plano médico como dictando
conferencias, encuentros con políticos y gobernantes de toda la
Nación, presionándoles para que fuera ampliada la ley del aborto, y
fue por eso conocido como el “rey del aborto”, pues llegó incluso a
abortar a uno de sus propios hijos.
A
partir de ahí, las cosas empezaron a cambiar. Dejó la clínica
abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St.
Luke´s. La nueva tecnología del ultrasonido, hacía su aparición en
el área médica. Un día que Nathanson pudo escuchar el palpitar del
corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse
por primera vez la posibilidad que el feto era en realidad un ser
humano. Decidió entonces reconocer su error escribiendo un artículo
en una revista científica. Aquel informe provocó una fuerte
reacción, tanto él como su familia recibieron amenazas de muerte,
pero el Dr. Bernard llegó a la conclusión de que “el aborto es un
crimen”. Asimismo, en 1984, el documental “El Grito Silencioso”,
mostraba un aborto utilizando un aparato de ultrasonido y pequeñas
cámaras de video dentro de la madre, se pudo observar como el feto
trata de defenderse y llora de dolor.
Quedaba aún el camino de vuelta a Dios. Una primera ayuda le vino de
su admirado profesor universitario, el psiquiatra Karl Stern, quien
después de un largo estudio personal se había convertido a la fe
católica. En 1989 asistió a una acción pacífica de Operación Rescate
en los alrededores de una clínica abortista. El peso de la
conciencia por sus anteriores prácticas le hizo llegar a leer “Las
Confesiones” de San Agustín. En este período de conversión no faltó
la tentación del suicidio, acompañado del “alcohol, tranquilizantes,
libros de autoestima, consejeros. Incluso cuatro años de
psicoanálisis”. Posteriormente, empezó a conversar periódicamente
con el Padre John McCloskey. Por fin, el 8 de diciembre de 1996, en
la solemnidad de la fiesta de la Inmaculada Concepción, en la
Catedral de San Patricio de Nueva York, el Dr. Bernard Nathanson se
convertía en Hijo de Dios. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico
de Cristo, en la Iglesia Católica. Ese día memorable de manos del
Cardenal John O´Connor, le fue administrado los sacramentos de
iniciación cristiana del Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación.
Su madrina era Joan Andrews, una de las más sobresalientes y
conocidas defensoras del movimiento Pro-Vida. Las palabras de
Bernard Nathanson al final de la ceremonia, fueron: “No puedo decir
lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con
todos aquellos que han rezado por mí durante todos estos años en los
que me proclamaba públicamente ateo. Han rezado tozuda y
amorosamente por mí. Estoy totalmente convencido de que sus
oraciones han sido escuchadas. Lograron lágrimas para mis ojos”.
(Testimonio de su libro autobiográfico “La Mano de Dios”).
EL MEDICO SANTO
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN
CIENCIAS RELIGIOSAS.
En febrero del año 2007, empezó el
proceso de beatificación del médico Jérôme Lejeune (1926-1994). Este
profesional de la salud de convicción católica fue además un
extraordinario científico e investigador. En 1959, a los 33 años,
publicó su descubrimiento sobre las causas del síndrome de Down, la
trisomía 21, esto lo convirtió en uno de los padres de la genética
moderna. En 1962 fue designado como experto en genética humana en la
Organización Mundial de la Salud (OMS), y en 1964 fue nombrado
Director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de
Francia. En el mismo año se crea para él la Facultad de Medicina de
la Sorbona, la primera cátedra de Genética Fundamental. Se convierte
así en candidato número uno para recibir el Premio Nobel de
medicina.
Aplaudido y halagado por el “mundo
científico” deja de serlo cuando en 1970 se opone tenazmente al
proyecto de aborto eugenésico en su nación: “Matar un niño por nacer
enfermo, es un asesinato y además abre las puertas a la
liberalización total del crimen del aborto”. En esos meses participa
en New York, en la sede de la ONU en una reunión en la que se
trataba de justificar, ya entonces, la legalización del aborto para
evitar las prácticas clandestinas de este mal. Fue en ese momento
cuando refiriéndose a la Organización Mundial de la Salud, dijo: “He
aquí una institución para la salud que se ha transformado en una
institución para la muerte”. Esa misma tarde le escribe a su esposa
y a su hija diciéndoles: “Hoy me he jugado mi Premio Nobel”.
La defensa de la vida humana
basada en principios “científicos”, “racionalistas” y de “moral
cristiana” le valieron la incomprensión y persecución por sus
colegas”. Sus ingresos económicos se vieron diezmados, ya que le
fueron retirados todos los fondos para sus investigaciones de las
cuales vivía. Continuó solo en sus estudios sosteniendo a su familia
dando conferencias.
En 1992 comienza a petición del
papa Juan Pablo II, la gestación de la Pontificia Academia para la
Vida, la que fue creada el 11 de febrero de 1994. El 26 de febrero
de ese mismo año el doctor Lejeune recibe en su lecho de muerte, el
nombramiento de Presidente de la Academia para la Vida. Entrega su
alma a Dios el Domingo de Pascua del mismo año (3 de abril).
Juan Pablo II, en carta al
cardenal Lustinger, entonces arzobispo de París, con motivo de los
funerales del profesor Jérôme, decía: “En su condición de científico
y biólogo era un apasionado de la vida. Llegó a ser el más grande
defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer tan
amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar
en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la
particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de
contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad
permisiva y al ostracismo del que era víctima”.