Spe Salvi (Salvados por la
esperanza), comentarios
Benedicto XVI
Texto completo
de Spe Salvi>>>
La encíclica toma su título de la
frase de san Pablo a los romanos (8, 24): “Spe salvi facti sumus”,
hemos sido salvados por la esperanza.
¿Qué clase de esperanza buscan los seres humanos en última
instancia?
Reflexión
sobre la encíclica de Benedicto XVI Spe
Salvi
El Papa nos
explica en su encíclica Spe Salvi que hemos sido creados con una
necesidad de lo infinito, que es Dios mismo, y que por muchas
esperanzas que el hombre ponga en la Tierra, al final ninguna otra
le satisface.
“A lo largo
de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o
más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces
puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que
no necesita de ninguna otra. Puede
ser la esperanza del amor a una persona;
la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito
determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas
esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto,
aunque sea bueno, en
realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una
esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse
con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá
alcanzar”.
¿Qué
distingue a la esperanza cristiana?
La
esperanza cristiana es distinta a todas las otras porque ofrece la
unión con Dios a través de Jesucristo.
“Nosotros
necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a
día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de
superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo
puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y
dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el
ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el
fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que
tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada
uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un
más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino
está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza.
Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda
sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que
por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para
nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a
intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de
nuestro ser: la vida que es « realmente » vida”.
¿Es
individualista la esperanza cristiana?
En nuestra
época se ha desencadenado una crítica cada vez más dura contra la
esperanza cristiana, caracterizándola como una forma de “abandonar
el mundo a su miseria y ampararse en una salvación eterna
exclusivamente privada”. Pero la realidad es totalmente al
contrario, todos los aspectos de la fe cristiana, incluida la
esperanza, son compartidos con los demás creyentes mediante nuestra
comunión con Cristo Jesús.
“Nuestras
existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas
con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo.
Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra
continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o
hago. Y viceversa”.
“Como
cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo
salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer
para que otros se salven y para que surja también para ellos la
estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por
mi salvación personal”.
¿Qué
clases de falsas esperanzas existen en el mundo actual?
Mucha gente
ha abandonado la esperanza, porque creen que sus vidas están sujetas
a fuerzas incontrolables del universo. Sin embargo, como explica el
Papa en Spe Salvi:
“No son los
elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva
gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien
gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia
no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la
voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y
ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos
materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del
universo y de sus leyes, ahora somos libres”.
Hay
personas que ponen su esperanza en los bienes materiales, pero
nuestra fe, la sustancia de la esperanza, es superior a cualquier
sustancia material, “provee nuevos cimientos que relativizan los
cimientos habituales, la fiabilidad de los bienes materiales”.
Otras
personas ponen su esperanza en el progreso. Buscan su salvación a
través del activismo político y de la tecnología. Sin embargo la
ambigüedad del progreso se ha puesto de manifiesto en los horrores
perpetrados en nombre del progreso.
“Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero
también abre posibilidades abismales para el mal, posibilidades que
antes no existían. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el
progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha
convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el
progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación
ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef
3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para
el hombre y para el mundo”.
¿Está
nuestra esperanza en el Cielo obscurecida por el Purgatorio?
La
respuesta es “no”. La purificación en el Purgatorio es, en sí misma,
un aspecto de la esperanza cristiana. Conlleva la promesa de que
quienes mueren en amistad con Dios, pero aún así sufren las
consecuencias del pecado, no permanecerán en ese estado eternamente,
el cual les incapacitaría para lograr la unión final con Dios.
“El
encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada,
toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que,
quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser
verdaderamente nosotros mismos. Pero en el dolor de este encuentro,
en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con
toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón,
nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, «
como a través del fuego ». Pero es un dolor bienaventurado, en el
cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama,
permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello,
totalmente de Dios. Así se entiende también con toda claridad la
compenetración entre justicia y gracia: nuestro modo de vivir no es
irrelevante, pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al
menos si permanecemos orientados hacia Cristo, hacia la verdad y el
amor”.
¿Cómo
podemos cultivar la esperanza?
El Papa
indica cuatro lugares para aprender y cultivar la esperanza.
El primero
es la oración: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me
escucha. (...) Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (...) Él puede
ayudarme". (…) Si me veo relegado a la extrema soledad... el que
reza nunca está totalmente solo”.
Después de la oración esta el actuar. “Toda actuación seria y
recta del hombre es esperanza en acción. (…) Sólo la gran
esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi
vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el
poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él
sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar
todavía ánimo para actuar y continuar. (…) La esperanza en sentido
cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza
activa, con la cual luchamos (...) para que el mundo llegue a ser un
poco más luminoso y humano . Y solamente si sé que mi vida personal
y la historia en su conjunto están custodiados por el poder
indestructible del amor, puedo esperar”.
En tercer lugar el Papa indica el sufrimiento como lugar de
aprendizaje de la esperanza. "Conviene ciertamente hacer todo lo
posible para disminuir el sufrimiento", sin embargo "lo que cura al
hombre no es esquivar el sufrimiento (...) sino la capacidad de
aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un
sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor
infinito. (...) Es también fundamental, saber sufrir con los demás y
por los demás. "Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren
(...) es una sociedad cruel e inhumana".
Finalmente, otro lugar para aprender la esperanza es el Juicio de
Dios. (...) Existe la resurrección de la carne. Existe una
justicia. Existe la "revocación" del sufrimiento pasado, la
reparación que restablece el derecho". El Papa se muestra
"convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento
esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe
en la vida eterna". Es imposible que "la injusticia de la historia
sea la última palabra. (...) Pero en su justicia está también la
gracia". "La gracia no excluye la justicia... Al final, los
malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la
mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada".
Algunos puntos de
la encíclica:
FE
- En el Nuevo Testamento «la palabra “esperanza”
está íntimamente unida a la palabra “fe”.
- “La fe no es solamente un tender de la
persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía
totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo
de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye
para nosotros una ‘prueba’ de lo que aún no se ve. Ésta atrae al
futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el
puro ‘todavía-no’. El hecho de que este futuro exista cambia el
presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así
las realidades futuras repercuten en las presentes y las
presentes en las futuras”.
- “Es el momento de preguntarnos ahora de
manera explícita: la fe cristiana ¿es también para nosotros
ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? ¿Es
para nosotros ‘performativa’, un mensaje que plasma de modo
nuevo la vida misma, o es ya sólo ‘información’ que, mientras
tanto, hemos dejado arrinconada y nos parece superada por
informaciones más recientes?”
Vida Eterna
- “tal vez muchas personas rechazan hoy la fe
simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable...
"Eterno" suscita en nosotros la idea de lo interminable, y eso
nos da miedo; vida nos hace pensar en la vida que conocemos, que
amamos y que no queremos perder, pero que a la vez es con
frecuencia más fatiga que satisfacción, de modo que, mientras
por un lado la deseamos, por otro no la queremos”.
- Para entender mejor la "vida eterna": “tratar
de salir con nuestro pensamiento de la temporalidad a la que
estamos sujetos y augurar de algún modo que la eternidad no sea
un continuo sucederse de días del calendario, sino como el
momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos
abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el momento del
sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo
–el antes y el después– ya no existe.”
-
“Podemos únicamente tratar de
pensar que este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse
siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos
desbordados simplemente por la alegría. En el Evangelio de Juan,
Jesús lo expresa así: ‘Volveré a veros y se alegrará vuestro
corazón y nadie os quitará vuestra alegría’ (16, 22). Tenemos
que pensar en esta línea si queremos entender el objetivo de la
esperanza cristiana, qué es lo que esperamos de la fe, de
nuestro ser con Cristo”.
Esperanza
- La esperanza es un don que cambia la vida
de quien lo recibe, como demuestra la experiencia de muchos
santos y santas.
- La esperanza «Consiste en el conocimiento
de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y
misericordioso». Esta esperanza es nuestra salvación.
- Jesús nos ha revelado el rostro de un Dios
tan grande en el amor que nos ha dado una esperanza
inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede resquebrajar,
pues la vida de quien confía en este Padre se abre a la
perspectiva de la felicidad eterna».
-
Jesús es nuestra esperanza: más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud y que por ello
transforma desde dentro la vida y el mundo.
-
La esperanza crece con la
oración, la acción, el sufrimiento y el Juicio de Dios.
Distorsión actual
de la esperanza
- Ponemos la esperanza no en Dios sino en el
hombre.
- "Ahora, esta ‘redención’, el restablecimiento
del ‘paraíso’ perdido, ya no se espera de la fe, sino de la
correlación recién descubierta entre ciencia y praxis!”.
- “Ahora se llama: fe en el progreso”. La
esperanza de un mundo perfecto que parecía poder alcanzarse
gracias a la ciencia y a una política fundada científicamente.
- "el desarrollo de la ciencia moderna
ha confinado cada vez más la fe y la esperanza a la esfera
privada e individual de manera que aparece de forma evidente y
en ocasiones dramática, que el hombre y el mundo tienen
necesidad de Dios --¡del verdadero Dios!--, pues de lo contrario
quedarían privados de esperanza".
- «La ciencia sin duda contribuye al bien de
la humanidad, pero no es capaz de redimirla. El hombre es
redimido por el amor, que hace que la vida personal y social se
convierta en buena y hermosa»
- «Por este motivo la gran esperanza, la que es
plena y definitiva, está garantizada por Dios, que en Jesús nos
ha visitado y nos ha donado la vida, y en Él volverá al final de
los tiempos»
- «Es en Cristo que esperamos, ¡es Él a quien
esperamos!».
- Hay que vivir esta esperanza con «obras de
caridad, pues la esperanza, como la fe, se demuestra con el
amor».
- “No es la ciencia la que redime al hombre.
El hombre es redimido por el amor”
Un examen de nuestra época
- “una autocrítica de la edad moderna en
diálogo con el cristianismo y con su concepción de la
esperanza”. En este diálogo, los cristianos tienen que “aprender
de nuevo en qué consiste realmente su esperanza, qué tienen que
ofrecer al mundo y qué es, por el contrario, lo que no pueden
ofrecerle”.
- “también una autocrítica del cristianismo
moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a
partir de sus propias raíces”.
Marx en la encíclica
Marx “Olvidó que el hombre es
siempre hombre. Olvidó al hombre y olvidó su libertad. Olvidó que la
libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una
vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero
error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el
producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo
desde fuera, creando condiciones económicas favorables”.
Kant en la encíclica
- “si el progreso técnico no se corresponde con
un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento
del hombre interior, no es un progreso sino una amenaza para el
hombre y para el mundo”.
SPE SALVI:
ENCICLICA DEL PAPA SOBRE LA ESPERANZA CRISTIANA Fuente:
30 NOV 2007 (VIS)
"Spe salvi", la
segunda encíclica de Benedicto XVI, está dedicada a la
esperanza
cristiana. El texto consta de una introducción y ocho capítulos y
se abre con el pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos 8,24: SPE
SALVI facti sumus (en esperanza fuimos salvados).
«Porque nuestra salvación es
en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo
es posible esperar una cosa que se ve?».
Títulos de los capítulos: "La fe es esperanza"; "El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y
en la Iglesia primitiva"; "La vida eterna - ¿qué es?"; "¿Es individualista la esperanza cristiana?"; "La transformación de la fe-esperanza cristiana en el tiempo
moderno"; "La verdadera fisonomía de la esperanza cristiana"; "Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza: I) La oración como escuela de la esperanza; II) El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza; III) El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza; "María, estrella de la esperanza"
"Según la fe cristiana, -explica el Papa en la introducción- la
redención, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos
ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la
esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar
nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se
puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar
seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el
esfuerzo del camino".
Por lo tanto, "elemento distintivo de los cristianos" es "el hecho
de que ellos tienen un futuro, (...) saben (...) que su vida, en
conjunto, no acaba en el vacío. (...) El Evangelio no es solamente
una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación
que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo,
del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza
vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva".
"Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa
recibir esperanza", explica el Santo Padre. Es algo que entendieron
muy bien los Efesios, que antes del encuentro con Dios tenían muchos
dioses pero "estaban sin esperanza, (...) sin Dios". El problema
para los que vivimos siempre con el concepto cristiano de Dios,
subraya el Santo Padre, es el estar acostumbrados al Evangelio: "el
tener esperanza, que proviene del encuentro real con (...) Dios,
resulta ya casi imperceptible".
El Papa recuerda que Jesús no traía "un mensaje
socio-revolucionario" como el de Espartaco y "no era un combatiente
por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá". Lo que
Jesús había traído "era algo totalmente diverso: (...) el encuentro
con el Dios vivo, (...) el encuentro con una esperanza más fuerte
que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transforma
desde dentro la vida y el mundo", "aunque las estructuras externas
permanecieran igual".
Cristo nos hace libres verdaderamente: "No somos esclavos del
universo" y "de las leyes y de la casualidad de la materia". (...)
Somos libres porque "el cielo no está vacío", porque el Señor del
universo es Dios, que "en Jesús se ha revelado como Amor".
Cristo es el "verdadero filósofo" que nos dice "quien es en realidad
el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre". "Él
indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz
de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida". Y nos ofrece
una esperanza que es al mismo tiempo espera y presencia: porque "el
hecho de que este futuro exista cambia el presente".
El Papa observa que "tal vez muchas personas rechazan hoy la fe
simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. (...)
"La crisis actual de la fe -prosigue- es sobre todo una crisis de la
esperanza cristiana". "El restablecimiento del "paraíso" perdido, ya
no se espera de la fe" sino de los progresos técnicos y científicos,
de los que surgirá "el reino del hombre". La esperanza se transforma
de ese modo en "fe en el progreso" asentada sobre dos columnas: la
razón y la libertad, que parecen garantizar de por sí, en virtud de
su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta".
"Hay dos etapas esenciales de la concreción política de esta
esperanza" -prosigue Benedicto XVI-: la Revolución francesa y la
marxista. Ante la evolución de la Revolución francesa "la Europa de
la Ilustración (...) ha tenido que reflexionar (...) de manera nueva
sobre la razón y la libertad". Por otra parte, la revolución
proletaria "ha dejado tras de sí una destrucción desoladora". El
error fundamental de Marx ha sido éste: "Ha olvidado al hombre y ha
olvidado su libertad. (...) Creyó que, una vez solucionada la
economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el
materialismo". "Digámoslo ahora de manera muy sencilla -escribe el
Papa- el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin
esperanza". "El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el
exterior. (...) El hombre es redimido por el amor". Un amor
incondicional, absoluto: "La verdadera, la gran esperanza del hombre
que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios,
el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo".
El Papa indica cuatro lugares para aprender y ejercitar la
esperanza. El primero es la oración: "Cuando ya nadie me escucha,
Dios todavía me escucha. (...) Si ya no hay nadie que pueda ayudarme
(...) Él puede ayudarme".
Después de la oración esta el actuar. "La esperanza en sentido
cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza
activa, con la cual luchamos (...) para que el mundo llegue a ser un
poco más luminoso y humano . Y solamente si sé que "mi vida personal
y la historia en su conjunto están custodiados por el poder
indestructible del amor", "puedo esperar ".
También el sufrimiento es un lugar de aprendizaje de la esperanza.
"Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el
sufrimiento", sin embargo "lo que cura al hombre no es esquivar el
sufrimiento (...) sino la capacidad de aceptar la tribulación,
madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con
Cristo, que ha sufrido con amor infinito. (...) Es también
fundamental, saber sufrir con los demás y por los demás. "Una
sociedad que no logra aceptar a los que sufren (...) es una sociedad
cruel e inhumana".
Finalmente, otro lugar para aprender la esperanza es el Juicio de
Dios. (...) Existe la resurrección de la carne. Existe una justicia.
Existe la "revocación" del sufrimiento pasado, la reparación que
restablece el derecho". El Papa se muestra "convencido de que la
cuestión de la justicia es el argumento esencial, o en todo caso, el
argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna". Es
imposible que "la injusticia de la historia sea la última palabra.
(...) Pero en su justicia está también la gracia". "La gracia no
excluye la justicia... Al final, los malvados, en el banquete
eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las
víctimas, como si no hubiera pasado nada".
ENC/SPE SALVI/... VIS 071130 (1190)
El cardenal Cottier
Afirmó que "la esperanza cristiana ha
sido objeto de una crítica cada vez más dura: sería puro
individualismo; abandonando el mundo a su miseria, el cristiano se
habría refugiado en una salvación eterna solo privada".
Existe una pregunta, continuó, "que no se puede eludir: ¿cómo puede
haber nacido la idea de que, con el cristianismo, la búsqueda de la
salvación fuese una búsqueda egoísta que rechaza el servicio de los
demás".
Nuevos problemas "tienen una incidencia determinante para la crisis
moderna de la fe y de la esperanza cristianas. De este modo, emerge
una nueva forma de esperanza que se llama fe en el progreso,
orientada hacia un mundo nuevo, el mundo del reino del ser humano".
El purpurado señaló que "la fe en el progreso como tal se ha
convertido en la convicción dominante de la modernidad. Existen dos
categorías que ocupan el centro de la idea del progreso: la razón y
la libertad". Así, subrayó que "la razón es considerada un poder del
bien y para el bien; y el progreso se orienta hacia la libertad
perfecta, una vez despojado de todas las dependencias. En esta
perspectiva, la libertad se presenta como promesa de plenitud de la
realización del ser humano".
Tras poner de relieve "la crisis de la esperanza cristiana en la
cultura moderna y su sustitución por la fe en el progreso", el
cardenal Cottier afirmó que "suena de nuevo con insistencia la
pregunta: "¿Qué podemos esperar? Los números 22-23 del documento
-dijo- tienen una importancia decisiva en este contexto. Nos dicen
el motivo esencial de la encíclica desde el punto de vista tanto
pastoral como cultural".
El cardenal Vanhoye
Afirmó que la encíclica, en su
introducción, "muestra la importancia decisiva de la esperanza, que
se pondrá de relieve en otras ocasiones. Para poder afrontar el
presente con todos sus problemas y sus dificultades, tenemos
necesidad de una esperanza realmente válida y sólida".
Refiriéndose al tema de la vida eterna (números 10-12), "el Santo
Padre -continuó el purpurado- expresa con vivo realismo la
mentalidad actual de muchas personas. La vida eterna es el objeto de
la esperanza. Pero a muchas personas, hoy, "la vida eterna no les
parece algo deseable. No quieren la vida eterna, sino la presente.
(...) Se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir
siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al
final insoportable".
El cardenal Vanhoye dijo que la segunda parte de la encíclica
describe "los lugares de aprendizaje y del ejercicio de la
esperanza" y concierne, por tanto, y en modo concreto, a la vida
cristiana. Se distinguen tres "lugares": I. La oración como escuela
de la esperanza; II. El actuar y el sufrir como lugares de
aprendizaje de la esperanza; III. El Juicio como lugar de
aprendizaje y ejercicio de la esperanza".
La encíclica presenta "el Juicio Final de Dios como lugar de
aprendizaje y de ejercicio de la esperanza en un sentido
evidentemente distinto de los lugares precedentes, porque el Juicio
final no es una realidad presente como son las oraciones y los
sufrimientos. El Juicio final suscita, sin embargo, la esperanza,
porque eliminará el mal. Aquí la encíclica ofrece -concluyó-
reflexiones profundas sobre el terrible problema del mal y de la
justicia".
OP/ENCICLICA SPE SALVI/COTTIER:VANHOYE VIS 071130 (600)
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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