Carta Apostólica, Juan Pablo II
"El Rápido Desarrollo"
A LOS RESPONSABLES DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
24 Enero, 2005
...EN SÍNTESIS
"También el mundo de los medios de comunicación necesita la
redención de Cristo"
"Para analizar, con los ojos de la fe, los procesos y el valor
de las comunicaciones sociales resulta de indudable utilidad la
profundización de la Sagrada Escritura, la cual se presenta como
un «gran código» de comunicación de un mensaje no efímero y
ocasional, sino fundamental en razón de su valor salvífico".
"La historia de la salvación narra y documenta la comunicación
de Dios con el hombre, comunicación que utiliza todas las formas
y modalidades del comunicar. El ser humano ha sido creado a
imagen y semejanza de Dios para acoger la revelación divina y
para entablar un diálogo de amor con Él"
"A causa del pecado, esta capacidad de diálogo ha sido alterada,
sea a escala personal o social, y los hombres han hecho y
continúan haciendo la amarga experiencia de la incomprensión y
de la lejanía. Sin embargo Dios no los ha abandonado y les ha
enviado a su mismo Hijo. En el Verbo hecho carne el evento
comunicativo asume su máxima dimensión salvífica: de este modo
se entrega al hombre, en el Espíritu Santo, la capacidad de
recibir la salvación y de anunciarla y testimoniarla a sus
hermanos"
"La comunicación entre Dios y la humanidad ha alcanzado por
tanto su perfección en el Verbo hecho carne. El acto de amor a
través del cual Dios se revela, unido a la respuesta de fe de la
humanidad, genera un diálogo fecundo"
"Precisamente por esto al hacer nuestra, en cierto modo, la
petición de los discípulos "enséñanos a orar", podemos pedirle
al Señor que nos guíe para entender cómo comunicarnos con Dios y
con los hombres a través de los maravillosos instrumentos de la
comunicación social"
"los medios de comunicación social se revelan como una
oportunidad providencial para llegar a los hombres en cualquier
latitud, superando las barreras de tiempo, de espacio y de
lengua, formulando en las más diversas modalidades los
contenidos de la fe y ofreciendo a quien busca lugares seguros
que permitan entrar en diálogo con el misterio de Dios revelado
plenamente en Cristo Jesús".
Hay "un momento culminante en el cual la comunicación se hace
comunión plena: es el encuentro eucarístico".
"Reconociendo a Jesús en la "fracción del pan", los creyentes se
sienten impulsados a anunciar su muerte y resurrección y a
volverse valientes y gozosos testigos de su Reino".
"Gracias a la Redención, la capacidad comunicativa de los
creyentes se ha sanado y renovado. El encuentro con Cristo los
transforma en criaturas nuevas, les permite pasar a formar parte
de ese pueblo que Él ha conquistado con su sangre muriendo sobre
la Cruz, y les introduce en la vida íntima de la Trinidad, que
es comunicación continua y circular de amor perfecto e infinito
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo".
"la comunicación penetra las dimensiones esenciales de la
Iglesia, llamada a anunciar a todos el gozoso mensaje de la
salvación. Por esto, ella asume las oportunidades ofrecidas por
los instrumentos de la comunicación social como caminos
ofrecidos providencialmente por Dios en nuestros días para
acrecentar la comunión y hacer más incisivo el anuncio".
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1. Un signo del progreso que experimenta la sociedad actual consiste,
sin duda, en el rápido desarrollo de las tecnologías en el campo de los
medios de comunicación. Al contemplar estas novedades en continua
evolución resulta aún más actual cuanto se lee en el Decreto del
Concilio Ecuménico Vaticano II Inter mirifica promulgado por mi
predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, el 4 de diciembre de 1963:
"Entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre todo en
nuestros tiempos, ha extraído el ingenio humano, con la ayuda de Dios,
de las cosas creadas, la Madre Iglesia acoge y fomenta con peculiar
solicitud aquellos que miran principalmente al espíritu humano y han
abierto nuevos caminos para comunicar, con extraordinaria facilidad,
todo tipo de noticias, ideas y doctrinas"[1].
I. Un
camino fecundo trazado por el Decreto Inter mirifica
2. Transcurridos más de cuarenta años desde la publicación de aquel
documento, se hace oportuna una nueva reflexión sobre los "desafíos" que
las comunicaciones sociales plantean a la Iglesia, la cual, como indicó
Pablo VI, "se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos
medios"[2]. De hecho, la Iglesia no ha de contemplar tan sólo el uso de
estos medios de comunicación para difundir el Evangelio sino, hoy más
que nunca, para integrar el mensaje salvífico en la 'nueva cultura' que
precisamente los mismos medios crean y amplifican. La Iglesia advierte
que el uso de las técnicas y de las tecnologías de la comunicación
contemporánea es parte integrante de su propia misión en el tercer
milenio.
Movida por
esta conciencia, la comunidad cristiana ha dado pasos significativos en
el uso de los medios de comunicación para la información religiosa, para
la evangelización y la catequesis, para la formación de los agentes de
pastoral en este sector y para la educación de una madura
responsabilidad de los usuarios y destinatarios de los mismos
instrumentos de la comunicación.
3. Los
desafíos para la nueva evangelización, en un mundo rico en potencialidad
comunicativa como el nuestro, son múltiples. Al tomar en cuenta esta
realidad he querido subrayar, en la Carta encíclica Redemptoris missio,
que el mundo de la comunicación es el primer areópago del tiempo
moderno, capaz de unificar a la humanidad transformándola, como suele
decirse, en "una aldea global". Los medios de comunicación social han
alcanzado importancia hasta el punto de que son para muchos el principal
instrumento de guía e inspiración para su comportamiento individual,
familiar y social. Se trata de un problema complejo, ya que tal cultura,
antes que de "los contenidos", nace del hecho mismo de la existencia de
nuevos modos de comunicar, dotados de técnicas y lenguajes inéditos.
Vivimos en
una época de comunicación global, en que muchos momentos de la
existencia humana se articulan a través de procesos mediáticos o por lo
menos deben confrontarse con ellos. Me limito a recordar la formación de
la personalidad y de la conciencia, la interpretación y la
estructuración de lazos afectivos, la articulación de las fases
educativas y formativas, la elaboración y la difusión de fenómenos
culturales, el desarrollo de la vida social, política y económica.
En una visión orgánica y correcta del desarrollo del ser humano, los
medios de comunicación pueden y deben promover la justicia y la
solidaridad, refiriendo los acontecimientos de modo cuidadoso y
verdadero, analizando completamente las situaciones y los problemas, y
dando voz a las diversas opiniones. Los criterios supremos de la verdad
la justicia en el ejercicio maduro de la libertad y de la
responsabilidad, constituyen el horizonte dentro el cual se sitúa una
auténtica deontología en el aprovechamiento de los modernos y potentes
medios de comunicación social.
II.
Discernimiento evangélico y compromiso misionero
4. También el mundo de los medios de comunicación necesita la redención
de Cristo. Para analizar, con los ojos de la fe, los procesos y el valor
de las comunicaciones sociales resulta de indudable utilidad la
profundización de la Sagrada Escritura, la cual se presenta como un
"gran código" de comunicación de un mensaje no efímero y ocasional, sino
fundamental en razón de su valor salvífico.
La historia
de la salvación narra y documenta la comunicación de Dios con el hombre,
comunicación que utiliza todas las formas y modalidades del comunicar.
El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios ara acoger la
revelación divina y para entablar un diálogo de amor con Él. A causa del
pecado, esta capacidad de diálogo ha sido alterada, sea a escala
personal o social, y los hombres han hecho y continúan haciendo la
amarga experiencia de la incomprensión y de la lejanía. Sin embargo Dios
no los ha abandonado y les ha enviado a su mismo Hijo (cf. Mc 12, 1-11).
En el Verbo hecho carne el evento comunicativo asume su máxima imensión
salvífica: de este modo se entrega al hombre, en el Espíritu Santo, la
capacidad de recibir la salvación y de anunciarla y testimoniarla a sus
hermanos.
5. La
comunicación entre Dios y la humanidad ha alcanzado por tanto su
perfección en el Verbo hecho carne. El acto de amor a través del cual
Dios se revela, unido a la respuesta de fe de la humanidad, genera un
diálogo fecundo. Precisamente por esto al hacer nuestra, en cierto modo,
la petición de los discípulos "enséñanos a orar" (Lc 11, 1), podemos
pedirle al Señor que nos guíe para entender cómo comunicarnos con Dios y
con los hombres a través de los maravillosos instrumentos de la
comunicación social. Reconducidos al horizonte de tal comunicación
última y decisiva, los medios de comunicación social se revelan como una
oportunidad providencial para llegar a los hombres en cualquier latitud,
superando las barreras de tiempo, de espacio y de lengua, formulando en
las más diversas modalidades los contenidos de la fe y ofreciendo a
quien busca lugares seguros que permitan entrar en diálogo con el
misterio de Dios revelado plenamente en Cristo Jesús.
El Verbo
encarnado nos ha dejado el ejemplo de cómo comunicarnos con el Padre y
con los hombres, sea viviendo momentos de silencio y de recogimiento,
sea predicando en todo lugar y con todos los lenguajes posibles. Él
explica las Escrituras, se expresa en parábolas, dialoga en la intimidad
de las casas, habla en las plazas, en las calles, en las orillas del
lago, sobre las cimas de los montes. El encuentro personal con Él no
deja indiferente, al contrario, estimula a imitarlo: "Lo que yo os digo
en la oscuridad, decidlo vosotros a plena la luz; y lo que os digo al
oído, proclamadlo desde los terrados" (Mt 10, 27).
Hay después un momento culminante en el cual la comunicación se hace
comunión plena: es el encuentro eucarístico. Reconociendo a Jesús en la
"fracción del pan" (cf. Lc 24, 30-31), los
creyentes se sienten impulsados a anunciar su muerte y resurrección y a
volverse valientes y gozosos testigos de su Reino (cf. Lc 24, 35).
6. Gracias a
la Redención, la capacidad comunicativa de los creyentes se ha sanado y
renovado. El encuentro con Cristo los transforma en criaturas nuevas,
les permite entrar a formar parte de aquel pueblo que Él ha conquistado
con su sangre muriendo sobre la Cruz, y los introduce en la vida íntima
de la Trinidad, que es comunicación continua y circular de amor perfecto
e infinito entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La
comunicación penetra las dimensiones esenciales de la Iglesia, llamada a
anunciar a todos el gozoso mensaje de la salvación. Por esto, ella asume
las oportunidades ofrecidas por los instrumentos de la comunicación
social como caminos ofrecidos providencialmente por Dios en nuestros
días para acrecentar la comunión y hacer más incisivo el anuncio[3]. Los
medios de comunicación permiten manifestar el carácter universal del
Pueblo de Dios, favoreciendo un intercambio más intenso e inmediato
entre las Iglesias locales y alimentando el recíproco conocimiento y
colaboración.
III.
Cambio de mentalidad y renovación pastoral
7. En los
medios de comunicación la Iglesia encuentra un apoyo excelente para
difundir el Evangelio y los valores religiosos, para promover el diálogo
y la cooperación ecuménica e interreligiosa, así como para defender
aquellos sólidos principios indispensables para la construcción de una
sociedad respetuosa de la dignidad de la persona humana y atenta al bien
común. Asimismo la Iglesia los emplea con gusto para la propia
información y para dilatar los confines de la evangelización, de la
catequesis y de la formación, en la conciencia de que su utilización da
respuesta al mandato del Señor: "Id por todo el mundo y proclamad la
Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16, 15).
Misión
ciertamente no fácil en nuestra época, en la cual se ha difundido en
muchos la convicción de que el tiempo de las certezas ha pasado
irremediablemente: el hombre debería aprender a vivir en un horizonte de
total ausencia de sentido, en busca de lo provisorio y de lo fugaz[4].
En este contexto, los instrumentos de comunicación pueden ser usados
"para proclamar el Evangelio o para reducirlo al silencio en los
corazones de los hombres"[5]. Esto representa un serio reto para los
creyentes, sobre todo para los padres, familias y para cuantos son
responsables de la formación de la infancia y de la juventud. Es
oportuno que, con prudencia y sabiduría pastoral, se fomente en las
comunidades eclesiales la dedicación al trabajo en el campo de la
comunicación, y así contar con profesionales capaces de un diálogo
eficaz con el vasto mundo mediático.
8. Valorizar
los medios de comunicación no es sólo tarea de "entendidos" del sector,
sino también de toda la comunidad eclesial. Si, como se ha dicho antes,
las comunicaciones sociales comprenden todos los ámbitos de la expresión
de la fe, es la vida cristiana en conjunto la que debe tener en cuenta
la cultura mediática en la que vivimos: desde la liturgia, suprema y
fundamental expresión de la comunicación con Dios y con los hermanos, a
la catequesis que no puede prescindir del hecho de dirigirse a sujetos
influenciados por el lenguaje y la cultura contemporáneos.
El fenómeno
actual de las comunicaciones sociales impulsa a la Iglesia a una suerte
de "conversión" pastoral y cultural para estar en grado de afrontar de
manera adecuada el cambio de época que estamos viviendo. De esta
exigencia se deben hacer intérpretes, sobre todo, los Pastores: es
importante trabajar para que el anuncio del Evangelio se haga de modo
incisivo, que estimule la escucha y favorezca la acogida[6]. En sintonía
con los Pastores deben obrar todos los organismos de consejo y de
coordinación de modo que, en su campo específico, se identifiquen las
líneas pastorales más adecuadas para una eficaz acción misionera. Las
personas consagradas, según su propio carisma, tienen una especial
responsabilidad en este campo de las comunicaciones sociales. Una vez
formadas espiritual y profesionalmente, "presten de buen grado sus
servicios, según las oportunidades pastorales [.] para que se eviten, de
una parte, los daños provocados por un uso adulterado de los medios y,
de otra, se promueva una mejor calidad de las transmisiones, con
mensajes respetuosos de la ley moral y ricos en valores humanos y
cristianos."[7].
9. Al tener
precisamente en cuenta la importancia de los medios de comunicación,
hace ya quince años que juzgué insuficiente dejarlos a la iniciativa
individual o de grupos pequeños y sugerí que se insertaran con claridad
en la programación pastoral[8]. Las nuevas tecnologías, en especial,
crean nuevas oportunidades para una comunicación entendida como servicio
al gobierno pastoral y a la organización de las diversas tareas de la
comunidad cristiana. Piénsese, por ejemplo, en Internet: no sólo
proporciona recursos para una mayor información, sino que también
habitúa a las personas a una comunicación interactiva[9]. Muchos
cristianos ya están usando este nuevo instrumento de modo creativo,
explorando las potencialidades para la evangelización, para la
educación, para la comunicación interna, para la administración y el
gobierno. Junto a Internet se van utilizando nuevos medios y verificando
nuevas formas de utilizar los instrumentos tradicionales. Los
periódicos, las revistas, las publicaciones varias, la televisión y la
radio católicos siguen siendo, todavía hoy, indispensables en el
panorama completo de las comunicaciones eclesiales.
Los
contenidos -que, naturalmente, se deben adaptar a las necesidades de los
diversos grupos-, tendrán siempre por objeto hacer a las personas
conscientes de la dimensión ética y moral de la información[10]. Del
mismo modo, es importante garantizar la formación y la atención pastoral
de los profesionales de la comunicación. Con frecuencia estas personas
se encuentran ante presiones particulares y dilemas éticos que emergen
del trabajo cotidiano; muchos de ellos "están sinceramente deseosos de
saber y de practicar lo que es justo en el campo ético y moral" y
esperan de la Iglesia orientación y apoyo[11].
IV.
Los medios de comunicación, encrucijada de las grandes cuestiones
sociales
10. La
Iglesia, que en razón del mensaje de salvación confiado por su Señor es
maestra de humanidad, siente el deber de ofrecer su propia contribución
para una mejor comprensión de las perspectivas y de las
responsabilidades ligadas al actual desarrollo de las comunicaciones
sociales. Precisamente porque influyen sobre la conciencia de los
individuos, conforman la mentalidad y determinan la visión de las cosas,
es necesario insistir de manera clara y fuerte que los instrumentos de
la comunicación social constituyen un patrimonio que se debe tutelar y
promover. Es necesario que las comunicaciones sociales entren en un
cuadro de derechos y deberes orgánicamente estructurados, sea desde el
punto de vista de la formación y responsabilidad ética, cuanto de la
referencia a las leyes y a las competencias institucionales.
El positivo
desarrollo de los medios de comunicación al servicio del bien común es
una responsabilidad de todos y de cada uno[12]. Debido a los fuertes
vínculos que los medios de comunicación tienen con la economía, la
política y la cultura, es necesario un sistema de gestión que esté en
grado de salvaguardar la centralidad y la dignidad de la persona, el
primado de la familia, célula fundamental de la sociedad, y a correcta
relación entre las diversas instancias.
11. Se
imponen algunas decisiones que se pueden sintetizar en tres opciones
fundamentales: formación, participación, diálogo.
En primer
lugar es necesaria una vasta obra formativa para que los medios de
comunicación sean conocidos y usados de manera consciente y apropiada.
Los nuevos lenguajes introducidos por ellos modifican los procesos de
aprendizaje y la cualidad de las relaciones interpersonales, por lo
cual, sin una adecuada formación se corre el riesgo de que en vez de
estar al servicio de las personas, las instrumentalicen y las
condicionen gravemente. Esto vale, de manera especial, para los jóvenes
que manifiestan una natural propensión a las innovaciones tecnológicas y
que, por eso mismo, tienen una mayor necesidad de ser educados en el uso
responsable y crítico de los medios de comunicación.
En segundo
lugar, quisiera dirigir la atención sobre el acceso a los medios de
comunicación y sobre la participación responsable en la gestión de los
mismos. Si las comunicaciones sociales son un bien destinado a toda la
humanidad, se deben encontrar formas siempre actualizadas para
garantizar el pluralismo y para hacer posible una verdadera
participación de todos en su gestión, incluso a través de oportunas
medidas legislativas. Es necesario hacer crecer la cultura de la
corresponsabilidad.
Por último,
no se debe olvidar las grandes potencialidades que los medios de
comunicación tienen para favorecer el diálogo convirtiéndose en
vehículos de conocimiento recíproco, de solidaridad y de paz. Dichos
medios constituyen un poderoso recurso positivo si se ponen al servicio
de la comprensión entre los pueblos y, en cambio, un "arma" destructiva,
si se usan para alimentar injusticias y conflictos. De manera profética,
mi predecesor el beato Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris,
había ya puesto en guardia a la humanidad sobre tales potenciales
riesgos[13].
12. Suscita
un gran interés la reflexión sobre la participación "de la opinión
pública en la Iglesia" y "de la Iglesia en la opinión pública". Mi
predecesor Pío XII, de feliz memoria, al encontrarse con los editores de
los periódicos católicos les decía que algo faltaría en vida de la
Iglesia si no existiese la opinión pública. Este mismo concepto ha sido
confirmado en otras circunstancias[14], en el código de derecho
canónico, bajo determinadas condiciones, se reconoce el derecho a
expresar la propia opinión[15]. Si es cierto que las verdades de fe no
están abiertas a interpretaciones arbitrarias y el respeto por los
derechos de los otros crea límites intrínsecos a las expresiones de las
propias valoraciones, no es menos cierto que existe en otros campos,
entre los católicos, un amplio espacio para el intercambio de opiniones,
en un diálogo respetuoso de la justicia y de la prudencia.
Tanto la
comunicación en el seno de la comunidad eclesial, como la de Iglesia con
el mundo, exigen transparencia y un modo nuevo de afrontar las
cuestiones referentes al universo de los medios de comunicación. Tal
comunicación debe tender a un diálogo constructivo para promover en la
comunidad cristiana una opinión pública rectamente informada y capaz de
discernir. La Iglesia, al igual que otras instituciones o grupos, tiene
la necesidad y el derecho de dar a conocer las propias actividades pero
al mismo tiempo, cuando sea necesario, debe poder garantizar una
adecuada reserva, sin que ello perjudique una comunicación puntual y
suficiente de los hechos eclesiales. Es éste uno de los campos donde se
requiere una mayor colaboración entre fieles laicos y pastores ya que,
como subraya oportunamente el Concilio, "de este trato familiar entre
los laicos y pastores son de esperar muchos bienes para la Iglesia,
porque así se robustece en los seglares el sentido de su propia
responsabilidad, se fomenta el entusiasmo y se asocian con mayor
facilidad las fuerzas de los fieles a la obra de los pastores. Pues
estos últimos, ayudados por la experiencia de los laicos, pueden juzgar
con mayor precisión y aptitud tanto los asuntos espirituales como los
temporales, de suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus
miembros, pueda cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida
del mundo"[16].
V.
Comunicar con la fuerza del Espíritu Santo
13. El gran
reto para los creyentes y para las personas de buena voluntad en nuestro
tiempo es el de mantener una comunicación verdadera y libre, que
contribuya a consolidar el progreso integral del mundo. A todos se les
pide saber cultivar un atento discernimiento y una constante vigilancia,
madurando una sana capacidad crítica ante la fuerza persuasiva de los
medios de comunicación.
También en
este campo los creyentes en Cristo saben que pueden contar con la ayuda
del Espíritu Santo. Ayuda aún más necesaria si se considera cuan grandes
pueden ser las dificultades intrínsecas a la comunicación, tanto a causa
de las ideologías, del deseo de ganancias y de poder, de las rivalidades
y de los conflictos entre individuos y grupos, como a causa de la
fragilidad humana y de los males sociales. Las modernas tecnologías
hacen que crezca de manera impresionante la velocidad, la cantidad y el
alcance de la comunicación, pero no favorecen del mismo modo el frágil
intercambio entre mente y mente, entre corazón y corazón, que debe
caracterizar toda comunicación al servicio de la solidaridad y del amor.
En la
historia de la salvación Cristo se nos ha presentado como "comunicador"
del Padre: "Dios ... en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio
del Hijo" (Heb 1,2). Él, Palabra eterna hecha carne, al comunicarse,
manifiesta siempre respeto hacia aquellos que le escuchan, les enseña la
comprensión de su situación y de sus necesidades, impulsa a la compasión
por sus sufrimientos y a la firme resolución de decirles lo que tienen
necesidad de escuchar, sin imposiciones ni compromisos, engaño o
manipulación. Jesús enseña que la comunicación es un acto moral "El
hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas; el hombre malo, del
tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa que
hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Porque por tus
palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado"
(Mt12,35-37).
14. El
apóstol Pablo ofrece un claro mensaje también para cuantos están
comprometidos en las comunicaciones sociales -políticos, comunicadores
profesionales, espectadores-: " Por lo tanto desechando la mentira,
hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos
de los otros. [.]No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que
sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los
que os escuchan" (Ef 4,25.29).
A los
operadores de la comunicación y especialmente a los creyentes que
trabajan en esteimportante ámbito de la sociedad, aplico la invitación
que desde el inicio de mi ministerio de Pastor de la Iglesia he querido
lanzar al mundo entero: "¡No tengáis miedo!".
¡No tengáis
miedo de las nuevas tecnologías!, ya que están "entre las cosas
maravillosas" -"Inter mirifica"- que Dios ha puesto a nuestra
disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad; también la
verdad sobre nuestra dignidad y sobre nuestro destino de hijos suyos,
herederos del Reino eterno.
No tengáis
miedo de la oposición del mundo! Jesús nos ha asegurado "Yo he vencido
al mundo" (Jn 16,33).
¡No tengáis
miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad! El divino Maestro
ha dicho: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"
(Mt 28,20). Comunicad el mensaje de esperanza, de gracia y de amor de
Cristo, manteniendo siempre viva, en este mundo que pasa, la perspectiva
eterna del cielo, perspectiva que ningún medio de comunicación podrá
alcanzar directamente: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al
corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. "
(1Cor 2,9).
A María, que
nos ha dado el Verbo de vida y ha conservado en su corazón las palabras
que no perecen, encomiendo el camino de la Iglesia en el mundo de hoy.
Que la Virgen Santa nos ayude a comunicar, con todos lo medios, la
belleza y la alegría de la vida en Cristo nuestro Salvador. Desde
el Vaticano, 24 de enero de 2005, memoria de san Francisco de Sales,
patrono de los periodistas.
IOANNES
PAULUS II
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NOTAS
[1] N. 1.
[2] Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975):
AAS 68 (1976), 35.
[3] Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal
Christifideles laici (30 de diciembre de 1998), 18-24: AAS (1989,
421-435; cf. Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales,
Instrucción pastoral Ætatis novæ (22 de febrero de 1992) 10: AAS 84
(1992), 454-455.
[4] Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio (14 de septiembre
de 1998), 91: AAS 91 (1999), 76-77.
[5] Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, Instrucción
pastoral Ætatis novæ (22 de febrero de 1992), 4: AAS 84 (1992), 450.
[6]Cfr Juan Pablo II, Exhort. Ap. Post-sinodal, Pastores gregis, 30:
L'Osservatore Romano, 17 octubre 2003, p.6.
[7]Juan Pablo II, Exhort. Ap. Post-sinodal, Vita consecrata (25
marzo1996), 99: AAS 88 (1996), 476.
[8]Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990), 37:
AAS 83 (1991), 282-286.
[9] Cf. Pont. Consejo para las Comunicaciones Sociales, La Iglesia e
Internet (22 febrero 2002), 6: Ciudad del Vaticano, 2002, pp.13-15.
[10] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Inter mirifica, 15-16; Pont.
Comisión para los Comunicaciones Sociales, Inst. pastoral Communio et
progressio (23 mayo 1971), 107: AAS 63 (1971) 631-632; Pont. Consejo
para las Comunicaciones Sociales, inst. pastoral Ætatis novæ(22 febrero
1992), 18: AAS 84 (1192), 460.
[11]Cf. Ibid., 19: l.c.
[12] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2494.
[13] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 37 jornada mundial de las
comunicaciones sociales (24 enero 2003): L'Osservatore Romano, 25 enero
2003, p. 6.
[14] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Lumen Gentium, 37; Pont. Comisión para las
Comunicaciones Sociales, Inst. pastoral Communio et progressio (23 mayo
1971), 114-117: AAS (1971), 634-635. [15] Can. 212, § 3: "Tienen
el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores
sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y
de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la
fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta
de la utilidad común y de la dignidad de las personas".
[16] Conc. Ecum. Vat. II, Lumen gentium, 37