Carta de Navidad
2001
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
Solo
para uso privado -©
Queridos Hermanos:
"El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande. Los que vivían
en sombras, una luz brilló sobre ellos. Porque una criatura nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío
sobre su hombro y se llamará su nombre: Maravilla de Consejero,
Dios Fuerte, Siempre Padre,
Príncipe de
Paz". (Is 9)
Hoy mas que nunca, este pasaje de las Escrituras necesita ser
meditado: El niño que hace 2000 años vino al mundo para
salvarlo, es Príncipe de Paz y el Reino que
El vino a establecer es un reino de amor, paz, justicia, perdón,
reconciliación y servicio abnegado.
El 8 de diciembre de este año, el Santo Padre en la solemnidad de la
Inmaculada pronunció en oración, palabras muy fuertes que merecen
nuestra seria reflexión:
Nubes obscuras se condensan en el horizonte del mundo. La humanidad,
que ha saludado con esperanza la aurora del tercer milenio, siente
ahora que se abate sobre sí la amenaza de
nuevos y desconcertantes conflictos. La paz en el mundo se encuentra
en peligro.
Precisamente por esto nosotros venimos ante ti, Virgen
Inmaculada, para pedirte que obtengas, como
Madre comprensiva y fuerte, que los espíritus, liberados del humo del
odio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a
la paz.
"La paz en el mundo se encuentra en peligro". La paz, que es un don de
Dios al hombre, se encuentra en peligro por que el mismo hombre la
rechaza con sus egoísmos, caprichos, odios,
rivalidades y soberbias. La paz que nos trajo el Salvador es
constantemente puesta en peligro porque nuestros corazones no se han
abierto a la conversión tan necesaria para construirla.
Este don tan precioso requiere que cada uno lo preserve, lo cuide y lo
fomente. La paz es fruto de la oración y la conversión; de la caridad
y de la justicia; del perdón y de la reconciliación. La paz es fruto
de corazones que piensan y actúan movidos por el amor y por el bien
común. ¡Es tan fácil construir o destruir la paz!
En los pequeños
actos de la vida diaria podemos ser instrumentos de paz o de
discordia. Todo lo que necesitamos para ser constructores de una
cultura de paz es decidirnos a hacer todo lo que sea mas noble, mas
caritativo, mas puro, mas justo, mas abnegado.... O sea, en todo y a
todos mostrar el amor de Dios y hacerlo en pequeños actos que vayan
transformando el ambiente y la cultura.
El Santo Padre recientemente nos aseguró:
«La humanidad anhela hoy sobre todo la
alegría de la paz -. Nos corresponde a los
creyentes, con la elocuencia del amor hecho obras, convertirnos cada
día en fermento profético de un mundo
reconciliado por el amor y vivificado por la alegría divina»».
La Santísima Virgen en Fátima a través de la Beata Jacinta, nos dijo
que Jesús había confiado a su Inmaculado Corazón el obtener la paz del
mundo particularmente en estos tiempos tan peligrosos. Ella, como
Madre y Maestra, nos dio los remedios para evitar el mal que destruye
la paz: conversión, penitencia, oración, sacrificios y actos de amor.
Es necesario orar mucho por la paz y además construirla con actos
concretos de caridad, servicio, generosidad, reconciliación y perdón.
Cada uno, como instrumento de la Inmaculada puede romper la cadena de
discordia y violencia, siendo un eslabón que ama hasta el extremo,
olvidándose de si para pensar en el bien de los
demás.
Pedimos al Corazón del Redentor que tanto ha amado a la humanidad sin
escatimar en nada para hacernos partícipes de su Reino de amor y paz,
que en esta Navidad nuestros corazones sean movidos al amor que se
encarna en los pequeños eventos cotidianos, para que así construyamos
una nueva cultura, una nueva civilización de amor, vida, paz y
justicia. Con pequeños gestos de amor a los demás se puede transformar
el mundo... Después de todo: ¡Fue un pequeño niño El que vino a
salvarlo.!
¡Que reine en el mundo el amor de los Dos Corazones!
Madre Adela Galindo
Fundadora SCTJM
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