Oficio de lectura, V jueves del tiempo ordinario
Hasta ver a Cristo formado en vosotros
San Agustín, Obispo
Del comentario sobre la carta a los Gálatas
(Núms. 37.38: PL 35, 2131-2132)
Dice el Apóstol: «Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi
criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales
de la ley. Ya que yo soy como vosotros, es decir, un hombre». A
continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto,
para que no lo tengan por enemigo. Les dice, en efecto: En nada me
ofendisteis, como si dijera: «No penséis que mi intención sea
ofenderos».
En este sentido, les dice también: Hijos míos, para que lo imiten
como a padre. Otra vez me causáis dolores de parto –continúa–,
hasta que Cristo tome forma en vosotros. Esto lo dice más bien en
persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Os tratamos
con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.
Cristo toma forma, por la fe, en el hombre interior del creyente, el
cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de
corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que
reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a este
puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo
consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de
éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo toma
forma en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de
Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.
El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la
medida en que esto es posible. Quien dice que permanece en Cristo
–dice san Juan– debe vivir como vivió él.
Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser
formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede
sorprendernos la afirmación precedente: Otra vez me causáis dolores
de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. A no ser que
entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las
angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que
nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los
peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le
producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores
de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su
plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.
Por consiguiente, cuando dice: Otra vez me causáis dolores de parto,
hasta que Cristo tome forma en vosotros, no se refiere al inicio de
su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y
perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido, habla en otro
lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice:
La carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién
enferma sin que yo enferme?, ¿quién cae sin que a mi me dé fiebre?
Oración:
Vela, Señor, con amor continuo sobre
tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto
su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo.