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Oficio de Lectura, XXI martes del Tiempo Ordinario
Cinco caminos de penitencia
De las homilías de
san Juan Crisóstomo,
obispo
Homilía 2 sobre el diablo tentador, 6
¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de
penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos
ellos conducen al cielo.
El primer camino de penitencia consiste en la
acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás
justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: «Confesaré al Señor mi
culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo,
aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante
el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más
dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre
despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te
acuse ante el tribunal de Dios.
Éste es un primer y óptimo
camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que
consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros
enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las
faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone
aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo
modo de expiar nuestras culpas. Porque
si perdonáis a los demás sus culpas –dice
el Señor–, también vuestro Padre del
cielo os perdonará a vosotros.
¿Quieres conocer un tercer
camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada,
que brota de lo íntimo del corazón.
Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te
diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria
virtualidad.
También, si eres humilde y obras con modestia, en
este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta
aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel
publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en
lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran
peso de sus muchos pecados.
Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia:
primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas
de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto,
la humildad.
No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura
caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta
fácil, y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues, aunque
vivieres en gran penuria, podrías deponer tu ira y mostrarte humilde,
podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es
obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo?
La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de
penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo
los propios bienes —hablo de la limosna—, pues esto lo realizó incluso
aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.
Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas,
decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud,
podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al
encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos
por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor
Jesucristo.
Oración
Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo,
inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus
promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros
corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor
Jesucristo.
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Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús
y María
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