Oficio de lectura, Miércoles
I del tiempo Ordinario
El Padre es conocido por
la manifestación del Hijo
Del tratado de
san Ireneo, obispo,
contra las herejías
Libro 4,6,3.5.6.7
Nadie puede conocer al Padre sin el Verbo de Dios,
esto es, si no se lo revela el Hijo, ni conocer al Hijo sin el
beneplácito del Padre. El Hijo es quien cumple este beneplácito del
Padre; el Padre, en efecto, envía, mientras que el Hijo es enviado y
viene. Y el Padre, aunque invisible e inconmensurable por lo que a
nosotros respecta, es conocido por su Verbo, y, aunque inexplicable,
el mismo Verbo nos lo ha expresado. Recíprocamente, sólo el Padre
conoce a su Verbo; así nos lo ha enseñado el Señor. Y, por esto, el
Hijo nos revela el conocimiento del Padre por la manifestación de sí
mismo, ya que el Padre es conocido por la manifestación del Hijo:
todo es manifestado por obra del Verbo.
Para esto el Padre reveló al Hijo, para darse a
conocer a todos a través de él, y para que todos los que creyesen en
él mereciesen ser recibidos en la incorrupción y en el lugar del
eterno consuelo (porque creer en él es hacer su voluntad).
Ya por el mismo hecho de la creación, el Verbo
revela a Dios creador; por el hecho de la existencia del mundo, al
Señor que lo ha fabricado; por la materia modelada, al Artífice que
la ha modelado y, a través del Hijo, al Padre que lo ha engendrado.
Sobre esto hablan todos de manera semejante, pero no todos creen de
manera semejante. También el Verbo se anunciaba a sí mismo y al
Padre a través de la ley y de los profetas; y todo el pueblo lo oyó
de manera semejante, pero no todos creyeron de manera semejante. Y
el Padre se mostró a sí mismo, hecho visible y palpable en la
persona del Verbo, aunque no todos creyeron por igual en él; sin
embargo, todos vieron al Padre en la persona del Hijo, pues la
realidad invisible que veían en el Hijo era el Padre, y la realidad
visible en la que veían al Padre era el Hijo.
El Hijo, pues, cumpliendo la voluntad del Padre,
lleva a perfección todas las cosas desde el principio hasta el fin,
y sin él nadie puede conocer a Dios. El conocimiento del Padre es el
Hijo, y el conocimiento del Hijo está en poder del Padre y nos lo
comunica por el Hijo. En este sentido decía el Señor:
Nadie conoce al Hijo más
que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar. Las palabras
se lo quiera revelar
no tienen sólo un sentido futuro, como si el Verbo
hubiese empezado a manifestar al Padre al nacer de María, sino que
tienen un sentido general que se aplica a todo tiempo. En efecto, el
Padre es revelado por el Hijo, presente ya desde el comienzo en la
creación, a quienes quiere el Padre, cuando quiere y como quiere el
Padre. Y, por esto, en todas las cosas y a través de todas las
cosas, hay un solo Dios Padre, un solo Verbo, el Hijo, y un solo
Espíritu, como hay también una sola salvación para todos los que
creen en él.