Oficio de lectura, XVII
viernes del tiempo ordinario
Hemos de soportarlo todo por Dios,
a fin de que también él nos soporte a nosotros
(Guía al pastoreo)
San Ignacio de Antioquía
Carta a San
Policarpo de Esmirna
Caps. 1,1 -4, 3
Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de
Dios, a Policarpo, obispo de la Iglesia de Esmirna, o más
bien, puesto él mismo bajo la vigilancia o episcopado de
Dios Padre y del Señor Jesucristo: mi más cordial saludo.
Al comprobar que tu sentir está de acuerdo con Dios y
asentado como sobre roca inconmovible, yo glorifico en gran
manera al Señor por haberme hecho la gracia de ver tu rostro
intachable, del que ojalá me fuese dado gozar siempre en
Dios. Yo te exhorto, por la gracia de que estás revestido, a
que aceleres el paso en tu carrera, y a que exhortes a todos
para que se salven. Desempeña el cargo que ocupas con toda
diligencia corporal y espiritual. Preocúpate de que se
conserve la concordia, que es lo mejor que puede existir.
Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lleva el Señor.
Sopórtalos a todos con espíritu de caridad, como siempre lo
haces. Dedícate continuamente a la oración. Pide mayor
sabiduría de la que tienes. Mantén alerta tu espíritu, pues
el espíritu desconoce el sueño. Háblales a todos al estilo
de Dios. Carga sobre ti, como perfecto atleta, las
enfermedades de todos, Donde mayor es el trabajo, allí hay
rica ganancia.
Si sólo amas a los buenos discípulos, ningún mérito tienes
en ello. El mérito está en que sometas con mansedumbre a los
más perniciosos. No toda herida se cura con el mismo
emplasto. Los accesos de fiebre cálmalos con aplicaciones
húmedas. Sé en todas las cosas sagaz como la serpiente, pero
sencillo en toda ocasión, como la paloma. Por eso,
justamente eres a la vez corporal y espiritual, para que
aquellas cosas que saltan a tu vista las desempeñes
buenamente, y las que no alcanzas a ver ruegues que te sean
manifestadas. De este modo, nada te faltará, sino que
abundarás en todo don de la gracia. Los tiempos requieren de
ti que aspires a alcanzar a Dios, juntamente con los que
tienes encomendados, como el piloto anhela prósperos
vientos, y el navegante, sorprendido por la tormenta,
suspira por el puerto. Sé sobrio, como un atleta de Dios. El
premio es la incorrupción y la vida eterna, de cuya
existencia también tú estás convencido. En todo y por todo
soy una víctima de expiación por ti, así como mis cadenas,
que tú mismo has besado.
Que no te amedrenten los que se dan aires de hombres dignos
de todo crédito y enseñan doctrinas extrañas a la fe. Por tu
parte, mantente firme como un yunque golpeado por el
martillo. Es propio de un grande atleta el ser desollado y,
sin embargo, vencer. Pues ¡cuánto más hemos de soportarlo
todo nosotros por Dios, a fin de que también él nos soporte
a nosotros! Sé todavía más diligente de lo que eres. Date
cabal cuenta de los tiempos. Aguarda al que está por encima
del tiempo, al intemporal, al invisible, que por nosotros se
hizo visible; al impalpable, al impasible, que por nosotros
se hizo pasible; al que en todas las formas posibles sufrió
por nosotros.
Las viudas no han de ser desatendidas. Después del Señor, tú
has de ser quien cuide de ellas. Nada se haga sin tu
conocimiento, y tú, por tu parte, hazlo todo contando con
Dios, como efectivamente lo haces. Mantente firme.
Celébrense reuniones con más frecuencia. Búscalos a todos
por su nombre. No trates altivamente a esclavos y esclavas;
mas tampoco dejes que se engrían, sino que traten, para
gloria de Dios, de mostrarse mejores servidores, a fin de
que alcancen de él una libertad más excelente.