Oficio de
lectura, II Domingo de Pascua
La nueva
creación en Cristo
San Agustín
Sermón en la octava de Pascua 8,1,4
Me
dirijo a vosotros, niños recién nacidos, párvulos en Cristo, nueva
prole de la Iglesia, gracia del Padre, fecundidad de la Madre,
retoño santo, muchedumbre renovada, flor de nuestro honor y fruto de
nuestro trabajo, mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis
firmes en el Señor.
Me
dirijo a vosotros con las palabras del Apóstol:
vestíos del Señor Jesucristo, y que
el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos,
para que os revistáis de la vida que se os ha comunicado en el
sacramento.
Los que os habéis
incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres,
hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
En
esto consiste la fuerza del sacramento: en que es el sacramento de
la vida nueva, que empieza ahora con la remisión de todos los
pecados pasados y que llegara a su plenitud con la resurrección de
los muertos.
Por el bautismo
fuisteis sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo
fue despertado de entre los muertos, así también andéis vosotros en
una vida nueva. Pues ahora, mientras vivís en vuestro
cuerpo mortal, desterrados lejos del Señor, camináis por la fe; pero
tenéis un camino seguro que es Cristo Jesús en cuanto hombre, el
cual es al mismo tiempo el término al que tendéis, quien por
nosotros ha querido hacerse hombre. Él ha reservado una inmensa
dulzura para los que le temen y la manifestará y dará con toda
plenitud a los que esperan en él, una vez que hayamos recibido la
realidad de lo que ahora poseemos sólo en esperanza.
Hoy se cumplen los ocho días de vuestro renacimiento: y hoy se
completa en vosotros el sello de la fe, que entre los antiguos
padres se llevaba a cabo en la circuncisión de la carne a los ocho
días del nacimiento carnal.
Por eso mismo, el Señor al despojarse con su resurrección de la
carne mortal y hacer surgir un cuerpo, no ciertamente distinto, pero
sí inmortal, consagró con su resurrección el domingo, que es el
tercer día después de su pasión y el octavo contado a partir del
sábado; y, al mismo tiempo, el primero.
Por esto, también vosotros,
ya
que habéis resucitado con Cristo –aunque todavía no de
hecho, pero sí ya esperanza cierta, porque habéis recibido el
sacramento de ello y las arras del Espíritu–,
buscad los bienes de allá arriba,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y
vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca
Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis
juntamente con él, en gloria.