Oficio de Lectura,
19 de Septiembre,
San Jenaro,
obispo y mártir
Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros
De los
sermones de san
Agustín, obispo
Sermón 340,1
Desde que se me impuso sobre mis hombros
esta carga, de tanta responsabilidad, me preocupa la
cuestión del honor que ella implica. Lo más temible en este
cargo es el peligro de complacernos más en su aspecto
honorífico que en la utilidad que reporta a vuestra
salvación. Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para
vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy
obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La
condición de obispo connota una obligación, la de cristiano
un don; la primera comporta un peligro, la segunda una
salvación.
Nuestra actividad de obispo es como un mar
agitado y tempestuoso, pero, al recordar de quién es la
sangre con que hemos sido redimidos, este pensamiento nos
hace entrar en puerto seguro y tranquilo; si el cumplimiento
de los deberes propios de nuestro ministerio significa un
trabajo y un esfuerzo, el don de ser cristianos, que
compartimos con vosotros, representa nuestro descanso. Por
lo tanto, si hallo más gusto en el hecho de haber sido
comprado con vosotros que en el de haber sido puesto como
jefe espiritual para vosotros, entonces seré más plenamente
vuestro servidor, tal como manda el Señor, para no ser
ingrato al precio que se ha pagado para que pudiera ser
siervo como vosotros. Debo amar al Redentor, pues sé que
dijo a Pedro: Pedro, ¿me amas? Pastorea mis ovejas.
Y esto por tres veces consecutivas. Se le preguntaba sobre
el amor, y se le imponía una labor; porque cuanto mayor es
el amor, tanto menor es la labor.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que
me ha hecho? Si dijera que le
pago con el hecho de pastorear sus ovejas, olvidaría que
esto lo hago no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
¿Cómo voy a pagarle, si todo lo que hay en mí proviene de él
como de su causa primera? Y, sin embargo, a pesar de que
amamos y pastoreamos sus ovejas por don gratuito suyo,
esperamos una recompensa. ¿Qué explicación tiene esto? ¿Cómo
concuerdan estas dos cosas: «Amo gratuitamente para
pastorear», y: «Pido una recompensa para pastorear»? Esto no
tendría sentido, en modo alguno podríamos esperar una
retribución de aquel a quien amamos por su don gratuito, si
no fuera porque la retribución se identifica con aquel mismo
que es amado. Porque, si pastoreando sus ovejas le pagáramos
el beneficio de la redención, ¿cómo le pagaríamos el
habernos hecho pastores? En efecto, los malos pastores
–quiera Dios que nunca lo seamos– lo son por la maldad
inherente a nuestra condición humana; en cambio, los buenos
–quiera Dios que siempre lo seamos– son tales por la gracia
de Dios, sin la cual no lo serían. Por lo tanto, hermanos
míos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de
Dios. Haced que nuestro ministerio sea provechoso.
Vosotros sois campo de Dios. Recibid al que, con su
actuación exterior, planta y riega, y que da, al mismo
tiempo, desde dentro, el crecimiento. Ayudadnos con vuestras
oraciones y vuestra obediencia, de manera que hallemos más
satisfacción en seros de provecho que en presidiros.
Oración
Tú que nos concedes, Señor, venerar la
memoria de tu mártir san Jenaro, otórganos también la gracia
de gozar de su compañía en el cielo. Por nuestro Señor
Jesucristo.