Oficio de Lectura,
6 de
Octubre,
San Francisco de Asís,
Religioso
Debemos ser sencillos, humildes y puros
De la carta de san
Francisco de Asís, dirigida a todos los fieles
La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno
tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por
boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen
María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil
como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso
elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su
pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre
diciendo: Padre mío, si es posible, que
pase y se aleje de mí ese cáliz.
Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y
la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien
entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí
mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia
sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas,
sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos
sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por él y lo recibamos
con puro corazón y cuerpo casto.
¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor
y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo
como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón
y con mente pura, ya que él nos hace saber cuál es su mayor deseo,
cuando dice: Los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre
en espíritu y verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo
en espíritu y verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y
oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos; porque
debemos orar siempre sin desanimarnos.
Procuremos, además, dar frutos de verdadero
arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos.
Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las
almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden
todo lo que dejan en este mundo tan sólo se llevan consigo el premio
de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales
recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.
No debemos ser sabios y prudentes según la carne,
sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear
estar por encima de los demás, sino, al contrario debemos, a ejemplo
del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura,
movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre
los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el
lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial,
cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres
de nuestro Señor Jesucristo.
Oración
Dios todopoderoso, que otorgaste a san Francisco
de Asís la gracia de asemejarse a Cristo por la humildad y la
pobreza, concédenos caminar tras sus huellas, para que podamos
seguir a tu Hijo y entregarnos a ti con amor jubiloso. Por nuestro
Señor Jesucristo.