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Oficio
de Lectura, 11 de Noviembre,
San Martín de Tours,
Obispo
Martín, pobre y humilde
De las Cartas de Sulpicio Severo
Martín conoció con mucha antelación su muerte y
anunció a sus hermanos la proximidad de la disolución de su cuerpo.
Entretanto, por una determinada circunstancia, tuvo que visitar la
diócesis de Candes. Existía en aquella Iglesia una desavenencia entre
los clérigos, y, deseando él poner paz entre ellos, aunque sabía que se
acercaba su fin, no dudó en ponerse en camino, movido por este deseo,
pensando que si lograba pacificar la Iglesia sería éste un buen colofón
a su vida.
Permaneció por un tiempo en aquella población o
comunidad, donde había establecido su morada. Una vez restablecida la
paz entre los clérigos, cuando ya pensaba regresar a su monasterio, de
repente empezaron a faltarle las fuerzas; llamó entonces a los hermanos
y les indicó que se acercaba el momento de su muerte. Ellos, todos a una,
empezaron a entristecerse y a decirle entre lágrimas:
«¿Por qué nos dejas, padre? ¿A quién nos encomiendas
en nuestra desolación? Invadirán tu grey lobos rapaces; ¿quién nos
defenderá de sus mordeduras, si nos falta el pastor? Sabemos que deseas
estar con Cristo, pero una dilación no hará que se pierda ni disminuya
tu premio; compadécete más bien de nosotros, a quienes dejas».
Entonces él, conmovido por este llanto, lleno como
estaba siempre de entrañas de misericordia en el Señor, se cuenta que
lloró también; y, vuelto al Señor, dijo tan sólo estas palabras en
respuesta al llanto de sus manos:
«Señor, si aún soy necesario a
tu pueblo, no rehuyo el trabajo; hágase tu voluntad».
¡Oh varón digno de toda alabanza, nunca derrotado por
las fatigas ni vencido por la tumba, igualmente dispuesto a lo uno y a
lo otro, que no tembló ante la muerte ni rechazó la vida! Con los ojos y
las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración; y
como los presbíteros, que por entonces habían acudido a él, le rogasen
que aliviara un poco su cuerpo cambiando de posición, les dijo:
«Dejad, hermanos, dejad que
mire al cielo y no a la tierra, y que mi espíritu, a punto ya de
emprender su camino, se dirija al Señor».
Dicho esto, vio al demonio cerca de él, y le dijo:
«¿Por que estás aquí, bestia feroz? Nada hallarás en
mí, malvado; el seno de Abrahán está a punto de acogerme». Con estas
palabras entregó su espíritu al cielo. Martín, lleno de alegría, fue
recibido en el seno de Abrahán; Martín, pobre y humilde, entró en el
cielo, cargado de riquezas.
Oración
Oh Dios, que fuiste glorificado con la vida y la
muerte de tu obispo san Martín de Tours, renueva en nuestros corazones
las maravillas de tu gracia, para que ni la vida ni la muerte puedan
apartarnos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
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Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús
y María
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