Los ingleses han sido revestidos
por la luz de la santa fe
De las cartas de san
Gregorio Magno,
papa
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama
el Señor, porque el grano de trigo
caído en tierra murió, para no reinar él solo en el cielo; por su
muerte vivimos, su debilidad nos conforta, su pasión nos libera de
la nuestra, su amor nos hace buscar en las Islas Británicas hermanos
a quienes no conocemos, y su don nos hace encontrar a quienes
buscábamos sin conocerlos.
¿Quién será capaz de relatar la alegría nacida en
el corazón de todos los fieles al tener noticias de que los
ingleses, por obra de la gracia de Dios y con tu colaboración,
expulsadas las tinieblas de sus errores, han sido revestidos por la
luz de la santa fe; de que con espíritu fidelísimo pisotean los
ídolos a los que antes estaban sometidos por un temor tirano; de que
con puro corazón se someten al Dios omnipotente; de que abandonando
sus malas acciones siguen las normas de la predicación; de que se
someten a los preceptos divinos y se eleva su inteligencia; de que
se humillan en oración hasta la tierra para que su mente no quede en
la tierra? ¿Quién ha podido realizar todo esto sino aquel que dijo:
Mi Padre sigue actuando y yo también actúo?
Para demostrar que no es la sabiduría humana, sino
su propio poder el que convierte al mundo, eligió Dios como
predicadores suyos a hombres incultos, y lo mismo ha hecho en
Inglaterra, realizando obras grandes por medio de instrumentos
débiles. Ante este don divino hay, hermano carísimo, mucho de qué
alegrarse y mucho de qué temer.
Sé bien que el Dios todopoderoso, por tu amor, ha
realizado grandes milagros entre esta gente que ha querido hacerse
suya. Por ello, es preciso que este don del cielo sea para ti al
mismo tiempo causa de gozo en el temor y de temor en el gozo. De
gozo, ciertamente, pues ves cómo el alma de los ingleses es atraída
a la gracia interior por de los milagros exteriores; de temor,
también, para que tu debilidad no caiga en el orgullo al ver los
milagros que se producen, y no vaya a suceder que, mientras se te
rinde un honor externo, la vanagloria te pierda en tu interior.
Debemos recordar que, cuando los discípulos
regresaban gozosos de su misión y dijeron al Señor: Hasta los
demonios se nos someten en tu nombre, él les contestó: No estéis
alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque
vuestros nombres están inscritos en el cielo.
Oración
Señor Dios, que por la predicación de tu obispo
san Agustín de Cantorbery llevaste a los pueblos de Inglaterra la
luz del Evangelio, concédenos que el fruto de su trabajo apostólico
perdure en tu Iglesia con perenne fecundidad. Por nuestro Señor
Jesucristo.