Del oficio de lectura, 4 de Marzo,
San Casimiro
Invirtió su tesoro
según el mandato del Altísimo
De la Vida de san
Casimiro, escrita por un autor casi contemporáneo
La sorprendente, sincera y no engañosa caridad de
Casimiro, por la que amaba ardientemente al Dios todopoderoso en el
Espíritu, impregnaba de tal forma su corazón, que brotaba
espontáneamente hacia su prójimo. No había cosa más agradable y más
deseable para él que repartir sus bienes y entregarse a sí mismo a
los pobres de Cristo, a los peregrinos, enfermos, cautivos y
atribulados.
Para las viudas y huérfanos y necesitados era no
solamente un defensor y un protector, sino que se portaba con ellos
como si fuera su padre, su hijo o su hermano.
Tendríamos que escribir una larga historia si
hubiésemos de contar uno por uno sus actos de amor a Dios y sus
obras de caridad con el prójimo.
Es poco menos que imposible describir su gran amor
por la justicia, su templanza, su prudencia, su fortaleza y
constancia, precisamente en esa edad en la que los hombres suelen
sentir mayor inclinación al mal.
A cada paso exhortaba a su padre, el rey, a
respetar la justicia en el gobierno de la nación y en el de los
pueblos que le estaban sometidos. Y, si alguna vez el rey por
debilidad o negligencia incurría en algún error, no dudaba en
reprochárselo con modestia.
Tomaba como suyas las causas de los pobres y
miserables, por lo que la gente le llamaba «defensor de los pobres».
A pesar de su dignidad de príncipe y de su nobleza de sangre, no
tenía dificultad en tratar con cualquier persona por humilde y
despreciable que pareciera.
Siempre fue su deseo ser contado más bien entre
los pobres de espíritu, de quienes es el reino de los cielos, que
entre los personajes famosos y poderosos de este mundo. No tuvo
ambición del dominio terreno ni quiso nunca recibir la corona que el
padre le ofrecía, por temor de que su alma se viera herida por el
aguijón de las riquezas, que nuestro Señor Jesucristo llamó espinas,
o sufriera el contagio de las cosas terrenas.
Personas de gran autoridad, algunas de las cuales
viven aún y que conocían hasta el fondo su comportamiento, aseguran
que permaneció virgen hasta el fin de sus días.
Oración
Dios todopoderoso, sabemos que servirte es reinar;
por eso te pedimos nos concedas, por intercesión de san Casimiro,
vivir sometidos a tu voluntad en santidad y justicia. Por nuestro
Señor Jesucristo.