Santiago Apóstol
25 de Julio,
Patrono de España
Santiago Apóstol nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y
hermano del apóstol Juan. Estuvo presente en los principales
milagros obrados por el Señor. Fue muerto por el rey Herodes
alrededor del año 42. Desde la antigüedad esta muy difundida la
persuasión de que Santiago había predicado el Evangelio en los
confines de Occidente. Después de la invasión mahometana, el
apóstol Santiago aparece venerado como cabeza refulgente de
España y patrono de sus reinos cristianos. Éstos proclaman en
los siglos siguientes su gratitud por la protección del Apóstol
en la defensa de la fe y de la independencia de la patria y por
su asistencia en la acción misionera que contribuyó a propagar
la Iglesia por todo el mundo. Su sepulcro en Compostela, a
semejanza del sepulcro vacío del Señor en Jerusalén y de la
tumba de san Pedro en Roma, atrae, hasta nuestros días, a
innumerables peregrinos de toda la cristiandad. Los papas han
concedido a su santuario un jubileo frecuente y otras gracias
extraordinarias.
Partícipes de la pasión de
Cristo
De las
homilías de San
Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo.
Homilia 65,2-4; PG 58, 619-622
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo,
diciéndole: Ordena que se siente uno a tu derecha y el otro
a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles
ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si
hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a
hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir:
«No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los
mismos coros celestiales es esto que pedís». Luego añade:
¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de
bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Es
como si les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de
coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo
de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la
vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar
del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice:
«¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra
sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois capaces de beber
el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de
beber; de este modo, la consideración de que se trata del
mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una
respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de
«bautismo», para significar, con ello, que sus sufrimientos
habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo.
Ellos responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les
hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que
prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán
lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz
que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizarán con el bautismo
con que yo me voy a bautizar. Grandes son los bienes que
les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo
mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta, y
así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para
aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Después
que ha levantado sus ánimos y ha provocado su magnanimidad,
después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento,
entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los
dos hermanos. Ya véis cuán
imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una
precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez
que envidiaban a sus dos colegas. Pero –como ya dije en otro
lugar– si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que
están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan,
uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el
primer lugar a Pedro, tanto en la realización como en la
realización de los milagros, como leemos en los Hechos de los
apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya
desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y,
dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la
gloria inefable del martirio.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que consagraste
los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de
Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia
y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el
final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.