Nuestra Señora del Carmen
Las sagradas Escrituras celebran la belleza
del Carmelo, donde el profeta Elías defendió la pureza de la fe
de Israel en el Dios vivo. En el siglo XII, algunos eremitas se
retiraron a aquel monte, constituyendo más tarde una Orden
dedicada a la vida contemplativa, bajo el patrocinio de la
Virgen María. Ver:
Nuestra
Señora del Carmen
María, antes de concebir corporalmente,
concibió en su espíritu
De los sermones de
San León Magno,
papa
Sermón 1 en la Natividad del Señor, 2. 3: PL 54, 191-192
Dios elige a una virgen de la descendencia
real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el
fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir
corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió
en su espíritu. Y, para que no se espantara, ignorando los
designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios
inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el
Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de
Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin
detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de
concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su
poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando
el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este
poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también
una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a
una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.
Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el
Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por
medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada,
se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se
abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su
majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo
lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su
condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que
establece entre ambas naturalezas es tan admirable, que ni la
gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad
disminuye en nada la divinidad.
Quedando, pues, a salvo el carácter propio de
cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona,
la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la
eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por
nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a
la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se
conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este
modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y
mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la
vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble
condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de
dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez
salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad.
Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento
que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se
mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros
por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, si no
hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido
hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo.
Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan
llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman:
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos
ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por
medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de
alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la
misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los
ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?
Oración
Te suplicamos, Señor, que la poderosa
intercesión de la Virgen María, en su advocación del monte
Carmelo, nos ayude y nos haga llegar hasta Cristo, monte de
salvación. Que vive y reina contigo.