Del
Oficio del 11 de Febrero
Nuestra Señora de Lourdes
En el año 1858 la virgen María Inmaculada se apareció a Bernardita
Soubirous, cerca de Lourdes (Francia), dentro de la cueva de
Massabielle. Por medio de esta humilde jovencita, María llama a los
pecadores a la conversión, suscitando un gran celo de oración y amor,
principalmente como servicio a los enfermos y pobres.
La Señora me habló
De una carta de
santa María Bernarda
Soubirous, virgen
(Carta al padre Gondrand,
año 1861: cf. A. Ravier, les écrits de sainte Bernardette Soubirous,
París, pp. 53-59)
Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos
niñas. En seguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles
no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer
vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus
pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.
Creyendo engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo
para buscar mi rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero fui
incapaz de llevar la mano a la frente. Cuando la Señora hizo la señal de
la cruz, lo intenté yo también y, aunque me temblaba la mano, conseguí
hacerla. Comencé a rezar el rosario, mientras la Señora iba desgranando
sus cuentas, aunque sin despegar los labios. Al acabar el rosario, la
visión se desvaneció.
Pregunté entonces a las dos niñas si habían visto algo. Ellas lo negaron
y me preguntaron si es que tenía que hacerles algún descubrimiento. Les
dije que había visto a una mujer vestida de blanco, pero que no sabía de
quién se trataba. Les pedí que no lo contaran. Ellas me recomendaron que
no volviese más por allí, a lo que me opuse. El domingo volví, pues
sentía internamente que me impulsaban...
Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez, y me preguntó si
querría ir durante quince días. Le dije que sí, y ella añadió que debía
avisar a los sacerdotes para que edificaran allí una capilla. Luego me
ordenó que bebiera de la fuente. Como no veía ninguna fuente, me fui
hacia el río Gave, pero ella me indicó que no hablaba de ese río, y
señaló con el dedo la fuente. Me acerqué, y no hallé más que un poco de
agua entre el barro. Metí la mano, y apenas podía sacar nada, por lo que
comencé a escarbar y al final pude sacar algo de agua; por tres veces la
arrojé y a la cuarta pude beber. Después desapareció la visión y yo me
marché.
Volví a ir allá durante quince días. La Señora se me apareció como de
costumbre, menos un lunes y un viernes. Siempre me decía que advirtiera
a los sacerdotes que debían edificarle una capilla, me mandaba lavarme
en la fuente y rogar por la conversión de los pecadores. Le pregunté
varias veces quién era, a lo que me respondía con una leve sonrisa. Por
fin, levantando los brazos y ojos al cielo, me dijo:
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
En aquellos días me reveló también tres secretos, prohibiéndome
absolutamente que los comunicase a nadie, lo que he cumplido fielmente
hasta ahora.
Oración
Dios de misericordia, remedia con el amparo del cielo nuestro
desvalimiento, para que, cuantos celebramos la memoria de la inmaculada
Virgen María, Madre de Dios, podamos, por su intercesión, vernos libres
de nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo.