Del oficio de lectura, 8 de Enero (o martes
después de epifanía)
El agua y el Espíritu
Del Sermón en la Santa Teofanía, atribuido a
san Hipólito, presbítero.
Núms. 2.6-8. 10
Jesús fue a donde Juan y recibió de él el bautismo.
Cosa realmente admirable. La corriente inextinguible que alegra la
ciudad de Dios es lavada con un poco de agua. La fuente
inalcanzable, que hace germinar la vida para todos los hombres y que
nunca se agota, se sumerge en unas aguas pequeñas y temporales.
El que se halla presente en todas partes y jamás se ausenta, el que
es incomprensible para los ángeles y está lejos de las miradas de
los hombres, se acercó al bautismo cuando él quiso. Se abrió el
cielo, y vino una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el
amado, mi predilecto».
El amado produce amor, y la luz inmaterial genera una luz
inaccesible: «Este es el que se llamó hijo de José, es mi Unigénito
según la esencia divina».
Este es mi Hijo, el amado: aquel que pasó hambre, y dio de comer a
innumerables multitudes; que trabajaba, y confortaba a los que
trabajaban; que no tenía dónde reclinar su cabeza, y lo había creado
todo con su mano; que padeció, y curaba todos los padecimientos; que
recibió bofetadas, y dio al mundo la libertad; que fue herido en el
costado, y curó el costado de Adán.
Pero prestadme cuidadosamente atención: quiero acudir a la fuente de
la vida, quiero contemplar esa fuente medicinal.
El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Palabra
inmortal, que vino a los hombres para lavarlos con el agua y el
Espíritu: y, para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y
del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con
una armadura incorruptible.
Si, pues, el hombre ha sido hecho inmortal, también será dios. Y si
se ve hecho dios por la regeneración del baño del bautismo, en
virtud del agua y del Espíritu Santo, resulta también que después de
la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo.
Por lo cual, grito con voz de pregonero: Venid, las tribus todas de
las gentes, al bautismo de la inmortalidad. Ésta es el agua unida
con el Espíritu, con la que se riega el paraíso, se fecunda la
tierra, las plantas crecen, los animales se multiplican; y, en
definitiva, el agua por la que el hombre regenerado se vivifica, con
la que Cristo fue bautizado, sobre la que descendió el Espíritu
Santo en forma de paloma.
Y el que desciende con fe a este baño de regeneración renuncia al
diablo y se entrega a Cristo, reniega del enemigo y confiesa que
Cristo es Dios, se libra de la esclavitud y se reviste de la
adopción, y vuelve del bautismo tan espléndido como el sol,
fulgurante de rayos de justicia; y, lo que es el máximo don, se
convierte en hijo de Dios y coheredero de Cristo.
A él la gloria y el poder, junto con el Espíritu Santo, bueno y
vivificante, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Oración
Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de
nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a
imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su
humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo.