Oficio de Lectura,
28 de
Diciembre, Los
Santos Inocentes,
Mártires
Todavía no hablan, y ya confiesan
a Cristo
De los
sermones de san
Quodvultdeus, obispo
Sermón
2 sobre el Símbolo
Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son
atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el
pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra.
Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba,
y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en
él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra
vida.
¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey?
Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno.
Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas,
y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte
a tantos niños.
Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento
de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los
gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el
cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón.
Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo,
cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.
Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande,
que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti,
que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del
demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los
adoptivos.
Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los
padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho
dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de
qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el
liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.
Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te
ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo
y lo ignoras.
¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los
merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y
ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose
de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.
Oración
Los mártires Inocentes proclaman
tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte;
concédenos, por su intercesión, testimoniar con nuestra vida la fe
que confesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo.