Oficio de lectura, 26 de
abril,
San Isidoro, Obispo y doctor de
la Iglesia
El obispo debe tener su
puerta abierta a todo el que llegue
Del tratado de san
Isidoro, obispo, sobre los oficios eclesiásticos.
Cap. 5, 1. 2
Es preciso que el obispo sobresalga en el
conocimiento de las sagradas Escrituras, porque, si solamente puede
presentar una vida santa, para sí exclusivamente aprovecha; pero, si
es eminente en ciencia y pedagogía, podrá enseñar a los demás y
refutar a los contestatarios, quienes, si no se les va a la mano y
se les desenmascara, fácilmente seducen a los incautos.
El lenguaje del obispo debe ser limpio, sencillo,
abierto, lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal
deber es estudiar la santa Biblia, repasar los cánones, seguir el
ejemplo de los santos, moderarse en el sueño, comer poco y orar
mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie tener en menos, no
condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a
los incorregibles.
Sobresalga tanto en la humildad como en la
autoridad; que, ni por apocamiento queden por corregir los desmanes,
ni por exceso de autoridad atemorice a los súbditos. Esfuércese en
abundar en la caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con
particular diligencia del cuidado de los pobres, alimente a los
hambrientos, vista al desnudo, acoja al peregrino, redima al
cautivo, sea amparo de viudas y huérfanos.
Debe dar tales pruebas de hospitalidad que a todo
el mundo abra sus puertas con caridad y benignidad. Si todo fiel
cristiano debe procurar que Cristo le diga:
Fui forastero y me
hospedasteis, cuánto más el obispo, cuya residencia es
la casa de todos. Un seglar cumple con el deber de hospitalidad
abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo, si no tiene
su puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón.