Oficio de lectura,
11 de
Abril,
San Estanislao,
Obispo
y mártir
La lucha por la fe
De las
cartas de san Cipriano,
obispo y mártir.
Carta 58, 8-9.11
Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran
mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad
tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por
Cristo.
Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y
preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable; con una fe
sincera, con una total entrega. Que el ejército de Dios marche a la
guerra que se nos declara.
El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y
prepararnos, cuando dice: Abrochaos el cinturón de la verdad, por
coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a
anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el
escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del
Malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es
decir, la palabra de Dios.
Que estas armas espirituales y celestes nos
revistan y nos protejan para que en el día de la prueba podamos
resistir las asechanzas del demonio y podamos vencerlo.
Pongámonos por coraza la justicia para que el
pecho esté protegido y defendido contra los dardos del Enemigo;
calzados y armados los pies con el celo por el Evangelio para que,
cuando la serpiente sea pisoteada y hollada por nosotros, no pueda
mordernos y derribarnos.
Tengamos fuertemente embrazado el escudo de la fe
para que, protegidos por él, podamos repeler los dardos del Enemigo.
Tomemos también el casco espiritual para que,
protegidos nuestros oídos, no escuchemos los edictos idolátricos, y,
protegidos nuestros ojos, no veamos los ídolos detestables. Que el
casco proteja también nuestra frente para que se conserve incólume
la señal de Dios, y nuestra boca para que la lengua victoriosa
confiese a su Señor, Cristo.
Armemos la diestra con la espada espiritual para
que rehace con decisión los sacrificios sacrílegos y, acordándose de
la eucaristía, en la que recibe el cuerpo del Señor, se una a él
para poder después recibir de manos su Señor el premio de la corona
eterna.
Que estas verdades, hermanos amadísimos, queden
esculpidas en vuestros corazones. Si meditamos de verdad en estas
cosas, cuando llegue el día de la persecución, el soldado de Cristo,
instruido por sus preceptos y advertencias, no sólo no temerá el
combate, sino que se encontrará preparado para el triunfo.
Oración
Señor, tú has otorgado a san Estanislao, tu
obispo, la gracia de sucumbir en aras de tu gloria bajo la espada de
los perseguidores; concédenos, por su intercesión, perseverar con
firmeza en la fe, hasta la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo.